LA OPORTUNIDAD QUE DEBEMOS APROVECHAR, PARA QUE LA PATRIA NO NOS LO DEMANDE

LA OPORTUNIDAD QUE DEBEMOS APROVECHAR, PARA QUE LA PATRIA NO NOS LO DEMANDE

Ya he utilizado algún material de José Natanson, Director de Le Monde Diplomatique para el Cono Sur, porque suele ser muy sólido y objetivo.

Así es esta Editorial que comparto: describe la dureza de la situación que deberá afrontar Alberto Fernández si fuera elegido Presidente, como puede serlo, hasta en primera vuelta, comparándolo con la etapa del 2001 de Néstor Kirchner. Además, traza líneas de acción desde el menemismo en adelante.

Es cierto que no es un panorama tranquilizador, como tampoco lo es el presente argentino, por cierto, pero hay elementos que permiten la esperanza, aunque debamos aprestarnos a una dura tarea. Esta esperanza es más cualitativa que otra cosa, pero, en realidad, las gestas de los pueblos tienen más que ver con lo espiritual que con lo material.

Si recordamos el Cruce de los Andes como buenos mendocinos sanmartinianos, tendremos un buen ejemplo de lo que escribo. Claro, me dirán que al frente estaba San Martín nada menos, pero es justamente su espíritu el que debemos revivir en nosotros y nosotras.

Conozco a muchos/as argentinos/as, patriotas y guapos/as, capaces y experimentados/as, que se arremangarán para afrontar este desafío –me incluyo- y comenzar el repechaje que nos lleve a la Patria exitosa y feliz que merecemos.

TENEMOS UNA OPORTUNIDAD QUE PARECÍA POCO PROBABLE, NO LA DESAPROVECHEMOS.

Revival nestorista

Por José Natanson

EDICIÓN SEPTIEMBRE 2019 | N°243EDITORIAL

“Quizás no lo recuerdes, pero junto a Néstor Kirchner ayudé a sacar el país de la crisis”. La primera frase del primer spot de campaña de Alberto Fernández contenía ya el núcleo de su propuesta política: recrear el nestorismo como salida al drama generado por el gobierno de Mauricio Macri, es decir reconstruir el exitoso experimento que comenzó en 2003 y se extendió hasta el conflicto del campo de 2008, y que fue básicamente tres cosas: un programa económico heterodoxo, una amplia coalición política y un plus simbólico. No debe ser casual que varios de los protagonistas de la actualidad –Alberto, pero también Roberto Lavagna, Guillermo Nielsen y Martín Redrado– remitan al 2003. La pregunta es si el revival es posible y, en ese caso, cómo.

Veamos.

Restricciones

Lo primero que hay que destacar es el contexto económico, que dieciséis años más tarde es muy diferente del 2003. Néstor heredó un país en terapia intensiva pero situado en el inicio de un proceso de recuperación cuyos pilares, el tipo de cambio alto y las retenciones, ya habían comenzado a construirse. Parte del trabajo sucio, según la desdichada metáfora policíaca a que suelen recurrir los economistas, había sido completado: acorralado por el mercado, el gobierno de Eduardo Duhalde había aceptado el fin de la convertibilidad, dispuesto una devaluación, pesificado los depósitos y las deudas y congelado las tarifas de los servicios públicos (1). Por otro lado, la llegada del kirchnerismo al poder coincidió con el inicio del súper ciclo de los commodities, que experimentaron una trayectoria ascendente que coincidió casi matemáticamente con la consolidación política del nuevo gobierno: la soja tocó el máximo de 600 dólares en 2008 y luego comenzó un descenso que, salvo alguna suba puntual, se mantuvo, hasta llegar a unos 300 dólares en la actualidad.

Alberto recibirá una macroeconomía al borde del colapso pero que no viene de un cambio de régimen, de una ruptura masiva de contratos equivalente a la del 2001. Esto, que en una primera mirada superficial podría facilitarle las cosas, más bien se las complica, porque reduce su margen de maniobra, que cuando Néstor asumió era casi absoluto. La cuestión de la deuda ilustra esta idea: el default declarado por Adolfo Rodríguez Saá puso a Argentina en una situación de excepción que, si por un lado cerró cualquier chance de conseguir financiamiento internacional, por otro le permitió destinar la totalidad de los dólares generados por las buenas cosechas de aquellos años a las necesidades internas. En otras palabras: el default fue un drama de largo plazo pero que, en el corto plazo, hasta la renegociación de marzo de 2005, abrió una “ventana de dólares” que permitió volcar todos los excedentes de divisas a financiar el incipiente crecimiento.

En contraste, Alberto recibirá un país con compromisos pendientes que comenzarán a vencer la semana misma en la que asuma el poder. Las chances de evitar una caída aun mayor dependerán de un respaldo popular lo suficientemente contundente como para negociar desde una posición de fuerza con el FMI, que a cambio de extender los plazos exigirá una serie de reformas. Si, como todo indica, el Frente de Todos consigue una amplia legitimidad, el nuevo gobierno podrá apelar a la amenaza del oso: el FMI depende tanto de Argentina como Argentina del FMI, ya que nuestro país concentra la mitad de los préstamos (2).

Otra diferencia importante es la gigantesca red de protección que se mantiene en pie. Aprovechando la estructura de la ANSES, ese “gran pagador” de la política modernizado durante el menemismo y transformado en eficiente herramienta de contención social durante el kirchnerismo, el gobierno de Cambiemos mantuvo la Asignación Universal por Hijo y las jubilaciones universales, que perdieron capacidad adquisitiva pero no desaparecieron del todo. Al mismo tiempo, incrementó la cantidad de planes sociales focalizados –los viejos Argentina Trabaja y Ellas Hacen– hasta llevarlos a 500 mil (3): la estructuración de la asistencia social focalizada en cooperativas tras la crisis del 2001 permitió transformar en células identificables y cuantificables lo que antes era una masa difícil de gestionar, es decir que ayudó a gestionar el caos del territorio, y es una de las explicaciones más convincentes de la notable tranquilidad social con la que se está tramitando la transición pos macrista.

Exterior

Sin embargo, quizás la diferencia más significativa entre 2003 y 2019, y de la que menos se habla, sea el contexto internacional. Kirchner llegó al gobierno en un momento de distracción relativa de Estados Unidos respecto de América Latina: la caída del Muro de Berlín había cancelado el riesgo de un alineamiento comunista alla cubana y los atentados del 11 de Septiembre habían desplazado su atención hacia Medio Oriente, lo que creó una cierta distensión geopolítica en su patio trasero que permitió la llegada al poder de una serie de dirigentes y fuerzas que en el pasado hubieran sido bloqueadas por vía de la desestabilización o el golpe de Estado. En este marco, el primer kirchnerismo coincidió con –y contribuyó a fortalecer– el giro a la izquierda, una ola regional impulsada por los precios de las materias primas que fue construyendo un “parecido de familia” entre diferentes gobiernos. Aunque los resultados en términos de integración regional y productiva no fueron los esperados, la sintonía política resultó clave para ciertas medidas: por caso, la decisión de Kirchner de pagar la deuda y desengancharse del FMI fue anunciada tres días después de la de Lula (y ocho meses antes de la de Tabaré Vázquez).

El menemismo también sintonizó con un momento de la región y del mundo, en aquel caso marcado por la globalización y el Consenso de Washington, al igual que Perón y su industrialización de posguerra. Y en este sentido, si el peronismo es menos un partido que la astucia para amoldarse a un cierto momento histórico, el arte de interpretar un tiempo, el gobierno de Alberto Fernández asumirá en un panorama todavía difícil de descifrar, marcado por el reflujo proteccionista de Estados Unidos, el ascenso de los nacionalismos en Europa y una región en la que viejos amigos como Evo Morales conviven con la imprevisibilidad de Jair Bolsonaro y la mochila de plomo del chavismo venezolano.

La disputa cada vez más abierta entre Estados Unidos y China, que, bajo la superficie de una guerra comercial esconde una batalla tecnológica, política y militar, es el fondo sobre el que se recortan estos movimientos. Y quizás también una oportunidad: con discreción y destreza, una cancillería astuta podría aprovechar esta creciente bipolaridad para sacar el máximo partido de ambas potencias, por ejemplo el apoyo de Estados Unidos en los organismos internacionales y las inversiones de China en infraestructura, que es más o menos el flirt de política exterior que vienen ensayando otros países latinoamericanos insospechados de populismo, como Perú o Chile, y lo que podría haber hecho Macri si no hubiera sido tan dogmático en su concepción del mundo.

Confederación peronista

Por los motivos señalados, un panorama complejo espera al probable gobierno de Alberto, cuyo éxito económico dependerá también de su capacidad para construir una coalición amplia y estable que articule las diferentes instancias de lo que Julio Burdman llama el “Estado peronista” (4): los gobernadores, esos mini-gobernadores sin recursos que son los intendentes del conurbano, los sindicatos, las heterogéneas mayorías parlamentarias y el movimiento político-cultural kirchnerista. Por personalidad, experiencia y porque su candidatura es el resultado de un fenómeno eminentemente partidario, Alberto podría convertirse en el jefe de esta confederación, un facilitador y coordinador capaz de ser un poco Néstor, pero también un poco Duhalde.

Pero antes deberá atravesar la transición. El extravagante panorama que dejaron las primarias de agosto –un presidente prácticamente electo que aún no fue votado y otro que es formalmente el presidente, pero carece de poder– define los contornos de un escenario frágil, que se tambalea con una nueva disparada del dólar y un desplome de las acciones y los bonos.

Las medidas anunciadas por Hernán Lacunza al cierre de esta edición buscan contener el precio del dólar y evitar una espiralización de la crisis que arrastre al sistema financiero y termine en un nuevo default desordenado de la deuda. Para ello, el ministro convocó a los referentes opositores y anunció el envío de un proyecto de ley al Congreso Nacional que le dé cierta solidez al paquete.

Pero Alberto es institucionalmente apenas un candidato más. Su propuesta es renegociar los compromisos con el Fondo, tarea que no podrá encarar hasta tanto no sea elegido formalmente presidente. Resulta difícil, por otro lado, explicitar un programa económico en este momento, cuando no se sabe cuánto va a costar el dólar, si la inflación va a superar el 50 por ciento, si el Banco Central conservará un nivel razonable de reservas y si los bancos sufrirán una corrida.

El casi seguro próximo presidente camina por una cornisa finita. Para no caerse requerirá acuerdos sólidos, una política económica capaz de encarar muchos problemas de manera simultánea y un extraordinario sentido del equilibrio. γ

1. http://cdi.mecon.gov.ar/bases/docelec/mm2014.pdf

2. Noemí Brenta, “El caballo de Troya de Macri”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Nº 242, agosto de 2019.

3. Roxana Mazzola, “El regreso de las damas de caridad”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Nº 242, agosto de 2019.

4. Julio Burdman, “El tercer justicialismo”, en www.anfibia.com.ar

REFLEXIONES NECESARIAS Y ACTUALES SOBRE LA DICTADURA INICIADA EL 6 DE SEPTIEMBRE DE 1930

REFLEXIONES NECESARIAS Y ACTUALES SOBRE LA DICTADURA INICIADA EL 6 DE SEPTIEMBRE DE 1930

El 10 de septiembre mi esposa trajo a mi casa el ejemplar del día del Diario Jornada, una publicación de distribución gratuita de Mendoza. Como nota de opinión encontré lo que comparto abajo. Lo hago no por la novedad del tema, ni por su actualidad, ya que hace referencia al golpe militar que recordamos el 6 de septiembre, sino porque agrega aspectos no tan habituales en los análisis de este hecho histórico

El primero es el título: LA PRIMERA DICTADURA

No es lo mismo hablar de un golpe militar que de una dictadura que inició un largo y triste ciclo de intervenciones militares en el gobierno de los argentinos que retrasaron y perjudicaron el ejercicio de la democracia en nuestro país. Es un clásico en los anti populistas, como los que proliferan en el macrismo, decir que el Peronismo es el culpable de todos los males de nuestro país. No es mi objetivo discutir esta afirmación, sesgada e inexacta, sino destacar que no es tan común leer análisis que comprueben, describan y objetiven el nefasto papel que han tenido estas dictaduras militares en lo político, en lo social y en lo económico.

Una vez comencé a hacer un listado de esos golpes militares para publicarlo en mi blog, pero después descarté la idea porque hubiera sido muy cansadora su lectura. De todos modos, si se pone el tema en Google, vamos a encontrar esa información que evidencia el impacto negativo de esos Gobiernos cívico militares.

Solo voy a destacar cómo nos influyó el más reciente de esos golpes

Rodolfo Walsh, en los despachos -copiados a mimeógrafo- de la Agencia Clandestina de Noticas (ANCLA) en noviembre de 1976, decía:

“Desde abril, Martínez de Hoz liberó los precios, congeló los salarios, derogó la legislación laboral sancionada a lo largo de medio siglo de luchas obreras, anunció la desnacionalización de todas las empresas estatales que no guardaran directa vinculación con la defensa, preparó una ley de radicación de capitales que coloca a los inversores extranjeros en las mismas condiciones que los argentinos y suprime las trabas para la remesa de utilidades, eliminó el derecho de huelga que puede ser castigado con prisión de 10 años, anuló las preferencias impositivas y crediticias para las pequeñas y medianas empresas nacionales, despejó de gravámenes la importación de bienes que se producen en la Argentina, viajó a Estados Unidos, Europa y Japón en procura de créditos para responder a los vencimientos inmediatos de la apremiante deuda externa de 12.000 millones de dólares, firmó un acuerdo de stand by con el FMI, inició un plan de despidos de agentes estatales que creará casi un millón de nuevos desocupados sobre una población laboral activa de poco más de seis millones, elevó en cinco años la edad necesaria para jubilarse y redujo los haberes que se pagan a los ancianos retirados del trabajo. De este modo precipitó un agudísimo cuadro recesivo, en el que la industria trabaja a menos del 50% de su capacidad y los asalariados ven reducidos sus ingresos reales a la mitad de lo que valían en 1960. Un millón de argentinos no tienen empleos y la inflación sigue superando holgadamente a la que cualquier otro país del mundo con un índice mayor del 500% anual”.

Claro que hay Gobiernos democráticos que también han tenido políticas semejantes, como el de Menem y Macri, y aquí aparece un segundo factor clave –que destaca la nota referida- en estos Gobiernos de facto: son cívico militares.

En los primeros golpes, como el que estamos tratando, la presencia de civiles fue explícita y ostensible. Después se tornó menos visible, casi detrás del trono, pero en más de un caso han sido y son- los verdaderos instigadores: el poder detrás del poder. Es más, son los principales beneficiarios de sus políticas económicas.

Así comenzaron las dictaduras. Hoy en democracia se han modificado las estrategias: pasaron las épocas de la Escuela de las Américas y del Plan Cóndor, pero ahora se usan los golpes blandos y el law fare. Sin embargo, estos militares pro yanquis, como Bolsonaro, son descendientes de aquellos que derrocaron Gobiernos democráticos.

Entonces, leamos la nota, pensemos y no olvidemos, así podemos terminar con este modelo cíclico, y construir una opción mejor, en conjunto con la mayoría de los argentinos, en un consenso que necesitamos.

LA PRIMERA DICTADURA

Se cumplieron 89 años de la primera dictadura militar. Fue cuando el 6 de setiembre de 1930, el movimiento cívico-militar liderado por el general José Félix Uriburu derrocó al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen, quien fue recluido en la Isla Martín García. Dio comienzo así lo que se llamó “la Década Infame” de la historia argentina, y también, a conocerse lo que sería el terrorismo de Estado.

Los golpistas no consideraron el delicado estado de salud del presidente: Yrigoyen fue arrestado y luego de pasar varios días en un buque de la Armada, lo trasladaron a la isla Martín García. No fue respetada su voluntad de exiliarse en Montevideo o quedarse en su casa de la calle Brasil.

El general Uriburu se hizo cargo del gobierno, y pronto apareció dentro del sector militar un segundo frente liderado por el general Agustín P. Justo, que proclamó su adhesión a la Constitución de 1853 y buscó una salida electoral “protegida”, respetuosa de las formas legales pero fraudulenta en su gestión.

El año 30, se sabe, fue la primera gran ruptura histórica e historiográfica de la Argentina del siglo XX.

Debemos recordar que la “Década Infame” se produjo en el mundo de entre-guerras, marcado por las disputas frente a la hegemonía mundial imperialista, la gran depresión del 29 y un importante ascenso revolucionario de la clase obrera. La quiebra de la bolsa de Nueva York en 1929 repercutió directamente en nuestras tierras con la caída de los precios de materias primas en el mercado internacional.

Los 30 abrirán así una crisis política en Argentina, entre los sectores de clase dominante, por cómo responder a las nuevas necesidades económicas para mantener las ganancias y por las relaciones que debían sostenerse con las distintas fracciones del capital extranjero: Estados Unidos y Gran Bretaña.

El primer golpe y la implantación de una dictadura militar resumen esta confluencia de derrumbes y emergencias que fraguaron los derroteros y extravíos de décadas siguientes. Allí nace la secuencia de inestabilidad político-institucional, el papel tutelar de las Fuerzas Armadas y la confusión entre liberalismo, nacionalismo y autoritarismo que marcará el pulso del país hasta 1983.

La actitud de los vencedores no tenía precedentes en la etapa constitucional argentina: saquearon e incendiaron casas particulares, comités del radicalismo, confiterías céntricas de Buenos Aires, y diarios como “La Época” y “La Calle”. Implantarían el terrorismo de Estado para mantener el control, que serviría de modelo a otros que los continuarían: Ramírez, Lonardi, Rojas, Onganía, Lanusse, Videla, Massera, Viola, Galtieri.

Con el derrocamiento de Yrigoyen, se iniciaba una experiencia traumática, en la que el gobierno ya no representaría al pueblo de la Nación sino a sí mismo y a las fuerzas que lo habían consagrado. Se ingresaba en la ley de la selva de la que la Argentina no habría de salir sino medio siglo después, a raíz de una guerra perdida y del desprestigio militar por desaparecidos y niños secuestrados a padres asesinados.

Roberto Suárez

rsuarez@jornadaonline.com.ar

LA DESMESURA EN LA POLÍTICA, Y EL PELIGRO QUE NOS GENERA

LA DESMESURA EN LA POLÍTICA, Y EL PELIGRO QUE NOS GENERA

“El síndrome de «hubris» (SH) es un trastorno psiquiátrico adquirido que afecta a personas que ejercen el poder en cualquiera de sus formas. Se ha descrito en multitud de campos, desde la política a las finanzas. La relación médico-paciente también es una relación de poder. La falta de humildad y empatía en su ejercicio puede hacer que cualidades como la confianza y seguridad en uno mismo se transformen en soberbia, arrogancia y prepotencia.” (https://www.neurologia.com/articulo/2018355)

Si quiero traducir hýbris (en griego antiguo ὕβρις)) la mejor palabra es desmesura. Generalmente la hybris es el tópico de toda la tragedia griega. El héroe sobrepasa las capacidades humanas y desarrolla unos sentimientos o unas aspiraciones desmedidas en su actuación. La tragedia clásica contrapone a la hybris, la sophrosynê (σωφροσύνη), esto es, la moderación que respeta los límites que se imponen al hombre.

Hago esta introducción –en parte, seguramente, porque soy Profesor de Griego, y vi este tema cuando alumno-, pero, sobre todo, porque aparece mucho en política. Llevado al extremo, es una “paranoia” del poder.

De hecho, Nelson Castro lo aplicó a los dos últimos Presidentes argentinos: Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri. A pesar de ser un excelente periodista, no parece, como muchos/as de sus colegas, una garantía de análisis objetivo.

Creo, sin dudas, que la hubris es un riesgo latente en cualquier actividad humana que nos ponga cerca del éxito, de la riqueza o del poder.

Está claro que puede manifestarse en jugadores famosos de fútbol u otro deporte popular o en artistas encaramados en millones de seguidores en Instagram, o, claramente, en la política.

Es que la política, además, nos pone cerca, de la manera que sea, del poder, la riqueza y del éxito. Estaremos rodeados de gente que nos alabará, aunque seamos unos pavos, nos seguirá obsequiosamente, y tratará de sacar tajada personal de la relación. No es fácil mantener el equilibrio en política, pero es necesario, más aun, imprescindible.

No voy a opinar sobre si los Presidentes que mencioné padecieron este síndrome, porque creo que haría falta una formación técnica de la que carezco.

Sin embargo, esta nota de Rosa Montero, (https://www.losandes.com.ar/article/view?slug=empeorara-por-rosa-montero), me parece una buena manera de avanzar en la comprensión del síndrome, y, a la vez, tener una visión –terrible, por lo demás- del actual Presidente de los EEUU.

A pesar de lo desagradable de la sensación que deja saber en qué manos está el imperio más poderoso de la historia de la humanidad, y los riesgos que nos genera a todos/as los/las que habitamos este planeta, es conveniente conocer la realidad, y comprenderla acabadamente.

Eso siempre mejorará la posibilidad de tomar mejores decisiones y de no vivir en un mundo irreal.

Empeorará – Por Rosa Montero

La hybris es un estado de soberbia tan absoluto que te deja sordo y ciego.

Por Rosa Montero – © Rosa Montero / Ediciones El País, SL. 2019

Hay un ensayo que me encanta y sobre el que ya he escrito alguna vez: En el poder y en la enfermedad (Siruela, 2010), del neurólogo británico David Owen, más conocido como político, porque fue dos veces ministro, de Sanidad y de Exteriores, con los laboristas. Su libro, documentadísimo y deliciosamente escrito, trata de la enfermedad en los políticos.

De cómo la ocultan, sobre todo. Y entre otras cosas dice que, según un estudio de 2006, el 29% de todos los presidentes de Estados Unidos sufrieron dolencias psíquicas mientras ejercían el cargo, y que el 49% presentaron rasgos que indicaban trastorno mental en algún momento de sus vidas. Unas cifras aterradoras por lo elevadas, sobre todo si tenemos en cuenta que, según la OMS, la prevalencia de la población general estaría en torno al 22%.

Leí el libro de Owen cuando fue publicado en España, hace casi 10 años, pero al releerlo ahora sus palabras me han parecido espeluznantemente actuales. Sí, claro, sé que me entienden: estoy hablando del inaudito Donald Trump. Aunque, bien mirado, creo que el trastorno psíquico es una realidad demasiado seria y no justificaría lo que este señor es.

Yo diría más bien que debe de tener una de esas personalidades que no son consideradas enfermedad mental en los tribunales, un carácter psicopático, narcisista y ególatra.

En su formidable libro, Owen desarrolla una teoría propia sobre la borrachera de poder en la que caen demasiados políticos. Él bautiza esta enfermedad con el nombre griego de hybris. Esquilo decía que los dioses envidiaban el éxito de los humanos y que, para vengarse, enviaban la maldición de la hybris a quien estuviera en lo más alto, volviéndole loco. La hybris, pues, es un estado de soberbia tan absoluto que te deja sordo y ciego, haciéndote perder todo sentido de la realidad. A los poderosos les es sumamente fácil caer en esta dolencia: lo sabían bien los romanos, que por eso tenían al esclavo que iba susurrando el famoso “recuerda que eres mortal” al oído de los generales victoriosos. Ahora bien: si incluso Julio César podía perder la cabeza con el poder, imaginen lo que la hybris puede hacer con un tipo exhibicionista y mercurial como Trump.

Aunque no hace falta imaginarlo: lo estamos viendo. Ya saben que, por cuestiones de impresión, este artículo se escribe 15 días antes de su publicación. Tal como están las cosas, no descarto que en estas dos semanas el señor Trump haya lanzado al mundo otras dos o tres peligrosas bravuconadas. Está muy subido, muy crecido, hybrido total, que diría el sabio Owen. Porque además no creo que haya nadie en su entorno que aventure una crítica. Vamos, para mí Donald Trump tiene toda la pinta de mandar a la horca a quien le contradiga. Y esto es lo que los psicólogos llaman “pensamiento de grupo” (también viene en el libro), un fenómeno habitual en los poderosos, y que consiste en la creación de un pequeño grupo cerrado que se jalea a sí mismo apasionadamente, demoniza las opiniones ajenas y niega cualquier dato objetivo que contradiga sus creencias. Como es evidente, unir la hybris y el calentón del pensamiento de grupo trae consecuencias catastróficas.

Sí, Trump está muy crecido. Tiene la desfachatez de querer comprar Groenlandia, porque el deshielo del calentamiento climático ha hecho que su riqueza en tierras raras sea más fácilmente explotable (junto con su epígono Bolsonaro, parece dispuesto a expoliar la Tierra, a saquearla), y cuando los daneses le dicen que no está en venta, anula su viaje presidencial a ese país con alucinante pataleta, un gesto zafio y feroz semejante al empellón que el matón de la escuela da a un niño en el patio. Acto seguido, ordena a los empresarios norteamericanos que se vayan de China, cosa que me ha dejado turulata: pero ¿no era Donald Trump el adalid del liberalismo? ¿No se oponía con todas sus fuerzas a que el poder público y los políticos se inmiscuyeran en la sacrosanta libertad de mercado? La hybris parece estar haciendo tales estragos en él que incluso actúa como un tirano contra sus propias ideas. Yo diría que tiene grandes planes megalomaniacos y una cabeza demasiado pequeña para albergarlos. Me temo que esto sólo puede empeorar.

ELECCIONES 2019: OTRO APORTE PARA CONSTRUIR CONSENSOS

ELECCIONES 2019: OTRO APORTE PARA CONSTRUIR CONSENSOS

Suelo leer las notas de opinión del cura Reale en Diario Los Andes, porque son inteligentes, bien fundadas, y con un tono no de sermón. En este caso, casualmente, o no, tomó el mismo tema de la entrada anterior mía (ELECCIONES 2019: CONSTRUIR ACUERDOS Y CONSENSOS https://www.miradasdesdemendoza.com.ar/2019/09/03/elecciones-2019-construir-acuerdos-y-consensos/).

Por lo tanto, me pareció muy importante subir otra entrada con la nota que menciono porque todo lo que ayude a estimular y enriquecer la voluntad de un acuerdo entre los argentinos es una obligación de Patria hoy. Por lo demás, incorpora la visión del Papa Francisco, necesaria referencia hoy para la construcción de un mundo mejor.

Y… ¿si damos otro “Paso”?

Por Vicente S. Reale – Sacerdote Católico

https://www.losandes.com.ar/article/view?slug=y-si-damos-otro-paso-por-vicente-s-reale  (4/9/2019)

Desde las recientes PASO, los argentinos nos encontramos ante una coyuntura histórica que puede significar un volver a una realidad política trillada y perversa o encontrar, finalmente, una luz para salir del túnel del fracaso y de la creciente desesperanza.

Y no me refiero a que un determinado candidato o partido sea favorecido en las elecciones de octubre sino a la enorme posibilidad y responsabilidad que los ciudadanos tenemos -y tuvimos desde el año 1983, siempre dejada descartada- de “ponernos de acuerdo” sobre qué Nación y qué futuro queremos para nuestra querida y tan maltratada patria.

Providencial oportunidad

Siento que estamos ante la gran oportunidad de replantearnos, desde las raíces y de frente a los continuos fracasos institucionales y colectivos, qué representa -en los hechos- ser ciudadanos y vivir en democracia, y qué papel juega la política (las/los políticos) para lograr que democracia y ciudadanía sean realidades tangibles y no palabras vacías que, desde hace muchos años, nos están llevando a vivir de mal en peor.

Básicamente, me refiero a la verdad de lo que se dice y a la forma en que, de hecho, lo dicho se realiza o se traiciona.

Y me refiero, igualmente, a lo que todos quieren oír y creer, alimentando las “falsas verdades”. Se trata de cuestiones sociales y éticas, de la defensa de la justicia y de la vida, que no pueden separarse y que conciernen a todos, no sólo a uno u otro partido o exponente político.

 Porque, digámoslo, lo que hoy “domina” es el principio económico y tecnológico que inevitablemente empuja hacia un individualismo despótico, despojando de todo sentido a la vida de cada persona y de la sociedad en su conjunto.

Desde hace más de treinta años, algunos ciudadanos venimos bregando para que, entre los distintos partidos políticos, se establezcan “concordancias y consensos básicos” a fin de que la “Nación”, que todos conformamos, se desarrolle cada vez mejor y sus logros perduren en el tiempo; más allá del color político de quienes, en una etapa, asumen la tarea de preservar y de ayudar a caminar a la Nación.

Son las “políticas de Estado” que sobrepasan abundantemente las responsabilidades del partido gobernante en un determinado período. Sobre todo, cuando ese partido gobernante intenta realizar su cometido como si antes de él nada hubiese existido, o peor, intentando demostrar que lo que se hizo, se hizo mal. Y, entonces, se vuelve a la postura individualista y dogmática del “yo tengo la verdad”. Postura largamente extendida entre las/los argentinos, lamentablemente.

Políticas de Estado

  • La Constitución, que nos “constituye como Nación”, debe ser cumplida a rajatabla. Hoy, muchos de sus enunciados son palabras muertas o son incumplidos a sabiendas.
  • La División de Poderes. Se habla y se cacarea mucho sobre esto. Pero poco se observa. Creo que, en la Argentina, así como algunos se enorgullecen de “la avivada criolla”, del mismo modo, muchos políticos practican el “como si”, conscientes de la trampa cívica que significan los favores mutuos entre los Tres Poderes.
  • La Justicia Social. Teniendo como base lo que cada persona aporta a la comunidad y lo que cada persona recibe de ella. “No hay democracia con hambre, ni desarrollo con pobreza, ni justicia en la inequidad”. “La economía de los papeles, la democracia de discursos y la multimedia concentrada, generan una burbuja que condiciona todas las miradas y opciones desde el amanecer hasta la puesta del sol”. “Este proceder, además de poner en serio riesgo la democracia de los países, generalmente es utilizado para minar los procesos políticos emergentes y propender a la violación sistemática de los Derechos sociales”. “La defensa o priorización de los Derechos sociales sobre otros tipos de intereses, llevará (a los jueces) a enfrentarse no sólo con un sistema injusto sino también con un poderoso sistema comunicacional del poder, que distorsionará, frecuentemente, el alcance de sus decisiones”. (Papa Francisco)
  • La Educación en valores y en criterios para actuar. En otras ocasiones he hecho mención a la diferencia que existe entre “educar e instruir”. No abundaré sobre esto. De lo que se trata es de testimoniar con el ejemplo de cada uno/a las conductas que propenden al respeto y cuidado mutuo, al reconocimiento de legítimos derechos y al cumplimiento de las responsabilidades individuales y sociales. “No hagas a otros lo que no deseas que te hagan”. (Jesús) Advirtiendo que estamos siendo “colonizados culturalmente” por las economías de los países que dominan el planeta y que promueven una “invasión de costumbres” en los países emergentes. En la base, de un “distinto” paradigma social se encuentra “la cultura del encuentro”.
  • Política y Movimientos populares. “El antídoto al populismo y a la política-espectáculo está en el protagonismo de los ciudadanos organizados” “Los pobres no son solamente los destinatarios preferidos de la acción de la Iglesia, los privilegiados de su misión, sino que también son ‘sujetos activos’. Ellos anhelan la felicidad del “vivir bien” y no el ideal egoísta de la “buena vida” La “globalización de la indiferencia” ha generado un “nuevo ídolo”: el del miedo y la seguridad. “En este estado de parálisis y desorientación, la participación política de los Movimientos Populares puede vencer a la política de los ‘falsos profetas’, que explotan el miedo y la desesperación y que predican un bienestar egoísta y una seguridad ilusoria”. (Papa Francisco)

Las tres “T”. Tierra, Techo y Trabajo, son derechos inalienables y fundamentales que representan los prerequisitos indispensables de una democracia no solo formal sino real, en la cual todas las personas, independientemente de su ingreso o de su posición en la escala social, son “protagonistas activos y responsables”, “actores del propio destino”.

Sin participación, la democracia se atrofia, llega a ser una formalidad porque deja al pueblo fuera de la construcción de su propio destino. 

“Estoy convencido, desde hace tiempo, que en el mundo postindustrial no hay futuro para una sociedad en la que solamente existe el “dar para tener” o el “dar por deber”. Se trata “de crear una nueva vía de salida” a la sofocante alternativa entre las tesis neoliberales y las neoestatales”. (Papa Francisco).

ELECCIONES 2019: CONSTRUIR ACUERDOS Y CONSENSOS

ELECCIONES 2019: CONSTRUIR ACUERDOS Y CONSENSOS

José Natanson, en una nota del 21 de agosto (The end of the grieta, última parte – https://www.pagina12.com.ar/213502-the-end-of-the-grieta-ultima-parte), analiza los resultados de las PASO y hace una síntesis que me parece valiosa en esta etapa tan decisoria para el futuro de la Patria.

Estamos frente a una variedad –tan diversa como interesada- de interpretaciones del momento histórico post PASO: sin mayor detalle, en general vienen de ambos lados de la “grieta” (para usar la denominación del relato macrista).

Hace poco leía al mismo Natanson, que decía: “La grieta es una forma de gobernar la Argentina desde una minoría intensa.” (Devorados por la grieta, José Natanson, Le Monde Diplomatique). Este concepto me interesó, porque explica los vaivenes de la República Argentina, y sus crisis cíclicas. Más de allá de que el análisis completo merecería alguna discusión (habría que considerar el papel de las Fuerzas Armadas, que interrumpieron muchas veces la continuidad democrática y sus proyectos de país), es real que las minorías intensas no han podido consolidar una estrategia de desarrollo que haya permanecido en el tiempo, como sí lo ha logrado Chile, más allá de la opinión que nos merezca este modelo de país.

O sea que las minorías intensas pueden permitir ganar elecciones, como lo hicieron el kirchnerismo y el macrismo, pero se hace muy difícil establecer un proyecto de país que incluya al resto de sus habitantes.

Es bastante conocida la descripción de Argentina que establece que un cuarto de su población es macrista y otro peronista. Más de allá de la discusión de los porcentajes en más o en menos, es una división real, y ganaron elecciones, y fueron Gobierno, pero no lograron concretar un proyecto valorado positivamente por el resto de la sociedad, y el necesario éxito para lograr continuidad.

No voy a intentar analizar el tema de la grieta (la nota de Natanson es muy interesante, léanla), sino el de la oportunidad inigualable de superarla.

Hay varias razones concurrentes para sostener lo de inigualable: el fracaso de ambas propuestas en construir un proyecto en el que se puedan encontrar la mayoría de los/las argentinos/as; el rechazo que genera en muchos/as de nosotros/as la actitud facciosa e intolerante de sectores de esas fuerzas; el deterioro social que hace insostenible seguir así, sin acuerdos básicos que integren a la mayoría de la población; la aparición de fuerzas renovadoras que pretenden una sociedad mejor y más equitativa, como el feminismo; la importante capacidad del país para aspirar una sociedad más desarrollada y equitativa, como la Educación y Salud pública, la estructura científico tecnológica, el sistema industrial, las redes de la sociedad civil que están permitiendo que el país  no estalle, y bastante más. Es cierto que el deterioro que ha producido este pésimo Gobierno es mucho, pero, si logramos estos acuerdos de que hablo, se puede empezar otra vez, como tantas otras, pero con una expectativa de un proyecto perdurable que permita que los/las argentinos/as tengamos la calidad de vida que merecemos.

No ha sido un camino producto de un plan, sino de sucesivas pruebas y errores, que nos han traído hasta esta instancia preelectoral, en una situación ya vivida de default (selectivo, técnico, virtual, o como se llame), pero, de cualquier manera, estamos frente a una propuesta que busca construir consensos, con la mayor cantidad de gente incluida y que la mayoría de los sectores sientan que pueden mejorar con ella, porque van a encontrar alguna solución a sus necesidades y problemas.

Debemos aprovecharla: informarnos, participar, no creer sin chequear otras fuentes en la marea de información (mucha falsa o sesgada, o interesada, o todo junto) que nos llega, y elegir candidatos/as desde nuestra conveniencia, más allá de las influencias que nos acosan.

Ya las PASO, y las elecciones municipales del 1/9/2019 han mostrado que una buena parte de la sociedad entiende esto.

Profundicémoslo en lo posible: no nos dejemos engañar: hace un buen tiempo que el Gobierno de Cornejo realiza una profusa campaña electoral que muestra, a costa de fondos públicos, los logros de su gestión. Es un lugar común de la política accionar en función de lo que le dicen las encuestas o los grupos focales (focus groups) y no por una estrategia de Gobierno basada en planes a corto, mediano y largo plazo y en una concepción política que determine que es lo mejor para la sociedad. Entonces, se pavimentan quince cuadras (es solo un ejemplo, pero basada en la observación de la realidad), y se dejan pendientes las anteriores o posteriores, o se hacen obras vistosas y que se pueden vender en los medios, en lugar otras más necesarias, pero no tan mediáticas. Estoy eludiendo intencionadamente referencias concretas para no caer en polémicas, pero las hay, y muchos/as de ustedes las conocen.

Seamos decididos, nos estamos jugando, no solo nuestro futuro, y el de nuestros/as hijos e hijas. Tengo varios amigos que los han despedido porque buscan horizontes que les permitan realizarse.

ESTÁ EN JUEGO NUESTRO MODO DE VIDA, NUESTRA EXISTENCIA COMO CLASE MEDIA, DEFENDÁMOSLO DE LA MEJOR MANERA POSIBLE, VALE LA PENA.

Les dejo un fragmento de la nota en la que he subrayado lo que me parece más relevante para el sentido de la nota:

“La perspectiva moderada del Frente de Todos –la propuesta de salir del laberinto por el centro- prevaleció sobre la apuesta polarizante del macrismo, aderezada ahora con el macartismo de Miguel Angel Pichetto. Por primera vez desde 2011, la gente eligió otra cosa. La macroeconomía de Nicolás Dujovne pudo con la microsegmentación de Marcos Peña. Y, sin embargo, por debajo de triunfos y derrotas, la sociedad macrista persiste: un tercio de los argentinos dispuesto a votar a Macri aún en las peores circunstancias y un tercio dispuesto a pensar su voto de acuerdo a una serie de factores, de los cuales el económico, para felicidad de los politólogos, sigue siendo el principal. Y así como ese tercio duro, y en menor medida ese tercio blando, siguen presentes, también las corrientes sociales y las sensibilidades que les dieron vida: la meritocracia, el valor del esfuerzo individual, la desconfianza respecto del Estado, la idea de que ascender socialmente implica privatizarse (en salud, educación, seguridad de barrio cerrado); todo lo que –en fin- le permitió al macrismo ganarle al peronismo en dos oportunidades y ahora lo esperanza con la posibilidad de retener su tercio.

La sociedad argentina salta cruelmente de la hegemonía a la explosión. El alfonsinismo, el menemismo y el kirchnerismo también lo tuvieron todo en un momento, y nada o casi nada al día siguiente. ¿Qué quedaba del alfonsinismo en julio de 1989, después de la entrega anticipada del mando? ¿Qué del menemismo en junio del 2001, con el ex presidente paseando por los jardines de su prisión domiciliaria en la quinta de Gostanian? ¿Y qué quedaba de Cristina en diciembre de 2017, después de la tercera derrota consecuentiva en la provincia de Buenos Aires, antes de que decidiera iniciar el camino que terminaría en Alberto? Si en el pasado los ciclos políticos duraban décadas, hoy todo se acelera: Emannuel Macron también pasó de Napoleón al presidente peor valorado de Europa en unos años. Podemos pasó del sorpasso a la derrota. El tic tac late frenético, pero el “pueblo macrista” va a seguir ahí, incorregible, con sus choriplanes y sus Tigres Verón.

Encender la economía, restañar la herida social y cerrar la grieta, tal los mandatos de Alberto. Recuperar la impronta nestorista del 2003-2007, recrear un kirchnerismo pre 125, lo que a su vez plantea dos cuestiones. La primera es económica: ninguna de las condiciones que habilitaron el éxito de crecimiento y bienestar del primer kirchnerismo se verifican hoy (China ya no crece a tasas chinas, la soja vale la mitad y la Argentina no se encuentra en default, es decir que hay que seguir pagando la deuda). La segunda es política: el imperativo de Alberto es cerrar la grieta y abrir el gobierno, más que renovar la política. Porque además ya no está claro qué significa renovar la política, tras una década de ministros sub-40 y embajadores sin corbata, de importación de figuras de la sociedad, el deporte y la empresa. Entonces abrir, como en su momento hizo Néstor (con Alberto) sumando a una Graciela Ocaña, una Marta Oyhanarte, pero también buceando entre los restos del Frepaso, conquistando a los radicales de saldo. Quizás ahora el camino consista en pensar en territorios, sectores y sensibilidades descartados por el kirchnerismo, apelar a una pedagogía infinita para seguir yendo a Córdoba, recuperar el diálogo con el agronegocio y la clase media de Caballito. ¿Qué significa ser nestorista hoy? ¿Qué ESMA hay que convertir en qué museo? Y la pregunta que se viene: ¿cómo se construye un nestorismo de la escasez?

La posición constructiva de Alberto en estos días de dólar al palo e ingobernabilidad, la tranquila sobriedad de su diálogo con Marcelo Longobardi y el cruce telefónico con Macri revelan la ubicación de un dirigente consciente de que todavía no es presidente y que tiene la chance de estirar la victoria (hasta la Ciudad está hoy en disputa), pero que cuando asuma se encontrará con una situación complicadísima que exigirá mucha responsabilidad y litros de sangre fría.”