EN EL DÍA DEL ESCRITOR, REENCUENTRO CON LA VOCACIÓN

EN EL DÍA DEL ESCRITOR, REENCUENTRO CON LA VOCACIÓN

Día del Escritor. Se festeja cada 13 de junio, en conmemoración al nacimiento del autor argentino Leopoldo Lugones (1874-1938). La fecha fue propuesta por la Sociedad Argentina de Escritores, fundada por el propio Leopoldo Lugones, diez años antes de su suicidio.

Cuando caí en la cuenta de la fecha, se me ocurrió compartirla en Facebook y la hice con el posteo que copio abajo.

“Estoy pensando en el Día del Escritor, aunque primero fui lector, y mi viejo me enseñó a leer a los 5 años con el Patoruzú y el Pato Donald, para que no le secara la cabeza para que me los leyera. La de escritor es mi segunda y central vocación. La dejé de lado porque me parecía una forma muy mediada -depende de que me lean- de modificar la realidad. Por eso, fui Profesor -otra forma mediada, pero más concreta- e hice siempre política: la manera más bella de colaborar con que el mundo sea mejor. Feliz Día, escritores (lo estoy siendo en este momento).”

A partir de ahí, se empezaron a mover cosas dentro de mí, recordando mi vida y esa vocación esencial.

Unos días antes había encontrado esta nota en Página 12:

Elias Canetti en el barrio judío de Marrakesh

El corazón perdido de las cosas

Por Juan Forn

https://www.pagina12.com.ar/271789-el-corazon-perdido-de-las-cosas?fbclid=IwAR1KR96NIr43F8rPOqbqSkVYQpxCuqLxoXqQbkw86dF2RCMRSrj0UcXkWIM

En la nota se relata la visita de Canetti a la Mellah en Marrakesh. Me impactaron un par de párrafos:

“En aquella plaza de la Mellah, entre mercaderes tuertos que vendían un solo limón reseco o un puñado de piedras, Canetti vio a unos niños recitando aplicadamente el alfabeto hebreo con su joven maestro y una decena de metros más allá a los cuenteros, rodeados de gente en un doble círculo que seguía el relato pendiente de cada palabra. Su admiración ante semejante poder narrativo fue inmediata. “Los sentí como hermanos más viejos y más sabios. Yo hacía o quería hacer algo así, pero en lugar de vivir de la confianza de mi relato lo había hipotecado todo a la pluma y al papel, a la elucubración interior, solitaria, pusilánime. En cambio, ellos, desprovistos de libros y de todo conocimiento superfluo, sin ambiciones ni sed de prestigio, ejercían con impune plenitud la magia de nuestro oficio”.

Unos pasos más allá, Canetti se reconcilia con la pluma y el papel cuando ve, acomodados contra la pared de la recova, a los escribientes. No hacen nada por atraer a la gente, están ahí sentados, enjutos, con su pequeño escritorio delante, a cierta distancia unos de otros para tener intimidad cuando un cliente se les sienta enfrente y contrata sus servicios. “Escuchaban con una rara intensidad, ajenos al bullicio de la plaza. Esperaban al final sin escribir una palabra, luego se quedaban con la mirada perdida meditando cómo expresar cabalmente lo que les pedían escribir. Desde mi lugar no oía nada, sólo veía la electricidad de la transmigración de esos susurros en palabra escrita. Y el increíble cambio de los rostros cuando el escribiente leía lo que había escrito”.

Ese encuentro con el sentido inicial y esencial de ser narrador me llevó a mi propio encuentro y lo revivió de una manera profunda. Inmediatamente surgió en mí una figura muy antigua: el aedo. Recordé un tema dado al rendir algún Griego en la Facultad de Filosofía de la UNCuyo: “El aedo en la poesía homérica”. Este personaje –memoria de las epopeyas de la comunidad, como el bardo celta o el payador argentino- siempre fue muy fuerte en mí como representación del valor de ser escritor. Y fue un nuevo remezón en este encuentro con aquella vocación que nació conmigo.

Mientras buscaba la nota sobre Canetti, encontré –sin la menor posibilidad de casualidad- con esta nota en Página 12:

EL ESCRITOR EN EL LABERINTO DE LA CREACIÓN

Vicente Muleiro

El inicio decía: “El autor de Adán Buenosayres tuvo una vida marcada por las letras y el compromiso político. Como poeta, novelista y dramaturgo, dejó una vasta obra que inspiró a generaciones de literatos. Como peronista, fue funcionario en Educación y sufrió́ el ostracismo de la proscripción.”

Leí el Adán Buenosayres como texto en Literatura Argentina II. Una obra monumental, distinta de todo lo que había leído, pero mi aprecio por Marechal también se debió a que era uno de los pocos grandes escritores argentinos que era peronista. No entraré en analizar ese tema, pero siempre valoré esa actitud que lo diferenciaba del cenáculo del mundo cultural nacional. Había que tener valor para eso, porque significaba quedar fuera del sistema, y casi condenado al ostracismo.

Fue el golpe final para el reencuentro: Marechal, además de lo dicho, era un buscador metafísico (ya había escrito Ascenso y descenso del alma por la belleza) con una profunda religiosidad católica.

Evidentemente, en un par de días había recorrido los más de 70 años de mi vida, y frente a mí, se erguían una máquina de escribir y un libro.

Recordé que mi primer y único cuento lo escribí en una Lettera y todos los libros y escritos que pasaron por mis manos, y tuve que hacerme cargo de que, en el Día del Escritor, tenía que ponerme de pie y seguir el llamado de lo esencial y profundo de mi vida.

SER ESCRITOR NO ES LO ÚNICO QUE CONSTITUYE LA MISIÓN QUE ME TRAJO A ESTE PLANO, PERO FUE SIEMPRE CENTRAL.

LE HARÉ HONOR. ALLÁ VOY.

FELIZ DÍA, ESCRITORES

PASCUA DE RESURRECCIÓN: ÉL VIVE, Y NOSOTROS CON ÉL

PASCUA DE RESURRECCIÓN: ÉL VIVE, Y NOSOTROS CON ÉL

Soy uno de los tantos católicos argentinos, que cumplen formalmente los sacramentos, pero cuya vida no tiene en cuenta lo que esa fe supone, aunque siempre me interesó lo espiritual.

Como Profesor, empecé a trabajar en una Escuela católica, de los Misioneros de la Consolata, allí me invitaron a participar de los Cursillos de Cristiandad. Fue una experiencia conmocionante, que me llevó a practicar el culto con mucho fervor. Aunque el Cursillo no me interesó para participar de sus actividades, seguí profundizando mi fe y mi conocimiento del tremendo significado de vivir en Cristo. Me involucré en actividades misioneras porque comprendí que ese era el llamado que significaba ser parte de la Iglesia Peregrina. También hice estudios formales de materias teológicas, y hasta llegué a escribir algún artículo sobre estos temas.

Después fui buscando otros modos de espiritualidad, dejé de participar regularmente en el culto, pero siempre fui católico militante.

En este proceso el papado de Francisco tuvo un enorme significado para mí, porque significó un reverdecer de esa Iglesia de la que enamoré después del Concilio Vaticano II: la que se enfocó en ser “la opción de los pobres”. Por eso, sigo su apostolado y sus directivas.

Dentro de todo este proceso personal, la Pascua de Resurrección fue siempre una etapa central en mi vida religiosa: porque Jesús es el Resucitado, y con él resucitó la humanidad.

Me llegó el texto de la Homilía de Francisco en la misa de la Vigilia Pascual. Me pareció una buena manera de decirle Felices Pascuas al que me lea.

Felices Pascuas.

ÉL VIVE

Homilía de Francisco en la misa de la Vigilia Pascual:

«Pasado el sábado» (Mt 28,1) las mujeres fueron al sepulcro. Así comenzaba el evangelio de esta Vigilia santa, con el sábado. Es el día del Triduo pascual que más descuidamos, ansiosos por pasar de la cruz del viernes al aleluya del domingo. Sin embargo, este año percibimos más que nunca el sábado santo, el día del gran silencio. Nos vemos reflejados en los sentimientos de las mujeres durante aquel día. Como nosotros, tenían en los ojos el drama del sufrimiento, de una tragedia inesperada que se les vino encima demasiado rápido. Vieron la muerte y tenían la muerte en el corazón. Al dolor se unía el miedo, ¿tendrían también ellas el mismo fin que el Maestro? Y después, la inquietud por el futuro, quedaba todo por reconstruir. La memoria herida, la esperanza sofocada. Para ellas, como para nosotros, era la hora más oscura.

Pero en esta situación las mujeres no se quedaron paralizadas, no cedieron a las fuerzas oscuras de la lamentación y del remordimiento, no se encerraron en el pesimismo, no huyeron de la realidad. Realizaron algo sencillo y extraordinario: prepararon en sus casas los perfumes para el cuerpo de Jesús. No renunciaron al amor: la misericordia iluminó la oscuridad del corazón. La Virgen, en el sábado, día que le sería dedicado, rezaba y esperaba. En el desafío del dolor, confiaba en el Señor. Sin saberlo, esas mujeres preparaban en la oscuridad de aquel sábado el amanecer del «primer día de la semana», día que cambiaría la historia. Jesús, como semilla en la tierra, estaba por hacer germinar en el mundo una vida nueva; y las mujeres, con la oración y el amor, ayudaban a que floreciera la esperanza. Cuántas personas, en los días tristes que vivimos, han hecho y hacen como aquellas mujeres: esparcen semillas de esperanza. Con pequeños gestos de atención, de afecto, de oración.

Al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro. Allí, el ángel les dijo: «Vosotras, no temáis […]. No está aquí: ¡ha resucitado!» (vv. 5-6). Ante una tumba escucharon palabras de vida… Y después encontraron a Jesús, el autor de la esperanza, que confirmó el anuncio y les dijo: «No temáis» (v. 10). No temáis, no tengáis miedo: He aquí el anuncio de la esperanza. Que es también para nosotros, hoy. Son las palabras que Dios nos repite en la noche que estamos atravesando.

En esta noche conquistamos un derecho fundamental, que no nos será arrebatado: el derecho a la esperanza; es una esperanza nueva, viva, que viene de Dios. No es un mero optimismo, no es una palmadita en la espalda o unas palabras de ánimo de circunstancia. Es un don del Cielo, que no podíamos alcanzar por nosotros mismos: Todo irá bien, decimos constantemente estas semanas, aferrándonos a la belleza de nuestra humanidad y haciendo salir del corazón palabras de ánimo. Pero, con el pasar de los días y el crecer de los temores, hasta la esperanza más intrépida puede evaporarse. La esperanza de Jesús es distinta, infunde en el corazón la certeza de que Dios conduce todo hacia el bien, porque incluso hace salir de la tumba la vida. 

El sepulcro es el lugar donde quien entra no sale. Pero Jesús salió por nosotros, resucitó por nosotros, para llevar vida donde había muerte, para comenzar una nueva historia que había sido clausurada, tapándola con una piedra. Él, que quitó la roca de la entrada de la tumba, puede remover las piedras que sellan el corazón. Por eso, no cedamos a la resignación, no depositemos la esperanza bajo una piedra. Podemos y debemos esperar, porque Dios es fiel, no nos ha dejado solos, nos ha visitado y ha venido en cada situación: en el dolor, en la angustia y en la muerte. Su luz iluminó la oscuridad del sepulcro, y hoy quiere llegar a los rincones más oscuros de la vida. Hermana, hermano, aunque en el corazón hayas sepultado la esperanza, no te rindas: Dios es más grande. La oscuridad y la muerte no tienen la última palabra. Ánimo, con Dios nada está perdido. 

Ánimo: es una palabra que, en el Evangelio, está siempre en labios de Jesús. Una sola vez la pronuncian otros, para decir a un necesitado: «Ánimo, levántate, que [Jesús] te llama» (Mc 10,49). Es Él, el Resucitado, el que nos levanta a nosotros que estamos necesitados. Si en el camino eres débil y frágil, si caes, no temas, Dios te tiende la mano y te dice: «Ánimo”. Pero tú podrías decir, como don Abundio: «El valor no se lo puede otorgar uno mismo» (A. MANZONI, Los Novios (I Promessi Sposi), XXV). No te lo puedes dar, pero lo puedes recibir como don. Basta abrir el corazón en la oración, basta levantar un poco esa piedra puesta en la entrada de tu corazón para dejar entrar la luz de Jesús. Basta invitarlo: “Ven, Jesús, en medio de mis miedos, y dime también: Ánimo”. Contigo, Señor, seremos probados, pero no turbados. Y, a pesar de la tristeza que podamos albergar, sentiremos que debemos esperar, porque contigo la cruz florece en resurrección, porque Tú estás con nosotros en la oscuridad de nuestras noches, eres certeza en nuestras incertidumbres, Palabra en nuestros silencios, y nada podrá nunca robarnos el amor que nos tienes. 

Este es el anuncio pascual; un anuncio de esperanza que tiene una segunda parte: el envío. «Id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea» (Mt 28,10), dice Jesús. «Va por delante de vosotros a Galilea» (v. 7), dice el ángel. El Señor nos precede. Es hermoso saber que camina delante de nosotros, que visitó nuestra vida y nuestra muerte para precedernos en Galilea; es decir, el lugar que para Él y para sus discípulos evocaba la vida cotidiana, la familia, el trabajo. Jesús desea que llevemos la esperanza allí, a la vida de cada día. Pero para los discípulos, Galilea era también el lugar de los recuerdos, sobre todo de la primera llamada. Volver a Galilea es acordarnos de que hemos sido amados y llamados por Dios. Necesitamos retomar el camino, recordando que nacemos y renacemos de una llamada de amor gratuita. Este es el punto de partida siempre, sobre todo en las crisis y en los tiempos de prueba.

Pero hay más. Galilea era la región más alejada de Jerusalén, el lugar donde se encontraban en ese momento. Y no sólo geográficamente: Galilea era el sitio más distante de la sacralidad de la Ciudad santa. Era una zona poblada por gentes distintas que practicaban varios cultos, era la «Galilea de los gentiles» (Mt 4,15). Jesús los envió allí, les pidió que comenzaran de nuevo desde allí. ¿Qué nos dice esto? Que el anuncio de la esperanza no se tiene que confinar en nuestros recintos sagrados, sino que hay que llevarlo a todos. Porque todos necesitan ser reconfortados y, si no lo hacemos nosotros, que hemos palpado con nuestras manos «el Verbo de la vida» (1 Jn 1,1), ¿quién lo hará? Qué hermoso es ser cristianos que consuelan, que llevan las cargas de los demás, que animan, que son mensajeros de vida en tiempos de muerte. Llevemos el canto de la vida a cada Galilea, a cada región de esa humanidad a la que pertenecemos y que nos pertenece, porque todos somos hermanos y hermanas. Acallemos los gritos de muerte, que terminen las guerras. Que se acabe la producción y el comercio de armas, porque necesitamos pan y no fusiles. Que cesen los abortos, que matan la vida inocente. Que se abra el corazón del que tiene, para llenar las manos vacías del que carece de lo necesario.

Al final, las mujeres «abrazaron los pies» de Jesús (Mt 28,9), aquellos pies que habían hecho un largo camino para venir a nuestro encuentro, incluso entrando y saliendo del sepulcro. Abrazaron los pies que pisaron la muerte y abrieron el camino de la esperanza. Nosotros, peregrinos en busca de esperanza, hoy nos aferramos a Ti, Jesús Resucitado. Le damos la espalda a la muerte y te abrimos el corazón a Ti, que eres la Vida.

SABIDURÍA Y ESPIRITUALIDAD CELTA

SABIDURÍA Y ESPIRITUALIDAD CELTA

SABIDURÍA Y ESPIRITUALIDAD CELTA

 

Encontré en la Rumbos del Domingo esta nota de Cristina Bajo en la sección que indico abajo. Hace rato que tenía en mente escribir o compartir sobre otros temas que no fueran políticos, pero empecé a hacer política a los 18 años, así que es muy fuerte para mí.

Soy Profesor de Lengua, y aprendí a leer antes de comenzar la Escuela, porque mi papá se cansó de leerme historietas, y me enseñó. Por lo tanto, leo a Cristina Bajo en sus variopintas y bellas notas.

Desde hace bastante trato de profundizar en caminos de espiritualidad, como el Reiki, y esta nota me pareció interesante y llamativa, en su sentido amplio.

La comparto con ustedes.

BAJO RELIEVE

El libro de la armonía

POR CRISTINA BAJO

Desde que era joven me atrajeron los libros de sabiduría de los diferentes pueblos que componen nuestro mundo, tanto que fui formando, a través de los años, una pequeña biblioteca de textos de espiritualidad. Entre ellos está El libro tibetano de los Muertos, las poesías de San Juan de la Cruz y el Anam Cara, de los celtas.

En las crónicas de las naciones clásicas, durante los 5000 años previos a la Era Cristiana, hay frecuentes referencias a esta nación que ocupaba una posición influyente en la Tierra Incógnita de la Europa Central. Los griegos los llamaron hiperbóreos o celtas, término usado por primera vez por el geógrafo Hecateo, hacia el 500 a.C.

Los celtas nos legaron muchas cosas; su espiritualidad nos dejó leyendas, poesías y reflexiones donde asentaron “la sublime unidad de la vida y la experiencia”: no dividir lo que debe estar unido, aceptar la duplicidad de lo visible y lo invisible, de lo divino y de lo humano.

Entre sus textos estaba el Anam Cara, en el que desarrollaron las ideas sustentadas en las leyes de la armonía: Anam significa alma y Cara, amigo. Anam Cara es el amigo espiritual a quien podemos revelar todos nuestros secretos.

Cuando se tenía un anam cara, esa amistad unía a estas personas más allá de la vida y la muerte, con un significado tan profundo que abarcaba la armonía con uno mismo: amar lo que uno es, amar lo que hacernos y nuestra existencia, y aceptar la muerte como una etapa más.

Por ser un pueblo amante de la naturaleza, ésta era una presencia que los alimentaba, acompañaba y contenía: en ella echaban raíces, en ella reposaban. Sus dioses se desplazaban alrededor de los surgentes y los ríos significaban la fertilidad-, y de las grutas -que representaban lo secreto y lo mágico-.

Para los celtas, el· Anam Cara era un amigo espiritual con el que estamos unidos más allá de la vida y la muerte.

Una plegaria muy antigua, atribuida a San Patricio, dice:

Amanezco hoy por la fuerza del cielo y la luz del sol,

El resplandor de la luna,

el esplendor del fuego,

La velocidad del rayo,

la rapidez del viento,

La profundidad del mar,

la estabilidad de la tierra

Y la firmeza de la roca.

Amanezco hoy por la fuerza

secreta de Dios que me guía.

En el oeste de Irlanda abundan las historias de fantasmas, espíritus o hadas relacionados con ciertos sitios; para sus habitantes, estas leyendas eran -y son- reales: aún hoy se respetan los “campos de las hadas” y se evita que sean habitados.

Creían en la metamorfosis: el alma de una cosa, persona o animal no se limitaba una forma ni al tiem¬po presente; el espíritu es energía que no puede ser retenida. El mun¬do, de manera latente, es espiritual, y la fuerza de esta idea está en el poder de las palabras; creían que, a través baladas y hechizos, podían cambiar el destino pues no había murallas entre el espíritu, la carne y el hueso.

Su espiritualidad estaba en comunión con los sentidos. Su poesía nos transmite el sonido del viento, el sabor de los frutos del bosque, la frescura del agua, el poder de la convicción. Amaban ese mundo, iban y regresaban de él por puentes inexistentes para nosotros, pero que ellos recrean en sus “bendiciones”:

Oh Dios, bendice mi ojo y

 que mi ojo bendiga lo que ve.

Dame un corazón limpio y

que tu mirada no me pierda de vista,

Bendice a mis hijos y a mi esposa,

Y también al ganado

y a las mieses.

Nos legaron un mundo de espiritualidad y belleza al que, en medio de tanto materialismo, desearíamos regresar.

Sugerencias: 1) Conseguir Boudica, la reina guerrera, de Graham Webster; 2) Leer todos los días unas líneas del Anam Cara. •

RUMBOSl7

Rumbos #818

Del 26 de abril al 2 de mayo de 2019

ADOLFO ARIZA

ADOLFO ARIZA

Autor del Blog

La actualidad de Argentina y el Mundo, Noticias vistas desde Mendoza por el Profesor Adolfo Ariza. Realidad, Información y Medios de Prensa en notas con una mirada local y abierta.

Profesor y Licenciado en Literatura. Coordinador Área de Vinculación – Secretaría Desarrollo Institucional – UNCuyo entre 2008 y 2014 (Desarrollo Emprendedor). Responsable de Kusca Gestión Colaborativa para Empresas.

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