El 1º de octubre, el Presidente de Ecuador, Lenin Moreno determinó la eliminación de subsidios al diésel y a las gasolinas de uso extendido. Esto causó una fuerte reacción de la Sociedad ecuatoriana que obligó al Presidente a echar atrás su decisión. Primero habían sido los gremios del transporte que el Gobierno logró neutralizar con algunas medidas reparatorias, pero la que definió la situación fue la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), la mayor organización de masas del país, que no demandaba solo la derogatoria del famoso decreto 883, sino que cuestionaba el modelo económico en sí que se aplicaba en Ecuador con el aval del FMI y de otros multilaterales (particularmente el BID).
En los 45 días siguientes “pasaron cosas” poco esperables por la mayoría de nosotros, pero comprensibles y justificadas, a pesar de la violencia que lamentamos, del lado que sea.
En Santiago de Chile, el detonante de las protestas que luego se extendieron al resto del país y que aún continúan, fue el alza en la tarifa del sistema público de transporte de Santiago, que entró en vigor el domingo 6 de octubre de 2019. Tras el aumento de las tarifas, centenares de estudiantes se organizaron para realizar actos de evasión masiva en el Metro de Santiago. Como en Ecuador, la consigna excedía el hecho puntual que ocasionó la reacción: “No son 30 pesos, son 30 años”. La diferencia es que, mientras que en Ecuador se inició un proceso institucional que detuvo la protesta social, por lo menos temporalmente, en Chile no se ha logrado lo mismo, y la presencia de multitudes en las calles, la violencia de los desmanes (que no se pueden generalizar porque hay una enorme protesta pacífica) y la exagerada represión de los “pacos” (Cuerpo de Carabineros (Policía militarizada)) que actúa con mucha autonomía, están llevando la situación a un punto inimaginable en el que se presentaba como modelo de desarrollo político económico en América Latina.
Bolivia se encuentra inmersa en una ola de protestas que ha provocado múltiples consecuencias tanto a nivel interno como externo. La renuncia de Evo Morales y la asunción de la nueva presidente interina Jeanine Áñez, quien llegó al poder mediante un “golpe de Estado”, han generado una crisis y descontento social que afecta tanto a nativos como a extranjeros que residen en el vecino país. El papel de la OEA, del mismo Trump, reconociendo como Presidente a alguien que se autoproclamó sin ningún respaldo institucional, salvo el de parte de las FFAA bolivianas, la movilización de las comunidades indígenas, que no se asustan fácil, el modo en que las demás naciones latinoamericanas han enfrentado la situación, hacen de difícil previsibilidad el desenlace de esta crisis.
En el mismo lapso, en Argentina, en las elecciones generales Fernández triunfó en primera vuelta con el 48,24% de acuerdo con el escrutinio definitivo, seguido por Macri, con un 40,28%. El Financial Times se refirió al triunfo del binomio del Frente de Todos como “el comienzo de una nueva era” y destacó que “los peronistas de Argentina regresan al poder”.
Si analizamos las causas objetivas de las reacciones en Ecuador y Chile, en comparación con Argentina, vemos que, según el Instituto Estadístico de los Trabajadores de la UMET, la inflación en octubre fue del 4,1 por ciento y acumula en doce meses un alza del 51,9 por ciento. Desde noviembre de 2015, calcula la UMET, el poder adquisitivo del salario registrado muestra un deterioro del 18,5 por ciento, lo cual explica el derrumbe del consumo en el mercado interno.
Entonces, ¿por qué no hubo en Argentina una grave reacción como la del 2001?
En primer lugar, porque lo del 2001 dejó huellas, y los actores sociales y políticos fueron muy prudentes para no generar otra situación como esa, que causó enormes daños, sobre todo a los más vulnerables. Esa estructura de gremios y sindicatos, organizaciones de la sociedad civil, y actores políticos y sociales fue un cauce que permitió que el descontento de la sociedad se manifestara sin caer en manifestaciones inmanejables, aunque hubo muchas expresiones de reclamo ante la pésima gestión macrista.
En segundo, y ligado con lo anterior, por la expectativa de que las elecciones permitieran modificar la política del país en favor de los perjudicados por los planteos neoliberales –mal gestionados, además- del Gobierno.
Los resultados de esas elecciones demuestran lo que digo arriba, y me hacen sentir muy orgulloso de esta expresión de madurez democrática, que permite plantear alternativas políticas que defiendan lo nacional y lo popular, y propender a una economía al servicio de la mayoría de la gente.
Si alguien se hubiera dormido el 1º de octubre, y despertara hoy, probablemente pensaría que está en mundo distinto, y tendría razón.
Son situaciones posibles, hasta deseables, si tenemos en cuenta el larguísimo tiempo de inequidad e injusticia que afrontan nuestros pueblos latinoamericanos, sobre todo los más vulnerables, que mayormente son los pueblos originarios, que están diciendo basta. Son los indígenas bolivianos, que son menospreciados por la aristocracia (acá no cabe con “olor a bosta”, como la calificaba Sarmiento, pero podría ser perfectamente) cruceña, del Oriente de Bolivia.
Por eso, elegí para compartir, esta nota de Nodal, que habla de una de las varias acciones de Alberto Fernández, Presidente electo de los argentinos, cuando habla de las detestables e injustas acciones imperiales del Presidente de los EEUU (Dios mío, nunca había visto tantos PRESIDENTES MALOS, SOBERBIOS, TONTOS Y MALEDUCADOS COEXISTIENDO EN UNA MISMA ÉPOCA).
Eso es lo que espero del Presidente de los argentinos: gestos de latinoamericano independiente, para que podamos alguna vez conformar un bloque integrado que pueda defender nuestros intereses. Hasta hace poco parecía que los países del Pacífico nunca participarían de un proyecto así. Hoy no lo sé, y hay que buscarlo con toda el alma.
Alberto Fernández a Trump por Bolivia: “EEUU retrocedió décadas y volvió a las peores épocas de los 70”
13 noviembre, 2019
Alberto Fernández provocó este martes un primer roce en el proceso de recomposición de las relaciones con Estados Unidos. Las críticas del presidente electo contra la administración de Donald Trump por su actitud frente a la caída de Evo Morales, en Bolivia, puso entre signos de interrogación los intentos de dar vuelta la página y dejar atrás las tensiones entre el kirchnerismo y Washington.
“Ayer, Estados Unidos retrocedió décadas. Volvió a las peores épocas de los años 70, avalando intervenciones militares contra gobiernos populares elegidos democráticamente”, dijo Fernández en diálogo con Radio 10. Respondió, así, al comunicado de anteayer de la Casa Blanca, en el que EE.UU. afirmó que la renuncia de Morales “preserva la democracia”.
En lo que fue una reacción sorpresiva que contrastó con los intentos de mostrar sintonía en los contactos más recientes entre el Frente de Todos y la administración republicana, el entorno del presidente electo explicó que los planes de construir un buen vínculo bilateral a partir del 10 de diciembre sigue en pie, pero advirtieron que el futuro presidente no desviará la mirada cuando haya actitudes como las de anteayer, aunque pueda generar rispideces. A puertas cerradas, en el espacio aseguraron que la postura de la Casa Blanca fue incomprensible y reiteraron que esa posición es de otros tiempos históricos y que está “lejos de lo que haría cualquier jurista o demócrata”.
Pese a los cuestionamientos, el presidente electo reiteró que no busca confrontar con Trump. “Quiero tener la mejor relación con Estados Unidos y eso supone poder decirnos las cosas francamente. Lo que ha pasado no está bien. Ha sido lisa y llanamente un golpe de Estado. No se puede disfrazar de otra cosa”, manifestó en la radio.
Por eso, antes de salir a criticar públicamente, Fernández se comunicó con el Departamento de Estado, para transmitirles que el comunicado había sido “muy poco feliz”.
Los dichos radiales de Fernández no fueron conversados previamente en la mesa chica del presidente electo, donde mantienen la idea de sostener una relación “de respeto” con Estados Unidos. “[Fernández] no va a pedir permiso para salir a hablar”, dijeron. Este martes el mandatario electo argentino se reunió con Juan Notaro, titular de Fonplata Banco de Desarrollo, con quien analizó la cartera de créditos de este organismo financiero multilateral, conformado por la Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay.
Hasta ahora hubo señales claras en el camino hacia la distensión del vínculo entre el kirchnerismo y EE.UU. El más importante fue la comunicación telefónica entre Trump y Fernández, el 1º de noviembre. En esa charla, el mandatario felicitó al presidente electo y le auguró que hará “un trabajo fantástico”. Además, le transmitió un gesto amigable al contarle que había “instruido” al equipo del Fondo Monetario Internacional para trabajar con él. Fernández, en tanto, le manifestó su voluntad de construir “una relación madura y cordial” entre ambos países.
Menos de una semana después, en México, Fernández se reunió con Mauricio Claver-Carone, el asesor de Trump para asuntos de la región. El director de Asuntos del Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional representa la visión más dura de los republicanos, que exige más presión económica a Venezuela para forzar la salida de Nicolás Maduro. Fernández no comparte la idea y prefiere mantenerse en una postura neutra, como México.
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