Voy explicar las razones por las que elegí la nota de abajo para una entrada:
¿HAY LUGAR PARA LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL EN LAS ESCUELAS?
LA FANTASÍA DE ENSEÑAR EL FUTURO
En primer lugar, porque me pareció que mostraba una interesante comprensión del modo en qué se forman los saberes académicos –que no es lo mismo que los escolarizados o escolarizables- y evita los lugares comunes y clásicos que nos solemos encontrar en teorías pedagógicas.
“Flavia Terigi, una de las pedagogas más lúcidas de nuestro país, lo describe así: “La escuela transmite un saber que no produce; y para poder llevar adelante ese trabajo de transmisión, produce un saber que no es reconocido como tal”. Así, sostiene, se descontextualiza el saber de su ámbito de producción (la academia) y se lo recontextualiza en la escuela, generando un saber nuevo, original, sui generis, que socialmente no es reconocido (ni ese saber, ni la función de los docentes como especialistas en esa tarea).”
En segundo, porque aborda un tema que no es nuevo, aunque sí lo son los saberes o contenidos que se proponen como necesarios (a veces imprescindibles) para que sean enseñados en la escuela.
Así comienza la nota:
“Hay una fantasía generalizada de que la escuela debe incorporar materias que enseñen educación financiera, tecnología blockchain o diseño de motores de inteligencia artificial. “Ahí está el futuro”, repiten, como si el presente fuera esclavo de ese futuro y no su condición de posibilidad.”
En general, esto siempre ha sido así: proponer temas que se ponen de moda como lo que debe enseñar la escuela y no las asignaturas obsoletas e inservibles que enseñamos (paso a la primera persona porque lo viví personalmente cuando daba clase).
Hoy esto es más complejo todavía por la incidencia de la tecnología, muchas veces ligada a intereses económicos, y por la velocidad con que aquella evoluciona y se transforma.
En otra entrada (https://www.miradasdesdemendoza.com.ar/2021/11/23/hay-que-comprender-que-son-los-millennials-y-su-importancia-para-argentina/), traté el tema de lo que piensan los chicos/as de hoy de la necesidad para la vida de cursar estudios y tener títulos habilitantes que les permitan asegurar su futuro.
Esto lo había vivido personalmente cuando traté de convencer a algún nieto de que completara estudios superiores que había dejado incompletos. Comprobé que estas generaciones no ven al sistema educativo como el único sistema donde pueden aprender. Piensan así, y me cito:
“Los millennials y los centennials han llegado para darle un giro al sector educativo: los modelos actuales no se ajustan a sus demandas ni están articulados con lo que las empresas les exigen.
Las nuevas tecnologías y la globalización de los procesos han democratizado el acceso al aprendizaje y ahora cualquiera puede formarse a través de una pantalla. La oferta educativa se amplió y cualquier persona puede especializarse desde su casa.”
Otro punto es que, en general, estos contenidos que se proponen para la escuela son más propios de la Educación No Formal que de la Formal. Es cierto que esta es una clasificación vieja, pero es válida.
Leemos en Wikipedia: “Educación no formal: “comprende toda actividad organizada, sistemática, educativa, realizada fuera del marco del sistema oficial, para facilitar determinadas clases de aprendizaje a subgrupos particulares de la población, tanto adultos como niños.”
Por esa época, circa 1974, se entendían como temas propios para este tipo de Educación “los programas de extensión agrícola y de capacitación de agricultores, los programas de alfabetización de adultos, la formación acelerada impartida fuera de la enseñanza oficial, etc.” (En la misma nota de Wikipedia).
Muchos/as la consideraban un modo de compensar las deficiencias de la Educación Formal, pero pienso que más bien se trata de espacios diferentes, útiles para situaciones distintas, y cada uno con su valor propio.
Siempre esos aprendizajes tuvieron origen público y privado, con diversas alternativas, pero en la mayoría de los casos había que pagar para realizarlos; en el caso de las instituciones públicas porque eran una fuente de ingresos no presupuestaria, y en el de las privadas porque eran ofrecidos por institutos o academias que se dedicaban a eso.
Personalmente, tuve un instituto de secretariado que daba cursos anuales de secretariado ejecutivo como salida laboral. Todavía encuentro chicas trabajando gracias a esos cursos.
Está claro, como decían Les Luthiers que “parecido no es lo mismo”. Hoy el permanente surgimiento de novedades, por empuje tecnológico y financiero, como se dice en la nota: “tecnología blockchain o diseño de motores de inteligencia artificial”, hace a los contenidos dinámicos y de rápida obsolescencia.
Tengamos en cuenta que en muchos países la educación está desregulada del Estado, que era parte del proyecto de Menem para su reelección, y que afortunadamente la sociedad argentina no avaló.
Esto es un hecho importante porque la Educación es un enorme negocio, y al estar desregulada pasa a ser un bien de comercio más, con lo cual nos encontramos con una enorme oferta de calidad muy diversa y, en muchos casos, de discutible utilidad.
En este contexto hay que comprender lo que plantea la nota:
“Pues bien, ¿qué hay de estas nuevas tecnologías que hemos sacralizado y que creemos que deben entrar urgente a la escuela? Si bien las bases que dieron origen a su surgimiento tuvieron el mismo recorrido de validación científica, su uso actual, masivo, está directamente a las órdenes de la rentabilidad y la lógica mercantil. No es que queremos que se enseñe blockchain o criptomonedas en la escuela porque creamos que son saberes que conllevan debates maduros y que son objetos culturales valiosos de ser transmitidos. Queremos que se enseñe porque, hoy mismo, creemos que de esa forma se va a ganar más plata. Pero uno de los grandes problemas es que ese el uso masivo de estas tecnologías -y, fundamentalmente, su perfeccionamiento- está al servicio de unas pocas grandes empresas. Que no comparten sus avances porque la propiedad privada intelectual es la clave de sus modelos de negocios…”
El avance del modelo neoliberal en el marco (y gracias a) de la globalización conlleva un enorme aumento del poder corporativo, con grupos transnacionales, aliado con varios Estados que actúan con un claro apoyo a este proyecto, tan discutible, por lo demás.
En ese marco resulta muy complejo y casi imposible para el hombre o mujer de a pie saber el verdadero valor de lo que le ofrecen muchas veces como la panacea universal con posibilidades casi mágicas.
En realidad, ese es otro problema, que se agrega al de la dificultad para hacer escolarizables los contenidos que trata la nota.
Así lo plantea el autor:
“Tengo la idea de que no hay forma de incorporar en la escuela “materias” que se dediquen a enseñar cómo diseñar motores con inteligencia artificial o blockchain, o entrenar en el uso de criptomonedas. No hay forma, creo, de que contenidos de esas características sean “escolarizables”. Vale hacer una aclaración importantísima: sí son “escolarizables” esos temas en tanto productos sociales objetos de análisis, o sea, reflexionar en el aula sobre los impactos de sus usos, sus alcances, limitaciones, peligros. Eso sí es imperioso que se trabaje en la escuela. No es necesaria una materia: tenemos Geografía, Historia, Matemática, Informática, Economía, Formación Ética y Ciudadana y talleres interdisciplinares que pueden abordar cómo nos paramos como ciudadanos frente a estos desafíos. Sin embargo, se insiste mucho con este tema: como humanidad debemos correr detrás de estas tecnologías, domarlas lo antes posible antes de que se nos escape de las manos su ominosa y acechante inteligencia artificial que dará vuelta la taba. Le tenemos miedo a la técnica, parece que ya decidimos caer derrotados ante su poder. El filósofo Jacques Ellul dijo, en 1973, que “no es la técnica la que nos esclaviza, sino lo sagrado transferido a la técnica”.”
Es obvio que recomiendo leer la nota completa, y despacio, porque no tiene desperdicio, así que solo agregaré algunas conclusiones:
No le pidamos a la escuela que se haga cargo de emergentes que no son su objetivo: sí pidámosle que sea lo más eficiente posible en la gestión de los aprendizajes que son su responsabilidad. La nota lo pide así:
“La escuela es, a la vez que el último bastión de un encuentro relativamente igualitario de otredades, el primer encuentro profundo de las nuevas generaciones con la cultura que heredarán y que desconocen por completo, parafraseando a Hannah Arendt. En esa operación, la escuela es un muestrario vivo y dinámico del legado cultural, y no sabemos qué harán nuestres alumnes con él. Tal vez pretendan monetizarlo, incluso. Pero nuestro deber es enseñarle lo que la ciencia pública ha producido a lo largo de los siglos. En el caso de los nuevos medios digitales, ¿esas bases no están ya en disciplinas como la Matemática y la Informática? ¿Por qué tenemos que llegar a su aplicación última, cuando incluso está en pleno debate y sus lógicas de funcionamiento, en general, están ultraprivatizadas?”
Lo que sí debería proveer el sistema educativo a sus agentes educativos es la formación y la capacidad de comprensión del valor de las NTICs en la sociedad para que puedan guiar a los/las alumnos/as en la búsqueda de aquellos contenidos tecnológicos que les son útiles, si les interesan.
También debería equilibrar la formación tecnológica de los/las alumnos/as para que la mayoría pueda acceder a los contenidos y recursos que necesite. En la escuela eso es muy dispar: los/las que les interesan estos temas tienen una muy alta formación, incluso más de lo que la escuela requiere, y los/las que no, muchas veces ignoran lo básico.
Lo que sí es seguro es que –tanto como padres, agentes de la educación, o simplemente miembros de la sociedad- debemos interesarnos en que tengamos acceso a los contenidos tecnológicos que necesitamos para vivir de la mejor manera posible, lo que incluye lo laboral.
ESTA NOTA AYUDA A ESO.
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