Me interesé en esta nota primero por su autor.
El Contador Roberto Feletti fue viceministro de Economía de la Nación (2009-2011) y vicepresidente del Banco de la Nación Argentina (2006-2009), además de otros antecedentes importantes. Conjuga dos aspectos claves a mi entender: ser un economista muy bien formado y tener una concepción no ortodoxa de la economía, sino que defiende lo nacional y popular, no en forma declamativa, sino práctica y posible.
Después está la actualidad del tema: los ataques de la oligarquía que no acepta que los pueblos de América Latina rechacen las propuestas neoliberales que parecieron quedarse con el poder, pero que solo lograron empobrecer más a una región que se cuenta entre las más desiguales del mundo.
Y viene con todo el enorme poder que ha acumulado: las corporaciones (lo que incluye a los medios que la integran), la “mesa judicial” como se llamó con el macrismo, organizaciones internacionales como la Organización de Estados Americanos (OEA) con el descarado Luis Almagro al frente o el FMI que pone a disposición de Chile U$D 24.000 millones. La lista podría proseguir, pero alcanza para demostrar que lo que plantea la nota es real.
Si miramos lo que sucede en Chile y Colombia tendremos una visión trágica, terrible, pero real de cómo quieren acallar las reacciones sociales ante las injusticias –no nuevas- de los Gobiernos y cómo las atacan: balas de gomas en los ojos, violencia sexual, muertos por balas de plomo. Son fuerzas de seguridad liberadas para reprimir y disciplinar a como dé lugar las legítimas aspiraciones de las sociedades latinoamericanas.
Esto no es nuevo, pero es duro volver a épocas que creíamos superadas, además la nueva versión es más virulenta e inclemente aún. Quieren terminar para siempre con los proyectos nacionales y populares.
Brasil es el sitio clave: Lula encabeza las preferencias, pero habrá que ver si Bolsonaro y la derecha anti democrática no termina de sacarse la careta (casi ni falta que hace) e impide el proceso democrático.
Creo que un es buen texto para comprender la realidad de América Latina que parece estar retornando a un modelo de Gobiernos populares y progresistas, con sentido nacional y latinoamericano; sin embargo, aunque hay una vocación integradora y de diálogo en ellos, la reacción de las derechas oligárquicas y poderosas, claramente fascistas, es fuerte y evidente. Con ellas es imposible no enfrentarse, no de manera violenta (que les encantaría para justificar su cruel represión), sino desde la democracia y la acción organizada de las mayorías populares.
Por eso, hay que seguir atentamente los hechos próximos: no es descabellado pensar en que se busquen alternativas golpistas para imponer sus objetivos.
En ese caso, habrá que salir a defender los Gobiernos (o propuestas) populares y democráticos. No hay otra alternativa, porque en esa defensa se juega nuestro futuro.
RECOMIENDO QUE LEAN LA NOTA Y ANALICEN EN QUÉ SITUACIÓN ESTAMOS.
DE LA COMPRENSIÓN, REFLEXIÓN Y ACCIÓN DE TODOS/AS DEPENDE LA VIDA QUE VIVIREMOS.
Sudamérica convulsiona: el dilema de los gobiernos progresistas moderados vs. la oligarquía antidemocrática
Hace unos meses, desde esta columna describimos las tensiones que atravesaba nuestro continente. Conflictos preexistentes al virus, pero catalizados por éste al sincerar las profundas desigualdades acumuladas y la exigencia de un rol estatal potente para asegurar la provisión de bienes esenciales.
Por ROBERTO FELETTI
También enunciamos que las élites oligárquicas no vacilarían en producir rupturas en el estado de derecho si advertían que el orden vigente no les permitía conducir los destinos de sus países para preservar sus intereses en un mundo turbulento.
Álvaro García Linera recientemente expresó que el retorno de los movimientos nacionales, populares y progresistas, que reaparecieron con inusitada vitalidad poniendo un freno a lo que parecía una década sellada de conservadurismo, ha asumido características más moderadas que las de principios de siglo.
No obstante, el intelectual y político boliviano advirtió que el golpe propinado a las oligarquías por esta rápida recuperación las había tornado más duras en sus posiciones y acentuado sus históricos rasgos antidemocráticos.
La moderación de las corrientes populares es respondida entonces por la virulencia oligárquica
La descripción de este escenario obliga a reflexionar que la moderación de las corrientes populares es respondida entonces por la virulencia oligárquica, llevando el conflicto a todos los planos de la vida diaria, incluido el espacio público. Consecuentemente, es difícil pensar un discurrir democrático e institucional en este marco.
En los primeros quince años del siglo XXI, el liderazgo de los Gobiernos nacionales y populares descansó en el inicio en los países del litoral atlántico suramericano (Argentina-Brasil-Venezuela), que aglutinaron voluntades para rechazar el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en el 2005 y fundar la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) como bloque de integración continental que acumularía éxitos políticos y económicos a lo largo de una década
Como contracara, un trío de países con costas en el océano Pacífico (Colombia-Perú-Chile) se destacaron por ser refractarios a la iniciativa UNASUR, consolidando acuerdos de libre-comercio extracontinente y promoviendo posturas políticas concordantes con la Organización de Estados Americanos (OEA), tributarias de líneas de acción impulsadas por los EE.UU.
Colombia, Perú y Chile tienen en común haber padecido largos ciclos de dictaduras y/o democracias restringidas por acuerdos superestructurales de las élites políticas, autonomizadas de las demandas populares, que impedían una vida institucional plena.
Se atribuye esta realidad a prolongados conflictos con formaciones guerrilleras en el caso de Colombia y Perú, o de haber experimentado un gobierno que intentó la transición al socialismo por una vía pacífica en el caso de Chile.
Estos hechos, que desembocaron en períodos de enfrentamiento y autoritarismo sangrientos, fueron hábilmente utilizados por la oligarquía para impedir el desarrollo de movimientos nacionales, populares y democráticos. Cualquier reclamo de masas valía el estigma del retorno a un pasado violento.
En Chile primero y ahora en Colombia se han producido sublevaciones sociales de alcance impreciso, pero que revelan la vocación de una generación de romper con el pasado de resignación a una estratificación rígida de la sociedad.
La respuesta de la oligarquía fue en ambos casos la violencia. Muertos y desaparecidos, razzias nocturnas, represión en las calles, constituyen el denominador común de la respuesta a los reclamos populares de colombianos y chilenos.
La OEA presidida por Luis Almagro organiza seminarios y hace declaraciones para preservar la intangibilidad de los jueces en la región, poder no votado y que vulnera con sus fallos la institucionalidad de los gobiernos nacionales, populares y democráticos. Fallos que persiguen a líderes populares en el marco del denominado “lawfare” y/o entorpecen las decisiones de las administraciones electas por el voto popular.
En Perú, después de años de carecer de un gobierno votado en las urnas, el socialista popular Pedro Castillo ha llegado a la segunda vuelta electoral, enfrentando a la hija del dictador Fujimori. Castillo, de origen trabajador, profesor y dirigente sindical, ha generado expectativas en los sectores más humildes. “Ha llegado la hora de los cholos” manifiestan en el pueblo. La maquinaria de estigmatización mediática, propalación de “fake news” y presión internacional operan en estas horas en Perú.
Esta reversión en los países bañados por el Pacífico impacta en todo el continente y derrama tensiones hacia el Atlántico.
En Brasil se libra la batalla decisiva. El desmonte del andamiaje represivo judicial sobre Lula hasta ahora abre un camino de recuperación popular del gigante continental. El recorrido hasta las elecciones presidenciales del 2022 es largo y los riesgos de virulencia antidemocrática están presentes en forma constante.
Es difícil imaginar que se afirmen procesos populares en Suramérica sólo sustentados en un derrotero electoral y de vigencia institucional plena. El desafío que plantea la oligarquía es precisamente de desconocimiento frontal de la democracia.
La presencia en las calles, a pesar de la pandemia, para defender la Constitución y las Instituciones va a crecer como necesidad. El acto de la coalición peronista en Ensenada es sin duda la respuesta al avasallamiento de las decisiones del Gobierno constitucional perpetrada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
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