MENDOZA TIENE QUE EMPEZAR A CRECER

MENDOZA TIENE QUE EMPEZAR A CRECER

Casi por casualidad, porque, aunque compro el Diario Los Andes, lo miro muy rápidamente, y menos el Suplemento Económico. Sin embargo, hoy este Suplemento publicó esta nota:

Mendoza en crisis: una década sin crecimiento

https://www.losandes.com.ar/article/view?slug=mendoza-en-crisis&fbclid=IwAR1jBYfA5gUH0vopJSb7CKKgSNy_t0uqfbqvAXeIw7Tr2kTYHB3fnKsxyZs

Es una buena nota, que deberían leer y pensar todos/as los/las mendocinos/as, porque, si queremos parar este retroceso, hará falta encontrar un proyecto político que plantee una estrategia que nos permita empezar (será, si lo logramos poner en marcha, un largo y duro camino) el tránsito hacia un modelo provincial mejor para quienes habitamos esta hermosa Provincia (de paso, muchos/as se han ido buscando mejores horizontes).

Este tema ya lo había planteado en mi blog (HAY QUE DECIRLO: ESTA ES LA HERENCIA DEL CORNEJO-MACRISMO https://www.miradasdesdemendoza.com.ar/2020/03/28/hay-que-decirlo-esta-es-la-herencia-del-cornejo-macrismo/), pero la nota que menciono es más abarcativa y profunda, y supera el análisis del Gobierno que terminó en Diciembre, aunque hace manifiesta su gran responsabilidad al acompañar la propuesta macrista que amplió y profundizó los problemas mendocinos preexistentes.

Está claro que las culpas de nuestros problemas vienen de bastante antes, y me animo a decir que Mendoza no ha tenido buenos Gobiernos en democracia.

El único Gobierno que asumió con un plan integral fue el del Pilo Bordón (el no bien valorado Libro Verde), más allá del necesario análisis de la concreción de esa propuesta.

Voy a incluir el texto de la nota en mi entrada, pero, como tiene gráficos muy esclarecedores, aconsejo su consulta en la web del Diario y, si es posible, la lectura de la edición en papel, que está bien elaborada.

Una aclaración que me parece necesaria: aunque he sido crítico de la gestión cornejista, y creo que nuestra clase media menduca se ha derechizado (que no es lo mismo que ser conservadora) y no hizo un análisis crítico y objetivo de lo que había pasado en Mendoza (LA ELECCIÓN MENDUCA: ¿ACIERTO O ERROR? https://www.miradasdesdemendoza.com.ar/2020/03/09/la-eleccion-menduca-acierto-o-error/), es real que el Peronismo mendocino no ha sido una alternativa válida, en relación con un proyecto como el que reclamo arriba.

Esto no significa que no haya buenos dirigentes en el Peronismo de Mendoza, los hay, y muchos, pero los/las que hemos propuesto son los mismos –más o menos- de elecciones anteriores. Hay muchos/as dirigentes jóvenes que no llegan a esos lugares porque en las roscas internas (como en cualquier Partido) no tienen chance, pero significarían una alternativa muy interesante para la ciudadanía mendocina.

Creo que vale la pena leer estos aportes, pensar, reunirse, organizarse, para que Mendoza salga del tobogán que la mayoría no merece.

Mendoza en crisis: una década sin crecimiento

Si bien Mendoza es la quinta economía más importante del país, esto no se refleja en otras variables significativas para la población.

Por Soledad Gonzalez y Mariano Zalazar – mzalazar@losandes.com.ar

Industria, vino, petróleo, montañas y buen desarrollo de la industria TIC podría hacer de Mendoza una de las provincias más importantes de la región.

De hecho, la provincia es la quinta economía más importante del país (produce el 3,7% del Producto Bruto Interno de Argentina), detrás de Buenos Aires (34,2%), Ciudad Autónoma de Buenos Aires (15,7%), Santa Fe (8,8%) y Córdoba (7,8%). Sin embargo, este supuesto liderazgo, en los últimos diez años viene cayendo y en la comparación con las otras provincias de Cuyo -San Juan y San Luis- la nuestra, presenta una desmejora notable en muchos indicadores.

Para muestra, un botón: en la última década la provincia creció 0,62%, prácticamente nada. Los indicadores de desempleo, muestran que Mendoza duplica a San Juan y San Luis. El salario promedio privado mendocino es menor que el de San Luis y supera por 80 pesos al de San Juan. Claramente, la provincia ha tenido serios problemas para renovar su matriz productiva, sólo se ha empezado a movilizar con ingresos de la TIC. Pero un cambio mucho menor, al que sí dieron ingreso las vecinas, es la minería en San Juan y el de la soja en San Luis, que se pueden ver plasmados en el crecimiento de la infraestructura caminera, un ejemplo gráfico de ello.

El gigante que durmió

Además, el desempeño económico de Mendoza en la última década ha sido muy pobre. Según los informes presentados por la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas (DEIE), entre 1991 y 2009 la provincia creció a un ritmo promedio de 4,4% anual (no hay datos comparables más antiguos). Entre 2010 y 2019, en cambio, la economía mendocina avanzó solo 0,62% promedio por año, un valor que según los economistas conduce al aumento de la desocupación y la pobreza.

En el total de Argentina también hubo un crecimiento económico lento durante ese período, pero fue mayor al de Mendoza en términos porcentuales (1,28% anual). En consecuencia, los resultados estadísticos llevaron a un pequeño deterioro de la importancia relativa de la provincia en el PBI nacional.

El economista Jorge Day del Ieral (Fundación Mediterránea), recordó que históricamente Mendoza representaba el 3,9% del total producido por el país, pero hoy se encuentra en el 3,7% mencionado anteriormente.

Al mismo tiempo, otras provincias ganaron terreno. Es el caso por ejemplo de San Juan, que gracias al impulso de la minería pasó de tener una participación de 1,1% en 2010 a 1,35% en 2019, según el Instituto de Investigaciones Económicas y Estadísticas de esa provincia (IIEE).

San Luis, tiene un peso promedio histórico de 1,07% sobre el PBI nacional. No hay datos estadísticos oficiales que muestren la evolución de su Producto Bruto Geográfico (PBG) en los últimos años, pero si hay otras variables que evidencian mejoras, como las que hacen referencia al mercado laboral. Sin embargo, es claro el desarrollo de San Luis con la soja. Si se analiza a partir del 2001 comenzó con ese producto, para la campaña 2009 ya tenía 155 mil hectáreas de superficie sembrada total y en la última campaña alcanzó las 308 mil hectáreas, según datos del ministerio de Agroindustria para el total de soja.

A esto también se le sumó la conversión de granos a carne y el atractivo que generan los campos para desarrollar maní. Un producto que trae inversiones de zona de Córdoba.

Qué pasó en 2019

El 2019 fue un año recesivo para todo el país y Mendoza no fue la excepción. Según la DEIE, el Producto Bruto Geográfico (PBG) de la provincia -estudio que mide el tamaño de la economía local- retrocedió 1,5%.

La caída fue impulsada por el mal desempeño del sector agropecuario (cayó 7,5%) y retracción del comercio (-6,2%), la explotación de minas y canteras (-6,1%), el rubro de “electricidad, gas y agua” (-2,4%) y el de “transporte y comunicaciones” (-0,2%).

Otras cuatro ramas de actividad amortiguaron la caída. Se trata de la industria manufacturera (0,5%), la construcción (0,6%), los establecimientos financieros (1,9%) y los servicios comunales, sociales y personales (3,3%).

La buena noticia para Mendoza, es que la baja fue esta vez menor a la que se registró a nivel nacional (-2,5%), de donde se deduce que el año pasado la provincia recuperó al menos una parte de la participación perdida en la última década.

Salarios incoherentes

Si hubiera una relación directa entre el tamaño de la economía y el nivel de ingresos, Mendoza sería la quinta provincia con mejores salarios del país. Sin embargo, hay otras variables que entran en juego y llevan a la provincia a estar en el puesto número 13 en el ranking de sueldos. Analizando los números, se puede concluir que lo más importante en este caso, es la composición de la matriz productiva de cada región.

De acuerdo a las estadísticas del Ministerio de Trabajo de la Nación, Santa Cruz es la provincia con mayor nivel de ingresos en el sector privado registrado, con un salario promedio de $ 77.861 netos. Tiene mucho que ver con ese resultado el hecho de que Santa Cruz es el tercer mayor productor de petróleo del país.

Justamente, le siguen en el ranking dos provincias con mucha actividad hidrocarburífera, Chubut y Neuquén, que “explotó” tras el descubrimiento de Vaca Muerta.

Más abajo, en la posición número diez, aparece llamativamente San Luis, con un sueldo promedio de $ 38.261 netos. Según Jorge Day, el desarrollo económico logrado por la vecina provincia durante sus años de “promoción industrial” explica en parte por qué se encuentra por arriba de Mendoza.

La Pampa y Córdoba ocupan el puesto 11° y 12° respectivamente, antecediendo a Mendoza, que tiene un salario promedio de $ 34.685. Si bien nuestra provincia tiene también un perfil petrolero, ese sector viene cayendo desde hace varios años. De hecho, la producción de crudo durante el primer trimestre, antes del inicio del aislamiento social obligatorio, fue la más baja desde que se tiene registro (1999).

“El sector petrolero viene cayendo constantemente en el norte de la provincia. El sur tiene potencial con Vaca Muerta, pero el crecimiento fuerte ha llegado de la mano del gas, que está todo en Neuquén. Aun si hubiese gas en Mendoza, no podría explotarse fácilmente por la ausencia de gaseoductos”, explicó Day.

Apenas $ 80 por abajo de Mendoza está San Juan, que pese a tener un peso mucho menor en la economía nacional (está 2,35 puntos por abajo de Mendoza), tiene un nivel de ingresos similar al de nuestra provincia. Los economistas consultados, coinciden en que esto se debe al plus que le ha dado la minería del 2010 en adelante.

Desempleo en alza

El estancamiento de la economía mendocina trajo como consecuencia un fuerte incremento de la desocupación. Los informes publicados por el Indec demuestran que en los últimos tres años Mendoza pasó de tener el nivel de desempleo más bajo de Cuyo, a duplicar la desocupación de San Juan y San Luis.

Puntualmente, en el cuarto trimestre de 2016 la tasa de desempleo de la provincia era de 3,3%. Al final de 2019, ya había saltado a 7,3%. En el mismo período, San Juan logró una reducción de la desocupación, bajando la tasa de 5,1 a 3,5%. Lo mismo ocurrió en San Luis, donde la tasa pasó de 3,6 a 2,9 en el transcurso de los tres años.

Un atenuante de lo ocurrido en Mendoza, es que al mismo tiempo creció 1,5 la tasa de empleo. Lo que ocurre, señalan los economistas, es que, ante un escenario de pérdida del poder adquisitivo, muchas personas salieron a buscar trabajo para mejorar los ingresos del hogar. Un parte lo consiguió -por eso creció el empleo- pero fueron muchos más los que no lo lograron -por eso se duplicó el desempleo-.

No obstante, tampoco en ese punto se puede destacar el mercado laboral mendocino. Los números del Indec demuestran que en los mismos tres años la tasa de empleo de San Juan creció diez puntos y la de San Luis 6,5 puntos porcentuales.

Pobreza e indigencia

El bajo crecimiento económico, la pérdida de poder de compra de los salarios y el aumento de la desocupación, condujeron a un inevitable crecimiento de la pobreza y la indigencia en Mendoza. Una vez más, los resultados de la provincia son los peores de la región.

Desde que el Indec retomó la medición de los niveles de pobreza (segundo semestre de 2017) hasta el segundo semestre de 2019, el porcentaje mendocinos pobres creció de 26,4% a 38,6%. Eso significa que en solo dos años 144.000 personas cayeron por debajo de la línea de la pobreza. En el mismo período, la indigencia creció 3,7 puntos porcentuales (40.619 se sumaron a esa condición).

En San Luis también creció la pobreza (3,7 puntos) y la indigencia (1,3 puntos), pero en ambos casos mantiene tasas más bajas que Mendoza. En tanto, San Juan, logró reducir sus 0,8 puntos sus niveles de pobreza y 1,1 puntos porcentuales la indigencia.

Al fondo de la coparticipación

El Régimen de Coparticipación Federal ha sido siempre un tema central de discusión entre las provincias y el Estado Nacional. Entre idas y vueltas Mendoza no se ha visto favorecida y el monto que recibe no tiene relación alguna con su aporte a la economía nacional.

A simple vista las estadísticas son engañosas, porque Mendoza recibió en 2019 el 3,78% de los aportes nacionales (coincide con lo que aporta al PBI), pero otras provincias con una participación mucho menor, recibieron mucho más. Es el caso por ejemplo de -Chaco (4,56%) y Tucumán (4,3%). San Juan y San Luis también reciben más de lo que aportan.

Si se analiza la coparticipación por provincia y por habitante (ver gráfico), se observa que Mendoza está en casi en el fondo de la tabla, superando únicamente a Ciudad de Buenos Aires y provincia de Buenos Aires. Las vecinas provincias de Cuyo, percibieron más del doble que Mendoza.

OTRO APORTE PARA SEGUIR PENSANDO EL MUNDO Y ARGENTINA

OTRO APORTE PARA SEGUIR PENSANDO EL MUNDO Y ARGENTINA

Hace poco en una entrada del blog (https://www.miradasdesdemendoza.com.ar/2020/04/11/otra-vez-pensemos-en-el-mundo-despues-del-coronavirus/), reproduje una nota de Pepe Natanson en El Dipló, titulada Lo imposible, acerca de la dificultad de tener certidumbre sobre el futuro personal y geopolítico.

Ahora encontré otra de Natanson titulada Pánico que es, a mi ver, la continuidad de aquella. Si bien seguimos en la misma situación de incertidumbre (hoy escuchaba que Trump va a demandar a China por haber producido el coronavirus, aunque la OMS descarta la posibilidad de que se haya producido artificialmente), me pareció que esta nota nos actualizaba el Estado del Arte, con un avance interesante sobre la actualidad argentina, y alguna alternativa de cambio radical en las políticas socioeconómicas.

Si uno ve el papel de las entidades bancarias –podríamos ir bastante atrás, por ejemplo, al 2001-, está claro no solo que no nos han servido de mucho, sino que no han perjudicado.

El dólar aumentó porque los Bancos, en lugar de entregar préstamos a las Pymes con los fondos que les entregó el Gobierno para eso, los volcó a la especulación cambiaria.

O sea que, si queremos vivir en un país mejor para la mayoría de los/las argentinos/as, habrá que hacer cambios profundos, y no contar con quienes han sido socios en la destrucción del sistema productivo y social del país.

Me parece un buen aporte para los que quieran entender mejor a la Argentina en esta etapa tan crucial.

Pánico

Por José Natanson

En la primera escena de Soy leyenda, adaptación al cine de la novela de Richard Matheson, el científico Robert Neville, uno de los escasísimos sobrevivientes a un virus masivo que aniquiló a la mitad de la población y convirtió a la otra mitad en zombies, dedica sus mañanas a perseguir ciervos con su auto deportivo por las calles vacías de Nueva York. Tras muchos intentos, Neville arrincona a un ciervo, le apunta con el rifle y se prepara para disparar cuando se le adelanta… un león, que despedaza a su presa y se lo lleva. El coronavirus no mató a medio planeta (220.000 al cierre de esta nota) pero las imágenes de avestruces caminando por el centro de Ituzaingó, pingüinos en las playas en Miramar y ciervos paseándose por Tigre, por mencionar solo ejemplos locales, subrayan el carácter sobrenatural de lo que estamos viviendo.

La pandemia es un “hecho social total”, como sostiene Ignacio Ramonet, cuyos efectos se sienten en todo el planeta (1). Pero a diferencia de otros mega-acontecimientos del pasado, como la Segunda Guerra Mundial, la caída del Muro de Berlín o los atentados del 11 de septiembre, cuyo impacto llegaba a algunas zonas de manera diferida, esta vez el shock se siente en todo el mundo al mismo tiempo. Esta es la singularidad, el signo verdaderamente diferente de lo que estamos viviendo: la simultaneidad de la crisis y, con ella, su capacidad de trastrocar el tiempo. La historia, como señala Richard Haass, se está acelerando, los acontecimientos se condensan con espectacular rapidez (2): el primer caso de COVID-19 sucedió el 8 de diciembre, cuatro meses que parecen siglos. Y después siguió la cuarentena y su paradoja del tiempo: achicar el espacio para estirar el tiempo, recluirnos para dar tiempo a que el sistema de salud se prepare, mientras nuestro tiempo personal –el transcurrir lento de los días– se nos hace eterno.

Pero el signo de lo extraordinario reside también en el carácter igualador del virus: todos nos lo podemos pescar en cualquier momento, aunque desde luego no todos dispongamos de los mismos medios para enfrentarlo. Nadie puede no hacer nada frente al virus, e incluso si lo intenta el virus lo atacará igual (el hecho de que líderes mundiales que lo subestimaban como Boris Johnson hayan caído resulta ilustrativo). Medio planeta en cuarentena, clases suspendidas en casi todo el mundo y, de acuerdo con las estimaciones de la OIT (3), 81% de la fuerza laboral total o parcialmente paralizada. El historiador francés Patrick Boucheron sostiene que nunca experimentamos tan íntimamente la historia, que literalmente penetra nuestros cuerpos (4).

¿Era previsible? Parece que sí, a juzgar por los informes, libros y advertencias de organismos oficiales que llevaban años alertando sobre un virus de este tipo, lo que no le quita su carácter sorpresivo, del mismo modo que los antecedentes (SARS, Ébola, gripe aviar) no lo hacen menos inédito. Sencillamente, una pandemia de estas características no estaba en el radar de los grandes líderes mundiales ni en el de los organismos internacionales (salvo la Organización Mundial de la Salud).

Tan sorpresivo resultó el impacto que países ricos (Estados Unidos, Italia, Francia) y con sistemas de salud sólidos (España, Gran Bretaña) resultaron más afectados que otros, más pobres y con esquemas sanitarios frágiles; del mismo modo, el club de los “solofiebristas”, como denominan en España a los que defendían la idea de que el virus era “solo una fiebrecita”, está integrado por líderes de derecha, como Donald Trump o Jair Bolsonaro, y de izquierda, como Andrés Manuel López Obrador o Daniel Ortega. En rigor, la eficacia a la hora de contener la propagación del COVID-19 resulta de una combinación de: la celeridad para declarar la cuarentena (la empobrecida Grecia salió mejor parada que Italia), los niveles de conexión con el mundo y sobre todo de ingreso de personas provenientes de los países inicialmente afectados (lo que explica el éxito de Venezuela, expulsor neto de personas), la capacidad de cibervigilancia del Estado (como demostraron los países asiáticos e Israel, que recurrió a la ley anti-terrorista) y, por supuesto, la cobertura del sistema de salud.

El hecho de que los alineamientos no se expliquen, al menos en una primera etapa, por la riqueza del país ni por la ideología de quien lo gobierna demuestra que efectivamente estamos ante algo nuevo, diferente de todo lo anterior. ¿Qué mundo nos dejará la pandemia? La tentación es la de siempre: adaptar el pronóstico a nuestros deseos. Desde que el virus se instaló como un plato volador en nuestras vidas, los ambientalistas se ilusionan con un resurgir de la conciencia ecológica, los izquierdistas con una crisis fatal del capitalismo, los nacionalistas con muros y fronteras. Ahí donde Giorgio Agamben anticipa un refuerzo del estado de excepción (justamente el tema que investiga hace décadas), Slavoj Žižek, autodeclarado comunista, prevé un retorno… ¡del comunismo! (aunque sería un comunismo distinto).

Más atención merecen en cambio los planteos del progresismo liberal acerca de la necesidad de enfrentar el tema con una mayor articulación global, recuperando instancias de coordinación destartaladas como la Organización Mundial de la Salud. Nuevamente el deseo: quizás sería deseable, pero ¿es lo que va a ocurrir? Que el problema sea global no significa que la solución será global, como sostienen las Naciones Unidas. De hecho, la energía colectiva para enfrentar la pandemia –el sacrificio del quedáte en casa, el esfuerzo financiero del Estado– es, hasta ahora, nacional: la Nación sigue siendo la referencia más eficaz a la hora de pedir sacrificios, lo que una vez más demuestra que quizás existan Argentina y los argentinos (o Grecia y los griegos) pero que no está tan claro que exista tal cosa como “la humanidad”.

Sucede que la crisis del coronavirus trastrueca el tiempo, pero también reconfigura el espacio. La pandemia, cualquier pandemia, es una experiencia muy territorial: como el peligro llega de afuera, la naturaleza territorial de la autoridad política se refuerza. Y recupera centralidad el Estado-nación, única instancia con capacidad para cerrar fronteras y declarar confinamientos, que además sigue siendo el dispositivo más adecuado para gestionar el miedo, el sentimiento que prevalece en momentos en que la textura de la vida cotidiana, como sostiene John Gray (5), está cambiando, alterada por una espeluznante sensación de fragilidad.

El miedo suena de fondo, es la música funcional de la pandemia. El futurólogo Emiliano Gatto, que está diciendo cosas muy interesantes sobre la transformación en curso (6), sostiene que el pánico que nos atenaza se debe no tanto a la incertidumbre activada por el virus como a lo que éste tiene de certeza. El problema no es no poder hacerse una idea, sino no poder deshacerse de una idea, compuesta en este caso por sirenas de ambulancias, salas de terapia desbordadas, adultos mayores conectados a respiradores, gente obligada a morir en total soledad (solo un miedo muy profundo puede hacer que aceptemos sin protestar algo que hasta hace poco hubiera resultado intolerable). En este marco, quizás la tarea de un buen gobierno consista en asumir la incertidumbre y, parado bajo ese enorme cono de sombras, transformar el pánico irracional en temor productivo, el mismo que hace que nos lavemos las manos treinta veces por día. Al fin y al cabo, desde Maquiavelo sabemos que gobernar es en esencia gestionar el miedo.

Pero recuperemos la pregunta inicial. ¿Qué mundo nos dejará el virus? ¿Cómo imaginar un mundo que no sea una simple prolongación –mejorada, deteriorada, idealizada– del presente, pero tampoco una simple proyección de nuestros deseos? ¿Un mundo semejante al de la Primera PosGuerra, inestable, recesivo, con nacionalismos en ascenso? ¿O un mundo más parecido al de la Segunda PosGuerra, con crecimiento, un nuevo Estado de Bienestar y paz en Europa?

La suerte se está jugando en este momento. Si el futuro por un lado asoma sombrío, por otro es posible adivinar también algunos destellos de esperanza. En el editorial de El Dipló de abril mencionamos avances positivos, como el renovado protagonismo de la ciencia y el regreso del Estado. Un mes después podemos agregar dos más. El primero es cierta revalorización de la vieja idea de industria nacional asociada a la necesidad de recuperar segmentos de cadenas de suministros hasta hora deslocalizados: los especialistas coinciden en que el hecho de que Argentina disponga de dos de las pocas fábricas de respiradores artificiales que hay hoy en el mundo (se trata de una tecnología del siglo XX, es decir de la época en que el país contaba todavía con una industria pujante) constituye una ventaja sanitaria importante: la industria nacional como resorte de soberanía. El segundo es la recentralización en el gobierno nacional de áreas de gestión que habían sido cedidas al mercado, la sociedad civil o las provincias: el intento, finalmente frustrado, de declarar de interés público las camas de las clínicas privadas durante la emergencia, como hizo sin ir más lejos España, podría ser un primer paso hacia una mayor articulación del sistema de salud, cuyo problema no es tanto el gasto como la segmentación.

Pero es posible incluso pensar más allá. Las crisis suelen ser el momento en el que los gobiernos populares imponen decisiones audaces que en tiempos más normales hubieran generado una fuerte resistencia corporativa y años de interminables discusiones: la crisis del 29 dio pie al New Deal, la Segunda Guerra al Estado de Bienestar, Argelia a la Quinta República. En Argentina, la dictadura y Malvinas habilitaron el Juicio a las Juntas, la crisis del 2001 permitió el tratamiento de la ley de genéricos y la crisis del 2009 ayudó a estatizar las AFJP y concretar la Asignación Universal por Hijo. Hoy, a un costo fiscal nada desdeñable, el gobierno de Alberto Fernández está pagando el Ingreso Familiar de Emergencia, una ayuda extraordinaria para el amplio universo de trabajadores informales, irrepresentados e invisibles: transformarlo en un derecho permanente, en una versión local de la renta básica universal que se discute en el mundo, podría ser el primer gran saldo progresista de la pandemia.

1. Ignacio Ramonet, “La pandemia y el sistema- mundo”, disponible en https://www.eldiplo.org/notas-web/la-pandemia-y-el-sistema-mundo/

2. https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52314527

3. https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—dgreports/—dcomm/documents/briefingnote/wcms_740981.pdf

4. Paris Match, 31-3-20.

5. “Adiós globalización, empieza un mundo nuevo”, El País, Madrid, 12-4-20.

6. https://medium.com/@ezequielgatto