Es la primera novela de Samanta Schweblin (Ciudad de Buenos Aires; 1978), publicada en 2014 por Penguin Random House. Desde 2012 reside en Berlín, donde escribe y dicta talleres literarios.
Compré este libro hace un tiempo porque lo vi recomendado en algún lado, pero quedó en mi mesa de luz, y ahora lo elegí como el segundo libro para comentar.
Distancia de rescate, de Samanta Schweblin, es una nouvelle, o novela corta. La autora no se considera novelista, sino cuentista, y esta obra es una demostración de ese argumento. Su narración es, intrínsecamente, un cuento. Más precisamente, un cuento de terror.
Este tipo de cuento generalmente es una historia de ficción, aunque puede ser real. Se enfoca en los patrones de miedo, suspenso, produciendo sensaciones de terror y escalofrío. La misión es provocar inquietud y desasosiego.
Esto se percibe desde el primer momento en Distancia de rescate. Es inevitable una sensación de inquietud, incluso necesité parar la lectura un par de veces para tomar aire y descansar un poco. Ahora bien, lo llamativo es que el avance narrativo usa como recurso el diálogo, la conversación, entre Amanda, la madre de la pequeña Nina, y David, hijo de Clara, junto con las mismas Clara y Nina. A ellos se suman el esposo de Clara y el padre de Amanda, especialmente en el diálogo con el que concluye el relato, aunque el final sea abierto, no tanto en los hechos, sino en la proyección de las situaciones de la novela en el tiempo y en el espacio. O sea, el desasosiego no va a desaparecer cuando cerremos el libro, porque hay cosas sobre las que no terminamos de saber lo que pasó, o que no tienen una explicación en la realidad, y porque no podemos dejar de sentir que en verdad hay algo amenazante, y nos incluye.
Es una forma no convencional de narrar, porque no es fácil mantener el ritmo narrativo con el diálogo de los personajes, como si fuera una obra de teatro, pero Schweblin lo logra, y logra que se instale ese “mundo flotante” del que habla Henri Gouhier (La obra teatral), por el que, desde que se levanta el telón y hasta que se baja, se instala un mundo que los espectadores creemos que es real (si es verosímil, claro) y lo vivimos así: odiamos al villano, sufrimos con el dolor de los personajes, etc. Ahora bien, lo llamativo es que lo logra sin el escenario, sin esa habitación de tres paredes donde toman vida las obras teatrales. Incluso sentimos una tensión semejante a la que se da cuando un drama alcanza el clímax. La diferencia es que, en Distancia de rescate, cuando se cierra el telón, nos queda la sensación de que algo terrible sigue pasando.
Ahora Netflix la va a llevar a la pantalla; será interesante ver si logra algo semejante a lo que consiguió Schweblin con la palabra escrita.
Hay en Internet varias notas sobre la novela, algunas demasiado bien escritas –como me dijo alguna vez mi querido Profesor, el Dr. Adolfo Ruiz Díaz-, así que evitaré hacerme el crítico literario, y solo intentaré compartirles mis vivencias de lector.
Por ahí, encontré un párrafo que comparto abajo, y del que no recuerdo su origen, pero no tengo muchas ganas de perder tiempo en buscarlo. Me pareció un aporte interesante:
“El libro tiene una gran cantidad de lecturas. Puede decirse que es una novela sobre la ambigua relación entre madres e hijos, ese amor y adoración que se puede convertir en puro terror y ansiedad. También el tratamiento del campo, de lo rural y bucólico y su transformación en algo peligroso y tóxico. Y quizá el punto más controvertido de esta historia, su punto de género fantástico. Distancia de rescate es un relato de terror, donde el curanderismo rural tiene un papel central en cuanto a conceptos tan extraños como la transmigración de almas.”
Todo eso está en la obra; es más, el título alude a “esa distancia variable que me separa de mi hija”, como dice Amanda y que calcula constantemente a base del tiempo que tardaría en correr hacia su hija y salvarla en caso de un peligro inminente, pero no creo que se limite a esto, tal vez aluda al rescate de algún mundo de los que se presentan en la novela
Leí por ahí que “podríamos arriesgar que se trata de una de las primeras novelas argentinas en ocuparse del campo como escenario en el siglo XXI, de la transformación de ese espacio verde y bucólico de los siglos XIX y XX en pesadilla agrotóxica, y no sería tan errado”.
Esta me parece la lectura central.
En estos días hubo en Mendoza una manifestación en contra del modelo agroindustrial que ha desarrollado, sin ética ni misericordia, el capitalismo neo liberal que se instaló desde los ’90, y que está poniendo a la raza humana en riesgo de extinción. Los reclamos eran:
- Cambios en el modelo agroindustrial
- Participación ciudadana en la toma de decisiones.
- Detener ya la profundización extractivista, la quema de humedales, los desmontes, y el avance de la frontera agropecuaria.
- No al acuerdo de megafactorías porcinas con China ni con nadie.
- No al modelo de agronegocio impulsado por el Consejo Agroindustrial Argentino.
- Transición inmediata hacia un modelo justo, soberano y sostenible de producción de alimentos agroecológicos
Creo que esa es la amenaza que se cierne sobre todos en la novela, y que sigue flotando cuando terminamos de leerla. Sin embargo, no hay nada en Distancia de rescate que la acerque al panfleto, sino que es una excelente novela, que asume el mundo actual y lo convierte en parte de la narración. Vale la pena leerla, se las recomiendo.
No sé el sentido que tenga dentro de este ambiente destructor la curandera de la casa verde, que puede hacer trasmigración de almas, y cuya acción es clave en el desarrollo del conflicto, pero lo que causa las tragedias que suceden en ese espacio rural es la contaminación, supongo de glifosato, porque los campos de soja lo cubren casi todo. Sin embargo, a pesar de esta falta de relación interna, se transforma en actor clave.
Todo eso transcurre en no mucho más cien páginas, después de que Amanda y Nina llegan desde la ciudad al campo, a un lugar de paz y escape; sin embargo, van apareciendo, cruzándose con las vidas de ellas, las presencias siniestras que hemos mencionado.
Si fuera un drama, sería una tragedia, por la muerte de Amanda, pero hay otros elementos que quedan sueltos, y que también son trágicos, como las deformaciones de la gente por los pesticidas. Esto incluye algunos que solo sospechamos: sabemos que el espíritu de David migró, pero no sabemos a qué cuerpo fue, ni qué espíritu llenó su cuerpo. Pero, al final, por algunos gestos que conocimos en otro personaje de la novela, encontramos una pista terrible. No les adelantaré nada más, porque hay que vivir todo lo que pasa en la narración, y eso es lo que les recomiendo.
David menciona muchas veces que hay que buscar lo importante, y les transcribo el párrafo final, cuando el marido de Amanda huye del pueblo hacia la ciudad:
“No ve lo importante: el hilo finalmente suelto, como una mecha encendida en algún lugar; la plaga inmóvil a punto de irritarse.”
Esa plaga –gusanos- nos acecha también a nosotros, eso es lo importante, y es lo que debemos saber.
Espero que la lectura les sea tan apasionante como lo fue para mí, y me gustaría que subieran sus comentarios a este blog. Los espero.
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