No soy de los que dedican a un/a autor/a, salvo cuando que he tenido que hacerlo para desarrollar algún estudio crítico. Es más, prefiero leer de todo.
Sin embargo, Las maldiciones es la cuarta novela de Claudia Piñeiro que leo. Antes fueron: Betibú, Las viudas de los jueves y Catedrales, si no recuerdo mal el orden de lectura.
Las dos primeras llegaron al cine, y seguirán llegando, al cine o las plataformas. No vi Betibú, pero Las viudas de los jueves me pareció muy buena.
Las maldiciones es del 2017 y es interesante observar también en ella, como en otras novelas, una postura crítica de actitudes y formas de vida de sectores de la sociedad. En general, esto manifiesta a través la narración de las acciones y decisiones de uno o más personajes en las que se manifiesta esa problemática social que no es solo personal, sino de un grupo o sector, más o menos extendido.
En Las viudas de los jueves son los nuevos ricos, habitantes de los countries que parecen lugares soñados, pero llenos de historias terribles, en el marco de la etapa previa al estallido del 2001.
En Catedrales es la gente que profesa una religión, pero que en su vida manifiesta actitudes y conductas contrapuestas a las que sostienen su fe.
Las maldiciones se centra en un empresario inmobiliario del norte del Gran Buenos Aires que quiere desarrollar una carrera política, no desde la política, sino desde su éxito empresario, el que le da, no solo los medios económicos, sino también las relaciones con el poder corporativo.
Tuve que interrumpir la escritura porque surgió otro tema, pero fue oportuno porque en ese lapso se desató la polémica por la exitosa serie de televisión web El Reino en Netflix. La historia del Pastor evangélico candidato a vicepresidente que, por el asesinato de quien encabezaba la fórmula tiene la oportunidad de ser el Presidente, trajo un enorme revuelo por la reacción de ciertas comunidades religiosas que veían la serie como un ataque destinado a desprestigiar a sus colectivos religiosos. Es interesante porque en la obra se cruzan el tema del Pastor inescrupuloso con el de acciones políticas despiadadas e inmorales, con lo que el tema de Las maldiciones agrega un factor adicional.
Otro elemento para analizar es el estado del arte del tema de la “nueva política” en la actualidad. En 2017 estos personajes en los que “El candidato se construye desde el marketing, la publicidad… más que por ideología, peso político”, como dice Claudia Piñeiro en una entrevista a Punto de Vista, por Canal Abierto, estaban en un momento exitoso, e incluso parecía que llegaban para terminar con las prácticas y la preponderancia de los políticos tradicionales.
Hoy, rápidamente, esa manera de entender la política aparece como fracasada y en decadencia. El ejemplo más relevante es el de Trump, quien, como Macri en Argentina, perdió la reelección, incluso contando con todos los recursos que da el ser Gobierno.
También la pandemia tiró abajo el planteo dorado de las corporaciones empresarias: el Estado no hace falta, es caro e ineficaz y el Mercado puede resolver todas las necesidades y demandas de las sociedades mejor que aquel. Quedó claro que el Estado tiene un rol fundamental para la vida de los ciudadanos, instituciones y organizaciones.
Ahora bien, el tema de la serie El Reino lleva a que la autora deba insistir, como también lo dice en la entrevista, que “Es ficción, pero podría ser verdad”.
Esto es clave en Piñeiro: sentimos las dos cosas permanentemente: en Las viudas de los jueves, por ejemplo, la sensación de verosimilitud nos invade y nos hace compartir las vidas de los habitantes de los countries.
Un factor importante para que sintamos esto es el uso del espacio en sus novelas: son lugares conocidos, mencionados y descriptos con precisión.
Piñeiro dice en una entrevista a Página 12: “Yo quería contar una maldición que pesara sobre la política argentina. “La maldición de Alsina” es la que se llama “la maldición de los gobernadores” y que tiene que ver con la ciudad de La Plata, en la que, según dice la historia, hubo una bruja, llamada “la Tolosana”, que durante la inauguración de La Plata hizo un embrujo para que ningún gobernador fuera presidente.”
Se incluyen algunos capítulos con el título de Apuntes para La maldición de Alsina. Pone en ellos antecedentes de maldiciones, o simbologías presentes en La Plata, que en sí también es un símbolo y que se presenta como la ciudad donde puede aparecer “una generación que recién arranca, nueva, hija de lo peor y de lo mejor de la política, virgen de todos nosotros…”. También están las entrevistas reales a Raúl Alfonsín y a Eduardo Duhalde sobre la propuesta política de Fernando Rovira, que, de alguna manera, ha estado en varias agendas políticas: la división de la Provincia de Buenos Aires, como unidad política y electoral.
Es una novela muy densa, llena de contenidos, de situaciones, de personajes –varios también simbólicos, como Sebastián Petit, que tiene el ideal de una política distinta, o el tío Adolfo, viejo radical que añora a Alfonsín como un modelo de político- tan relevantes como Román Sabaté. Es el caso de la bruja (la madre de Rovira) (que nos lleva a otras brujas reales que han actuado en política) o la China Sureda, que lleva la investigación y es una de las que narra en primera persona. El otro narrador es, precisamente, Román Sabaté, un protagonista que resuelve un eje que, por el tema de la novela, no parecería central, pero que Claudia Piñeiro considera clave: la paternidad.
Ese es también un símbolo cargado de esperanza, porque, a partir de la asunción plena de ese valor, Román se hace cargo de sí mismo, y de su misión en este mundo. Pero, como corresponde en la obra de Piñeiro, hay contenidos ideológicos que justifican la decisión del personaje.
“¿Y cómo llegó Hegel ahí? Se lo pregunté a Claudia Piñeiro cuando estuvo en Madrid, presentando la novela. En realidad, Hegel le llegó de la mano de Lacan, que estudió lo que el filósofo alemán dice de esa relación amo-esclavo. Ella no podía hacer que un chico, Sabaté, que no tenía ni idea de Hegel se pusiera a dilucidar ese dilema que lo atormentaba sin saber decirlo. Piñeiro es consciente de que ese error de atribuir a personajes palabras que no suenan como propias se comete a menudo en literatura. Y “ahí apareció esa profesora de colegio secundario, compañera casual de asiento en un viaje que hace Román Sabaté y que como buena profesora quiere enseñar y enseña aun fuera del aula”. Hegel estaba escondido en esa escena, “pero yo no fui consciente de ello hasta que la novela estaba más avanzada”.
Fernando Rovira y Román Sabaté son esas figuras que se manejan como dice Hegel, amo y esclavo. Y la resolución de esa dialéctica es la que desata que el conflicto de la novela llegue al desenlace que tuvo.
“Hasta entonces Las maldiciones era una novela política y desde ese momento en el que Hegel aparece en el autobús ya es una novela moral que te lleva al abismo de las oscuridades de las que son capaces los políticos para hundirse en la porquería dando la impresión de seguir impolutos. “Es una novela política donde la política es un protagonista más”, dice Piñeiro.”
Ahora, ¿qué visión tiene Piñeiro de la política, además de no creer que esa nueva política sea una alternativa válida? Dice sentir (aclara que hay más gente que piensa lo mismo): “Escepticismo… ¿será por esto que quieren tomar esta medida o en el fondo hay algo que no me están diciendo?”
En este sentido, me parece que comparte los sentimientos de una buena parte de nuestra clase media urbana que no confía en la política y/o en los/las políticos/as. Aclara que conoce, por las actividades de su marido, las bambalinas de la política, pero, por mi experiencia de ese mundo, creo que, además de las trampas y argucias, hay aspectos más profundos que los que promovieron la nueva política no conocen porque se quedaron con una visión simplificada y pragmática, que no tiene nada que ver con la búsqueda del poder para planear y proveer el bien común.
Este es un tema sobre el que no avanzaré porque excede al objetivo de mi blog, pero es importante tener en cuenta que ese estereotipo de la política cuyo origen podría rastrearse hasta el siglo pasado es parte de la estrategia de los que promueven esa “nueva política” para que la gente rechace el ejercicio de esa actividad orientada al bienestar de la sociedad, tan antigua como el hombre, y lo deje en manos del mercado y sus intereses.
Como en otras novelas de la autora, hay elementos de novela policial (un asesinato), y algunos desarrollos truculentos, no siempre necesarios.
No me conformó el desenlace –que no comentaré, por obvias razones- porque me parece que lo simbólico e ideológico se llevan puesto lo narrativo.
En cierto momento, la autora hablando del carácter ficcional de la novela, dice que es casi una parodia, con lo que la complejidad aumenta.
A pesar de estar tan llena de elementos distintos, de personajes –más verosímiles o más simbólicos- es una novela interesante y atractiva.
Piñeiro siempre juega fuerte, pone todo sobre la mesa, pensemos en que va a entrar en este tema político desde algo casi esotérico como las maldiciones.
Hay que leerla con atención, sin distracciones: no es lineal de más de una manera, hay más de un narrador y punto de vista. Incluso hay críticos que la consideran una “road novel” (una suerte de novela de viaje), o un thriller político, pero vale la pena leerla, sobre todo en esta época de Argentina.
Claudia logra que en sus novelas se presente la realidad envuelta en una ficción, en general con formato de thriller, lo que nos hace vivir con intensidad el desarrollo de la acción, aunque a veces se den algunas volteretas grandilocuentes, no siempre verosímiles con el fin de aumentar el suspenso o el impacto en el lector.
Estos recursos son habituales en Piñeiro, y los maneja con solvencia; además la han hecho una escritora muy exitosa, que va por más, así que las objeciones son anecdóticas, e insistiré en que vale la pena leer estas novelas.
Sin embargo, me pareció que la nota añadía aspectos muy importantes.
Los comento entre líneas.
Ya la bajada o subtítulo nos pone frente al problema que tenemos que enfrentar.
“La forma en que navegamos por las redes fomenta un pensamiento superficial”
Recuerdo un comentario viejo, en relación con las características de Internet, que la comparaba con un vasto océano de pocos centímetros de profundidad. En realidad, no es tan así. Ese océano hoy incluye lo que llamamos “Internet profunda” que contiene unas 500 veces más de información de la que es posible encontrar a través de una búsqueda simple, como las que hacemos habitualmente. Para dimensionar esto, comprendamos que comprende más de 60 millones de sitios web y más de 1.000 millones de páginas.
Los buscadores generalistas que usamos comúnmente se valen de las “arañas” o robots inteligentes que van saltando de una página web a otra siguiendo los enlaces de hipertexto y registran la información allí disponible. El problema es con las páginas que no contienen enlaces o hipertextos y con nuestra discapacidad para hacer análisis más profundos y complejos.
Pero leamos un poco más:
“Nicholas Carr, uno de los autores más críticos sobre el efecto de Internet en nuestra mente, plantea en una entrevista reciente en el diario español El País, que cuando nos conectamos “intercambiamos profundidad por amplitud, contemplación por estimulación”, creando desbalances y sesgos en la información que procesamos, con repercusiones individuales y colectivas importantes.”
Sin embargo, los párrafos claves son los siguientes:
“Las redes sociales responden a un diseño industrial de manejo de la información, que privilegia la cantidad y la velocidad de “transmisión” de esta, por sobre la calidad, diseño que se alinea a los principios de eficiencia del cerebro. No obstante, estas no son las condiciones que el cerebro requiere para procesar los fragmentos de información que recoge y convertirlos en conocimiento, estimulando un pensamiento profundo y crítico. La evidencia es abundante: la forma en que navegamos por las redes fomenta un pensamiento superficial, y no promueve el pensamiento conceptual. Paradójicamente, los medios digitales, fuentes vastas de información, no nos están ayudando a conocer más o mejor.
Recordemos que las redes sociales fueron creadas para conversaciones superficiales, sin embargo, hoy, por una mezcla de “pereza personal y manipulación empresarial”, se han convertido en el espacio para el debate público de todos los temas, sustanciales o banales. Políticos, agencias publicitarias (incluyendo las redes), y cualquier grupo interesado en promover su agenda particular, aprovechan este diseño para exaltar “la emoción sobre la razón y el pensamiento grupal por encima del crítico” (de nuevo Carr). Así, las redes actualmente son un fecundo (y barato) medio de propaganda y desinformación.”
Ahora bien, personalmente encuentro muchísimo material en Internet, y utilizo buscadores generalistas, pero mi formación conceptual tiene otro origen y desarrollo. Tiene que ver con mis estudios humanísticos –en gran manera, el latín-, y mi interés por el uso de la tecnología y por varios otros temas, como la geopolítica.
Sería absurdo reclamar una formación como esa, porque han cambiado los estudios superiores, y no para mal, pero hay que desarrollar estrategias que nos permitan un mejor conocimiento y comprensión de la realidad.
No podemos dejar de relacionar la situación que describe Carr con la banalización de la vida cotidiana. Hay una frase acuñada que hablaba de la “tinellización” de la vida, como un intento de descripción de la superficialidad, y muchas veces, del mal gusto que va invadiendo la cotidianeidad que nos rodea.
El coaching político insiste en que no se diga mucho, que a la gente no le interesan los discursos. Durán Barba habla de redes sociales, mensajes sencillos, poco discurso y mucho análisis de encuestas, lo cual supone la discapacidad de la mayoría para analizar discursos más complejos. Esto pasa en muchos lugares, y Trump es un claro ejemplo de ese modo de hacer política.
En ese contexto y en medio de un enorme –y perjudicial- proceso de concentración económica, se comprende que estas características de Internet hayan sido usadas de una manera negativa e influyen en el avance hacia este tipo de “analfabetismo” que plantea la autora.
La conclusión de la nota es terminante:
“Las tecnologías no tienen vuelta atrás en la sociedad, y sin duda han demostrado su enorme potencial, pero es fundamental entender a qué nos enfrentamos, para orientar el uso adecuado de estas poderosas herramientas. La gente más joven es especialmente vulnerable pues aún no ha terminado de desarrollar su pensamiento crítico y las herramientas de la lógica para discernir. Incluso la población adulta debe ser guiada hacia un uso de las tecnologías que estimulen la construcción de conocimiento y disminuya el riesgo de manipulación.”
Si no podemos confiar demasiado en los poderes económicos y políticos para revertir la situación, porque son, en gran manera, responsables del problema, estamos frente a una opción de hierro. Es cierto que hay una opinión creciente que cuestiona esta realidad, y varias organizaciones que la enfrentan, pero de última, si cada uno de nosotros no toma conciencia de la situación, y decide enfrentarla en la vida personal y familiar, será difícil que la escuela pueda hacerlo porque tendría que ir contra la voluntad de sus alumnos/as.
POR ESO SUBÍ ESTA ENTRADA PARA COLABORAR EN QUE HAYA MÁS GENTE QUE TOME LA BANDERA EN ESTA LUCHA DESIGUAL, Y TRABAJE PARA QUE PODAMOS RECOGER MÁS Y MEJOR INFORMACIÓN, “ESTIMULANDO UN PENSAMIENTO PROFUNDO Y CRÍTICO”
Leda Muñoz García
Leda Muñoz es catedrática de la Universidad de Costa Rica y cuenta con más de 35 publicaciones científicas y académicas. Actualmente es la directora ejecutiva de la Fundación Omar Dengo.
EL TIEMPO, mejor, desagregando lo que quiero trabajar hoy: Cronos (Κρόνος), Kairós (καιρός) y Aión (Aἰών).
Están las referencias en griego porque desde Grecia nos llegaron estos dioses:
CRONOS es el hijo menor de Urano y Gea. Padre de Zeus y sus hermanos. Fue considerado dios del “tiempo humano”, es decir, los calendarios, las estaciones y las cosechas.
Era el dios de las Edades (desde la Dorada hasta la de Bronce) y del zodiaco. Permaneció como el dios remoto e incorpóreo del tiempo que rodeaba el universo, conduciendo la rotación de los cielos y el eterno paso del tiempo.
KAIRÓS representa algo diferente del tiempo habitual, Cronos. El tiempo de Cronos es lineal. Es el tiempo que pasa y se va consumiendo. Pero Kairós es el momento en el que algo importante sucede. Su significado literal es el “momento adecuado u oportuno”, la oportunidad para que se concrete algo importante.
AIÓN es el tiempo de la vida, para Platón designa la intensidad del tiempo de la vida humana, una temporalidad no sucesiva ni numerable, sino intensiva. Se lo representa como una serpiente que se muerde la cola y que nos indica el eterno retorno, es el tiempo circular. Surge primero en la mitología fenicia; aparece como niño y al mismo tiempo como anciano: un tiempo sin tiempo.
Cada uno tiene sus cosas. El tiempo lineal (Cronos) engendra vida, pero hay que sobrevivir a su voracidad. El tiempo de la inspiración (Kairós) es inestable; aparece y en un instante desaparece. Y si no entendemos el tiempo circular en su esencia (Aión), podemos confundirnos y repetir eternamente algo que nos daña.
¿Por qué me interesaron estos temas? Porque estuve trabajando con mi terapeuta estos conceptos en relación con buscar mayor y mejor conciencia de mí mismo, de salir del tiempo lineal, que corre por su cuenta, sin que podamos intervenir de alguna manera.
Justamente Valeria, mi querida psicóloga, me hace aportes muy importantes:
“El aión es el tiempo fuera del tiempo. El tiempo de la conciencia pura o el ser creador. O el tiempo sin tiempo, sólo existencia.
El Kairós es el tiempo de la vivencia dentro del Cronos
A mayor conciencia de uno mismo, más podés estar en Kairós. Es lograr más Kairós para controlar Cronos.”
Diré algo obvio: la enormidad del pensamiento griego que nos propuso cosas como ésta: la comprensión y el uso del tiempo.
No entraré en el tema de la naturaleza física del tiempo que es abordada por la relatividad general con respecto a los eventos en el espacio-tiempo, pero sí en el tiempo en la Literatura, que es como decir la vida.
Es un tema de siempre. Solo citaré a Borges: “Y no comprendo cómo el tiempo pasa, yo que soy tiempo y sangre y agonía.” (Adrogué)
Precisamente, leyendo cosas sobre este tema, encontré la mención un cuento de Julio Cortázar: El perseguidor, que integra Las armas secretas, que es su tercer libro de cuentos, publicado en 1959 por la Editorial Sudamericana.
La colección incluye: Cartas de mamá, Los buenos servicios, Las babas del diablo, El perseguidor y Las armas secretas.
Hablemos de El perseguidor
“La historia se desarrolla en las noches insomnes del París de los años 50′. El protagonista principal, Johnny Carter, saxofonista de jazz al que le gustaba la marihuana y con una percepción del mundo y del espacio-tiempo muy particulares, se basa en la figura de Charlie Parker que fue uno de los mejores saxofonistas norteamericanos.” (Wikipedia)
El otro protagonista es Bruno, crítico de jazz, que ha escrito la biografía del músico (que se vende muy bien), y que lo acompaña en su vida desordenada, llena de instantes brillantes, cuando su saxo le permite creaciones inigualables, o de caídas anímicas, entre el alcohol y la marihuana.
¿Cómo se menciona al tiempo en el cuento?
“Y justamente en ese momento, cuando Johnny estaba como perdido en su alegría, de golpe dejó de tocar y soltándole un puñetazo a no sé quién dijo: “Esto lo estoy tocando mañana”, y los muchachos se quedaron cortados, apenas dos o tres siguieron unos compases, como un tren que tarda en frenar, y Johnny se golpeaba la frente y repetía: “Esto ya lo toqué mañana, es horrible, Miles, esto ya lo toqué mañana”, y no lo podían hacer salir de eso, y a partir de entonces todo anduvo mal, Johnny tocaba sin ganas y deseando irse (a drogarse otra vez, dijo el técnico de sonido muerto de rabia), y cuando lo vi salir, tambaleándose y con la cara cenicienta, me pregunté si eso iba a durar todavía mucho tiempo.”
Así describe Johnny su infancia: “Cuando el maestro me consiguió un saxo que te hubieras muerto de risa si lo ves, entonces creo que me di cuenta en seguida. La música me sacaba del tiempo, aunque no es más que una manera de decirlo. Si quieres saber lo que realmente siento, yo creo que la música me metía en el tiempo. Pero entonces hay que creer que este tiempo no tiene nada que ver con… bueno, con nosotros, por decirlo así.”
Más allá de su camino inexorable hacia su destrucción personal, Johnny va y viene por su tiempo y el de los demás.
“Apenas un minuto y medio por tu tiempo, por el tiempo de ésa –ha dicho rencorosamente Johnny–. Y también por el del metro y el de mi reloj, malditos sean. Entonces, ¿cómo puede ser que yo haya estado pensando un cuarto de hora, eh, Bruno?
¿Cómo se puede pensar un cuarto de hora en un minuto y medio? Te juro que ese día no había fumado ni un pedacito ni una hojita –agrega como un chico que se excusa–. Y después me ha vuelto a suceder, ahora me empieza a suceder en todas partes. Pero –agrega astutamente– sólo en el metro me puedo dar cuenta porque viajar en el metro es como estar metido en un reloj. Las estaciones son los minutos, comprendes, es ese tiempo de ustedes, de ahora; pero yo sé que hay otro, y he estado pensando, pensando…
…
–Bruno si yo pudiera solamente vivir como en esos momentos, o como cuando estoy tocando y también el tiempo cambia… Te das cuenta de lo que podría pasar en un minuto y medio… Entonces un hombre, no solamente yo sino ésa y tú y todos los muchachos, podrían vivir cientos de años, si encontráramos la manera podríamos vivir mil veces más de lo que estamos viviendo por culpa de los relojes, de esa manía de minutos y de pasado mañana…”
Claro, el mundo de El perseguidor es complejo, es disruptivo. Las armas secretas se publica entre Bestiario y Rayuela, la terrible novela de Cortázar, la “contranovela”, con todas sus maneras de ser leída. En El perseguidor ya está Rayuela, y Johnny prefigura a Oliveira. No es casual que eligiera a un saxofonista.
“El jazz, y la música en general, es una especie de presencia continua en lo que yo escribo”, dijo alguna vez Cortázar.
“El poeta es ese que no se conforma con este lado de las cosas, sino que él busca el otro lado. A veces lo encuentra, a veces no” afirma Cortázar en la entrevista de Joaquín Soler Serrano (“A Fondo”, 1977).
El perseguidor es terrible, porque, además, nos persigue a nosotros.
“Es curioso, ha sido necesario escuchar esto, aunque ya todo convergía a esto, a Amorous, para que yo me diera cuenta de que Johnny no es una víctima, no es un perseguido como lo cree todo el mundo, como yo mismo lo he dado a entender en mi biografía (por cierto, que la edición en inglés acaba de aparecer y se vende como la coca– cola). Ahora sé que no es así, que Johnny persigue en vez de ser perseguido, que todo lo que le está ocurriendo en la vida son azares del cazador y no del animal acosado. Nadie puede saber qué es lo que persigue Johnny, pero es así, está ahí, en Amorous, en la marihuana, en sus absurdos discursos sobre tanta cosa, en las recaídas, en el librito de Dylan Thomas, en todo lo pobre diablo que es Johnny y que lo agranda y lo convierte en un absurdo viviente, en un cazador sin brazos y sin piernas, en una liebre que corre tras de un tigre que duerme.”
Fue un enorme impacto en mí, mucho como estudioso de la literatura, pero mucho más, como lector.
Es paradójico que este cuento de Cortázar sea realista, cuando venía de escribir Bestiario y Final del juego, colecciones de cuentos fantásticos.
Tal vez le importaban otras cosas: hay mucho de autobiográfico en el cuento. Cortázar buscaba lo intersticial, como hacía Johnny con la música. Él es el perseguidor, y nos persigue a nosotros, los lectores, porque quiere que también seamos creadores, junto con él, en la lectura.
En el blog citado arriba definí a lo intersticial como una “entrevisión universal que se filtra por los poros o intersticios de la realidad cotidiana en circunstancias bastante especiales, y a través de la cual percibimos mundos que están en el trasfondo de nuestro medio habitual.”
“El pasaje intersticial funciona en toda la obra de Cortázar como metáfora de la búsqueda, la apertura y la libertad humana, sirve de vínculo, otra vez, entre las distintas instancias semióticas. (La vuelta al día en ochenta mundos: La teoría del camaleón, GRACIELA BATARCE BARRIOS).
Creo que en estos comentarios se hace evidente que El perseguidor nos pone frente a una parte esencial de Cortázar; inclusive este cuento es menos complejo –supongamos- que Rayuela. Tal vez, si alguien no ha leído nada de este escritor, sería recomendable no empezar con este cuento tan profundo, tan amplio, y leer alguna de las otras colecciones: Bestiario, Todos los fuegos el fuego, que nos introducirán a unos de los mejores cuentistas que haya conocido en lengua castellana.
Alguien podría preguntarse por la relación entre el planteo inicial de esta entrada y el cuento.
Justamente, tiene que ver con lo que escribí al comienzo sobre Cronos, Kairós y Aión.
Me pareció que sobre el tiempo lineal no tenemos mucho para hacer. Las agujas del reloj seguirán girando siempre, hagamos lo que hagamos, tal vez por eso decía Borges que no comprendía “cómo el tiempo pasa”.
Aión tiene que ver con nuestra capacidad de entender lo esencial del tiempo.
Pero, Kairós es el tiempo que está en nuestras manos, el que nos permite encontrar las oportunidades de realizar lo que queremos o soñamos. Es la brecha hacia lo importante, hacia el paraíso anhelado.
Por ejemplo, Celina en Las puertas del cielo en la milonga, encontrando un pasaje hacia un mundo en el que es feliz.
De última, Johnny busca, como las mariposas vuelan hacia la luz que las destruirá, ese pasaje. Cuando lo encuentra, su música estalla, inigualable.
Elegí esta actitud extrema de Johnny porque era un ejemplo perfecto y terrible de Kairós. También porque permite comprender en la esencialidad a ese escritor tremendo que es Cortázar.
Pero también me sirve para mi vida, y para la de Uds.
Tenemos que tomar conciencia de la presencia –dentro del devenir del Cronos- de la posibilidad de encontrar nuestro Kairós. Es cierto que es inestable, que va y viene, pero, si lo buscamos siempre, como necesidad básica de la vida, las oportunidades aparecerán, y en cada una de ellas, el intersticio hacia nuestra felicidad.
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