La pandemia global ha mostrado las fragilidades del sistema económico político tecnocrático, que excluye y condena al 30 % de la humanidad y daña irreparablemente la naturaleza.
También ha hecho visible para todos la imprescindible participación de la espiritualidad en todos los actos humanos, particularmente en los económicos, sociales y políticos.
Asimismo, ha mostrado la importancia del Estado cuando se convierte en expresión y herramienta de la voluntad popular.
Las organizaciones y movimientos populares, como la UTEP o Cuidadores de la Casa Común, en tanto organizaciones nacidas en la sublevación contra el sistema global y fundadas en la solidaridad y la reciprocidad, son instrumentos excepcionales para expresar ordenadamente esa voluntad popular.
También lo son los gremios de los trabajadores de la economía de mercado y de los trabajadores públicos.
Juntos deben ser capaces de dialogar y acordar acerca del futuro con todas las organizaciones sociales y económicas. El ejemplo de ese camino es la Mesa de Diálogo por el Trabajo y la Vida Digna, mediante el documento Una Patria Fundada en la Solidaridad y el Trabajo.
La activa presencia del pueblo organizado garantizará que el Estado y los partidos políticos no se aparten de la voluntad popular.
Tanto las organizaciones populares, sociales y económicas como el Estado, deben proponerse recuperar el proceso de unidad de la Patria Grande, mediante la UNASUR y la CELAC.
Sólo mediante una organización política continental será posible participar con capacidad de decisión en la formación de un nuevo sistema mundial luego de la pandemia.
Los objetivos son claros: transformar la globalización en un mundo poliédrico, que se proponga que todos y cada uno de los habitantes del planeta tenga techo, tierra, trabajo y tecnología.
Humberto Podetti
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