Conocí (sí, eso fue) a Liliana Bodoc cuando leí Los días del venado, la primera novela de la trilogía de épica latinoamericana que se llamó La saga de los confines. (los otros son Los días de la sombra y Los días del fuego), allá por el 2000.

Me gustó mucho y la empecé a usar como libro de lectura con mis alumnos de Lengua. En años posteriores fui agregando las otras novelas de la saga (aclaro que mis alumnos/as leían seis libros por año).

No recuerdo si conocí (personalmente) primero a Liliana o a Jorge, su esposo, del que tomó el apellido como escritora, pero sé que la invité a dar una charla a mis alumnos/as que habían leído sus obras. Aceptó –como siempre- con todo entusiasmo. Para los chicos/as fue una experiencia inolvidable. Nunca habían conocido a una escritora de verdad, y les encantó su modo de entender la literatura, como algo encarnado en la vida de la gente, sobre todo de América Latina, con la mirada puesta en la justicia social.

He leído casi toda su obra, y creo que Liliana es una de las mayores escritoras contemporáneas que he conocido, por eso, cuando leí Elisa, la rosa inesperada, después de la muerte de Liliana, fue un golpe muy fuerte, tan fuerte como cuando la inhumamos en el Memorial.

Me abracé a Elisa, como ya no podía hacer con Liliana, y quiero compartirla con uds.

“Hay que andar por el mundo como si no importara

sin preguntar el nombre del pájaro y la planta,

ni al capitán del buque, adónde lleva el agua.

Mirar al otro lado del que todos señalan,

que es allí donde crece la rosa inesperada.”

Estos versos son con los que comienza esta novela juvenil y son del poema “Canción de guía”, de Conrado Nalé Roxlo.

Como siempre, no voy a anticipar el argumento, pero diré que Elisa es una adolescente rubia que vive con su abuela en una villa de Santa Fe, rodeada de negros y de cumbia, abandonada por sus padres, y llena de rencor por ese mundo que rechaza.

Desde allí comienza el viaje, pleno de peligros y malos tratos, al Norte, donde pasará situaciones terribles, donde la acecharán los diablos, a Tilcara; allí una voz de niña de piedra y el silbido de un viejo la rescatarán del peligro. Volverá a Santa Fe, al origen repudiado, ahora la posibilidad de la salvación.

Llevaba la marca de la soledad, la que la ponía en manos del peligro, de los diablos. “Soledad de la pena, soledad de los pobres”, la llamó.

¿Apareció la rosa inesperada? ¿O es la cumbia inesperada, la rechazada, que nace en las palabras que escribe, en la “cantata villera” que la pone a resguardo de los diablos?

“Mamá cumbia”, la que le escribe a su madre, Irene, es la síntesis del fin del viaje:

“Cumbia, sacáme de acá,

Lleváme lejos

Que está el diablo ofreciendo caramelos.”

La cumbia es la rosa inesperada, la que la salva porque la reconcilia con su origen, condición imprescindible para hallar la felicidad.

En una entrevista que le hicieron alumnos/as de Santa Fe, cuando presentó el libro allí, en el Taller El Lecturón. Santa Fe, agosto de 2017, dijo:

“Primera novela que no quise escribir, que me salió a buscar.”

No es autobiográfica, pero tiene temas que le eran cercanos. Es una novela de mujeres, como fin de un proceso personal en el que las mujeres fueron buscando y encontrando un lugar protagónico. Por eso, aparece el tema de la trata de mujeres y la soledad y exposición que se dan en la vida de muchas mujeres, como el sacrificio silencioso de Rufina, su abuela.

En otro momento dijo: “Este libro me llevó a transitar caminos que no tenía previstos. Cambiar de planes. Aquí hay incluso una modalidad de relato fantástico por el que yo no había transitado nunca. Por eso creo que este libro es como una bisagra.”

En Elisa había experiencias personales: el Viaje a Tilcara fue una de ellas. Allí se enferma, como dice en una entrevista “de una enfermedad violenta, no solo física, sino espiritual y moralmente”, como Elisa. Se siente sola, como Elisa.

La novela nace de la idea de una novela de viajes, por eso la bitácora (www.elviajedelilianabodoc.com.ar), aunque la vuelta a Santa Fe surge un par de años después, de su vida, de su infancia santafesina y de sus visitas posteriores.

Es una novela de viajes porque reúne sus condiciones claves: ser documental y literaria.

Como el que comenzó Liliana Bodoc hace alrededor de veinte años, el mismo que la llevó a Tilcara, de donde escapó de los diablos, como Elisa.

Su muerte la llevó a otro viaje, en otro plano. Siempre enfrenté el dolor de su muerte con la convicción de que tenía que tener un sentido dentro de lo que siempre buscó: las palabras que crearan un mundo mejor que el que la historia nos había dado

El mundo que crean las palabras de Liliana Bodoc es un universo complejo, con civilizaciones enteras, con hechos, símbolos, sueños, seres fantásticos, o no tanto.

Con Elisa accede al mundo más circunscripto de las mujeres de toda edad, con todas sus problemáticas, en Argentina, ahora: la búsqueda de la felicidad, el despertar de la sexualidad, el conocimiento de sí mismas y la construcción de la identidad en la adolescencia; pero también la trata de personas y la violencia sexual.

Más circunscripto, pero no menor.

Si no han leído otras obras de Liliana, empiecen por esta: será como caer como Alicia en el País de las Maravillas en un pozo que te lleva un mundo nuevo, hacia otras vidas, incluida la propia: Vale la pena.