Desde que terminaron las elecciones provinciales recientes, tuve la intención de subir una entrada sobre esta Mendoza y el peronismo local que perdió las elecciones. Me demoré, y el 3 de octubre en Página 12, Javier Ozollo presentó un buen análisis -que incluyo más abajo-, con lo que mi idea perdió sentido.
Sin embargo, creo que puedo hacer algunos aportes propios o acotaciones que sean útiles a los que les interese el tema.
Una aclaración inicial: vi en el perfil de Patricia Slukich un posteo sobre la nota que menciono, que incluye observaciones de Laura Antún en la que se destacan muchos logros mendocinos, a modo de contraposición con lo que dice Ozollo; sin embargo, el mismo autor aclara que su nota es solo un análisis electoral de coyuntura, y que no debe de ser leída de otra manera. Personalmente, en este blog Miradas desde Mendoza, digo: Mirar desde Mendoza no es sencillo, parece una ciudad grande, pero, en realidad, es una aldea grande, llena de gente brillante: músicos, programadores, hacedores de vino, escritores, deportistas (el olvido de los/las políticos/as no es casual), pero con una mirada conservadora y pacata en una buena parte de nuestra sociedad urbana.
Estos rasgos no descalifican la enorme historia mendocina, pero intentan describirla, y no podemos ignorarlos a la hora de comprender la elección de referencia.
Yendo al tema de la nota: coincido con Javier en que el porcentaje de votos del Peronismo mendocino es, más o menos, el histórico, así que no cabe el análisis conspirativo de que hubo compañeros/as que no la votaron. Sin embargo, hay otro rumor conspirativo que se puede mencionar: Anabel era la candidata que Cornejo quería. Es difícil saber cuánto pudo influir en que lo fuera, pero es real que, si bien el Gobernador de Mendoza no ha demostrado ser un gran político, que haya gobernado con un proyecto importante, y que nos hiciera avanzar como Provincia, sí ha dejado en claro su capacidad para la intriga política. Lo hizo durante el Gobierno del Paco Pérez, trabándole el endeudamiento provincial, con el objetivo de que cayera en cesación de pagos. Lo logró, lo vivimos, y eso ayudó bastante a ganar la elección, aunque, después, argumentando lo contrario de lo que objetó a Pérez, tomara una importante deuda pública. Esto lo demuestra un informe del Observatorio Económico Regional Urbano, dependiente de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo), que expresó que la deuda pública de Mendoza registró un incremento entre el 2015 y el 2018 de 3,2% del Producto Bruto Geográfico (PBG). Es más, Cornejo siguió usando los problemas de caja de Pérez como argumento electoral hasta ahora, al igual que el Gobernador electo, Rody Suárez.
Esto –como otras objeciones políticas que se pueden hacer a la gestión de Cornejo (una visión electoralista y cosmética muy diferente de un proyecto político serio y del vuelo que merece Mendoza, el ítem aula, la inseguridad o los problemas de presupuesto del sistema de salud)-, no fue considerado por los votantes mendocinos, que lo apoyaron fuertemente.
Hay que destacar que la oposición fue muy complaciente con que Cornejo terminara su gestión con una aureola de éxito que era discutible, más de allá de sus habilidades como intrigante político (que es una virtud necesaria, pero no suficiente) y como administrador.
Solo un comentario más sobre los candidatos: Anabel fue una buena candidata, trabajó bien, con solidez y capacidad, e hizo una buena elección; sin embargo, reitero las objeciones que hice cuando presentó su candidatura: me pareció que había armado las candidaturas sobre un Peronismo histórico que ya había fracasado y que, a muchos militantes, y a la misma sociedad, no convencían, o directamente, lo rechazaban.
En Guaymallén, donde vivo, eso fue muy claro, se dejó de lado a dirigentes y militantes valiosos y reconocidos, y tuvimos que acompañar a un candidato al que muchos le reclamábamos por su responsabilidad en el bochorno que significó que Luis Lobos estuviera al frente de la Comuna. Fue difícil la campaña, y no pudimos remontar esa imagen negativa nunca.
Creo que corresponde el análisis del peso que tuvo el conservadurismo mendocino en los resultados de estas elecciones, porque, si un gran porcentaje de argentinos/as ha sido capaz de revisar su apoyo al macrismo, y votar por otra opción con la esperanza de tener un mejor Gobierno, que Mendoza siga sosteniendo a una gestión que tiene responsabilidad directa con la llegada y permanencia del macrismo en el poder, tiene que haber factores locales que expliquen esa decisión.
Recordemos que Sanz tuvo mucho que ver con la Convención Radical que, en su momento, aceptó la alianza con el PRO, y que Cornejo es el Presidente de la UCR que se cansó de defender al macrismo y a sus ideas, hasta que tuvo que ocultar al Presidente para que no se los llevara puestos.
¿Por qué no darse cuenta de esto? ¿Por qué cuatro años más de lo mismo? ¿Por qué lo votaron hasta los pequeños productores que están en la lona?
Incluso Cornejo tratará de impulsar la minería metalífera que muchos mendocinos rechazan.
O sea que lo ganso sigue funcionando, con su carga de anti peronismo esencial, y se ha integrado a una variante de radicalismo menduco que es el que nos gobierna.
Una aclaración final: hubo un conservadurismo que tuvo mucho que ver con el desarrollo de Mendoza. Son los dirigentes que pusieron las bases de la que fue, por lejos, la Provincia más importante del oeste argentino. Si vemos lo que ha progresado San Juan (y comparto las críticas al modelo de extracción metalífera que lleva a cabo), nos daremos cuenta de que necesitamos replantearnos qué Provincia queremos para nosotros y nuestros descendientes.
Si no lo hacemos, y no generamos los dirigentes que nos defiendan y la organización que asegure que el proyecto político sea lo mejor para Mendoza, seguiremos retrocediendo, y yendo al Plumerillo a despedir a nuestros hijos que buscan el lugar en que puedan cumplir los sueños que acá no podrán.
Tengamos esto en cuenta en las próximas elecciones: nos estamos jugando mucho.
Opinión / Lo que dejaron las elecciones provinciales
Mendoza, la pacata
Por Javier Ozollo
https://www.pagina12.com.ar/223263-mendoza-la-pacata
En las recientes elecciones de Mendoza, el Frente Cambia Mendoza ganó la gobernación con el 49,88 por ciento de los votos, seguido por el Frente Elegí con el 34,96 por ciento. Muy atrás quedaron, el nuevo partido provincial Protectora, con el 8,44, y el FIT, con 3,30. De esta manera, el oficialista Rodolfo Suárez, sucesor de Cornejo y de fuertes lazos con Macri, fue elegido gobernador con una diferencia de casi 15 puntos sobre la candidata opositora Anabel Fernández Sagasti, representante en la provincia de Alberto Fernández.
Nuevos escenarios
Si bien Anabel mantuvo el mismo porcentual que en las PASO provinciales de junio obtuvo todo el Frente Elegí e incluso, en votos nominales, aumentó su caudal (lo que hace inviable cualquier análisis serio de “fuego amigo”), lo significativo de la elección es que la brecha aumentó en alrededor de 7 puntos en relación con las primarias y que el Frente no pudo capturar todos los votos de Alberto en las PASO nacionales, en un contexto de debacle política y económica del oficialismo a nivel nacional, del cual es socio el radicalismo local.
La población mendocina, en su mayoría, desmejoró su condición económica, sin embargo, no se ha comportado electoralmente a nivel provincial de acuerdo a ello, y sí lo ha hecho a nivel nacional: el Frente de Todes ganó las PASO nacionales en la provincia por 3 puntos.
A pesar de las posibilidades de gestión de las provincias, está claro que la política económica es principalmente resorte del gobierno nacional. Por lo tanto, para los ciudadanos los problemas económicos tienen dimensión nacional y el éxito o fracaso depende de la gestión nacional. La inflación, la deuda, los servicios energéticos, valor del dólar, etcétera, son, según el votante medio, problemas nacionales.
Primer acierto obvio del oficialismo mendocino, desdoblar la elección y desmarcarse profundamente del gobierno de Macri. Digamos rápidamente, el mendocino votó mayoritariamente con el bolsillo a Alberto Fernández y con las creencias a Rodolfo Suárez.
Se puede inferir que la elección nacional provocó una “sobre-reacción” cultural, y la diferencia a favor de Cambia Mendoza provino de un aumento en la cantidad de votantes (del 74,6 al 79 por ciento del padrón), de una disminución de los votos en blanco (del 3,74 al 2 por ciento), del vuelco de los votantes de los partidos que no obtuvieron el mínimo en las PASO, y de un insignificante porcentual de votantes peronistas no conformes con la candidata del Frente Elegí.
Ahora bien, ¿cómo se compone el sistema de creencias, valores y expectativas de los mendocinos? Muy por encima podemos decir que Mendoza, basada en el desarrollo de la industria vitivinícola, entre otras cuestiones, ha generado pautas culturales conservadoras en lo político. Ese conservadurismo político ha tenido tres vertientes: el conservadurismo tradicional, que se ha identificado más o menos con el Partido Demócrata (PD) y recoge históricamente un 15 por ciento aproximado del electorado; el conservadurismo republicano y de clase media, que se ha identificado con el radicalismo y ha tenido un piso del 30 por ciento histórico, y finalmente el conservadurismo popular, adscripto al peronismo y que se sostuvo en otro 30 por ciento histórico. Queda un 25 por ciento que se reparte en los indecisos que basculan entre una y otra según la coyuntura, los nuevos partidos y la izquierda clasista. Ahora bien, ¿si todos son mayoritariamente conservadores por qué sólo el espacio popular y nacional puede impulsar candidat@s progresistas?: por su origen de clase, el conservadurismo tradicional tiene poco margen para oscilar a posiciones fuera de las ideas conservadoras clásicas (clasismo, liberalismo y neo liberalismo, catolicismo, admiración por la cultura hegemónica mundial, etc.), mientras que en el otro extremo, por lo mismo, el conservadurismo popular tiene mayor margen para bascular y puede ir desde candidatos conservadores hasta candidatos abiertamente progresistas y disruptivos como Anabel.
El segundo acierto (este estructural y no coyuntural) de Cornejo fue subirse a la ola de derecha y aliarse al sector conservador tradicional (el PD) y así subir el piso histórico del radicalismo. Eso le significó transformar al radicalismo mendocino en el nuevo partido de derecha, pero ganando elecciones. Como efecto de este segundo acierto es la imagen del candidato Suarez, el típico hombre blanco rubio, anti-derechos, con traje almidonado y parco en su elocuencia. Una imagen acorde a la nueva estructura de Cambia Mendoza y a ese piso de 45 por ciento de votantes de ambas identidades conservadoras.
El tercer acierto es más bien territorial. Los municipios de Mendoza, vía endeudamiento provincial, se llenaron de pavimento, plazas y circuitos para bicicletas. No hay cambios estructurales ni mejoras profundas, pero hay mejoras que “se ven”.
Los errores de la oposición fueron también importantes. Un primer error es histórico: los anteriores gobiernos justicialistas de Celso Jaque y Francisco “Paco” Pérez no supieron aprovechar la ola económica de crecimiento que produjeron los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández a nivel nacional. Este es un punto en el cual machacó Cambia Mendoza en campaña. Un segundo error es territorial y también histórico. Muchos de los intendentes peronistas, en los departamentos más populosos, hicieron hasta el 2015 gestiones muy malas o con importantes niveles de corrupción. En su comparación las gestiones mediocres de los intendentes de Cambia Mendoza, con plazas y adoquines, fueron valoradas por los votantes.
Hay un punto que no se puede considerar un error sino un acierto, aunque influyó negativamente en la elección tomando en cuenta la matriz conservadora de una mayoría de la población. En una Mendoza pacata, Anabel, mujer, joven, progresista y de La Cámpora, … fue demasiado.
Finalmente, hay un error enorme que se podría cometer: pensar que una elección de particularidades muy específicas como las mendocinas puede nacionalizarse. Lo que para Mendoza fue demasiado, para la Argentina puede ser imprescindible.
* Javier Ozollo es director de la Maestría en Política y Planificación Social, Universidad Nacional de Cuyo.
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