Desde los ’80 me interesé por lo que entonces se llamaba Informática (en mi ámbito docente Informática Educativa), sobre todo por interés humanístico (soy Profesor de Latín y di clases de esa asignatura hasta que la Ley Federal de Educación (1993) terminó con ese tipo de materias) porque consideraba –y considero- que el humanismo de hoy incluye la tecnología que atraviesa a toda la sociedad, y docente, porque quería usar tecnología para dar clase. Un obstáculo para mi acercamiento a su utilización fueron los informáticos (respetuosamente lo digo) que, en general, creen que saben de todos los temas y quieren decirnos cómo hacer las cosas, en lugar de poner sus conocimientos al servicio de los/las que sí lo sabemos. A partir de ahí, comprendí todo el valor del uso las TICs (Tecnologías de la Información y del Conocimiento) y me dediqué mucho a esos temas.
Ahora me encontré en la Revista Anfibia esta nota de Verónica Robert y Gabriel Baum: ARGENTINA Y LA FÁBRICA DE TECNOLOGÍA GLOBAL (http://revistaanfibia.com/ensayo/ley-economia-conocimiento-argentina-y-la-fabrica-de-tecnologia-global/), y me pareció muy importante comentar algunos aspectos claves para nuestro país hoy.
Voy a citar el comienzo de la nota para precisar el tema, además compartir una cita casi tremenda:
“La última moda en términos de tecnología es la “industria 4.0” que implica la integración plena de las TICs en los procesos productivos. Pero la pandemia muestra los enormes desafíos que tiene Argentina.”
En momentos en que el Congreso debate la Ley de Economía del Conocimiento (LEC), los autores de este ensayo plantean que “el proyecto mira sólo la demanda de las cadenas globales y no el modelo integral que nuestro país necesita.”
“La tecnología le ha fallado a los EE.UU. y a gran parte del resto del mundo en su función más importante: mantenernos vivos y saludables.
Mientras escribo esto, más de 380.000 están muertos, la economía global está en ruinas y la pandemia de covid-19 todavía está en su apogeo.
En una era de inteligencia artificial, medicina genómica y automóviles autónomos, nuestra respuesta más efectiva al brote ha sido la cuarentena masiva, una técnica de salud pública que se tomó prestada de la Edad Media.”
David Rotman, Editor de MIT Tech Review, 17/06/2020
Tengo una visión crítica y desconfiada del uso de las plataformas digitales en el mundo de hoy. No digo esto porque las cuestione tecnológicamente, sino porque son una estrategia central de las corporaciones para concentrar más riqueza sin medir costos ni daños.
Como este tema de la industria 4.0 puede ser un poco inaccesible para quienes tengan poca formación tecnológica, voy a usar un ejemplo más accesible: el de las empresas que proporcionan a sus clientes “vehículos de transporte con conductor (VTC), a través de su software de aplicación móvil (app), que conecta los pasajeros con los conductores de vehículos registrados en su servicio, los cuales ofrecen un servicio de transporte a particulares.” (Wikipedia)
Concretamente, estoy hablando de Uber o Cabify, por ejemplo.
Hemos visto que en Argentina se instalaron casi a la fuerza, y han ganado un espacio en la sociedad. Es común escuchar a alguien decir: “Tomáte un Uber”, en lugar decir un taxi, como hacíamos antes.
Deberíamos saber que esas empresas llevan trabajando años a pérdida de muchos millones de dólares (U$D 1200 millones en el 2019). No les importa, porque cuando termine el proceso tal como lo tienen planificado, serán dueños del mercado, ya que los propietarios de taxis (pequeños y medianos) habrán desaparecido. Ese costo social es solo un daño colateral para ellos.
Este ejemplo vale para la industria del conocimiento. Dicen los autores: …”a mediados de junio la Cámara de Diputados dio media sanción a la Ley de Promoción de la Economía del Conocimiento (LEC) y la semana pasada, luego de haber sido tratada en el Senado, regresó a Diputados con modificaciones. … Pero hubo aspectos críticos que quedaron al margen del debate: ¿cuál es el modelo de especialización e inserción en las cadenas globales de valor que esta ley promueve y cuál es el que necesitamos?”
También hacen una descripción del sector que es interesante para comprender qué es lo que pasa en Argentina:
“Hoy la fortaleza del sector es la exportación de servicios estandarizados de desarrollo de software. Esto es: tareas de codificación que se comercializan como horas hombre de programación en diferentes tecnologías (Java, .NET, Android) para proyectos de desarrollo de software comandados por empresas globales. En otros casos se comercializa como desarrollos a medida; es decir, el cliente establece las especificaciones del software y lo ejecuta una empresa local, lo que implica un mayor agregado de valor, pero en uno u otro caso, la propiedad intelectual será del cliente. Esta especialización lograda de la mano de los incentivos de la LPS (Ley de Promoción de la Industria del Software) y de bajos salarios en dólares, marcó la trayectoria tecnológica a seguir: desarrollo de software para terceros bajo estándares de calidad que garanticen el cumplimiento de objetivos y tiempos.
Así, al igual que otros países de la periferia, Argentina entró en la gran fábrica global de tecnología a través del “outsourcing” y el “offshoring”, es decir, subcontratación y deslocalización de la producción. Este proceso de división internacional del trabajo está comandado por las multinacionales que desde sus sedes buscan trasladar riesgos y reducir costos, conservando los eslabones de mayor valor agregado de la cadena de producción. En otras palabras, las actividades que llegan a los países periféricos son las que menos beneficios le otorgan al que busca tercerizarlas (que, vale decir, si fuera de otra manera no tendría sentido económico). En esa dirección, salvo excepciones, las empresas argentinas no se ocupan de desarrollar productos innovadores ni obtienen sus ingresos por venta de licencias o por servicios tipo “software as a service”, es decir, con modelos de negocios basados en cobros mensuales o basados en el uso en vez de la adquisición de una licencia (por ejemplo, Dropbox).”
“… la LPS dejaba la puerta abierta para dos trayectorias posibles. Una basada en la diferenciación de productos vía I+D y en la explotación de modelos de negocios con mayores tasas de ganancia. La otra, basada en la oferta de servicios estandarizados donde la competencia se orienta a la reducción de costos. Sin embargo, la segunda es la que cobró mayor protagonismo.”
“La nueva LEC no explora esa posibilidad. …Es decir, clausura, al menos de forma parcial, la trayectoria de crecimiento apalancado en la innovación y la diferenciación, y se fortalece la especialización en la provisión al mercado global de servicios de menor valor relativo.
Esto profundiza un modelo exportador que garantiza a clientes globales previsibilidad en los proyectos de desarrollo y calificación y calidad de recursos humanos a bajo costo. Pero no genera espacios para la apropiación local de los conocimientos y las rentas de innovación que las capacidades y competencias argentinas contribuyen a formar. Exportar horas hombre programador no es más que la exportación de un recurso en bruto. Se diferencia quizás en que el segundo se halla en la naturaleza, mientras que el primero fue construido con inversiones públicas en educación. Por eso decimos que la exportación a bajo valor de trabajo informático no es más que una nueva forma de extractivismo.”
Esta conclusión puede parecer tremenda, y lo es, pero no menos real, y de nuestra comprensión del mundo en que vivimos depende el futuro de la Patria, o sea de nuestros descendientes.
“Pero la orientación exportadora basada en bajos costos atenta contra eso. Ahora las empresas locales deben competir por recursos humanos calificados, formados en instituciones y universidades públicas con demandantes globales de mayor poder adquisitivo que se llevan la mayor parte de los beneficios del desarrollo del sector en nuestro país.”
…
“La industria de alta tecnología global (Google, Amazon, Facebook y Apple) continúa concentrando poder y decidiendo el futuro en función de los intereses de una pequeña élite global. La subordinación a estos actores puede significar el ingreso de divisas, pero la competencia por bajos costos no es sustentable en el mediano plazo.”
La Argentina y la pospandemia requieren del aporte de las tecnologías clave para su recuperación industrial, económica, social y cultural, como los nuevos avances en I4.0, inteligencia artificial y grandes datos. Para el desarrollo nacional es fundamental superar el perfil de especialización construido en los últimos 15 años. Ofrecer beneficios fiscales sin restricciones sobre el origen del capital de las empresas ni el tamaño de las mismas -aun cuando se beneficia más a las pymes– puede agudizar la concentración y extranjerización del sector por la vía de la canibalización de las empresas más pequeñas en la disputa por los trabajadores informáticos.”
Es una conclusión dura, pero real. En estas épocas pandémicas a veces he criticado el modelo Pedidos Ya, porque significa precarización del trabajo. Me han respondido: -Bueno, pero es trabajo.
Argentina tiene una larga tradición de valorización del trabajo digno, y, ahora mucha gente de nuestra clase media urbana ni se plantea defenderlo.
Por eso, este tema me pareció una entrada necesaria para mi blog: en momentos en que se vislumbra una posibilidad de retomar un camino de defensa de los intereses de las mayorías populares en un modelo de integración latinoamericana, es clave defender y promover los sectores económicos que tienen mayor posibilidad de desarrollo dentro de un proyecto con objetivos propios, distintos del de las corporaciones de los países centrales, que nos quieren como proveedores de recursos naturales y commodities.
Argentina tiene enormes capacidades –muy valoradas- para realizar avances en en I4.0, inteligencia artificial y grandes datos, pero tenemos que aprovecharlas con decisión e inteligencia, y sin vendernos a los intereses de afuera como hacía el macrismo, y otros proyectos neo liberales.
ENTENDÁMOSLO, Y RECLAMEMOS MEDIDAS QUE CONDUZCAN A ESE OBJETIVO.
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