Estaba buscando información que explicara este proceso explosivo y dinámico que recorre América Latina (siempre incluyo México cuando hablo de ella).

Paralelamente a este largo y desgastante proceso electoral argentino, en el resto de AL –y del mundo- han “pasado cosas”, diría Macri.

Voy a utilizar la nota que encontré en la Revista NODAL sobre Chile, porque muestra con claridad que estamos viviendo transformaciones inéditas.

Chile y su noche de brujas: el incendio espontáneo del modelo neoliberal

19 octubre, 2019

Por Paul Walder *

Tal vez el 18 de octubre se inscriba como un momento de levantamiento popular. O tal vez lo sigan otros momentos de mayor intensidad. Pero sin duda, a partir de este día algo cambió en Chile. El modelo neoliberal, hoy administrado por Sebastián Piñera, pero amado desde Ricardo Lagos a Michelle Bachelet, está herido de muerte.

La declaración por parte del presidente del estado de emergencia, que faculta al ejército a restablecer el orden en Santiago, no resuelve el problema, sino que lo agrava.

No es una coincidencia que, a poco más de una semana de finalizadas las protestas en Ecuador, que obligaron a Lenín Moreno a echar pie atrás en el alza de los precios de combustibles, Santiago de Chile viva incidentes y manifestaciones similares.

El alza en las tarifas del ferrocarril metropolitano de Santiago provocó a partir del lunes una escalada de protestas que el viernes por la noche alcanzó una extensión e intensidad no observada durante el periodo post dictadura. En ambos casos hay una costura común: el modelo de mercado y las alzas como la gota que rebalsa una copa rellena de paciencia.

Primer acto: Las protestas comenzaron a inicios de esta semana por estudiantes secundarios organizados a través de las redes sociales para asaltar las compuertas del Metro. Acciones puntuales que con el paso de las horas y los días se extendieron por todas las estaciones de la red del ferrocarril. El éxito rotundo de las acciones, que gozó de una retroalimentación positiva y a gran velocidad, amplió de manera espontánea las acciones que se reproducen en intensidad y frecuencia.

Un segundo acto se abre con la intervención cada vez más ruda de los carabineros y la habitual violencia de las fuerzas especiales. Y es a partir de aquí que todo se desbanda. Si en un comienzo fueron estudiantes en un proceso de desobediencia civil, hacia el viernes los disturbios escalaron a barricadas en las calles, destrozos de escaleras mecánicas, incendios de buses, vehículos policiales, contenedores urbanos y estaciones del Metro.

Durante la noche ardía el edificio de Enel, una expresión sobre la verdadera naturaleza de la protesta. No son solo las tarifas del metro. Es un sistema basado en aquello que David Harvey llama acumulación por desposesión. Cada chileno siente que las grandes corporaciones le estafan un poquito cada día. Un hurto que se ha prolongado por décadas desde las tarifas de los servicios, los créditos usureros, el transporte, las pensiones privadas miserables, o el lucro en la educación y la salud.

En pocas horas la indignación se ha precipitado. Un país que el fin de semana parecía ordenado y sumiso, este viernes ha estallado de ira, de rabia acumulada por generaciones y traspasada a los adolescentes, como decantación de las frustraciones de sus padres, hermanos y abuelos.

Políticos de la alianza Chile Vamos han increpado a los jóvenes de protestar sin una causa propia en cuanto gozan de tarifas escolares rebajadas. La respuesta no se ha hecho esperar. Es una expresión de un dolor social acumulado por toda la larga historia del neoliberalismo chileno.

Al inicio de la primera década del siglo, durante el gobierno de Ricardo Lagos, otra generación de secundarios le reclamó por el sistema escolar vigente impuesto por la dictadura. Un primer aviso remecía por primera vez el modelo chileno, representado entonces como el gran paradigma de crecimiento económico y aparato de ascenso social.

Años más tarde otra generación de adolescentes movió nuevamente la brújula de las elites. A alguien, a más de uno estaban dejando fuera de escena. Aquella fue la revolución de los Pingüinos que años más tarde, durante el primer gobierno de Sebastián Piñera a inicios de la presente década, retomó con nuevas demandas el movimiento universitario. En Chile, como en otros grandes movimientos, han sido los estudiantes quienes han empujado la historia.

Los incidentes del viernes 18 de octubre han sido los más intensos, espontáneos y extendidos de toda la transición post dictadura. La convocatoria a un cacerolazo realizada por redes sociales a las 18:00 horas tuvo una respuesta masiva en todas las estaciones del Metro a las 20:30. Decenas de millares de personas, la gran mayoría sin organización ni militancia conocida, pasaron horas golpeando latas y cacerolas en piquetes que detenían el tránsito.

Ante este levantamiento, que ha sorprendido al país porque no tiene detrás ni organización ni colectivo conocido, el gobierno solo atina con la amenaza. Desde inicios de la semana ha aumentado la presencia policial en las estaciones del Metro y los métodos de control. Este viernes en twitter aparecían videos de estudiantes heridas por balines o perdigones.

Piñera ha salido de la escena desde el miércoles. Este viernes, cuando la situación era ya difícil de controlar por la policía, el ministro del Interior, Andrés Chadwick, un pinochetista que se esfuerza por no parecerlo, instala en un patio en La Moneda un punto de prensa para anunciar que el gobierno invocó la ley de seguridad del Estado, que aumenta las penas a quienes alteren el orden público.

En poco más de cinco minutos y sin responder preguntas, Chadwick despachó lo que ya se intuía: la única estrategia del gobierno es la represión y no considera una revisión de las alzas de las tarifas. Pero se trata de una inútil estrategia comunicacional. A esas horas la red de Metro estaba cerrada, millones de santiaguinos intentaban buscar un medio para llegar a casa y la policía estaba totalmente superada. La intensidad de las protestas, de los millares de piquetes, de los incendios se extendían por toda la ciudad y sus barrios.

Un recuento realizado a primeras horas del sábado por las fuerzas militares estableció que anoche hubo unos 300 detenidos, centenares de lesionados, decenas de vehículos incendiados, una veintena de estaciones de Metro destrozadas, saqueos.

Heridos graves con balas de armas de servicio de la policía, balines, apaleados, detenidos, presos, aún no acaban de contarse. Fuerzas Especiales de Carabineros arrojaron una mezcla líquida de toxinas lacrimógenas e irritantes de origen desconocido, cuando aún resuenan las cacerolas y los gritos en contra del mal gobierno en innumerables comunas de la Región Metropolitana.

Piñera es el pato de la boda de un proceso largo que involucra a toda la clase política. Porque las políticas post dictadura no hacen diferencia entre aquellos socialdemócratas de la tercera vía, neoliberales y pinochetistas. En este momento la indignación ciudadana tampoco hace diferencia entre los carabineros, el gobierno y toda la clase política, responsable de todas las causas y efectos actuales.

* Periodista y escritor chileno, director del portal Politika. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)

El pinochetismo planificó con precisión su plan económico neo liberal. Mandó un equipo de jóvenes economistas a formarse con los Chicago boys (Wikipedia los describe así: “Chicago Boys es una denominación aparecida en los años 1970 que hace referencia a los economistas liberales educados en la Universidad de Chicago, donde aprendieron de las ideas económicas de los estadounidenses Milton Friedman y Arnold Harberger.”) Así se estableció una “política económica de mercado con orientación neoclásica y monetarista, además de la descentralización del control de la economía”, que nunca fue cambiada ni cuestionada por los Gobiernos posteriores.

Está claro que el éxito de este plan tuvo mucho más que ver con el precio del cobre, que con las consecuencias positivas para la mayoría de la sociedad chilena.

Es evidente que aquella ola neoliberal, centrada en sectores de derecha y en el poder económico concentrado, y que está respaldadas por el Imperio estadounidense, ha entrado en crisis. Esa ola –con métodos novedosos y fraudulentos- se llevó puestos a los Gobiernos de base nacional y popular que habían florecido antes. Incluso, en Argentina, se nos tiraba por la cara un No vuelven más, despectivo y burlón.

Muy rápidamente esos proyectos de transformarnos en países productores básicos, que “vendíamos cueros de vaca y comprábamos cinturones” como en el Siglo XIX, nos aumentaron la pobreza y la indigencia, y nos fueron llevando a situaciones de injusticia social que han empezado a explotar.

El recule de Piñera y Moreno, que han dado marcha atrás con sus injustas medidas (con el FMI atrás en Ecuador, como corresponde), no asegura nada, porque buscarán otras vías y tomarán precauciones para que no les suceda lo mismo otra vez, pero la bandera está izada, porque estos Gobiernos inicuos han rebasado el límite de lo que la Sociedad quiere.

Ahora voy al título que elegí. ¿Por qué hablo de que Argentina puede liderar un retorno a mejores Gobiernos, que busquen la felicidad del pueblo y la soberanía de la Nación?

Porque el próximo 27 de octubre, podremos haber desalojado, por vías democráticas, por medio de las urnas, a uno de estos Gobiernos, que se auto denominaron neo liberales, aunque solo sean una banda que buscan que el poder quede en pocas manos que disfruten con la riqueza de todos/as.

Argentina puede hacer esto porque existió el Peronismo, esto es, un Movimiento Nacional y Popular que luchó, sufrió y fue perseguido por sus ideas políticas. Porque tiene organizaciones gremiales y sociales que saben lo que es ser parte del poder popular. Porque vivimos un proyecto de Comunidad Organizada que dejó huellas, estructuras, vocaciones, líderes, que siguieron trabajando por una sociedad mejor y nunca abandonaron el proyecto de un país justo, libre y soberano.

Por eso no hubo otro 2001 como el que nos dejó tanto dolor, en cambio, hubo una valoración objetiva del Gobierno de Macri y una elección de otra alternativa política que le diera la esperanza de vivir en un país mejor.

Por supuesto, faltan las elecciones nacionales que confirmen que, una vez más, el Peronismo tendrá la oportunidad de trabajar para que los/las argentinos/as tengamos una vida mejor.

Por lo tanto, de nosotros/as depende que esa esperanza se haga real.

Que podamos recuperar el MERCOSUR, no esos Tratados de libre Comercio que nos perjudican.

Que avancemos en una integración latinoamericana con los países que comparten un modelo continental que pueda competir contra los países centrales.

Que empecemos a reducir la pobreza y la indigencia

Que nos encontremos en una propuesta de país más justo y equitativo.

Que se abran las fábricas.

Que no se vayan los jóvenes.

QUE LA PATRIA SE PONGA DE PIE.