Esta mañana puse algo de la música que tengo en mp3 y sonó un tema que he escuchado muchísimas veces: la versión de Hay un niño en la calle de Armando Tejada Gómez de la Negra Sosa y René Pérez (Calle 13). Para mí es un tema de culto por el contenido, los cantantes, la música, todo…, y volví a escucharlo con la misma emoción y sentimientos de siempre.
Un rato después abro el Diario Los Andes y me encuentro con esta Nota de Opinión de José Niemetz, el alvearense autor de Tú eres para mí, la novela que recibió el Premio que se menciona, y quedó claro lo que tenía que publicar en este blog.
Queda para otra entrada el tema de cómo un sector de nuestra clase media urbana (en el que incluyo, con mucho dolor, amigos/as, parientes, gente relevante) ha llegado a ese nivel de odio por los pobres, niños/as incluidos.
Creo que no es menor el peso de las redes sociales en el desarrollo de este relato que desprecia y descalifica a los frutos inculpables de los procesos de exclusión que se originaron el en siglo XX. En ese ámbito aparecen personajes con mensajes indignos de la condición humana, mucho menos de los espacios religiosos en los que se inscriben muchos/as. Por supuesto, destaco los mensajes que han surgido sobre las comunidades aborígenes, desde antes de los hechos actuales de Bolivia. Son vergonzosos, más en una clase media que uno conoció distinta. Nací en Las Heras, y mis vecinos y amigos eran humildes, o apenas clase media sin auto, televisor ni celular.
¿Para eso mejoramos nuestro nivel adquisitivo?
ESPERO QUE LOS JÓVENES, SOBRE TODO LAS MUJERES, QUE HAN DEMOSTRADO QUE QUIEREN UNA SOCIEDAD DISTINTA, AVANCEN EN LA CONSTRUCCIÓN DE ÁMBITOS SOCIALES FRATERNOS, CON UNA OPCIÓN PREFERENCIAL POR LOS POBRES, COMO LO PIDIERON LOS DOCUMENTOS DE PUEBLA Y MEDELLÍN.
Brian Gallo (o la banalidad del mal)
Por José Niemtez – Escritor. Premio Novela Clarín 2018
“No hay pensamientos peligrosos; el pensamiento es lo peligroso” (Hanna Arendt)
Afirmemos esto como para iniciar la nota: quien publicó en las redes la foto de Brian Gallo con su gorra volteada y su equipo de gimnasia, no está loco ni es un perverso, ni un monstruo, ni siquiera es (necesariamente) una “mala” persona. Afirmo esto no sólo sobre quien realizó esa publicación espantosamente racista sino, además, sobre los cientos y cientos que la replicaron acordando en su contenido. Uno de ellos (una tal ‘Pilistar’) escribió: “Como con la pala no hay caso, los pibes chimbas nos curran con las elecciones”. Miré el perfil de esta persona “Pilistar” y me encontré con una activa militancia pañuelo celeste, “pro-vida”, las “dos vidas”, contra extranjeros en hospitales y universidades argentinas y, claro, contra los “villeros”. Vi que el tópico de la “pala” destinada a los pobres (no a los como ella) se repetía en varias publicaciones. Vi la calificación “choriplaneros”, “negros de mierda”, para designar a quienes festejaban el día de las elecciones. En síntesis: vi odio. Vi odio militante. El odio digital con el que cotidianamente convivimos en las redes y que proyecta al odio que se esconde en las calles.
Pilistar y cientos y cientos de twitteros, se encuentran auténtica y legítimamente preocupados por su seguridad y la de sus bienes. Con esmero didáctico nos han enseñado a identificar en los pibes de gorra y equipos de gimnasia al “otro”, al enemigo, al peligroso, al que se encuentra agazapado al acecho de nuestra vida y de nuestros bienes.
¿Cómo ha sido que hemos llegado a priorizar este concepto tan superficial de seguridad frente al (por ejemplo) empresario que lava dinero y lo coloca en un paraíso fiscal? O el que adultera los productos que fabrica. O el que tiene trabajadores precarizados. Como si el pibe con la gorra volteada que amenaza a nuestro celular nos provocara más daño que el político y el empresario que negocian una coima.
Hanna Arendt acuñó en 1961 la expresión “banalidad del mal”, tras asistir al juicio a Adolf Eichmann, el arquitecto del holocausto que exterminó a millones de seres humanos. Contra quienes esperaban una especie de monstruo hollywoodense, un psicópata feroz, una especie de “Guasón” pintarrajeado vociferando carcajadas y espantando a sus interlocutores, en el proceso se presentó un “señor simple, humilde, casi normal”, dice Arendt. Eichmann podría ser el vecino o el tío de cualquiera de los ahí presentes. Y precisamente esto, el hecho de que el mal puede estar en cualquiera de nosotros, es lo que hizo del trabajo de Arendt algo tan perturbador y polémico.
Individuos que se acogen perfectamente a las reglas, que obedecen ciegamente las instrucciones que reciben y que, fundamentalmente, no reflexionan sobre el bien y el mal. Siniestros burócratas. Diría marionetas, pero de las peores: de las que ignoran la existencia de los hilos que las conducen.
¿Será exagerado de mi parte relacionar la figura del que publicó la imagen de Brian con la de Eichmann? ¿Por qué? ¿Dónde empieza el mal? ¿Acaso precisamos de un Auschwitz para comenzar a hablar del mal?
Ciertamente cuando leí la consigna del presidente electo en Twitter, proclamando que “todos somos Brian”, se me ocurrió preguntarme si en realidad no seremos todos mucho más Eichmann que Brian.
La construcción de un otro que me amenaza, un otro al que debo temer, del que debo cuidarme, parece estar en la raíz de cuanto sistema social ha construido el ser humano. Una Argentina blanca, rubia, burguesa, heterosexual, instituye su estereotipo de lo que es el bien, y lo que es el mal; lo que es una familia, lo que es normal y, claro, de lo que corresponde como “autoridad de mesa”.
¿Desde qué moral Eduardo Bolsonaro (el hijo del presidente brasileño) se burla de Estanislao, el hijo de Alberto Fernández? ¿Cómo una psiquis llega a construir la convicción de ser superior por el básico hecho de portar una ametralladora? ¿Cómo será ese misterioso camino a través del cual un supuesto hombre duro que esconde tras un arma una sexualidad endeble, se burla de quien hace de su propia identidad un motivo de orgullo?
¿Esperaremos a que Sprite haga un conmovedor y lacrimógeno comercial sobre los “pibes de gorra” para experimentar algo de empatía hacia ellos? ¿A ese punto absurdo habrán llegado nuestras demandas educativas?
La reina mala de Blancanieves tenía la sana costumbre de hablar con el espejo… con el espejo que le respondía lo que ella deseaba escuchar. Si por algún desperfecto técnico el espejo llegaba a responder que “otra era la más bella del reino”, corría el riesgo de estallar en añicos contra el piso. Tal vez haya sido con Sarmiento con quien aprendimos a mirarnos en un espejo al que interrogábamos, en francés o en inglés, sobre si somos los más bellos del planeta. El otro espejo de nuestra identidad, el que nos devuelve la imagen de Brian (y la de todos los “bárbaros” que obstinadamente andan metiendo las patas en la fuente de la civilización), parece funcionar como un perfecto artefacto donde proyectar la violencia de vastos sectores de nuestra sociedad.
Hay que decir de una buena vez que esa categoría teórica (bastante etérea, por cierto) a la que se ha bautizado como “grieta” (y que recién ahora, como aparece en los medios, muchos han descubierto), proviene desde el fondo de nuestra historia y la hemos aprendido y practicado meticulosamente en la Argentina. Hemos sido excelentes alumnos de una auténtica pedagogía del odio. Es por ello que me pregunto, en el ficcional caso de que superemos nuestro odio hacia los pibes de gorra… ¿dónde pondremos tanto odio como el que hemos aprendido?
La actualidad de Argentina y el Mundo, Noticias vistas desde Mendoza por el Profesor Adolfo Ariza. Realidad, Información y Medios de Prensa en notas con una mirada local y abierta.
Profesor y Licenciado en Literatura. Coordinador Área de Vinculación – Secretaría Desarrollo Institucional – UNCuyo entre 2008 y 2014 (Desarrollo Emprendedor). Responsable de Kusca Gestión Colaborativa para Empresas.
Me
interesó el tema de la nota de Krugman, aunque entendí poco los párrafos
finales. Creo que hemos tenido en Argentina una experiencia –por finalizar, Deo
gratias- de gente con mucha plata en el poder. Puse en negrita unos párrafos
que me parecieron claves para entender algunas de las causas del fracaso
estrepitoso de la gestión macrista.
En realidad, cuando fue el inicio de este
Gobierno, siempre manifesté mis dudas en cuanto a que esa experiencia en el
mundo empresario fuera, necesariamente, un buen antecedente para conducir un
país. En primer lugar, la meritocracia –término falaz, si los hay- no se aplica
decisivamente en las empresas, grandes, medianas o chicas. Los/las hijos/as (pero
sobre todo los varones, obvio) del dueño van a ocupar cargos en la empresa,
sean competentes o unos nabos o vagos. Como nuestro Presidente es un buen
ejemplo de heredero de empresario rico, me voy a ahorrar mayores comentarios.
Esto puede hacerse extensivo al novio de la nena, o algún/a sobrino/a
inevitable.
Además, tomar decisiones en las empresas
tiene poco que ver con la gestión pública. Un directivo o el dueño de aquéllas
decide tomar una medida, y lo hace sin que haya muchas posibilidades de oponerse,
es más, por lo que explica Krugman, siempre habrá chupamedias que alabarán su
capacidad estratégica, aunque piensen que está equivocado.
En el Estado, aunque también hay
chupamedias que buscan el calor del poder, hay más factores que intervienen en
la toma de decisiones, y es necesario contar con una superior capacidad de
negociación y persuasión.
También ha sido evidente que esta gente
rica vive en una burbuja, y que no comprendió la realidad de Argentina ni del
mundo, lo que le costó perder las elecciones a los cuatro años de un proyecto
de, por lo menos, doce.
Lo que le faltó a analizar a Krugman es un
tema clave, que, en el caso de funcionarios que son –o han sido- propietarios
de empresas (o empleados jerárquicos, o cualquier tipo de relación incompatible
con la función)- ha generado, y genera, hechos de corrupción, sobre todo en un
país que no tiene un sistema legal que nos proteja de las tentaciones que
producen el poder y la posibilidad de aprovechar la posición para apoderarse del
dinero de los argentinos.
Ojalá que el próximo Gobierno logre –además
de las muchas medidas de total urgencia- establecer un sistema anticorrupción
eficaz que sea independiente de cualquier voluntad política de cualquier
Gobierno.
Así combaten la corrupción en otros países,
como EEUU, por ejemplo. Es necesario recordar -sobre todo a aquellos/as que
piensan que es un problema de los argentinos, que somos malos y corruptos, no
como en otros países, que están vías de beatificación- que la corrupción es un
problema de los humanos, en cualquier país o época. Solo mencionaré dos casos
recientes de Argentina: Autopistas del Sol S.A., cuya accionista era el Grupo
Socma de la familia Macri y Parques eólicos, que demuestran que es
relativamente fácil hacer negocios turbios.
No es que la corrupción la inventó el
macrismo, y hay muchas causas en las que no tiene –creo- responsabilidad, pero,
como parte de su estrategia política fue manejar decisiones judiciales para
perjudicar a los rivales, o a quienes estorbaban sus propósitos, quedará para
el próximo Gobierno lograr un acuerdo con el sistema judicial para terminar con
esas causas, estableciendo culpabilidades reales, y las sanciones
correspondientes.
O sea, la burbuja de los ricos en el
Gobierno nos explotó para mal (hay encuestas en las que nadie encuentra una
medida positiva en la gestión de Macri, lo cual parece una exageración, seguro,
pero, si vemos los indicadores sociales y económicos del país, tiene su
explicación).
Esto nos lleva a analizar otro factor que
también nos afecta en Argentina: la creencia bastante generalizada de que la
política no sirve para nada, de que los políticos tienen la culpa de todo lo
malo que nos pasa. Recordemos el que se vayan todos del 2001 –de paso, se
fueron muy pocos-, que quedó como cliché habitual de nuestra clase media
urbana. Difícil negarlo, pero no deja de ser una simplificación que no explica
la multiplicidad causal de las cosas que le suceden a los países. Hace unos
días hemos podido elegir democráticamente y en paz otro modelo de Gobierno, eso
es un enorme logro que nos pone a la cabeza, junto con México, de la política
en América Latina (este mérito incluye a los/las políticos/as también). Además,
ese cliché –en muchos/as- coincide con una falta de voluntad participativa en
las acciones de la sociedad que nos afectan a todos/as, que es la política que
podemos, y debemos ejercer.
No
sé si se puede llamar a esto burbuja, pero, es una visión que debemos superar,
si queremos que se terminen las crisis cíclicas, y que lleguen a los puestos de
Gobierno, o legislativos, los idóneos que trabajen por los intereses de la
mayoría de los argentinos.
APROVECHEMOS LA OPORTUNIDAD, NO
ESPEREMOS DE LOS GOBIERNOS LO QUE ES NUESTRO DERECHO Y OBLIGACIÓN
Estallando
la burbuja de los multimillonarios
En EEUU hubo dos eras económicas: una que
termina por ahí en 1980 y la era de la creciente desigualdad a partir de allí.
Ser
inmensamente rico no es bueno para tener sentido de la realidad.
Los
multimillonarios no son necesariamente malas personas y la mayoría
probablemente no lo sean. Sin embargo, algunos lo son y mi intuición
anticientífica me dice que es más probable que los megarricos demuestren un mal
juicio deformado por su ego incontrolado que el resto de nosotros, en
particular en la esfera política.
No
es difícil ver por qué: la gran riqueza atrae a gente dispuesta a decirle a un
hombre extremadamente rico (o mujer, pero el egoísmo político es
primordialmente una característica masculina) lo que quiere oír. En la arena
política esto significa decirles a los multimillonarios que sus abundantes
retribuciones financieras son tan solo una fracción de la enorme contribución
que han hecho a la sociedad y que el pueblo les suplica que asuman el papel de
líderes que les corresponde.
Pongámoslo
de esta manera: hoy en día, a muchas facciones políticas se les acusa, con más
o menos razón, de vivir en alguna especie de burbuja, fuera de contacto con la
realidad estadounidense. Pero pocos viven tan inmersos en una burbuja como la
élite multimillonaria y su séquito.
Ahora los multimillonarios en la burbuja se
encuentran en un entorno en el que las preocupaciones sobre la creciente
desigualdad, y la extraordinaria concentración de la riqueza en muy pocas
manos, por fin parecen estar cobrando impulso político. Y no lo están tomando
muy bien que digamos.
Por razones obvias, hablaré de Michael
Bloomberg más adelante, pero, primero, permítanme hablar sobre la economía y la
política de los multimillonarios en general.
Así
que ¿los multimillonarios en general hacen enormes contribuciones a la
sociedad?
Para decir eso, no basta con argumentar que
se han ganado su riqueza haciendo cosas productivas. Hay que argumentar que su
riqueza no es lo único que han añadido al ingreso nacional.
Y ese es un argumento difícil de hacer
cuando analizamos cómo la mayoría de estas personas han hecho sus fortunas.
Después de todo, muchos de ellos se hicieron ricos en las finanzas y la
industria inmobiliaria.
Ahora bien, no hace mucho tiempo, la
economía mundial estaba por los suelos debido al estallido de una enorme
burbuja inmobiliaria, que desestabilizó un sistema financiero ya bastante
debilitado por “innovaciones” que supuestamente nos trajeron más riqueza -y que
ciertamente enriquecieron a algunos embaucadores-, cosa que no fue así, y que
acabaron por ponernos en un mayor riesgo de crisis. ¿Realmente quieren
pronunciarse a favor de que los multimillonarios de la industria financiera han
sido grandes benefactores?
El siguiente grupo más grande de adinerados,
por cierto, hizo su fortuna en la moda y las ventas minoristas. La tecnología
apenas ocupa el cuarto lugar, y cualquiera que siga las noticias lo sabe,
existen algunas preguntas serias sobre hasta qué punto las grandes fortunas
tecnológicas son versiones modernas de los botines monopólicos obtenidos por
capitalistas obsoletos y sin escrúpulos.
También vale la pena destacar que a la
economía estadounidense solía irle bien sin tantos millonarios como los que
tiene ahora.
La historia económica estadounidense desde
la Segunda Guerra Mundial casi se puede dividir en dos mitades: una primera
era, que termina por ahí de 1980, durante la cual la fiscalización progresiva,
los sindicatos fuertes y las normas sociales limitaron la acumulación de
extrema riqueza en el estrato más alto de la sociedad, y la era de la creciente
desigualdad a partir de entonces. ¿Acaso la nueva prosperidad de los
plutócratas “se filtró” al país en conjunto? No, al menos no según las medidas
que yo conozco. Por ejemplo, la “productividad multifactorial”, la medida
económica estándar del avance tecnológico (no pregunten), ha aumentado solo la
mitad desde el punto de quiebre de 1980 en comparación con la era anterior.
¿Qué hay de la política? Muchos en Wall
Street y una parte importante de la punditocracia son liberales en lo social,
pero conservadores en lo económico, o al menos se inclinan hacia ese lado. Es
decir, están a favor de la igualdad racial y los derechos LGBTQ, pero en contra
de los aumentos de impuestos importantes a los ricos y la gran expansión de los
programas sociales. Y ese es un punto de vista perfectamente coherente.
No obstante, en el interior de la burbuja
de los multimillonarios, todos creen que sus posturas tienen un amplio
atractivo popular. Pues no es así. La mayoría de la gente, incluidos muchos que
se dicen republicanos, quieren ver impuestos más elevados a los ricos y un
mayor gasto en programas sociales; pero, muy poca gente combina esos
sentimientos con la hostilidad racial y el iliberalismo (Sistema de gobierno en
el que, a pesar de que tienen lugar elecciones, los ciudadanos están apartados
del conocimiento de las actividades de quienes ejercen realmente el poder
debido a la carencia de libertades civiles, y por ello no es una “sociedad
abierta”) social, razón por la cual parecen votar en contra de sus propios
intereses económicos.
A lo sumo, podemos decir que el distrito a
favor del liberalismo social más el conservadurismo fiscal abarca solo un
porcentaje mínimo del electorado. Cuando Howard Schultz (¿lo recuerdan?)
apareció ondeando esa bandera para ver si alguien estaba de acuerdo, solo
alrededor del 4% de los electores lo estuvieron. Y los primeros indicadores no
muestran que a Bloomberg le esté yendo mejor, aun cuando, siendo alguien que
dirigió con éxito Nueva York, tenga mejores argumentos que ofrecer.
No estoy diciendo que la sociedad
estadounidense esté necesariamente lista para alguien como Elizabeth Warren o
Bernie Sanders. Me preocupa en especial la política de “Medicare para todos”,
no debido al costo, sino porque proponer la abolición de la seguridad privada
podría inquietar a decenas de millones de electores de clase media.
Pero la idea de que Estados Unidos solo
está esperando a que un empresario multimillonario sea el salvador que hace su
entrada cabalgando sobre un corcel blanco, o más bien, como pasajero en una
limusina negra, es sencillamente tonta. De hecho, es el tipo de cosas que solo
un multimillonario podría creer.
UNA MIRADA AL PAPEL DE LAS IGLESIAS EVANGÉLICAS EN AL, POR EL QUIQUE DUSSEL
En 1965 empecé a cursar el Profesorado en Literatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo. No voy a intentar ser preciso con las fechas, porque no me interesa. En cierto momento, tuvimos algunos encuentros en la casa del Quique Dussel, en la calle San juan, donde topa (en mendocino) Don Bosco. Después, se puso pesado, hubo bombas, y una en esa casa. El Quique salió, con el hilo en una pata, de Argentina, y se radicó en México. Nosotros vivimos lo que vivimos, afortunadamente solo perdí mi carrera de investigador y docente universitario. Hoy me llegó esta entrevista que le han hecho. Sigue dándonos claridad conceptual en temas claves. Es un video largo, pero necesario. Lo comparto con Uds.
La actualidad de Argentina y el Mundo, Noticias vistas desde Mendoza por el Profesor Adolfo Ariza. Realidad, Información y Medios de Prensa en notas con una mirada local y abierta.
Profesor y Licenciado en Literatura. Coordinador Área de Vinculación – Secretaría Desarrollo Institucional – UNCuyo entre 2008 y 2014 (Desarrollo Emprendedor). Responsable de Kusca Gestión Colaborativa para Empresas.
El 1º de octubre, el Presidente de Ecuador,
Lenin Moreno determinó la eliminación de subsidios al diésel y a las gasolinas
de uso extendido. Esto causó una fuerte reacción de la Sociedad ecuatoriana que
obligó al Presidente a echar atrás su decisión. Primero habían sido los gremios
del transporte que el Gobierno logró neutralizar con algunas medidas
reparatorias, pero la que definió la situación fue la Confederación de
Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), la mayor organización de masas
del país, que no demandaba solo la derogatoria del famoso decreto 883, sino que
cuestionaba el modelo económico en sí que se aplicaba en Ecuador con el aval
del FMI y de otros multilaterales (particularmente el BID).
En
los 45 días siguientes “pasaron cosas” poco esperables por la mayoría de
nosotros, pero comprensibles y justificadas, a pesar de la violencia que
lamentamos, del lado que sea.
En Santiago de Chile, el detonante de las
protestas que luego se extendieron al resto del país y que aún continúan, fue
el alza en la tarifa del sistema público de transporte de Santiago, que entró
en vigor el domingo 6 de octubre de 2019. Tras el aumento de las tarifas,
centenares de estudiantes se organizaron para realizar actos de evasión masiva
en el Metro de Santiago. Como en Ecuador, la consigna excedía el hecho puntual
que ocasionó la reacción: “No son 30 pesos, son 30 años”. La diferencia es que,
mientras que en Ecuador se inició un proceso institucional que detuvo la
protesta social, por lo menos temporalmente, en Chile no se ha logrado lo
mismo, y la presencia de multitudes en las calles, la violencia de los desmanes
(que no se pueden generalizar porque hay una enorme protesta pacífica) y la
exagerada represión de los “pacos” (Cuerpo de Carabineros (Policía
militarizada)) que actúa con mucha autonomía, están llevando la situación a un
punto inimaginable en el que se presentaba como modelo de desarrollo político
económico en América Latina.
Bolivia se encuentra inmersa en una ola de
protestas que ha provocado múltiples consecuencias tanto a nivel interno como
externo. La renuncia de Evo Morales y la asunción de la nueva presidente
interina Jeanine Áñez, quien llegó al poder mediante un “golpe de
Estado”, han generado una crisis y descontento social que afecta tanto a
nativos como a extranjeros que residen en el vecino país. El papel de la OEA,
del mismo Trump, reconociendo como Presidente a alguien que se autoproclamó sin
ningún respaldo institucional, salvo el de parte de las FFAA bolivianas, la
movilización de las comunidades indígenas, que no se asustan fácil, el modo en
que las demás naciones latinoamericanas han enfrentado la situación, hacen de
difícil previsibilidad el desenlace de esta crisis.
En el mismo lapso, en Argentina, en las
elecciones generales Fernández triunfó en primera vuelta con el 48,24% de
acuerdo con el escrutinio definitivo, seguido por Macri, con un 40,28%. El
Financial Times se refirió al triunfo del binomio del Frente de Todos como
“el comienzo de una nueva era” y destacó que “los peronistas de
Argentina regresan al poder”.
Si analizamos las causas objetivas de las
reacciones en Ecuador y Chile, en comparación con Argentina, vemos que, según
el Instituto Estadístico de los Trabajadores de la UMET, la inflación en
octubre fue del 4,1 por ciento y acumula en doce meses un alza del 51,9 por
ciento. Desde noviembre de 2015, calcula la UMET, el poder adquisitivo del
salario registrado muestra un deterioro del 18,5 por ciento, lo cual explica el
derrumbe del consumo en el mercado interno.
Entonces, ¿por qué no hubo en
Argentina una grave reacción como la del 2001?
En primer lugar, porque lo del 2001 dejó
huellas, y los actores sociales y políticos fueron muy prudentes para no
generar otra situación como esa, que causó enormes daños, sobre todo a los más
vulnerables. Esa estructura de gremios y sindicatos, organizaciones de la
sociedad civil, y actores políticos y sociales fue un cauce que permitió que el
descontento de la sociedad se manifestara sin caer en manifestaciones
inmanejables, aunque hubo muchas expresiones de reclamo ante la pésima gestión
macrista.
En segundo, y ligado con lo anterior, por
la expectativa de que las elecciones permitieran modificar la política del país
en favor de los perjudicados por los planteos neoliberales –mal gestionados,
además- del Gobierno.
Los resultados de esas elecciones
demuestran lo que digo arriba, y me hacen sentir muy orgulloso de esta
expresión de madurez democrática, que permite plantear alternativas políticas
que defiendan lo nacional y lo popular, y propender a una economía al servicio
de la mayoría de la gente.
Si alguien se hubiera dormido el 1º de
octubre, y despertara hoy, probablemente pensaría que está en mundo distinto, y
tendría razón.
Son situaciones posibles, hasta deseables,
si tenemos en cuenta el larguísimo tiempo de inequidad e injusticia que
afrontan nuestros pueblos latinoamericanos, sobre todo los más vulnerables, que
mayormente son los pueblos originarios, que están diciendo basta. Son los
indígenas bolivianos, que son menospreciados por la aristocracia (acá no cabe
con “olor a bosta”, como la calificaba Sarmiento, pero podría ser
perfectamente) cruceña, del Oriente de Bolivia.
Por eso, elegí para compartir, esta nota de
Nodal, que habla de una de las varias acciones de Alberto Fernández, Presidente
electo de los argentinos, cuando habla de las detestables e injustas acciones
imperiales del Presidente de los EEUU (Dios mío, nunca había visto tantos
PRESIDENTES MALOS, SOBERBIOS, TONTOS Y MALEDUCADOS COEXISTIENDO EN UNA MISMA
ÉPOCA).
Eso es lo que espero del Presidente de los
argentinos: gestos de latinoamericano independiente, para que podamos alguna
vez conformar un bloque integrado que pueda defender nuestros intereses. Hasta
hace poco parecía que los países del Pacífico nunca participarían de un
proyecto así. Hoy no lo sé, y hay que buscarlo con toda el alma.
Alberto Fernández a Trump por
Bolivia: “EEUU retrocedió décadas y volvió a las peores épocas de los 70”
13 noviembre, 2019
Alberto Fernández provocó este martes un
primer roce en el proceso de recomposición de las relaciones con Estados
Unidos. Las críticas del presidente electo contra la administración de Donald
Trump por su actitud frente a la caída de Evo Morales, en Bolivia, puso entre
signos de interrogación los intentos de dar vuelta la página y dejar atrás las
tensiones entre el kirchnerismo y Washington.
“Ayer, Estados Unidos retrocedió décadas.
Volvió a las peores épocas de los años 70, avalando intervenciones militares
contra gobiernos populares elegidos democráticamente”, dijo Fernández en
diálogo con Radio 10. Respondió, así, al comunicado de anteayer de la Casa
Blanca, en el que EE.UU. afirmó que la renuncia de Morales “preserva la
democracia”.
En lo que fue una reacción sorpresiva que
contrastó con los intentos de mostrar sintonía en los contactos más recientes
entre el Frente de Todos y la administración republicana, el entorno del
presidente electo explicó que los planes de construir un buen vínculo bilateral
a partir del 10 de diciembre sigue en pie, pero advirtieron que el futuro
presidente no desviará la mirada cuando haya actitudes como las de anteayer,
aunque pueda generar rispideces. A puertas cerradas, en el espacio aseguraron
que la postura de la Casa Blanca fue incomprensible y reiteraron que esa
posición es de otros tiempos históricos y que está “lejos de lo que haría
cualquier jurista o demócrata”.
Pese a los cuestionamientos, el presidente
electo reiteró que no busca confrontar con Trump. “Quiero tener la mejor
relación con Estados Unidos y eso supone poder decirnos las cosas francamente.
Lo que ha pasado no está bien. Ha sido lisa y llanamente un golpe de Estado. No
se puede disfrazar de otra cosa”, manifestó en la radio.
Por eso, antes de salir a criticar
públicamente, Fernández se comunicó con el Departamento de Estado, para
transmitirles que el comunicado había sido “muy poco feliz”.
Los dichos radiales de Fernández no fueron
conversados previamente en la mesa chica del presidente electo, donde mantienen
la idea de sostener una relación “de respeto” con Estados Unidos. “[Fernández]
no va a pedir permiso para salir a hablar”, dijeron. Este martes el mandatario
electo argentino se reunió con Juan Notaro, titular de Fonplata Banco de
Desarrollo, con quien analizó la cartera de créditos de este organismo
financiero multilateral, conformado por la Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay
y Uruguay.
Hasta ahora hubo señales claras en el
camino hacia la distensión del vínculo entre el kirchnerismo y EE.UU. El más
importante fue la comunicación telefónica entre Trump y Fernández, el 1º de
noviembre. En esa charla, el mandatario felicitó al presidente electo y le
auguró que hará “un trabajo fantástico”. Además, le transmitió un gesto
amigable al contarle que había “instruido” al equipo del Fondo Monetario
Internacional para trabajar con él. Fernández, en tanto, le manifestó su
voluntad de construir “una relación madura y cordial” entre ambos países.
Menos de una semana después, en México,
Fernández se reunió con Mauricio Claver-Carone, el asesor de Trump para asuntos
de la región. El director de Asuntos del Hemisferio Occidental del Consejo de
Seguridad Nacional representa la visión más dura de los republicanos, que exige
más presión económica a Venezuela para forzar la salida de Nicolás Maduro.
Fernández no comparte la idea y prefiere mantenerse en una postura neutra, como
México.
Desde
el viernes pasado anduve dando vueltas para escribir una nueva entrada, y no
lograba escribir nada que me convenciera, porque ahora debía reperfilar (perdón
por la palabra) mis comentarios y/o propuestas, de acuerdo con el resultado
electoral.
Decidí
esperar que algo apareciera (un procedimiento que suele darme resultado), y me
encontré esta nota de Alejandro Grimson, que me pareció muy oportuna, porque
plantea temas que hay que resolver en esta nueva etapa de la vida democrática
de Argentina.
Espero
que les sea tan interesante como me lo ha sido a mí.
Agencia Paco Urondo
Alejandro Grimson: “No se puede
entender al peronismo si no se entiende al antiperonismo”
APU entrevistó a Alejandro Grimson:
“Macri quiere consolidar un núcleo ideológico más consistente para
construir un tipo de posición muy destructiva de lo que se vaya a hacer en
Argentina. Hay que saber que no todo se reduce a lo económico.”
Alejandro Grimson, bisnieto de un pastor
protestante y de un rabino, y tataranieto de un cura, Grimson (Buenos Aires,
1968) escapa a todos los dogmas. Doctor en Antropología por la Universidad de
Brasilia, hizo estudios de comunicación en la Universidad de Buenos Aires, y se
ha especializado procesos migratorios, zonas de frontera, movimientos sociales,
culturas políticas, identidades e interculturalidad. Actualmente es investigador
del CONICET y docente del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la
UNSAM. Sus libros y trabajos de investigación recibieron varios premios. “Los
límites de la cultura” fue distinguido en LASA como el mejor libro publicado en
castellano en 2011.
Atardece. Es feriado. El cielo plomizo
vuelve a ese barrio, que los días de semana es un hervidero de gente, aún más
solitario y melancólico. Alejandro nos recibe con un mate.
Daniel Mundo: Percibo
que hay en tu biografía y también en tu obra como un desplazamiento muy
importante desde un lugar más académico, si querés, hacia otro más político o
más de acción política. ¿Nos contás un poco cómo fue este corrimiento?
Alejandro
Grimson: Sintéticamente te diría que en los años 80
hice militancia política y social. Y que después de las derrotas de esos años y
en los noventas lo que yo hice fue estudiar. Desde el 92, que tenía tres
materias del CBC, al 2002 que me doctoré, lo que hice fue estudiar. Cuando
volví al país había muy pocos doctores acá. Después, hubo como un gran azar que
en el 2005 me ofrecieran la dirección del IDAES, al poco tiempo de que “Pepe”
Nun asumiera como Secretario de Cultura de la Nación. Eso me llevó a practicar
una política cultural universitaria. El objetivo era fortalecer el discurso de
las ciencias sociales. Mis primeros libros eran más especializados, es cierto.
Cuando yo escribí el libro sobre los bolivianos la gente lo veía como una cosa
medio rara. Pero si vos lo leés, ahora te das cuenta de que es un libro muy
político: racismo, discriminación étnica, multiculturalismo, liberalismo. El
libro sobre el peronismo a su vez es un libro que voy a presentar al Conicet,
que financió el Conicet. Y es un libro que yo escribí con mis convicciones y
con la rigurosidad que tiene que tener un libro producido desde ahí. También es
un libro político.
Víctor Taricco: ¿Qué
te llevó a escribir un libro sobre el peronismo?
AG: En un momento me di cuenta que yo era una gota más en un mar de
argentinos y argentinas obsesionados por entender algo de este país. No podía
escapar de esa obsesión que atrapó a tanta gente. El trabajo sobre el peronismo
para mí es otro capítulo más del intento de entender a la Argentina. Un día me
dije, creo que en el 2013: “si no entiendo mejor al peronismo, nunca voy a
entender este país”. Y ahí empecé un proceso que duró cinco años. Y que cuando
lo terminé, quedé más convencido que antes. Porque el peronismo es como lo otro
del proceso civilizatorio de Sarmiento, de Echeverría, de Alberdi. Había una
especie de imaginación decimonónica de lo que tenía que ser nuestro país, que
aún hoy es poderosa, y en la que el peronismo no encaja. Lo llamo “proyecto
europeísta”, civilizatorio. Si fuera cierto lo que imagina el proyecto
europeísta, la mitad de los argentinos no serían argentinos. Pequeño problema.
Lo que pasa es que cuando vos llegás a esa conclusión, y todavía mantenés la
ilusión de que haya un país con una comunidad nacional donde no haya guerra
civil, es crucial que los antiperonistas entiendan al peronismo, y que el
peronismo entienda algo del antiperonismo. Por eso mi libro es sobre las dos
cosas. No se puede entender al peronismo si no se entiende al antiperonismo.
VT: No hay una
dualidad dialéctica en lo que planteás, ni hay superación en ningún lado, son
como dos polos que ayudan a entenderse uno al otro pero que no se superan en
ningún lado.
AG: Esa discusión está
sobre la mesa, creo, hoy. Alguien comentó en las redes que no era lo mismo leer
mi libro en marzo, cuando salió, que leerlo ahora, porque en marzo estaba toda
la oposición a Macri fragmentada y ahora el Frente de Todos va a gobernar. Y el
libro habla de eso, de la heterogeneidad del peronismo y del campo popular y de
la capacidad de síntesis en distintos momentos históricos. La pregunta que
hacés es clave porque yo trato que el libro aporte a salir de esta
confrontación sin fin de empate hegemónico catastrófico… ¿Cómo? Una, intentando
que el antiperonismo deje de ser recalcitrante, o que por lo menos sea
minoritario. Pero para eso es importante que el peronismo entienda que no solo
fue derrotado en el 55, en el 73, derrotado en las urnas en el 2015… que
entienda que fue derrotado no porque los malos y poderosos los atacaron, porque
los malos y poderosos están siempre. ¿Qué pasó? El problema es que, así como
los antiperonistas dijeron en el 45: “Nosotros somos la democracia y ustedes
son el fascismo”. El peronismo respondió: “Nosotros somos el pueblo y ustedes
la oligarquía”. Pero, cuando preguntás el porcentaje de la oligarquía, ¿cuántos
son? ¿El uno por ciento? ¿El cinco por ciento? Porque el antiperonismo siempre
saca el 35-40 % de los votos. Siempre. En el 73, con Cámpora, antiperonismo
fuerte, sacó el 40 %. Es más, en la votación que gana Perón, que ganó con el 62
%, era complicado no votar a Perón en ese momento. Quiero decir, siempre hubo
un pueblo no peronista. Esto puede resultar perturbador para alguien que no
quiere pensarlo, pero para mí es uno de los grandes desafíos del peronismo. La
pregunta es: ¿Qué se quiere construir? ¿Se quiere que la gente se haga peronista?
Porque ahí vamos a fracasar otra vez. ¿O se quiere protagonizar junto con todes
un proyecto de desarrollo con justicia social donde haya un adversario claro
que es el neoliberalismo y sus consecuencias? Me parece que hay que asumir que
esa construcción pueblo/oligarquía a veces genera que sectores indecisos se
alejen de vos. ¿Se entiende?
DM: Tengo la sensación
de que este peronismo que describís representa cierto progresismo de justicia
social, de ascenso de clase, etc., pero también, ¿no te parece que el peronismo
tiene la plasticidad de ser a la vez un menemismo, por ejemplo? ¿Cómo pensás ahí
al peronismo, hay un peronismo de derecha?
AG: Entiendo. Hay algo del peronismo originario, el peronismo del 45 y
en realidad del peronismo hasta Menem, que fue profundamente antiliberal.
Antiliberal porque no creía mucho en el pluralismo, por lo menos no era su
obsesión. Y mucho menos creía en el liberalismo económico. Ahora bien, creo que
el peronismo fue girando hacia el pluralismo… como también la sociedad
argentina lo hizo. Porque la Argentina no era ni es una sociedad pluralista. De
hecho, en aquella época era mucho menos pluralista que el peronismo. La década
infame no era pluralista porque hay proscripciones de la UCR y del
yrigoyenismo. Y después del 55, en nombre de la democracia se proscribió
durante 18 años a Perón. Y Perón no proscribió ningún partido. Aclarado esto,
hasta Menem, el peronismo fue antiliberal en lo económico. Y Menem no fue una
excepción argentina. Fue un proceso de cooptación de muchos partidos populares
en Latinoamérica. Fue un proceso general. Yo creo que eso fue un fenómeno, que
a mi juicio obedeció a ciertas circunstancias históricas. Y otro fenómeno es lo
de Pichetto, que no tiene que ver con el peronismo. Hoy, en la fórmula de
Macri, no hay votos peronistas. Porque si hubiera votos peronistas no podría
sumar sólo el 30 %. Ahora, si vos me decís: Sergio Massa, por ejemplo, bueno,
ahí hay un peronismo de centro, si querés, pero Massa está en el FdT. El
peronismo siempre fue heterogéneo. La división izquierda-derecha tiene
complicaciones para comprender fenómenos como el peronismo. Por ejemplo, hubo
una izquierda antiperonista en el 45 y hoy también. Y hubo un catolicismo de
derecha que fue peronista y que en distintas circunstancias históricas jugó de
maneras diferentes. Esto no significa que haya que descartar estos conceptos,
pero no son exhaustivos. Vos no podés explicar la política con esos conceptos,
no sólo en la Argentina, sino también en París, por ejemplo, con los chalecos
amarillos, que no son ni de derecha ni de izquierda.
VT: Responden más a la
lógica de lo alto y lo bajo, que vos retomás en el libro, y que está muy bueno.
A mí se me ocurre entonces una pregunta a partir de lo que decís: ¿dónde ves
que se produce la falla hegemónica del peronismo, que a veces construye tanta
masa movilizada con tanta cantidad de votos… y otras veces pierde elecciones?
AG: Incluso en el derrocamiento del ´55 hubo un problema hegemónico,
en el sentido de que hubo otros intentos anteriores de golpe que habían
fallado. En términos prácticos lo que quiero decir es que el peronismo en el gobierno
no tenía el poder suficiente como para encarar esa confrontación. A vos te
puede gustar o no esa confrontación. Lo mismo pasó en los doce años de
kirchnerismo: confrontó con un montón de actores poderosos y corporativos. Y no
tenía la capacidad hegemónica suficiente como para disputar contra tantos
actores. ¿Qué quiero decir? Lo mismo que va a pasar ahora. Vos podés decirme:
Ale, a mí me gustaría que pudiéramos confrontar con diez actores. Yo te digo:
hoy, para mí, alcanza para confrontar todos contra el FMI. Si no tensionás con
el FMI, no vas a tener soberanía política. Y sin soberanía nacional, todo lo
demás se disuelve en el aire. En tu pregunta, volviendo, hay una cuestión
dinámica que yo trabajo en el libro. El peronismo clásico y el kirchnerismo
fueron grandes fábricas de clases medias. Y ahí hay algo que yo aprendí leyendo
a García Linera, que dice que, si vos cambiaste la sociedad, después tenés que
cambiar vos la forma de hacer política. Él lo dice autocríticamente por la
elección que perdieron en Bolivia en 2016. Mucha gente dice: la clase media se
derechiza. Y yo creo que las clases medias nuevas tienen nuevas demandas
producto de las transformaciones que se logran en el peronismo clásico y en el
kirchnerismo. Y que el desafío político es comprender esas nuevas demandas.
¿Cuál es el gran desafío? Construir nuevos sentidos de quiénes somos, nuevos
sentidos de comunidad, de solidaridad, de acuerdo social. Necesitamos construir
colectivamente nuevos significados sociales. En todas las democracias hay
conflictos. El conflicto es un derecho básico de todos. Lo que hay que evitar
es que estos conflictos lleven a estas crisis recurrentes.
DM: Yo me pregunto
eso, ¿cómo infiltrarse en ese 30 % homofóbico, racista, etc.? Porque tiene que
haber un proyecto cultural más amplio, con los medios de comunicación como
actores importantes.
AG: El cambio cultural implica enfrentar estas visiones excluyentes y
hegemónicas. Y también enfrentar, siguiendo a Mujica, con estas lógicas
neoliberales de individualismo y consumismo. Porque nosotros no estamos en
contra del individuo ni del consumo, sino en contra del individualismo y el
consumismo que nos hacen creer que podemos llevar una buena vida sin lazo
social, sin comunidad. Tenemos que tratar de perfeccionar todos los términos
que usamos.
VT: ¿Cómo se puede
construir dentro de este pluralismo necesario una posición hegemónica de
futuro? Creo que ahí hay una zona gris. No sé si todos sabemos hacia dónde hay
que ir o la forma en que hay que hacerlo. Alberto expresa algo de esto, pero no
está todo desarrollado todavía.
AG: En el debate Alberto dijo, si no recuerdo mal: “Lo que yo quiero
es que nos juntemos a pensar el país que queremos”. La crítica ridícula le
reprocha no haber desarrollado en 13 minutos todas sus medidas de gobierno. Lo
que yo interpreto es que él quiere ser presidente para conducir una decisión
sobre el futuro que va a ser una responsabilidad compartida de los distintos
actores sociales. Si no nos sentamos a repensar algunas cosas, eso no va a
salir solo.
DM: Me gusta lo que
planteás, pero también veo un límite. Cuando llegás al núcleo duro que no
quiere dialogar y lo que quiere es boicotear los proyectos, ahí ¿cómo negociás?
AG: Antes que nada, diría que hay un sector de la sociedad que tiene
rasgos autoritarios, sí, pero no diría que son autoritarios. No quiero, y me
parece un error, congelarlos en una identidad o estigmatizarlos. Hay prácticas
y se pueden actuar en ellas. Lo que quiero es que definamos el marco en el que
se va a dar el proceso. Nosotros tenemos que formular las preguntas y ver qué
actores quieren quedar adentro del proyecto. Yo creo que van a ser las grandes
mayorías. Puede ser que haya actores que lo boicoteen, que no les importe que,
por ejemplo, haya hambre en Argentina. Pero tiene que quedar claro quién lo
hace, de quién es la culpa de la grieta. Y tiene que quedar claro que nosotros
no somos responsables de ello.
Después de casi una hora de charla, llegó
la hora de renovar el mate. Nos paramos, sacamos alguna foto, Alejandro fuma un
cigarrillo pegado a la ventana, charlamos fuera del micrófono un rato. Cuando
ya casi es de noche volvemos a sentarnos.
DM: ¿Hacia dónde va
Macri?
AG: Macri quiere consolidar un núcleo ideológico más consistente para
construir un tipo de posición muy destructiva de lo que se vaya a hacer en
Argentina. Hay que saber que no todo se reduce a lo económico. Esto está claro
en la tradición de pensamiento en la que yo me inscribo, la de un A. Gramsci o
un R. Williams. Vos hacés un pacto con el FMI y eso incide en la cultura y en
la identidad nacional. Cuando Néstor decide pagar al FMI, eso es un gesto
cultural inmenso. La frase: “la gente vota contra sus intereses”, lo que supone
es que quien la dice cree saber cuáles son los intereses de todo el mundo, y
que ese interés es el bolsillo. Pero es un error. Porque ese 30 % que vota a
Macri, vota porque antes para que la “negrada” no se le acerque. Es que hay
otros tipos de jerarquías además de los intereses económicos. Si uno se pone a
estudiar sin prejuicios el ´45, por ejemplo, en ese momento los sectores
industriales y las clases medias más acomodadas actuaron de manera irracional.
Pero obedecían a otras racionalidades. A mí me gusta pensar que el dólar
funciona como un oráculo para los argentinos: mirás el dólar y él te responde
por el futuro de los precios. Pero el dólar o el dinero es un fenómeno
cultural. Porque no existe la escisión entre economía y cultura.
VT: ¿Dónde se podría
encontrar lo que tenemos en común los argentinos? Los “negros”, los
“antinegros”, etc. La pregunta es si existe algo que puede llamarse “vida en
común”.
AG: Yo pienso que hay que apostar a interpelar a más y más
subjetividades diversas para comprender que el futuro nuestro, de nuestros
hijos y de nuestros nietos, depende de nosotros. Tenemos que construir un
territorio de conversación en el que decida la mayoría, y que la minoría no
debe destruir. Para eso debemos comprender que no hay política sin narrativa,
no hay hegemonía sin relato. Y este relato tiene que conectar con la
experiencia de la gente. Acá se bastardeó esta palabra, relato. Debemos
entender que este relato no es sólo informativo, hay también una dimensión
ficcional en él. Lo hemos estudiado esto, lo sabemos. Se necesita la
convergencia de muchas narrativas sociales, informativas, históricas,
ficcionales, para construir otra malla social. Y eso implica que haya una
coordinación de la política educativa, cultural y mediática del proyecto
popular. Es absurdo que diez actores importantes del Estado actúen de manera
descoordinada. También es necesario establecer procesos de consulta permanente.
Por otro lado, hay que instituir procesos jurídicos para que, por ejemplo, un
presidente no pueda decidir por sí solo, sin pasar por el Congreso, tomar una
deuda externa de 50.000 millones. Vivimos en un país con tres poderes.
VT: El tema es cómo
conversás con el núcleo duro irracional, autoritario, discriminatorio.
AG: Lo que pienso yo es que hay dos
desafíos. El principal y más urgente es desplazar la frontera de la grieta que
el “poder” colocó lo más cerca que pudo del 50 %. Es muy peligrosa esa
ubicación porque “cambia el viento” o tenés un mal año, y entonces se pone en
riesgo demasiado. Tenés que apuntar a que el 75 % de la población esté
sintonizado con el proyecto de desarrollo con justicia social. Ése es un punto:
desplazar la frontera política. Para mí es el más urgente. Y lo otro, que es
crucial, pero va a llevar más tiempo, es reducir ese porcentaje del núcleo duro
que tiene facilidad para adherirse a ese discurso del odio. Necesitás que este
porcentaje se reduzca. Pero eso lleva mucho tiempo y un trabajo colectivo
importante.
“Lo cierto es que el crecimiento económico
peruano se debe en gran medida a que, habiendo tenido en los últimos tiempos a
gobiernos de los más variados signos políticos, tanto de izquierda como de
derecha, todos, absolutamente todos, continuaron el modelo económico adoptado
evitando de ese modo la refundación permanente, aprovechando lo positivo de los
gobiernos anteriores y mejorando todo lo que hacía falta mejorar.”
Esta afirmación es válida como criterio,
pero convendría ampliarla un poco. Cuando estuve en Perú, un amigo peruano me
decía que todos los Gobiernos hacían lo mismo, salvo un Gobierno Revolucionario
que instaló una Reforma Agraria.
Hay que destacar que Perú ha conseguido una
reducción de la pobreza con sus programas económicos, según el informe del
PNUD, pero analicemos un poco más:
“Algunos indicadores sobre la evolución de
la economía peruana permiten una comprensión más abarcadora. Las robustas
estadísticas de crecimiento que exhibe Perú tienen un motor destacado, con una
potencia sólo equivalente al petróleo para Venezuela, en los elevados precios
de las materias primas que exporta: minerales, productos agrícolas y de pesca.
Cien empresas mineras provenientes de Canadá, Australia, Inglaterra, China,
Estados Unidos y Australia operan en Perú. El principal producto de exportación
es el oro, con despachos por 4369 millones de dólares en el período enero-julio
de este año, y luego le sigue minerales de cobre con 3097 millones de dólares.
Esas dos materias primas representan el 40,1 por ciento del total de las
exportaciones peruanas.” (El modelo peruano, Alfredo Zaiat, Septiembre 2010, https://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-153411-2010-09-19.html)
Más abajo: “los problemas económicos y
sociales de Perú “siguen siendo la baja productividad, la pésima educación, el
deficiente sistema de salud, las debilidades en infraestructura física, la
desigualdad social, la aplastante corrupción y el alto nivel de informalidad””
O sea que esa prosperidad no se ha distribuido
con equidad en la población peruana: los pobres, aunque hayan mejorado su
situación, siguen pobres, y los ricos son más ricos.
También Chile ha tenido un largo periodo
político de aplicación del modelo que instaló Pinochet desde 1973. Otro milagro, el chileno, cuyo éxito ha sido
ensalzado mucho, y el macrismo lo propuso más de una vez como un modelo para
Argentina.
Acá se tradujo en el Plan Belgrano, que se
quedó en anuncios. “Al igual que la última dictadura militar y el menemismo,
Cambiemos creía que Argentina debía seguir un camino similar, abandonar su
industria “subsidiada e ineficiente”, sus intentos “estalinistas” de
industrialización junto con el complejo entramado social derivado, para
concentrarse en ser el “supermercado del mundo”.”
El problema es que Australia se caracteriza
por una alta inversión en Investigación y Desarrollo (I+D) orientada a la
innovación de sus recursos nacionales, mientras que en Argentina Cambiemos no
ha hecho más que reducir el presupuesto destinado a Ciencia y Tecnología.
Como ya lo he dicho, él éxito del modelo
chileno, a semejanza del peruano, se ha basado en el precio de sus commodities,
que son, en general, más estables que otras, como cereales o la soja.
Ahora, esos modelos han generado -o no han
reparado- la injusticia en que viven sus sectores más pobres.
Precisamente, la explosión que aún continúa
en Chile tiene origen en esas asimetrías que condenan a millones a vivir con
carencias alimentarias, sin Educación ni Salud pública.
Recomiendo leer la nota completa, pero
selecciono algunos párrafos:
“… el problema es el modelo. El
neoliberalismo constituye un sistema de destrucción masiva. Es insostenible
como régimen y su reproducción está claramente en jaque.
En Argentina, en Ecuador y en Chile el
pueblo dice “no” al avance neoliberal postglobalizado. Lo hace ahora, como lo
hizo en el pasado. Esta negativa contempla resistencias heterogéneas que,
aunque gritadas al unísono, traducen un sinfín de demandas sociales. Se rechaza
el ataque político al derecho de las minorías; se rechaza la normalización y
agudización de las injusticias sociales y de la desigualdad en diversas
expresiones; se impugna la validez representativa de un discurso político que
inmoviliza la “grieta” entre adeptos y disidentes del neoliberalismo como un
abismo insalvable. Pero, al mismo tiempo, también se grita por el acceso al
consumo; al derecho de no vivir endeudado. En las diferentes consignas, la
lucha por dignidad parece expresar la condensación de esta complejidad de representaciones
de la identidad ciudadana. La violencia aparente de estas enunciaciones es
absolutamente proporcional a la que ejercen sobre nosotros/as aquellos/as que
imponen al neoliberalismo como destino histórico. Ningún pueblo está obligado a
aceptar pasivamente las condiciones de su aniquilación o marginación.”
Finalmente,
la conclusión de la nota es importante porque contiene, además una advertencia
sobre que estamos en medio de procesos –que en muchos casos serán luchas-
contra un poderoso enemigo que, aunque hoy esté perdiendo batallas, seguirá
tratando de imponer su hegemonía, como, desde el mismo domingo 27/10/19, empezó
a hacerlo el macrismo.
“El
ruido del quiebre nos llega como un trueno y se escucha desde diferentes
latitudes de Sudamérica. Estamos viviendo el estallido del neoliberalismo en su
versión más reciente. Sabemos que se trata de un modelo con gran despliegue;
que se ha reinventado inúmeras veces en las últimas cuatros décadas, siempre
con resultados brutales. Pero también observamos los nuevos y claros límites
que se vienen construyendo a su avance aquí, en Sudamérica, y en otros parajes
del globo. Como en otros momentos, tenemos la esperanza de superarlo; y somos
suficientemente lúcidos como para comprender que caminamos sobre campo minado.”
Comentarios recientes