EL MUNDO DESPUÉS DEL CORONAVIRUS: ¿LA SOCIALDEMOCRACIA ES UNA ALTERNATIVA?

EL MUNDO DESPUÉS DEL CORONAVIRUS: ¿LA SOCIALDEMOCRACIA ES UNA ALTERNATIVA?

En la búsqueda de presentar opciones que sirvan para avanzar hacia un mundo mejor, encontré una larga nota en la Revista NUEVA SOCIEDAD, citada por mi amigo Ricardo Campero en un posteo en Facebook.

La socialdemocracia “es una tendencia política que surgió en Europa en la segunda mitad del siglo XIX, como una ideología política de izquierdas de carácter europeísta que promueve un socialismo democrático y reformista. Es una versión socialista peculiar de países altamente desarrollados.” (Wikipedia)

En qué medida nuestras sociedades latinoamericanas podrían hacer propio este movimiento daría para discusiones bizantinas, pero es evidente que ese modelo socialista contiene propuestas y medidas mucho mejores que las que ha instalado el neo liberalismo, tal como hemos sufrido en Argentina, y en otros países de América Latina.

Solo voy a incluir los párrafos finales, pero a quienes les interese conocer mejor esta corriente política podrán leerla en forma completa en el link que incluyo en la entrada.

Que les sea útil.

Apuntes para un nuevo tiempo

Marc Saxer

https://nuso.org/articulo/saxer-futuro-socialismo-capitalismo-estado-neoliberalismo-socialdemocracia/?fbclid=IwAR1lF_4TV0VR208oPpdkjJAznHosiLk7qbJPTTyhUZbqYsChIHEko17gnD8

La socialdemocracia puede salvarnos de la crisis

La crisis global ha creado conciencia de cuán vulnerables nos ha hecho la hiperglobalización. En un mundo globalmente interconectado, las pandemias se propagan velozmente a través de las fronteras. Las cadenas de suministro mundiales se cortan con demasiada facilidad. Los mercados financieros son vulnerables a las crisis. Los populistas de derecha quieren cerrar las fronteras y aislarse del mundo. Pero esa es la respuesta incorrecta a los desafíos globales de epidemias, guerras, migraciones masivas, comercio y cambio climático. Más bien, nuestro objetivo debería ser combatir las causas de estas crisis. Para hacer esto, la economía global debe tener una base más resistente.

A raíz de la coronacrisis, las cadenas de suministro mundiales ya se están reorganizando. Las cadenas de suministro más cortas, por ejemplo, con fábricas estadounidenses en México y europeas en Europa del Este, crean más estabilidad. Europa debe volver a ser tecnológicamente soberana. Para hacer esto, tenemos que trabajar mucho más estrechamente en investigación y desarrollo. El sistema financiero global, que se mantiene unido, pero con una enorme fragilidad, necesita con urgencia un nuevo orden. Hace más de una década que los bancos centrales no logran controlar las tendencias deflacionarias con políticas puramente monetarias. Los gobiernos con políticas fiscales expansivas están esquivando la crisis. De esto se colige, en términos políticos, que, para hacer cumplir la lógica fundacional del parlamentarismo, no debe haber impuestos sin representación. Los sistemas financieros deben volver a ponerse bajo control democrático.

Los conflictos surgen de la interdependencia excesiva. Estos conflictos deben ser amortiguados por normas internacionales y por la cooperación multilateral. El manejo competente de crisis de la Organización Mundial de la Salud (OMS) demuestra la efectividad de la cooperación multilateral para combatir la pandemia. Sin embargo, a diferencia de la crisis financiera de 2008, esta vez no hay una respuesta coordinada de las 20 economías más grandes. La rivalidad geopolítica de las grandes potencias, por un lado, y la apelación del populismo de derecha al aislamiento, por el otro, se interponen en el camino de una mayor cooperación internacional. Los elementos existentes de la gobernanza multilateral deben fortalecerse con contribuciones concretas. Esto puede comenzar por una mejor financiación de la OMS y continuar con una reunión del G-20 para coordinar el manejo de la crisis económica. Aquí, la alianza de los multilateralistas puede demostrar su valor añadido.

La crisis ha dejado claro a la ciudadanía que las cosas no pueden continuar como antes. Nunca ha sido mayor el deseo de una reorganización fundamental de nuestra economía y nuestra vida en común. Al mismo tiempo, se deben evitar los peligros existenciales sin restringir desproporcionadamente la democracia y la libertad. ¿Qué fuerza política puede negociar las necesarias soluciones de compromiso? La politóloga estadounidense Sheri Berman tiene una esperanza inquietante: «¿puede la socialdemocracia salvar al mundo nuevamente?». Pongamos manos a la obra.

Fuente: IPG

Traducción: Carlos Díaz Rocca

LA HUMANIDAD FRENTE A LOS VIRUS

LA HUMANIDAD FRENTE A LOS VIRUS

Leí la nota de abajo en la edición en papel del Diario Los Andes. Me había llamado la atención el título (a esta altura de la vida de los medios de comunicación desconfío mucho de los titulares, que es una especialidad muy valorada ya que mucha gente solo lee los títulos) por el contenido y el estilo, y la lectura completa me resultó muy interesante.

Esta nota me describió rápidamente una selección de virus conocidos para sacar una conclusión que justifica muy claramente el título.

No sé cuánto tiempo nos llevará salir de esta cuarentena, creo que bastante, sobre todo a los que, como yo, tenemos más de 65 años, pero podría haber otra(s) pandemia(s), y mucho más letales. Por esto, la comparto, y me parece una buena lectura para estos momentos de cuarentena.

PENSEMOS QUÉ PODRÍAMOS HACER (CON NUESTRA PARTICIPACIÓN) PARA QUE ESTO NO VUELVA A PASAR.

ESTO INCLUYE QUÉ GOBIERNOS VAMOS A ELEGIR Y QUÉ LES VAMOS A PEDIR.

Covid-19: tuvimos suerte

Por Joaquín Marias Baldillou – Licenciado en Ciencias Geológicas

https://www.losandes.com.ar/article/view?slug=covid-19-tuvimos-suerte-por-joaquin-marias-baldillou

Las evidencias científicas muestran que la vida apareció en la Tierra hace 3800 millones de años atrás; pese a ello, los humanos hemos estado en este planeta desde hace menos de 1 millón de años.

Se desconoce en cambio, cuándo aparecieron o cuál fue el origen de los virus, que probablemente existen en este planeta desde el momento en que se inició la vida como tal.

Hay aproximadamente cinco mil tipos de virus precisamente identificados e innumerables más que no han sido descubiertos o descriptos todavía, pero se sabe que están ahí, viviendo en la naturaleza desde tiempos pasados en cada rincón y ecosistema que podamos imaginar.

Estos aparatos de ingeniería genética son extremadamente diminutos y tienen la capacidad de copiarse a sí mismos y atacar células de forma selectiva. Sin ser animales y estar al borde de lo que podría llamarse “vida”, son sólo material genético protegido por capas de proteínas que dentro de un huésped pueden replicarse a sí mismos innumerables veces.

A pesar de esta diferencia de tiempo transcurrido en la Tierra, nosotros hemos desarrollado nuevas herramientas y costumbres con nuestra inteligencia a un ritmo muy acelerado. Entre las cosas a las que más cerebro le hemos destinado en estos últimos años de gloria tecnológica se encuentran las comunicaciones, el espacio cercano, el entretenimiento digital, formas de transporte rápido y seguro, finanzas atractivas, dinero, y últimamente la conquista de Marte para probar si podemos habitar otro planeta, como si acá abajo no tuviésemos nada que hacer.

El virus de Lassa produce una fiebre hemorrágica de igual nombre y se lo conoce desde 1950 en África. Mueren aproximadamente 5000 personas al año a causa de este virus que no tiene vacuna y es contagiado por las ratas.

El virus de Marburgo se conoció en 1967 producto de una fuga y contagio en un laboratorio en esa ciudad alemana por trabajar con monos de Uganda. Causa una fiebre hemorrágica parecida a la del Ébola y ya ha habido casi una docena de brotes en el mundo, el último en 2014. Se han registrado tasas de mortalidad de hasta el 90%. Tampoco se conoce vacuna o tratamiento.

El virus de la Viruela, es uno de los únicos 2 virus erradicados por el ser humano. A pesar de tener tasas de mortalidad registradas de hasta el 30%, algunos tipos de viruela eran 100% letales. Las vacunas que existen sólo están en custodia en caso de necesidad mayor para contrarrestar un brote producido por algún hecho imprevisto, entre los cuales se considera como hecho imprevisto a una guerra bacteriológica o viral.

El virus Nipah de Malasia y el virus australiano Hendra, son virus extremadamente raros de los cuales no se conoce mucho y por lo tanto no hay vacuna o cura conocida. Este último fue descubierto en 1994 y se transmite desde los caballos a los humanos, habiéndose registrado más de 50 brotes en Australia desde su aparición, con una tasa de mortalidad del 60%. El virus Nipah ha demostrado tasas de mortalidad de aproximadamente 77% y se encuentra en igual estado de conocimiento que el virus Hendra.

En nuestro país podemos encontrar casos de Hanta virus que es transmitido por las ratas y ratones que comen frutos en los bosques de la Patagonia. Este tampoco tiene vacuna conocida y su mortalidad es del 35% aproximadamente. Brotes en los años recientes han sido reportados por las noticias de Argentina y Chile.

La fiebre hemorrágica de Crimea-Congo tiene una tasa de mortalidad del 40%, fue descubierta en la década de los 40 y los últimos brotes sucedieron en el 2013 en la zona de los Balcanes, sin cura ni vacuna alguna conocida.

El temido Ébola (Zaire ebolavirus) registró su último brote en el 2018 hasta fines de 2019 en África, habiendo sido descubierto en 1976 en el ex-Zaire. La mortalidad de este virus es entre el 83% y el 90%, se contagia por fluidos corporales causando también fiebre hemorrágica. A fines de 2019 se aprobó una vacuna contra esta enfermedad la cual está siendo aplicada actualmente en las zonas afectadas.

El HIV seguramente es el más conocido de todos estos virus, el cual lleva 35 millones de muertes acumuladas a la fecha desde su descubrimiento en 1981; uno de los virus más estudiados del planeta que sigue sin tener vacuna ni cura alguna. Por suerte, los pacientes mejoraron su calidad de vida debido a tratamientos y terapias retrovirales.

Ya espantados por haber leído los párrafos anteriores es necesario decir que queda una enorme cantidad de otros virus que tampoco tienen vacunas y cuentan con altas tasas de mortalidad; por suerte otros tantos como los causantes de las hepatitis, algunas gripes y otras virosis tienen vacunas disponibles que logran contener las enfermedades y por tanto la mortalidad.

El SARS-CoV de 2002 que surgió en China infectó más de 8400 personas matando al 11%, la Gripe A H1N1 generó una pandemia (2009-2010) que contagió aproximadamente al 20% de la población mundial y se llevó medio millón con ella, el MERS-CoV que apareció en Arabia Saudita en 2012 sigue sin cura ni vacuna, y ahora el SARS-CoV2 que empezó en 2019 nuevamente en China paralizó al mundo dejándonos a todos sin aliento.

Esta última pandemia se produjo en un proceso de contagio entre animales y humanos, haciendo que la enfermedad pueda ser llevada entre nosotros de un lado al otro, tal como sucedió con la gran mayoría de virus mencionados. Casualmente el brote comenzó en una moderna súper ciudad de más de una decena de millón de personas.

C. Emiliani describe en 1993 cómo la teoría de Evolución Extintiva predice que el ataque viral sobre una especie en particular será más efectivo mientras más cantidad de individuos la compongan y compara a los humanos con otra populosa especie que de hecho está siendo actualmente atacada de forma viral. No obstante, pensar en la extinción de los humanos por ahora es un poco prematuro.

El mundo avanzado en el que vivimos, preocupado por el espacio, Marte, los smartphones, y el 5G no pensó en ningún momento que un virus era un verdadero peligro latente que nos podía paralizar y atacar sigilosa e intensamente como si fuese un enemigo que no da tregua. Pasó hace 102 años en tiempos de la Primer Guerra Mundial y no volvimos a pensar en ello como algo terrible.

Esta vez tuvimos suerte de que este simple coronavirus no es como los descriptos arriba, que causan espantosas fiebres hemorrágicas y donde las tasas de mortalidad superan en la gran mayoría el 50%.

Tendremos que replantearnos qué hacemos en este planeta, cómo vivimos en él y qué es lo que podemos aportar para transitar el camino correcto. Es momento de dejar de pensar tanto en aparatos electrónicos, en Marte, en lo lucrativo y en querer mostrar la foto de una playa virgen cuando en realidad todos los océanos están llenos de nuestra basura, los hospitales del mundo carecen de insumos para emergencias, las economías dependen en gran parte del comercio extranjero y la humanidad demuestra ser igual de frágil frente a una guerra de balas y cañones que de material genético microscópico y vuelos cancelados.

De verdad, esta vez realmente tuvimos suerte. El próximo virus podría ser mucho más serio y la historia bastante más trágica. Hasta entonces, no perdamos la oportunidad de sanarnos y de buscar las curas a los problemas que ya tenemos. Esta es la gran lección de que necesitamos un mundo mucho mejor.

EEUU EN SU LABERINTO: FUTURO IMPREDECIBLE

EEUU EN SU LABERINTO: FUTURO IMPREDECIBLE

En realidad, no tenía mayores intenciones de publicar otra entrada en mi blog, pero esta mañana encontré esta nota en Los Andes. Es extraño como ese matutino, poblado de notas anti Gobierno, y/o pro liberales, publica las de Krugman o Stiglitz, que son muy críticas del capitalismo neoliberal.

De todos modos, bienvenidas sean.

He venido publicando entradas que avanzan en el tema del capitalismo contemporáneo –responsable de muchos de los males que castigan a la mayoría de los seres humanos, y al planeta.

Está claro que hay más opiniones sobre cómo será el mundo después del coronavirus que certezas, pero rápidamente se han manifestado –incluso desde antes de la pandemia- situaciones sociales, geopolíticas, ambientales, en las que las formas actuales del capitalismo, ya desde países, o corporaciones o personas, tienen directa –y nefasta- responsabilidad.

Sin embargo, esta nota de Krugman es un buen aporte para quienes quieran comprender mejor este mundo bajo pandemia, y poder ser parte lo más activa posible de ese mundo que se dará, antes o después.

EEUU está viviendo una situación inédita, más terrible que la del 11S, y es muy difícil predecir el desenlace, así que este aporte del Premio Nobel es muy interesante.

Que les sea útil.

El Covid-19 despierta a los zombies habituales

Por Paul Krugman – Premio Nobel de Economía. The New York Times. 2020

https://www.losandes.com.ar/article/view?slug=el-covid-19-despierta-a-los-zombies-habituales-por-paul-krugman

Permítanme resumir la perspectiva de los medios del gobierno de Trump / de la derecha: es un engaño o, en todo caso, algo sin importancia. Además, intentar hacer algo al respecto destruiría la economía. Además, es culpa de China, por lo que deberíamos llamarlo el “virus chino”.

Ah, y también los epidemiólogos que han estado proyectando la propagación del virus a futuro han sido objeto de un ataque continuo, acusados de ser parte de una conspiración del “Estado profundo” contra Donald Trump, o quizás los mercados libres.

¿Todo esto no les da una sensación de “déjà vu”? Debería hacerlo. Después de todo, es muy parecida a la idea que tiene Trump / la derecha acerca del cambio climático. Esto es lo que tuiteó Trump en 2012: “El concepto del calentamiento global fue creado por y para los chinos con el fin de eliminar a la manufactura estadounidense como competencia”. Ahí está: es un engaño y hacer algo al respecto destruirá la economía, y China tiene la culpa de esto.

Además, los epidemiólogos, asombrados al ver que sus mejores esfuerzos científicos eran tachados de ser un fraude que obedecía a motivaciones políticas, debieron haber sabido lo que ocurriría. Después de todo, sucedió exactamente lo mismo con los climatólogos, quienes durante décadas han sufrido un hostigamiento constante.

Así que la reacción de la derecha al Covid-19 ha sido casi idéntica a la del cambio climático, aunque en una escala de tiempo muy acelerada. Pero, ¿qué hay detrás de este tipo de negación?

Bueno, hace poco publiqué un libro sobre el predominio de las “ideas zombis” en nuestra política: ideas que, según pruebas contundentes, están equivocadas y deberían desaparecer, pero que de alguna manera siguen arrastrándose y carcomiendo el cerebro de la gente.

El zombi más predominante en la política estadounidense es la insistencia de que los recortes fiscales para los ricos producen milagros económicos y en realidad se pagan solos; pero el zombi con mayores consecuencias, el que plantea una amenaza a la existencia, es la negación del cambio climático. Y ahora el Covid-19 ha despertado a todos los zombis habituales.

Pero, ¿por qué la derecha está considerando una pandemia de la misma forma en que considera los recortes fiscales y el cambio climático?

La fuerza que, por lo general, permite que las ideas zombis sigan arrastrándose son los intereses financieros personales. Los elogios a las virtudes de los recortes fiscales los pagan de manera casi directa los multimillonarios que se benefician de estos recortes. La negación del cambio climático es una industria respaldada casi por completo por los intereses de los combustibles fósiles. Como dijo Upton Sinclair: “Es difícil hacer que alguien entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda”.

No obstante, es menos evidente quién gana al minimizar los peligros de una pandemia. Entre otras cosas, la escala de tiempo se comprime enormemente en comparación con el cambio climático: pasarán muchas décadas antes de que se materialicen las consecuencias del cambio climático, lo que les dará mucho tiempo a los intereses de los combustibles fósiles para tomar el dinero y huir, pero ya estamos viendo consecuencias catastróficas de la negación del virus después de tan solo unas semanas.

Es cierto que tal vez haya algunos multimillonarios que se imaginan que negar esta crisis les traerá algunas ventajas financieras. Justo antes de que Trump hiciera ese llamado aterrador para reactivar el país antes de Pascua, sostuvo una conferencia telefónica con un grupo de administradores de fondos que quizá le dijeron que terminar el distanciamiento social sería bueno para el mercado. Eso es disparatado, pero nunca se debe subestimar la codicia de estas personas. Recordemos que Steve Schwarzman de Blackstone, uno de los hombres que participó en la conferencia, una vez comparó las propuestas de acabar con una exención tributaria con la invasión de Adolf Hitler en Polonia.

Además, a los multimillonarios les ha ido muy bien con los recortes fiscales de Trump y tal vez teman que el daño económico del coronavirus tenga como consecuencia la derrota de Trump y, por tanto, un aumento a los impuestos para personas como ellos.

Pero yo creo que la reacción desastrosa al Covid-19 se ha basado menos en los intereses personales directos y más en dos formas indirectas en que se vinculan las políticas públicas por la pandemia con el predominio general de las ideas zombis en la mentalidad de la derecha.

La primera es que cuando existe un movimiento político construido casi por completo en torno a que son falsas las afirmaciones de cualquier experto, se tiene que promover una actitud de desprecio hacia los conocimientos que penetre en todo. Cuando ignoramos a las personas que analizan las pruebas sobre los efectos del recorte fiscal y los efectos de las emisiones de gas de efecto invernadero, ya estamos preparados para ignorar a las personas que analizan las pruebas sobre la transmisión de la enfermedad.

Esto también ayuda a explicar el papel central que tienen los conservadores religiosos que odian a la ciencia en el conservadurismo moderno, el cual ha tenido una influencia importante en la respuesta deficiente de Trump.

La segunda es que los conservadores tienen una creencia verdadera: a saber, que existe una especie de efecto halo en torno a las políticas exitosas del gobierno. Temen —tal vez con razón— que si la intervención pública puede ser eficaz en un área, los electores quizás consideren más positiva la intervención del gobierno en otras áreas. En principio, las medidas de salud pública para limitar la propagación del coronavirus no deberían tener gran repercusión para el futuro de programas sociales como Medicaid. En la práctica, la primera tiende a aumentar el apoyo para la segunda.

Como resultado, la derecha a menudo rechaza las intervenciones del gobierno incluso cuando es evidente que son para el bien común y no tienen nada que ver con la redistribución del ingreso simplemente porque no quieren que los electores vean que el gobierno está haciendo algo bien.

La conclusión es que, así como con muchas cosas, Trump, la atrocidad de hombre que habita la Casa Blanca, no es todo lo que hay detrás de las terribles políticas públicas. Desde luego que es ignorante, incompetente, vengativo y totalmente falto de empatía. Pero su incompetencia en cuanto a las políticas públicas relacionadas con la pandemia se debe tanto al carácter del movimiento al que sirve como a sus ineptitudes personales.

OTRA VEZ, PENSEMOS EN EL MUNDO DESPUÉS DEL CORONAVIRUS

OTRA VEZ, PENSEMOS EN EL MUNDO DESPUÉS DEL CORONAVIRUS

En línea con una entrada anterior (EL MUNDO DESPUÉS DEL CORONAVIRUS https://www.miradasdesdemendoza.com.ar/2020/04/06/el-mundo-despues-del-coronavirus/), ando buscando aportes sobre ese mundo todavía lejano, pero incierto y casi impredecible.

Esta nota de Pepe Natanson es una buena lectura en ese sentido de búsqueda, sobre todo desde la geopolítica.

Que les sea útil, a mí me lo ha sido.

Lo imposible

Por José Natanson

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

EDICIÓN ABRIL 2020 | N°250

La escena ocurrió en el invierno de 1347, en el inicio de la peste negra, la epidemia que asoló Europa, Asia y el Norte de África cobrándose, según los relatos más fiables, unos 20 millones de vidas. Liderados por Jani Beg, que había heredado el trono de su padre tras asesinar a sus dos hermanos, hordas de mongoles recientemente islamizados asediaban el puerto genovés de Caffa, hoy Feodosia, en el Mar Negro, en busca de las riquezas de una ciudad que recibía unos 200 barcos diarios repletos de mercancías. Frente a la obstinada resistencia de los sitiados y ante la evidencia de que sus propias tropas estaban cayendo víctimas de una enfermedad desconocida que se propagaba como pólvora, el khan ordenó, en lo que probablemente sea una de las primeras operaciones de guerra bacteriológica de la historia, utilizar las catapultas para bombardear de cadáveres contagiados el interior de las murallas, obligando a los sitiados, que pensaban erróneamente que la enfermedad se contraía por el contacto de los cuerpos, a escapar. Pero la peste ya se había propagado a través de su verdadero vector, las ratas, y la huida la trasladó a Génova, de ahí a Constantinopla y finalmente a medio mundo civilizado.

Difusa pero angustiante, la sensación de fin del mundo se extiende hoy por el planeta, conforme más y más países decretan la cuarentena y ven cómo se eleva el número de contagiados y muertos. Apocalipsis con arresto domiciliario, según la buena definición del periodista Boris Muñoz: ni siquiera podemos salir a la calle a ver cómo termina esto. Por eso quizás algunos se apuran a buscar responsables: las hipótesis conspirativas, explica el investigador especializado en estudios del futuro Ezequiel Gatto (1), nos tranquilizan moralmente porque permiten identificar un culpable, sea éste el gobierno chino, un laboratorio secreto de Estados Unidos, un plan para acabar con los viejos al estilo de La guerra del cerdo o un chino que se comió un murciélago. O un khan ambicioso que ataca una ciudad bombardeándola con cadáveres. No importa que se trate de hipótesis incomprobables, del mismo modo que la historia de los cuerpos contagiados de peste bubónica volando por arriba de los muros podría ser falsa, una temprana fake news, según corrobora el historiador Ole J. Benedictow en su libro La peste negra (2). Lo importante, apunta Gatti, es que identificar un responsable permite suponer que alguien pensó el futuro de todo esto, que esto ocurre porque alguien así lo planeó y que todo tiene un sentido: uno sólo.

Hay algo igualador en la incertidumbre, en el hecho de que nadie –de Donald Trump al último obrero chino- sabe realmente cómo va a terminar la pandemia, aunque desde luego el virus no afecta del mismo modo a todos. Como señala Gatto, es la primera vez en la historia que el mundo parece plegarse sobre un sólo elemento que define “nuestro tiempo”, lo que explica la sensación un poco aterradora de que somos víctimas de una incursión extraterrestre, algo externo que nos pone a todos en un único conjunto.  Porque además todo sucede en tiempo real, en la tiranía del minuto a minuto: vivimos pandemias por radio y televisión, pero nunca a través de las redes sociales, que aceleran la dinámica de los hechos (todos los días contamos el número global de muertos) y dispersan la información: las pocas fuentes fiables –la Organización Mundial de la Salud sobre todo– recuperan centralidad y protagonismo.

El futuro está abierto, hoy más que nunca. Por eso, antes que pensar el fin del mundo (o del capitalismo, que a esta altura es casi lo mismo), quizás sea más sensato tratar de pensar qué cambiará cuando la crisis finalmente pase. Slavoj Žižek sostiene, en un libro de reciente aparición sobre el coronavirus que debe haber escrito siguiendo el método Fogwill, que la pandemia abre la oportunidad de replantear horizontes hasta hace poco impensables, aunque su proyecto de construir un “comunismo con coordinación y colaboración global” suene un tanto inalcanzable (3). ¿Qué cambiará entonces? No es sencillo imaginarlo, porque están ocurriendo las cosas más insólitas: el FMI acepta tan campante que el gobierno argentino no pague su deuda por cinco años, 1.300 millones de indios son confinados a sus hogares en la cuarentena más masiva de la historia y los patos se pasean por los canales de Venecia (y los carpinchos por Nordelta).

¿Qué saldo dejará la pandemia?

En primer lugar, observamos la reubicación en el centro de la escena internacional de dos cuestiones que nunca se fueron, que siempre estuvieron ahí, pero que venían sufriendo ataques y erosiones: el Estado-nación y la ciencia.

Como ha sido señalado en estos días, el gran protagonista de la respuesta a la crisis fue el Estado. No ocurre siempre, pero a veces las crisis totales, como la que estamos atravesando, conllevan un reempoderamiento del Estado: sucedió después de la Segunda Guerra Mundial, con la construcción del Estado de Bienestar, y puede que termine ocurriendo ahora, en momentos en que se hace evidente que la sociedad civil y los actores económicos pueden contribuir a buscar soluciones pero que la respuesta general sólo puede venir del Estado, que distribuye cheques de 3.000 dólares a todas las familias en Estado Unidos, renacionaliza los sistemas de salud en Europa o decreta las cuarentenas en medio planeta.

También cascoteada últimamente, hostigada desde los frentes diversos del fanatismo religioso (que niega la teoría de la evolución), el hipismo irresponsable (que niega las vacunas) y los intereses económicos (que niegan el cambio climático), la ciencia recupera protagonismo. En momentos de incertidumbre y confusión, la ciencia provee certezas: el coronavirus tiene tal ADN, se contagia de tal forma, se testea de esta otra. Lo demostrable, lo verificable. Una de las pocas instancias de coordinación internacional que sobreviven al ascenso de los nacionalismos, la Organización Mundial de la Salud, se erige en un espacio fundamental de coordinación de esfuerzos. Como sostiene Yuval Noah Harari (4), la gran ventaja del hombre en la lucha contra el virus es la capacidad de intercambiar información. Un coronavirus en Corea y un coronavirus en España no pueden intercambiar consejos sobre cómo infectar a los humanos. Pero Corea puede enseñar a España lecciones valiosas. Si el Estado es nacional, la ciencia es, por definición, universal: quizás otro de los saldos de la pandemia sea un fortalecimiento de la comunidad científica internacional y de los organismos que la representan. Leviatán y positivismo para salvar al mundo.

Geopolítica

El fondo sobre el que se recortan estos movimientos es la desglobalización, el proceso de reversión de la tendencia a la integración planetaria cuyo inicio hoy, con la distancia que da el tiempo, podemos situar claramente en la crisis financiera de 2008/2009, que marcó el comienzo del declive de la Unión Europea como actor global, produjo un auge de los nacionalismos y parió una serie de liderazgos proteccionistas que, como Donald Trump y Boris Johnson, denuncian los acuerdos comerciales y se amurallan detrás de sus fronteras. Con la fuerza demoledora de su irrupción sorpresiva, el coronavirus cancela vuelos comerciales, quiebra las cadenas globales de suministros, detiene los flujos de mercancías. Salvo excepciones, los líderes mundiales reaccionan con reflejo nacional, compiten antes que cooperan, como ilustra la intención de Trump de adquirir de prepo la propiedad de un laboratorio alemán que estaba trabajando en una vacuna.

Es cierto, como apunta Julio Burdman (5), que la globalización desborda a los gobiernos, que líderes que intentaron una salida original, como Trump o Johnson, tarde o temprano tuvieron que subordinarse a la estrategia general, que hay un momento en que sus opiniones valen menos que la de Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS. Pero también es verdad que una vez que pase lo peor el resultado será menos, y no más, integración global. Cuando superemos la pandemia, ¿Estados Unidos seguirá aceptando que la mayor parte de los principios activos de los remedios que consume o los chips imprescindibles para ensamblar sus computadoras y celulares se produzcan fuera de sus fronteras?

En esencia, la desglobalización puede ser vista como la respuesta defensiva de actores en situación de declive hegemónico a la transición de poder global motorizada por el ascenso de China. Contra los que se apuraron a ver la crisis como un golpe fatal al régimen chino, como el Chernobyl del Partido Comunista Chino, la reacción rápida mostrada tras un primer momento de ocultación terminó convirtiendo al país en el gran protagonista de la crisis. Frente a las dificultades de Italia y España para imponer el distanciamiento social, los desvaríos de Trump y la absoluta descoordinación del sistema norteamericano, donde cada Estado y cada ciudad toman un rumbo diferente, China respondió de manera asombrosamente eficaz.

Como señaló Byung-Chul Han en un comentadísimo artículo publicado en estos días (6), esto fue posible por el mix único de la tradición confucionista de una sociedad acostumbrada a la disciplina colectiva y el despliegue de un Estado digital de vigilancia total: cuando los sensores del metro de Pekín detectan a un pasajero con fiebre el sistema de reconocimiento facial lo identifica y le envía un mensaje a su celular instándolo a que se acerque en un plazo perentorio al centro de control más cercano a hacerse el test, al tiempo que rastrea a quienes compartieron el vagón para que hagan lo mismo. Para Han, la soberanía ya no reside en quien es capaz de cerrar las fronteras sino en quien controla los datos. Soberano no es el que decide; es el que sabe. Dotado de un panóptico digital compuesto por 170 millones de cámaras, el Estado chino logra niveles de trazabilidad que le permiten encontrar y aislar a los contagiados, pero esto sólo es posible en un país en el que las empresas de telecomunicaciones no tienen inconvenientes en compartir los datos con el Estado porque son públicas y en el que los derechos civiles directamente no existen.

No hay muchas dudas: los sistemas centralizados –autoritarios o semi-autoritarios– de Asia respondieron mejor al estrés de la crisis que la mayoría de las grandes democracias occidentales (con la singular excepción, una vez más, de Alemania). Como sostiene Andrés Malamud en esta misma edición de El Dipló, si en Oriente la crisis fortaleció el statu quo político, en Occidente lo puso en cuestión. La decisión del gobierno chino de enviar profesionales y equipos médicos a países no sólo del tercer mundo –el primero en recibirlos fue Italia–, junto a la postal de ciudadanos chinos escapando de España para volver a su patria, confirman quién está ganando la batalla cultural de la pandemia.

1. https://medium.com/@ezequielgatto/sacar-del-medio-ee385072f915

2. Editorial Akal, 2011.

3. Pandemic! Covid-19 Shakes the World, OR Books, 2020.

4. “The world after coronavirus”, Financial Times, 20-3-20, www.ft.com/content/19d90308-6858-11ea-a3c9-1fe6fedcca75

5. Entrevista a El economista, www.eleconomista.com.ar/2020-03-burdman-alberto-fernandez-esta-condenado-a-ser-un-estadista-durante-todo-su-mandato/

6.El País, 22-3-20 https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html

EL MUNDO DESPUÉS DEL CORONAVIRUS

EL MUNDO DESPUÉS DEL CORONAVIRUS

Desde hace bastante este tema del fracaso y decadencia del neoliberalismo me anda rondando.

Encontré la excelente nota de Yaccar que se menciona más abajo, y cuyo epígrafe es: “¿Se viene un capitalismo más feroz o un comunismo renovado?”, y me surgió la pregunta ¿Y entonces qué?

Porque, además de coincidir en el análisis de la autora, tampoco me siento muy seguro de que el mismo neoliberalismo, aunque más no sea como muerto vivo (terrible zombie), no vaya a seguir habitando este mundo. Es cierto que todo les está saliendo mal, pero hay demasiados intereses y ninguna actitud de auto crítica para no pensar que van a querer seguir con sus planes, por inescrupulosos y destructivos que sean.

¿Y entonces qué?

Voy a citar al gran Methol Ferré en AMERICA DEL SUR: DE LOS ESTADOS-CIUDAD AL ESTADO CONTINENTAL INDUSTRIAL (http://www.metholferre.com/obras/conferencias/capitulos/detalle.php?id=72)

“El “populismo” era decretado inferior. Pero es el único pensamiento importante que surgió en América Latina desde sí misma, y generó a Haya de la Torre en el Perú, a Vargas en Brasil, a Perón en Argentina, a Ibáñez en Chile, a Lázaro Cárdenas en México, a Rómulo Betancourt en Venezuela.”

Como se ve, este “populismo latinoamericano”, como lo llama Methol, no fue un hecho aislado en América Latina, si bien el peronismo es la propuesta más consolidada y perdurable.

Es cierto que no ha sido un camino fácil: la izquierda lo menospreció, e incluso se alió con el conservadurismo en contra de él desde el comienzo. En las elecciones de 1946, a Perón lo enfrentó la Unión Democrática, una extraña alianza de conservadores, radicales, socialistas y comunistas, con el apoyo de los EEUU (Braden (embajador de ese país) o Perón, fue la consigna con que el peronismo llegó al poder).

Las patas en la fuente, imagen histórica del 17 de octubre de 1945, fecha fundacional del peronismo, como Día de la Lealtad, tampoco fue algo fácil de digerir para los grupos de dirigentes prohijados por el establishment económico de la época. Siempre conspiraron contra el peronismo, y las Fuerzas Armadas fueron su brazo ejecutor para derrocarlo en 1955, y después en 1976.

Sin embargo, el peronismo volvió a ganar las elecciones en 1919, y es Gobierno nuevamente.

¿Por qué lo planteo como un proyecto político que podría ser una alternativa como las que analizan los filósofos que cita Yaccar?

Este es un tema que merece un desarrollo por sí mismo, por ahora solo citaré el pensamiento de Perón en ECONOMÍA PERONISTA, en su presentación:

“Como doctrina económica, el justicialismo realiza la economía social, poniendo el capital al servicio de la economía y ésta al servicio del bienestar social”.

Verdad 16 del Justicialismo Peronista

Más abajo dice: “Mal puede distribuir equitativamente los bienes económicos de la comunidad un país cuyos intereses son manejados desde el exterior por empresas ajenas a la vida y al espíritu del pueblo cuya explotación realizan. La felicidad del Pueblo exige, pues, la independencia económica del país como primera e ineludible condición.

El mundo del porvenir será constituido sobre la base de naciones socialmente justas, económicamente libres y políticamente soberanas, o será destruido irremediablemente” (1/5/1952).

Esto no es lo que está sucediendo en América Latina (es más, se hace evidente lo de la destrucción como amenaza cierta), y el macrismo fue un fiel exponente de ese pensamiento que se opone a un proyecto nacional y popular, como el de los “populismos latinoamericanos”.

Por lo tanto, creo que este pensamiento debe de ser considerado como una alternativa válida. Y se los propongo.

El neoliberalismo es la primera víctima fatal del coronavirus

La pandemia y el fin de una era

Por Atilio A. Boron

https://www.pagina12.com.ar/257122-la-pandemia-y-el-fin-de-una-era

El coronavirus ha desatado un torrente de reflexiones y análisis. Sobran las razones para incursionar en esa clase de conjeturas porque si de algo estamos completamente seguros es que la primera víctima fatal que se cobró la pandemia fue la versión neoliberal del capitalismo. Decimos la “versión” porque el COVID-19 liquidó al neoliberalismo, pero no a la estructura que lo sustenta: el capitalismo como modo de producción y como sistema internacional. La era neoliberal ya es un cadáver aún insepulto pero imposible de resucitar. El capitalismo, en cambio, aún resiste y su futuro es incierto. Pero nada autoriza a darlo ya por muerto.

Simpatizo mucho con la obra y la persona de Slavoj Zizek pero esto no me alcanza para otorgarle la razón cuando, en la estupenda nota de María Daniela Yaccar en PáginaI12 del 29 de marzo (https://www.pagina12.com.ar/255882-la-filosofia-y-el-coronavirus-un-nuevo-fantasma-que-recorre- ) sentencia que la pandemia le propinó “un golpe a lo Kill Bill al sistema capitalista” luego de lo cual, siguiendo la metáfora cinematográfica, éste debería caer muerto a los cinco segundos. No ha ocurrido y no ocurrirá porque, como lo recordara Lenin en más de una ocasión, “el capitalismo no caerá si no existen las fuerzas sociales y políticas que lo hagan caer.” El capitalismo sobrevivió a la pandemia de la mal llamada “gripe española”, que ahora sabemos vio la luz en la base militar Fort Riley (Kansas) , y que según los imprecisos cálculos de su letalidad, exterminó entre 20, 50 y 100 millones de personas. Resistió también al derrumbe global producido por la Gran Depresión, demostrando una inusual resiliencia para procesar las crisis e inclusive salir fortalecido de ellas. Pensar que en ausencia de aquellas fuerzas sociales y políticas anticapitalistas ahora se producirá el tan anhelado deceso de un sistema inmoral, injusto y predatorio, enemigo mortal de la humanidad y la naturaleza, es más una expresión de deseos que producto de un análisis concreto. Zizek confía en que para salvarse la humanidad tendrá que recurrir a “alguna forma de comunismo reinventado”. Es posible y deseable, sin dudas. Dependerá de si “los de abajo no quieren y los de arriba no pueden seguir viviendo como antes”, cosa que por ahora no sabemos. Pero la coyuntura presenta otro posible desenlace: “la barbarie”. O sea, la reafirmación de la dominación del capital recurriendo a las formas más brutales de explotación económica, coerción político-estatal y manipulación de conciencias y corazones a través de su hasta ahora intacta dictadura mediática y de la eficacia de su imperio de vigilancia global.

En la nota ya aludida el filósofo de Byung-Chul Han se arriesga a decir que “tras la pandemia, el capitalismo continuará con más pujanza.” Creemos que se equivoca porque si algo ya se dibuja en el horizonte es el generalizado reclamo de la sociedad a favor de una mucho más activa intervención del estado para controlar los efectos desquiciantes de los mercados en la provisión de servicios básicos de salud, vivienda, seguridad social, transporte y para poner fin al escándalo de la concentración de la mitad de la riqueza del planeta en el 1 % más rico de la población. Ese mundo post-pandémico tendrá mucho más estado y mucho menos mercado, y éstos estarán más regulados, con poblaciones “concientizadas” y politizadas por el flagelo a que han sido sometidas y propensas a buscar soluciones solidarias, colectivas, inclusive “socialistas” en países como Estados Unidos, nos recuerda Judith Butler, repudiando el desenfreno individualista y privatista exaltado durante cuarenta años por el neoliberalismo.

En una entrevista reciente Noam Chomsky habla del “monumental fracaso” de los mercados y los gobiernos neoliberales en cuidar la salud de la población.” (https://www.youtube.com/watch?time_continue=61&v=t-N3In2rLI4 )

“Reagan y Thatcher decían que el problema era que los gobiernos sofocaban a los mercados” y que, por lo tanto, “había que acabar con los gobiernos” y su intervención en las áreas de salud, seguridad social, vivienda, educación, transporte, etcétera. En EEUU ese programa se cumplió escrupulosamente: Trump anuncia una gran operación antinarcóticos en el Caribe para hostigar a Venezuela y Cuba y en la misma nota el Washington Post reproduce la opinión oficial de que la pandemia podría “causar entre 100 y 240.000 muertes.” ¿Por qué tantas? Porque según la American Hospital Association el número de camas de hospital disminuyó en un 39 % en los últimos años a fin de aumentar la tasa de ocupación de las camas (hasta oscilar en torno al 90 %) y aumentar la rentabilidad de los hospitales. Según esta misma fuente el país dispone de 924,100 camas pero muchas de ellas están ocupadas por pacientes crónicos y las que cuentan con Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) son a lo sumo 64.000 camas. El Johns Hopkins Center for Health Security informó el mes pasado que si la pandemia es moderada requeriría hospitalizar a un millón de personas, 200.000 de las cuales requerirían camas aptas para las UCI. Una pandemia severa enviaría a los hospitales casi 10 millones, y unos 2.9 millones requerirían camas con UCI. Obviamente, muchísima gente morirá fuera de los hospitales. La destrucción de la salud pública se corrobora también cuando se observa que los centros de salud locales y estaduales tienen un 25 % menos de personal que en el 2008; que el presupuesto del crucial Center for Disease Control cayó un 10 % en términos reales bajo Trump y que éste desmanteló la oficina de la Casa Blanca para coordinar las luchas contra las epidemias creada por Obama para combatir el Ébola en 2014.

Las estadísticas de la destrucción del sistema de salud revelan el contubernio entre gobiernos neoliberales y los traficantes de la salud: hospitales e industria farmacéutica. Difícil que después del desastre que se avecina vaya a haber mucha gente en EEUU que se burle de Bernie Sanders cuando hable de la medicina socializada. Después de esta pandemia, y de la debacle económica que dejará como saldo, el mundo será muy distinto al que conocimos. Casi 10.000.000 de nuevos desocupados se inscribieron en el Seguro Social esta semana. Además, ¿qué ocurrirá con los 80 millones que o no tienen seguro de salud o que el que tienen no les sirve? ¿Seguirán votando por mantener la “privatización” de la salud? ¿Querrán morir a los 70 años, como pide el Vicegobernador de Texas, para reanimar a la economía? ¿Cómo va a actuar el 45 % de la fuerza de trabajo sin licencia paga por enfermedad? Deberá elegir entre ir a trabajar y contagiar o contagiarse de otros, o comer. Lo que parecía normal, hasta “natural”, antes de la pandemia ahora aparece como una monstruosidad. Por eso, el mundo que ya destruyó no volverá a renacer. Estamos en las vísperas de una nueva era, y si nos concientizamos, luchamos con inteligencia y nos organizamos adecuadamente podremos crear un mundo mejor, mucho mejor.

AL RESCATE DE LA HUMANIDAD

AL RESCATE DE LA HUMANIDAD

Extrañamente, para mí, estoy usando el título de la Editorial del Diario Los Andes de hoy, 30 de marzo, el día siguiente a la prolongación de la cuarentena obligatoria por decisión del Presidente Alberto Fernández como título de una entrada de mi blog.

Lo hago porque, así como soy muy crítico de Los Andes, es justo destacar esta Editorial que le da el lugar que muchos medios no le dieron en su momento a la Bendición Urbi et Orbi del Papa Francisco.

Es cierto que el coronavirus ha cambiado el mundo (no a todos/as, claro) y que este reconocimiento a la autoridad del Papa, seguramente, no hubiera sido posible en otras circunstancias, pero es válido y me sirve para introducir esta nota que sigue la línea de entradas anteriores sobre Francisco.

Tengo la intención de desarrollar más el tema de los liderazgos mundiales, pero está claro que esta crisis tan extrema está resaltando lo bueno y lo malo de la humanidad.

En este caso, voy a destacar la situación de algunos líderes políticos del mundo: así como Trump y su mala imitación, Bolsonaro, han demostrado que son malos líderes por incapacidad y, sobre todo, por falta de un proyecto político válido para la sociedad en su conjunto, y sorprendente, o no tanto, por su desaprensión por la suerte de sus pueblos.

NO ERA QUE NO HACÍA FALTA POLÍTICA, NI POLÍTICOS, SINO BUENA POLÍTICA, Y LÍDERES VÁLIDOS, Y ORGANIZACIÓN SOCIAL.

El Papa Francisco es, desde hace bastante, el líder mundial más importante, desde lo espiritual, y a su rededor, efectiva o lejanamente, nos reunimos todos/as los/las que queremos que el mundo sea mejor, más justo, sostenible y sustentable.

El Presidente Alberto Fernández, que llegó a ser candidato de una manera poco convencional, ha demostrado estar, por mucho, a la altura de las circunstancias, como la sociedad, incluso más allá de sus preferencias políticas, está valorando.

Se está diciendo que estamos ante el advenimiento de un nuevo mundo. No estoy tan seguro, y voy a desarrollar una entrada sobre distintas miradas sobre estas posibles transformaciones, pero estos gestos o actitudes o decisiones, con valor simbólico, pero también efectivos y con influencia en nuestra vida, son faros que nos pueden guiar.

Se dice por todos lados que al coronavirus los vencemos entre todos, y que no hay salvación individual: ese es el mensaje que debemos atesorar y encarnar en esta crisis y “por los siglos de los siglos. Amén”.

El Papa y el Presidente en sintonía: la unidad o la nada

Por Emilce Cuda

https://www.pagina12.com.ar/256133-el-papa-y-el-presidente-en-sintonia-la-unidad-o-la-nada

Sin lugar a dudas fue impactante ver al Papa implorando a Dios ante una plaza vacía para “que todos sean uno” porque “nada ni nadie se salva solo”. Tan impactante como escuchar el día anterior al Presidente Alberto Fernández, ante la pantalla de un mundo sitiado, terminar su discurso diciendo: “Tenemos que actuar juntos, ya mismo, porque ha quedado visto que nadie se salva solo”. Parafraseando a Oscar Wilde, podría decirse que la teología imita a la política, y no al revés. Sin embargo, es una coincidencia que responde a un saber compartido por ambos. Esto es, que cuando la plaza está vacía, lo público está desaparecido.

¿Qué hacer? “Sensibilizarse” para que “todos sean uno”. Eso dijo Francisco en “Querida Amazonia”. Eso dijo Alberto en el G20, citando al Papa. Francisco pidió a los empresarios que “no despidan trabajadores en medio de una pandemia”. El Presidente lo citó y tildó de “miserables” a los que despiden.

Cuando la vida está en peligro, las respuestas metafísicas desde la verdad dominante, tanto como las teorías conspiranoicas de la opinión pública, se llaman a silencio y solo cuenta la pregunta política por el qué hacer ante una realidad que se impone como fin moral ineludible, público e inmanente. Ante esa realidad, dijo el Presidente, “no hay lugar para demagogias ni improvisaciones. Enfrentamos el dilema de preservar la economía o la salud de nuestra gente, porque, no seremos eficaces si no aceptamos que el mundo ha cambiado para siempre”.

En general se citan textos religiosos en política para dar presuntas respuestas fundamentalistas. Sin embargo, la clave divina está en la pregunta, no en la respuesta. En el Nuevo Testamento tres preguntas son claves. La pregunta metafísica de Pilatos a Jesús: “¿Qué es la verdad?” La pregunta política del joven rico a Jesús: “¿Qué hacer?” Y la pregunta estética de Jesús a Pedro: “¿Tú me amas?”

El joven rico pregunta a Jesús qué hacer para salvar la vida. El Maestro le responde que debe permanecer en la unidad. El joven vuelve a preguntar qué hacer. Jesús le sugiere vender todos sus bienes para dárselos a los pobres, y luego unirse a él (Mt 19, 16-21). El joven rico se va con tristeza, sin tener la capacidad creativa de hacer un pacto de amor por la unidad.

La pregunta política por el qué hacer para salvar la vida, supone la opción fundamental por la unidad. De lo contrario, nadie se salva solo. En términos políticos, es la decisión de hacer un pacto público amoroso constituyente de una unidad que posibilite el despliegue de la capacidad creativa de la comunidad para organizarse como un pueblo.

También esa, la unidad redentora con la cruz del otro, parece ser la lógica política a la cual el presidente argentino hace referencia cuando dice ante el G20 que, como nunca antes, nuestra condición humana nos demanda solidaridad. Y, ante las urgencias que marcan las muertes, decide que tenemos que dar una respuesta creativa. Al contrario del joven rico, dice Alberto, no dudamos en proteger integralmente la vida de los nuestros, y opta por lo político antes que por lo económico. Eso es, precisamente, la creatividad, es decir, libertad para aceptar la realidad que reclama justicia y no para imponer una idea egoísta. Desde ese punto de partida, real, se van tomando las decisiones políticas por un nuevo status que cuide la vida antes que la renta.

Creatividad es lo que pide el Papa Francisco. Creatividad en el trabajo, creatividad en la política. Si hay algo que los seres humanos tienen a imagen de un Dios creador, es justamente la capacidad de crear. Algo que, cuando logra secularizarse de los falsos dioses mortales, les permite crear espacios para que la vida pública pueda representar la unidad. Ahora, cuando el interés económico se sacraliza, las personas son descartadas. ¿Qué hacer entonces para que esos descartados que sufren piensen, se organicen y hagan, como dijo el Papa Francisco a los movimientos sociales populares? Si todos estamos en la misma barca, o nos unimos y nos salvamos todos o no se salva nadie.

En la pregunta amorosa de Jesús a Pedro está la clave de la decisión. Jesús no pregunta a Pedro qué hace. Simplemente decide enamorarlo. Alberto Fernández en su discurso al G-20, citando al Papa Francisco, dice: tenemos que abrir nuestros ojos y nuestros corazones para actuar con una nueva sensibilidad. En esa línea, el representante de un pueblo descartado que piensa, se organiza y hace, acepta que la crisis exige diseñar y suscribir un gran Pacto de Solidaridad Global, y propone crear un Fondo Mundial de Emergencia Humanitaria.

(*) Emilce Cuda es teóloga. Profesora de la Universidad Nacional Arturo Jauretche.