Esta nota del Diario Los Andes que agrego abajo encara un tema crucial para Mendoza: el uso del territorio mendocino.
Me ha parecido un buen aporte, por eso lo rescato, pero quiero agregar algo a este replanteo de nuestra ruralidad. Hay otro aspecto que se ha hecho evidente en el contexto de la pandemia del coronavirus: la aglomeración en ciudades de manera no sostenible ni sustentable, como sucede en las villas de la CABA. No voy a entrar en la descripción de esos ambientes, porque los hemos visto hasta el cansancio por estos días, pero es claro que la vida en ellas no responde a los parámetros de calidad mínimos para una existencia razonablemente plena.
No voy a entrar en temas técnicos sobre los que no tengo formación, pero está claro que Mendoza no ha desarrollado un proyecto político (ni este Gobierno, ni sus predecesores) que tienda a mejorar la sostenibilidad ni la sustentabilidad de sus urbes.
La Fundación OXFAM Intermón, en su blog https://blog.oxfamintermon.org/cuales-son-las-caracteristicas-de-una-ciudad-sostenible/, dice: “Una ciudad sostenible es aquella que ofrece calidad de vida a sus habitantes sin poner en riesgo los recursos, ya que vela también por el bienestar de la humanidad futura y procura la justicia social.”
Más adelante: “Lo sostenible es lo que se abastece a sí mismo y garantiza su continuidad en el tiempo. En este caso, se refiere a la capacidad de las ciudades para desarrollarse bajo criterios ecológicos y de igualdad social.”
Es una nota que vale la pena leer para tener una mejor comprensión no solo de la ruralidad, sino también de lo que necesitamos requerir a nuestra sociedad, y a quienes aspiren a su conducción política.
El Gran Mendoza no da para mucho más, y si observamos el modo en que ha crecido, lo podemos comprobar sin mayor dificultad. Es cierto que, si se concretaran algunos temas pendientes, algunos poco probables: sistema de transporte colectivo, una avenida de circunvalación, red de agua potable y cloacas, etc., esto podría mejorar, pero ya –a mi criterio- es tarde para reparaciones, hace falta algo más integral y perdurable.
Repito lo que he dicho varias veces: no hemos tenido Gobiernos con proyectos políticos que merezcan ese nombre. Pongo como ejemplo el viaducto sobre Vicente Zapata: más allá de que permite superar mejor el nudo vial en la circulación Norte Sur y viceversa, solo ha servido para aumentar la cantidad de vehículos que entran a la ciudad. Podría citar otros de Gobiernos diversos, pero es suficiente para demostrar lo que afirmo.
Se ha hecho un avance cualitativamente muy importante, que es la Ley de Ordenamiento Territorial, sancionada en el 2017, después de ocho años de trabajo colaborativo muy destacable.
Hay Municipios que han elaborado –o están elaborando- sus propios planes de Ordenamiento Territorial, pero no es lo mismo que un proyecto político de un Gobierno, ya sea para ejecutarlo o como propuesta electoral.
En general, se trabaja en estos Planes de OT con seriedad, se termina desarrollando una propuesta local de OT, se la presenta en un acto público, pero de ahí de que el Municipio ajuste todas sus acciones a esa propuesta, hay una larga distancia.
Está claro que planificar es más fácil que llevar a la práctica, pero también que se sigue gobernando sin un plan de envergadura. O sea que no se llega al Gobierno por presentar la mejor propuesta política y social.
Por lo tanto, la sociedad debería plantearse que, si no cambia su actitud y criterio, informándose bien y con la objetividad posible –nada fácil en esta Argentina de medios direccionados y bandas sectarias de trolls- para decidir qué es lo mejor para nosotros/as y la sociedad en su conjunto, estos problemas de sustentabilidad y sostenibilidad no terminarán, por el contrario, se agudizarán.
Por lo menos miremos nuestra realidad cercana: si tenemos problemas con el agua y/o las cloacas, si el acceso a nuestras casas es muy difícil, si no tenemos caleros automáticos accesibles, si no hay conectividad, o es muy mala, si no tenemos acceso a viviendas dignas y económicamente accesibles, o si falta –o es deficiente- cualquier otro servicio o elemento de la infraestructura que tenga que ver con una “ciudad sostenible” en una Provincia sustentable, anotémoslo, y hagámoslo conocer a los espacios políticos para que digan cómo solucionarían esas carencias si llegan al Gobierno.
Si no lo hacemos, nos seguirán diciendo algunas frases vacías, más o menos llamativas, y seguirán haciendo lo mismo que han venido haciendo los Gobiernos hasta ahora: poco, y sin un plan maestro que sea parte de una estrategia de desarrollo que se mantenga en décadas.
SI NO LO HACEMOS, SIGAMOS HACIENDO POLÍTICA EN LAS REDES, Y PAVADAS EN TIK TOK, PERO NO NOS QUEJEMOS DE LOS POLÍTICOS: SON COMO SON PORQUE LA SOCIEDAD NI GENERA POLÍTICOS MEJORES, NI ACTÚA PARA QUE LA REALIDAD SEA DISTINTA Y MEJOR.
De la ciudad “respirable” a la ruralidad sustentable
Desde la urbe siempre vimos al desierto y al oasis del que formamos parte como espacios “proveedores” de alimentos o petróleo.
Por Eduardo A. Sosa – Licenciado en Gestión Ambiental
Quiero efectuar un pequeño aporte a la nota del arquitecto Diego Kotlik de fecha 11 de mayo del corriente, que tan bien expone lo que debería ser Mendoza en el ordenamiento de su territorio una vez que esta pandemia pase o sus efectos se reduzcan.
Si bien es cierto que una enorme mayoría de la población mendocina vive en urbes, hay un extenso espacio rural que espera medidas urgentes de organización para poder subsistir frente al avance de lo urbano, el acelerado cambio de uso del suelo rural-agrícola, las recurrentes crisis económicas de la producción agropecuaria y el avance sobre el piedemonte, solo por nombrar algunas causas de los desequilibrios territoriales.
El futuro de Mendoza no solo está en el adecuado diseño de sus ciudades sino también en la preservación complementaria de la ruralidad, de un buen vivir que debe incorporar la modernización y los progresos que son comunes en las urbes, pero también la reconversión hacia cultivos más ecológicos y orientados a la búsqueda de nuevos mercados, el desarrollo de emprendimientos de alto valor agregado, la creación de pymes ligadas a nuevos gustos del consumidor como el cultivo y comercialización de verduras y frutas orgánicas, la promoción de las energías renovables y de la eco-eficiencia, el cuidado de los valores de la ruralidad que son muy codiciados cuando uno vive en las ciudades y desea retener parte de esa mística del campo, el fomento del turismo ecológico y rural ligados a la belleza y la cultura del oasis, el apoyo a cultivos y ferias locales y tantas otras iniciativas de desarrollo que pueden intentarse.
Esta nueva ruralidad también va de la mano de infraestructura y equipamiento que debe proveer el Estado en función ya no de los intereses políticos o las urgencias, sino en la planificación territorial participativa y en alianzas con sectores de la economía que se benefician con las mismas.
Esto también incluye una nueva mirada de las tierras áridas, vistas como desiertos por la mayoría pero que posee una extraordinaria diversidad biológica e incontables bellezas para proteger y utilizar racionalmente.
Desde la urbe siempre vimos al desierto y al oasis del que formamos parte como espacios “proveedores” no solo de alimentos sino de maderas, petróleo o materiales para nuestras viviendas, pero nunca los integramos a nuestro vivir cotidiano como comunidad.
Pienso que es hora de revalorizar la ruralidad y ordenarla convenientemente para que los miles de mendocinos que viven en ella puedan permanecer allí y proyectarse en un futuro que no implique abandonar sus tierras, sus sueños y pasar a convertirse en la masa de refugiados económicos y ambientales que pueblan las periferias de nuestros aglomerados urbanos.
Si el gobierno provincial se activa y desarrolla todos los planes y actividades que prevé la ley de ordenamiento territorial y el Plan Provincial de Ordenamiento Territorial que duerme desde su aprobación en 2017, este futuro será posible.
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