INFOCRACIA DE BYUNG-CHUL HAN POR ADOLFO ARIZA

INFOCRACIA DE BYUNG-CHUL HAN POR ADOLFO ARIZA

Este libro no es una novela, como las que vengo trabajando en mis entradas. Lo mencionó Alejandro Bercovich en Brotes verdes por C5N, y lo compré porque es un tema que siempre me interesó.

“Byung-Chul Han (o Pyong-Chol Han) (Seúl, 1959) es un filósofo y ensayista surcoreano experto en estudios culturales y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín. Escribe en alemán y está considerado como uno de los filósofos más destacados del pensamiento contemporáneo por su crítica al capitalismo, la sociedad del trabajo, la tecnología y la hipertransparencia.” (Wikipedia)

Es un pensador interesante. Tiene varios libros, además de muchos otros escritos. Les comparto algunos títulos, que muestran los temas –muy centrales- que aborda:

La sociedad del cansancio

La sociedad de la transparencia

La expulsión de lo distinto

Psicopolítica

La agonía de eros

En el enjambre

El aroma del tiempo

La salvación de lo bello

Es un libro pequeño, y me pareció una buena lectura para esta época en que estamos viviendo en una coctelera de información y hechos de los cuales solo tenemos versiones sesgadas y/o parciales, y/o falsas.

Tratar de entender nuestro mundo me parece clave, a pesar de lo difícil que sea, para intentar sobrevivir en todos los sentidos en momentos en que los riesgos de fin de nuestro mundo conocido parecen –son- reales y no imaginarios.

El subtítulo que leemos en la tapa es muy directo: La digitalización y la crisis de la democracia.

En la contraportada hay frases como las de abajo, debajo de un título terminante: “El régimen de la información es una nueva forma de gobierno.”

“Hoy la digitalización también afecta a la esfera política y provoca graves trastornos en el proceso democrático. Las campañas electorales son guerras de información que se libran con todos los medios tecnológicos y psicológicos imaginables.”

Se analiza el uso de los bots y los trolls, y toda la parafernalia con que cuenta el capitalismo, los partidos políticos y los medios de información para que creamos en cosas que no son verdad, inclusive involucionando de los relatos a solo información.

Los argentinos conocemos esto porque acá, como en otros lugares, se usaron estos recursos como estrategias electorales exitosas porque Macri llegó a la Presidencia de la Nación, tal vez no solo por ellas, pero que fueron centrales en ese proceso.

Una lectura atenta del libro nos ayudaría a entender los porqués de este enorme poder que sigue creciendo. Esa comprensión me parece fundamental para tratar de determinar qué podríamos hacer como ciudadanos expuestos y casi indefensos frente a lo que Byung-Chul Han llama “régimen de la información”.

Así lo define el filósofo coreano:

“Llamamos «régimen de la información» a la forma de dominio en la que la información y su procesamiento mediante algoritmos e inteligencia artificial determinan de modo decisivo los procesos sociales, económicos y políticos. A diferencia de régimen de la disciplina, no se explotan cuerpos y energías, sino información y datos. El factor decisivo, para obtener el poder no es ahora la posesión de medios de producción, sino el acceso a la información, que se utiliza para la vigilancia psicopolítica y el control y pronóstico del comportamiento. El régimen de la información está acoplado al capitalismo de la información, que hoy deviene en un capitalismo de la vigilancia y que degrada a las personas a la condición de datos y ganado consumidor.” (Infocracia La digitalización y la crisis de la democracia, Buenos Aires, Taurus, 2022. El régimen de la información, p.9)

Es bastante terrible la lectura de las conclusiones del filósofo; mucho más, por la conciencia que tenemos de que, en gran manera, son verdad, y que lo único que tenemos como arma de defensa es la posibilidad de desarrollar conciencia para colaborar en la conformación y crecimiento de una masa crítica de ciudadanos que contrarresten en sí mismos y en su entorno los efectos de la acción de este “capitalismo de la información”.

A riesgo de que piensen que he caigo en el tremendismo (justificado por lo tremendo de la situación), voy a agregar otra cita que dimensiona el mundo en que vivimos.

“Un nuevo nihilismo se extiende en nuestros días. No se debe a que las creencias religiosas o los valores tradicionales estén perdiendo su validez. Ya hemos superado ese nihilismo de los valores que Nietzsche anunció con expresiones como «Dios ha muerto» o la «transvaloración de todos los valores». El nuevo nihilismo es un fenómeno del siglo XXI. Es fruto de las distorsiones patológicas de la sociedad de la información. Se alza cuando perdemos la fe en la propia verdad. En la era de las fake news, la desinformación y la teoría de la conspiración, la realidad y las verdades fácticas se han esfumado. La información circula ahora, completamente desconectada de la realidad, en un espacio hiperreal. Se pierde la creencia en la facticidad. Vivimos en un universo desfactificado. Junto con las verdades fácticas desaparece también el mundo común al que podríamos referirnos con nuestras acciones.” (Op. Cit., La crisis de la verdad, p.71-72.)

Tal vez haga falta cierto conocimiento y comprensión filosófica (que yo no tengo) para entender acabadamente el planteo del libro, en el que se cita a Foucault, Arendt, Habermas, Postman. Conozco a esos autores solo por sus nombres y por citas, pero creo que pude entender razonablemente el texto (lo que no es poco, dada mi intrínseca dificultad para enfrentar los textos filosóficos).

Por eso, no dudé en incluir este libro en mis entradas. La situación del mundo de hoy, y su involución creciente (concuerdo con el coreano), justifica todo el esfuerzo posible para comprender esa realidad que mucha gente ni sospecha, mientras vive alegremente sin cuestionar nada, creyendo que esta banalidad y superficialidad son buenas y que hay que acomodarse a ellas.

PUES NO, HAY QUE REACCIONAR, HAY QUE DESARROLLAR ESTRATEGIAS PROPIAS, HAY QUE JUNTARSE CON GENTE PARA CHARLAR DE ESTE PROBLEMA.

HAY QUE USAR LAS REDES PARA COMPARTIR VERDADES, DENUNCIAR LAS FAKE NEWS.

NO TENER MIEDO DE LO QUE DIGAN, AUN DE LAS AGRESIONES, PORQUE ES PROBABLE QUE LAS HAYA.

ASÍ SEA.

UTOPÍA NECESARIA: EL VALOR DE UNA MONEDA SURAMERICANA

UTOPÍA NECESARIA: EL VALOR DE UNA MONEDA SURAMERICANA

Cuando encontré la nota de abajo (en portugués), recordé cuándo, hace algunos años, impulsábamos un proyecto de integración americana.

La creación de una moneda suramericana puede acelerar la integración regional

Por Fernando Haddad y Gabriel Galípolo

https://www.nodal.am/2022/04/la-creacion-de-una-moneda-suramericana-puede-acelerar-la-integracion-regional-por-fernando-haddad-ye-gabriel-galipolo/

Voy a citar un documento que me hizo llegar mi amigo Humberto Podetti (gran impulsor de ese tipo de proyectos), y que era preparatorio de unas Jornadas suramericanas sobre UNASUR en la Universidad Nacional de Tucumán.

En los Fundamentos se leía: “El siglo XXI ha acumulado evidencia abrumadora acerca de la necesidad de construir organismos regionales para que los estados nacionales –con excepción de los que tienen escala continental- puedan participar con alguna capacidad de negociación e influencia en el sistema global.” … “América del Sur inició en el año 2000, por convocatoria del presidente Fernando Enrique Cardozo de Brasil, la formación de una organización política continental. Mediante idéntica convocatoria se reunieron luego todos los estados de América latina en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC.”

Más abajo recuerda otros organismos suramericanos: “… en los 16 años transcurridos desde ese primer encuentro de presidentes y jefes de gobierno suramericanos sin presencia de potencias extranjeras, se ha consolidado la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR, que integran los doce estados de América del Sur.”

Es cierto que a los Gobiernos de orientación neo liberal, como el de Macri, o Conde en Colombia, no les interesaba esto, sino preferían impulsar Tratados de Libre Comercio (TLCs) en condiciones de asimetría que los hacían muy desfavorables para América Latina; además la situación global por la pandemia y, ahora, por la guerra de Rusia y Ucrania, hacen parecer ilusoria la integración latinoamericana, pero, no se puede esperar que soplen vientos favorables porque, en primer lugar, no tenemos alternativa, y, en segundo, porque la realidad se transforma con la búsqueda de consensos, y para eso hay que proponer y buscar puntos de referencia y objetivos comunes.

Lo que propone la nota tiene que ver con esto. Así comienza: (las traducciones son mías)

“La creación de una moneda sudamericana puede impulsar el proceso de integración regional, marcado por un ritmo lento y momentos de retroceso, y fortalecer la soberanía monetaria de los países sudamericanos, que enfrentan limitaciones económicas derivadas de la fragilidad internacional de sus monedas.”

El planteo es totalmente válido y nos es conocido porque es lo que hizo la Unión Europea con el Euro. Se puede argüir que el Brexit y otras situaciones parecen cuestionar el planteo, pero no es así. Además, si fuera por las situaciones políticas, el mismo dólar está muy cuestionado como moneda internacional, y no sabemos cómo va a terminar ese proceso.

El análisis de la nota es muy actual, y acentúa la falta de alternativas para AL: “El reciente conflicto entre Rusia y Ucrania ha reavivado viejos temores que se habían disipado al final de la Guerra Fría. La posibilidad de una guerra entre potencias nucleares sigue amenazando la existencia humana, y el irrespeto a la soberanía nacional acosa a los Estados que no tienen la misma potencia bélica.”

En este contexto de incertidumbre global, es imprescindible que AL avance en estrategias que busquen la constitución y consolidación de un bloque continental.

Nuestros países tienen debilidades estructurales que deberíamos superar. Los autores nos lo explican así:

“Al igual que en las amenazas de guerra, las reservas internacionales funcionan como una defensa de las monedas nacionales, incluso para desalentar los ataques. Sin embargo, como países emergentes o en vías de desarrollo, en diferentes grados, todos todavía sufrimos limitaciones económicas derivadas de la fragilidad internacional de nuestras monedas.”

Brasil ha empezado a resolver este problema, y nos sirve: “La experiencia monetaria brasileña, como la implementación exitosa de la URV (Unidad de Valor Real), puede proporcionar un paradigma para la creación de una nueva moneda digital sudamericana (SUR), capaz de fortalecer la región.”

Es obvio que esta propuesta solo sería realizable en el marco de consensos de los países suramericanos, pero como ya hemos visto hay antecedentes y estructuras de discusión y acuerdo en funcionamiento. En estos momentos, Boric, el recientemente asumido Presidente de Chile está en Argentina en su primera visita internacional y temas como este son propios de esas agendas. Si Lula alcanza la presidencia de Brasil las posibilidades aumentan mucho.

De cualquier manera, hay que hablar de estas cosas para aumentar la masa crítica de gente que entienda lo que necesita América Latina. Eso mejora las posibilidades de que realmente ocurra, ESTE ES MOTIVO DE ESTA NOTA. LÉANLA, ES UN PORTUGUÉS COMPRENSIBLE, Y TENEMOS QUE ENTENDER LO QUE NECESITAMOS LOS SURAMERICANOS: NUESTRO FUTURO ESTÁ EN JUEGO Y HACEN FALTA HOMBRES Y MUJERES QUE TENGAN CONCIENCIA CRÍTICA Y CORAZÓN LATINOAMERICANO

ESCOLARIZACIÓN, APRENDIZAJE Y LO QUE NECESITA LA SOCIEDAD: SITUACIÓN DE HOY

ESCOLARIZACIÓN, APRENDIZAJE Y LO QUE NECESITA LA SOCIEDAD: SITUACIÓN DE HOY

Voy explicar las razones por las que elegí la nota de abajo para una entrada:

¿HAY LUGAR PARA LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL EN LAS ESCUELAS?

LA FANTASÍA DE ENSEÑAR EL FUTURO

https://www.revistaanfibia.com/la-fantasia-de-ensenar-el-futuro-inteligencia-artificial/?fbclid=IwAR3CDsnourxwCe89yhNAsPts8-FyhEHqA8vZ3K_Uw57ifyfj-6EDsTPD944

En primer lugar, porque me pareció que mostraba una interesante comprensión del modo en qué se forman los saberes académicos –que no es lo mismo que los escolarizados o escolarizables- y evita los lugares comunes y clásicos que nos solemos encontrar en teorías pedagógicas.

“Flavia Terigi, una de las pedagogas más lúcidas de nuestro país, lo describe así: “La escuela transmite un saber que no produce; y para poder llevar adelante ese trabajo de transmisión, produce un saber que no es reconocido como tal”. Así, sostiene, se descontextualiza el saber de su ámbito de producción (la academia) y se lo recontextualiza en la escuela, generando un saber nuevo, original, sui generis, que socialmente no es reconocido (ni ese saber, ni la función de los docentes como especialistas en esa tarea).”

En segundo, porque aborda un tema que no es nuevo, aunque sí lo son los saberes o contenidos que se proponen como necesarios (a veces imprescindibles) para que sean enseñados en la escuela.

Así comienza la nota:

“Hay una fantasía generalizada de que la escuela debe incorporar materias que enseñen educación financiera, tecnología blockchain o diseño de motores de inteligencia artificial. “Ahí está el futuro”, repiten, como si el presente fuera esclavo de ese futuro y no su condición de posibilidad.”

En general, esto siempre ha sido así: proponer temas que se ponen de moda como lo que debe enseñar la escuela y no las asignaturas obsoletas e inservibles que enseñamos (paso a la primera persona porque lo viví personalmente cuando daba clase).

Hoy esto es más complejo todavía por la incidencia de la tecnología, muchas veces ligada a intereses económicos, y por la velocidad con que aquella evoluciona y se transforma.

En otra entrada (https://www.miradasdesdemendoza.com.ar/2021/11/23/hay-que-comprender-que-son-los-millennials-y-su-importancia-para-argentina/), traté el tema de lo que piensan los chicos/as de hoy de la necesidad para la vida de cursar estudios y tener títulos habilitantes que les permitan asegurar su futuro.

Esto lo había vivido personalmente cuando traté de convencer a algún nieto de que completara estudios superiores que había dejado incompletos. Comprobé que estas generaciones no ven al sistema educativo como el único sistema donde pueden aprender. Piensan así, y me cito:

“Los millennials y los centennials han llegado para darle un giro al sector educativo: los modelos actuales no se ajustan a sus demandas ni están articulados con lo que las empresas les exigen.

Las nuevas tecnologías y la globalización de los procesos han democratizado el acceso al aprendizaje y ahora cualquiera puede formarse a través de una pantalla. La oferta educativa se amplió y cualquier persona puede especializarse desde su casa.”

Otro punto es que, en general, estos contenidos que se proponen para la escuela son más propios de la Educación No Formal que de la Formal. Es cierto que esta es una clasificación vieja, pero es válida.

Leemos en Wikipedia: “Educación no formal: “comprende toda actividad organizada, sistemática, educativa, realizada fuera del marco del sistema oficial, para facilitar determinadas clases de aprendizaje a subgrupos particulares de la población, tanto adultos como niños.”

Por esa época, circa 1974, se entendían como temas propios para este tipo de Educación “los programas de extensión agrícola y de capacitación de agricultores, los programas de alfabetización de adultos, la formación acelerada impartida fuera de la enseñanza oficial, etc.” (En la misma nota de Wikipedia).

Muchos/as la consideraban un modo de compensar las deficiencias de la Educación Formal, pero pienso que más bien se trata de espacios diferentes, útiles para situaciones distintas, y cada uno con su valor propio.

Siempre esos aprendizajes tuvieron origen público y privado, con diversas alternativas, pero en la mayoría de los casos había que pagar para realizarlos; en el caso de las instituciones públicas porque eran una fuente de ingresos no presupuestaria, y en el de las privadas porque eran ofrecidos por institutos o academias que se dedicaban a eso.

Personalmente, tuve un instituto de secretariado que daba cursos anuales de secretariado ejecutivo como salida laboral. Todavía encuentro chicas trabajando gracias a esos cursos.

Está claro, como decían Les Luthiers que “parecido no es lo mismo”. Hoy el permanente surgimiento de novedades, por empuje tecnológico y financiero, como se dice en la nota: “tecnología blockchain o diseño de motores de inteligencia artificial”, hace a los contenidos dinámicos y de rápida obsolescencia.

Tengamos en cuenta que en muchos países la educación está desregulada del Estado, que era parte del proyecto de Menem para su reelección, y que afortunadamente la sociedad argentina no avaló.

Esto es un hecho importante porque la Educación es un enorme negocio, y al estar desregulada pasa a ser un bien de comercio más, con lo cual nos encontramos con una enorme oferta de calidad muy diversa y, en muchos casos, de discutible utilidad.

En este contexto hay que comprender lo que plantea la nota:

“Pues bien, ¿qué hay de estas nuevas tecnologías que hemos sacralizado y que creemos que deben entrar urgente a la escuela? Si bien las bases que dieron origen a su surgimiento tuvieron el mismo recorrido de validación científica, su uso actual, masivo, está directamente a las órdenes de la rentabilidad y la lógica mercantil. No es que queremos que se enseñe blockchain o criptomonedas en la escuela porque creamos que son saberes que conllevan debates maduros y que son objetos culturales valiosos de ser transmitidos. Queremos que se enseñe porque, hoy mismo, creemos que de esa forma se va a ganar más plata. Pero uno de los grandes problemas es que ese el uso masivo de estas tecnologías -y, fundamentalmente, su perfeccionamiento- está al servicio de unas pocas grandes empresas. Que no comparten sus avances porque la propiedad privada intelectual es la clave de sus modelos de negocios…”

El avance del modelo neoliberal en el marco (y gracias a) de la globalización conlleva un enorme aumento del poder corporativo, con grupos transnacionales, aliado con varios Estados que actúan con un claro apoyo a este proyecto, tan discutible, por lo demás.

En ese marco resulta muy complejo y casi imposible para el hombre o mujer de a pie saber el verdadero valor de lo que le ofrecen muchas veces como la panacea universal con posibilidades casi mágicas.

En realidad, ese es otro problema, que se agrega al de la dificultad para hacer escolarizables los contenidos que trata la nota.

Así lo plantea el autor:

“Tengo la idea de que no hay forma de incorporar en la escuela “materias” que se dediquen a enseñar cómo diseñar motores con inteligencia artificial o blockchain, o entrenar en el uso de criptomonedas. No hay forma, creo, de que contenidos de esas características sean “escolarizables”. Vale hacer una aclaración importantísima: sí son “escolarizables” esos temas en tanto productos sociales objetos de análisis, o sea, reflexionar en el aula sobre los impactos de sus usos, sus alcances, limitaciones, peligros. Eso sí es imperioso que se trabaje en la escuela. No es necesaria una materia: tenemos Geografía, Historia, Matemática, Informática, Economía, Formación Ética y Ciudadana y talleres interdisciplinares que pueden abordar cómo nos paramos como ciudadanos frente a estos desafíos. Sin embargo, se insiste mucho con este tema: como humanidad debemos correr detrás de estas tecnologías, domarlas lo antes posible antes de que se nos escape de las manos su ominosa y acechante inteligencia artificial que dará vuelta la taba. Le tenemos miedo a la técnica, parece que ya decidimos caer derrotados ante su poder. El filósofo Jacques Ellul dijo, en 1973, que “no es la técnica la que nos esclaviza, sino lo sagrado transferido a la técnica”.”

Es obvio que recomiendo leer la nota completa, y despacio, porque no tiene desperdicio, así que solo agregaré algunas conclusiones:

No le pidamos a la escuela que se haga cargo de emergentes que no son su objetivo: sí pidámosle que sea lo más eficiente posible en la gestión de los aprendizajes que son su responsabilidad. La nota lo pide así:

“La escuela es, a la vez que el último bastión de un encuentro relativamente igualitario de otredades, el primer encuentro profundo de las nuevas generaciones con la cultura que heredarán y que desconocen por completo, parafraseando a Hannah Arendt. En esa operación, la escuela es un muestrario vivo y dinámico del legado cultural, y no sabemos qué harán nuestres alumnes con él. Tal vez pretendan monetizarlo, incluso. Pero nuestro deber es enseñarle lo que la ciencia pública ha producido a lo largo de los siglos. En el caso de los nuevos medios digitales, ¿esas bases no están ya en disciplinas como la Matemática y la Informática? ¿Por qué tenemos que llegar a su aplicación última, cuando incluso está en pleno debate y sus lógicas de funcionamiento, en general, están ultraprivatizadas?”

Lo que sí debería proveer el sistema educativo a sus agentes educativos es la formación y la capacidad de comprensión del valor de las NTICs en la sociedad para que puedan guiar a los/las alumnos/as en la búsqueda de aquellos contenidos tecnológicos que les son útiles, si les interesan.

También debería equilibrar la formación tecnológica de los/las alumnos/as para que la mayoría pueda acceder a los contenidos y recursos que necesite. En la escuela eso es muy dispar: los/las que les interesan estos temas tienen una muy alta formación, incluso más de lo que la escuela requiere, y los/las que no, muchas veces ignoran lo básico.

Lo que sí es seguro es que –tanto como padres, agentes de la educación, o simplemente miembros de la sociedad- debemos interesarnos en que tengamos acceso a los contenidos tecnológicos que necesitamos para vivir de la mejor manera posible, lo que incluye lo laboral.

ESTA NOTA AYUDA A ESO.

UCRANIA: UN APORTE PARA LA COMPRENSIÓN DE LA SITUACIÓN GEOPOLÍTICA

UCRANIA: UN APORTE PARA LA COMPRENSIÓN DE LA SITUACIÓN GEOPOLÍTICA

Habitualmente construyo mis entradas a partir de un texto –nota, noticia- que comento con aportes personales.

Ahora bien, el tema de Ucrania, Rusia y EEUU ha tomado tal preponderancia y peligrosa actualidad que, cuando encontré esta nota de El cohete a la Luna, decidí que era más útil que eso publicarla y estimular su lectura.

La nota comienza analizando la escalada de notas, noticias, rumores, medias verdades o mentiras desembozadas que han estallado en los medios y en redes a partir de las visitas y acuerdos del presidente Fernández a Rusia y China.

No sabemos qué impacto tendrá este acercamiento de Argentina con Rusia y China en los EEUU, aunque ya se manifestaron críticas. Tampoco intentaría hacer futurología sobre las consecuencias de esta nueva estrategia, ni evaluar el acierto o error de ella, pero en este contexto de crisis mundial es difícil pensar que no tenga un impacto importante, para bien o para mal.

Lo que no se puede negar –sin intentar defender los contenidos de la nota que, son obviamente opinables y/o discutibles- es que la descripción de la política exterior de EUA tiene muchos elementos no rebatibles. De hecho, hemos padecido su actuación durante la guerra la guerra de Malvinas (y no es ilusorio pensar que le hubiera sido mucho más difícil el triunfo a Inglaterra sin el apoyo de EUA y algún amigo latinoamericano).

Sería difícil para cualquiera con algún atisbo de objetividad y seriedad negar la “voracidad” –como titula el autor de la nota- del país del norte.

Incluso, si no fuera que la historia la escriben los que ganan, no hay manera de no calificar de genocidio a los bombardeos sobre Hiroshima y Nagasaki.

En estos días hemos escuchado los anuncios de invasión de Rusia a Ucrania –miembro implícito de la OTAN- que no tienen hasta hora correlato con la realidad.

Parece innegable que el principal impulsor de este ambiente pro bélico es, justamente, EUA, para provocar un nuevo Afganistán sin muchos escrúpulos acerca de los daños y el riesgo de una conflagración de fin imprevisible.

Por lo tanto, recomiendo la lectura de la nota completa: es un aporte a la comprensión de la difícil realidad nacional e internacional.

UNA VORACIDAD INSACIABLE

Rusia denunció la presencia ‎en Ucrania de mercenarios estadounidenses con armas químicas.

POR MARIO DE CASAS FEB 13, 2022

https://www.elcohetealaluna.com/una-voracidad-insaciable/

Visitas que incomodan

La decisiva compra de vacunas al comienzo de la pandemia y las recientes visitas del Presidente Fernández a Rusia y China dispararon manifestaciones reveladoras de un notable grado de ideologización, fruto de la efectividad del aparato de manipulación cultural norteamericano, que despliega diversas narrativas con un elemento común: la denuncia —explícita o no— de amenazas a la seguridad nacional de Estados Unidos por parte de países que no responden a su hegemonía, y la pretensión de que el imperio se empeña en proteger a cualquier región o país que a juicio del mismo imperio se encuentra bajo amenaza de esos mismos Estados. La alianza estratégica entre la Federación Rusa —potencia militar— y China —cuyo desarrollo tecnológico y expansión comercial desvelan a Washington— se ha convertido en el principal objeto de ataque de la maquinaria imperial.

El periplo presidencial se produjo en momentos de alta tensión entre Estados Unidos y Rusia con epicentro en Ucrania, un conflicto geográficamente lejano pero derivado de un proceso que desmiente el ubicuo relato yanqui, por cuanto exhibe dramáticamente esa característica invariable del comportamiento norteamericano, que concibe una única manera de vincularse con el resto del mundo: a través de la relación dominador-dominado, que puede y debe lograrse por las buenas o por las malas, apelando a dispositivos que abarcan desde la sumisión voluntaria de terceros países hasta el uso abierto del aparato militar, pasando por el endeudamiento y lo que se conoce como lawfare. Estos 2 últimos mecanismos han sido profusamente analizados entre nosotros debido a que los países de la región han padecido y padecen su aplicación.

No ha ocurrido lo mismo con la crisis de Ucrania. Ni bien el Presidente Alberto Fernández en su encuentro con el Presidente ruso Vladímir Putin ratificó el acuerdo estratégico integral alcanzado durante el segundo gobierno de Cristina, y agregó que la Argentina debía superar su fuerte dependencia con Estados Unidos, aparecieron las reacciones. Entre los escandalizados se destaca el último canciller del macrismo, Jorge Faurie, quien afirmó en su cuenta de Twitter que las declaraciones del Presidente en Moscú fueron “incomprensibles e injustificadas desde la perspectiva de los intereses argentinos” y se alarmó porque “abren la puerta para que la región pueda ser escenario de enfrentamientos y tensiones a escala global”. El ex canciller sostuvo además que “el diálogo con Rusia, que es una autocracia que no respeta libertades individuales, de opinión o prensa… ¿de qué sirve al país? De algún modo condona un escenario de conflicto como el que tiene Rusia con Ucrania, la OTAN y Estados Unidos”. En otras palabras, Rusia constituye una amenaza no solo para Ucrania sino para nuestra región, afortunadamente protegida por la OTAN y la CIA. No olvidemos que la Alianza Atlántica tiene una base militar con componentes nucleares en nuestras Malvinas.

La conquista del lejano Este

Tras la caída del muro de Berlín en 1989, el posterior derrumbe del sistema de Estados comunistas, la unificación de Alemania y las disoluciones de la URSS y del Pacto de Varsovia, Occidente se encontraba ante un dilema que se podía visualizar con claridad a la luz de la historia del siglo XX; frente a Rusia, la gran derrotada de la Guerra Fría, dos caminos remitían al tratamiento dado a Alemania al término de las dos guerras interimperiales, más conocidas como guerras mundiales:

  1. la humillación del perdedor al estilo de la paz de Versalles de 1919, o
  2. su integración en una Europa en vías de unificación, como ocurrió con la República Federal de Alemania (RFA).

La experiencia sugería optar por la segunda variante sobre todo porque la Rusia de 1991, como la Alemania de 1945, atravesaba un cambio fundamental al incorporarse al liberalismo político y económico de ese Occidente al que se había enfrentado durante tanto tiempo.

Esa opción correspondía a la lógica gaulliana de una Europa que se extiende “del Atlántico al río Ural”: el hombre que había decidido retirar a Francia de la estructura militar de la OTAN en 1966 para preservarla de la hegemonía de Washington, probablemente hubiera recomendado la disolución de la Alianza Atlántica después de 1991, en beneficio de una seguridad euro-atlántica administrada en el marco de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y apoyada en un sistema de defensa europeo; además se habría fijado como objetivo la integración del conjunto de los países de Europa del Este en la Unión Europea, con Rusia especialmente incluida; y habría visto en la alianza franco-rusa y euro-rusa la forma de lograr un doble nuevo equilibrio: el de Europa frente a una Alemania unificada y el del mundo frente a un Estados Unidos triunfante.

Pero en enero de 1994 el Presidente William Clinton proclamó la voluntad de ampliar la Alianza Atlántica con los ex subordinados europeos de Moscú: confirmó así la concepción de escudo anti ruso de la OTAN en atención a distintos lobbies, pero sobre todo al del complejo industrial-militar, y desató la ira de Rusia. La decisión tomada por Washington estuvo determinada por la voluntad de conjurar la posibilidad de una Rusia integrada en el seno de Europa Central que, en esas condiciones, ya no necesitaría la tutela estratégica de Estados Unidos.

La administración Clinton presentó la decisión como equilibrada, pero en Moscú fue percibida como claramente hostil: era una ampliación de la OTAN hacia el Este compensada por el premio consuelo formalizado en el Acta Fundacional OTAN-Rusia firmada en París en mayo de 1997. Tanto en este ámbito como en el de la ayuda económica a Rusia —lejos de un nuevo plan Marshall y de las necesidades de ese país—, lo resuelto por el gobierno de Clinton podía tener las consecuencias que señaló la oposición estadounidense a la ampliación de la Alianza Atlántica: por un lado, la falta de asistencia a Rusia generaría el riesgo de caos o de la peligrosa aparición del revanchismo; por otro, si había reconstrucción del poderío económico ruso, resucitarían la hegemonía regional de Moscú y la bipolaridad política.

Una doctrina

El 30 de abril de 1998 fue votada la ratificación que exigía los dos tercios del Senado por tratarse de la modificación de un tratado internacional. Incluía una muy extensa resolución que contenía instrucciones sobre la evolución de la OTAN y la nueva doctrina estratégica elaborada por Washington. Los aspectos salientes de ese texto fundamental son los siguientes:

  • La razón principal invocada para justificar la ampliación es “la posibilidad de resurgimiento de una potencia hegemónica que confronte con Europa” e intente invadir Polonia, Hungría o República Checa.
  • Las decisiones y acciones de la OTAN son independientes de cualquier otro foro intergubernamental: ONU, OSCE, Cooperación Euroatlántica, etc.
  • Rusia no tiene derecho alguno de veto sobre las decisiones de la Alianza Atlántica, ni siquiera en el seno del Consejo Conjunto Permanente OTAN-Rusia.
  • La OTAN puede comprometerse en misiones más allá de su propio territorio si hay consenso entre sus miembros sobre la existencia de una amenaza para sus intereses.
  • El liderazgo de Estados Unidos en la OTAN se concreta con la presencia de sus oficiales a cargo de los más altos mandos.

Estas fueron las directrices en base a las cuales se fabricó el conflicto con centro en Ucrania.

Europa ante el enemigo inventado

En enero pasado, el Departamento de Estado ordenó la evacuación de familias y de una parte del personal de la embajada de Estados Unidos en Kiev, afirmando que se trata de una “medida de precaución frente a una posible invasión rusa en Ucrania”. También elevó al nivel 4 de riesgo —el más alto— la advertencia a los ciudadanos estadounidenses para que no vayan a Ucrania. Inmediatamente después, el ministerio de Exteriores del Reino Unido anunció la retirada del personal de la embajada británica en Kiev con el mismo argumento que Estados Unidos.

Con esos actos de guerra psicológica se instauró el clima de alarma que induce a creer que la Federación Rusa está a punto de invadir Ucrania y las repúblicas bálticas —Lituania, Letonia y Estonia—, y se preparó el terreno para una peligrosa escalada contra Rusia de Estados Unidos, la OTAN e incluso países como Suecia, que pertenecen a la Unión Europea pero no a la OTAN.

Suecia desplegó tropas en disposición de combate y vehículos blindados en la isla de Gotland, ‎situada en el Mar Báltico a 90 kilómetros de la costa oriental sueca. Según el ministerio sueco ‎de Defensa, se trata de defender la isla de amenazantes buques rusos de desembarco que navegan ‎cerca de ella. ‎Al Este de la isla de Gotland, Letonia está en estado de alerta —igual que ‎Lituania y Estonia— frente al enemigo imaginario. ‎Como “defensa contra la amenaza rusa”, la OTAN ha desplegado cuatro batallones multinacionales ‎en las tres repúblicas bálticas y en Polonia. Pero las repúblicas bálticas todavía no se sienten suficientemente “protegidas por la ‎presencia reforzada de la OTAN”: el ministro de Defensa de Letonia acaba de pedir una ‎presencia militar estadounidense permanente en su país. Como en el guión de una película de ‎Hollywood, los expertos explican que las tropas de Estados Unidos no llegarían a tiempo desde ‎Alemania para detener a los tanques rusos y que, después de haber ocupado las tres repúblicas ‎bálticas, las fuerzas blindadas rusas las aislarían de la Unión Europea y de la OTAN apoderándose ‎del corredor de Suwalki, entre Polonia y Lituania.

Ucrania, que más que socio ya es de hecho miembro de la OTAN, aparece ‎en todo esto como actor principal en el papel de país agredido. El gobierno ucraniano asegura —sin ofrecer pruebas— haber sido blanco de un ciberataque ‎que atribuye a Rusia, entonces la OTAN corre —junto con la Unión Europea— en auxilio de ‎Ucrania para librar una guerra cibernética. Al mismo tiempo, convoyes ferroviarios especiales están transportando tanques de asalto estadounidenses desde ‎Polonia hacia Ucrania, cuyas fuerzas armadas son entrenadas desde hace años por consejeros militares e instructores estadounidenses, que las conducen con el ‎respaldo de sus colegas de la OTAN.

Una vasta experiencia

Mientras tanto, Washington denuncia que Ucrania está rodeada de fuerzas rusas y, previendo un cierre del aprovisionamiento de gas ruso a Europa, se ‎prepara generosamente para sustituirlo con entregas de grandes volúmenes de gas natural licuado ‎‎(GNL) estadounidense.

La Casa Blanca asegura —basándose en informaciones cuya veracidad está ‎estrictamente garantizada por… la CIA— que el ataque ruso estaría precedido de una operación ‎‎false flag (bajo bandera falsa), en la que agentes rusos infiltrados en el Este de Ucrania ‎cometerían sangrientos atentados contra los pobladores rusos del Donbass que Rusia ‎atribuiría al gobierno ucraniano para justificar su invasión. Washington omite ‎que el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, denunció en diciembre pasado la presencia ‎en el este de Ucrania de mercenarios estadounidenses equipados con armas químicas.

Según el New York Times, Estados Unidos ha anunciado a los demás miembros de la OTAN que ‎”toda victoria rusa rápida en Ucrania sería seguida de una insurrección sangrienta similar a ‎la que obligó a la Unión Soviética a retirarse de Afganistán”, insurrección que tendría el apoyo de ‎‎»la CIA y el Pentágono.

El almirante estadounidense James Stavridis —ex jefe del Comando Supremo de la OTAN ‎en Europa— recuerda que Estados Unidos sabe cómo hacerlo: a finales de los años 1970 y ‎en los años 1980, entrenó y armó a los muyahidines contra las tropas soviéticas ‎en Afganistán. Pero ahora, según Stavridis, “el nivel de apoyo militar de ‎Estados Unidos a una insurrección ucraniana haría parecer poca cosa lo que dimos contra la ‎Unión Soviética en Afganistán”.

Todo indica que el objetivo estratégico de Washington sería precipitar la crisis ucraniana —deliberadamente ‎provocada en 2014— para que Rusia se vea forzada a intervenir militarmente en defensa de las ‎poblaciones rusas del Donbass y acabe en una situación análoga a la que llevó a la Unión ‎Soviética a empantanarse en Afganistán. Pero esta vez sería crear un Afganistán en Europa, lo cual provocaría un estado de inestabilidad ‎permanente en beneficio de Estados Unidos que reforzaría su influencia y su presencia en el ‎continente europeo. ‎

Seguridad, ¿de quién?

Los acuerdos argentino-chinos provocaron la reacción del legislador trumpista por el Estado de Florida Matthew Louis Gaetz II, conocido como Matt Gaetz —acusado de tráfico sexual con menores—, para quién la incorporación de Argentina a la Ruta de la Seda constituye una amenaza para la “seguridad nacional” estadounidense y una violación a la Doctrina Monroe. Asimismo, entiende que «si bien el gobierno de Biden, los medios de comunicación y muchos en el Congreso hacen sonar los tambores de guerra por Ucrania, existe una amenaza mucho más significativa para nuestra nación», refiriéndose a lo acordado por los Presidentes Alberto Fernández y Xi Jinping. Toda una confesión de parte.

Alguien podría decir que hoy no gobierna el trumpismo, y agregar con razón que los años de Donald Trump en el gobierno fueron trágicos para América latina: impulsó la aplicación de una especie de Doctrina Monroe reforzada, anunciada en febrero de 2018 por el entonces canciller Rex Tillerson —ex director ejecutivo de la Exxon Mobil Corporation—, el golpe de Estado en Bolivia en noviembre de 2020 y la injerencia a cara descubierta en busca de la reelección de Macri y —sobre todo— del sometimiento de la Argentina, entre otras maniobras.

Sin embargo, la historia enseña que si algo tiene una apreciable continuidad y autonomía respecto de los circunstanciales ocupantes de la Casa Blanca es la política exterior del imperio, aserto que se ve reforzado por las posiciones adoptadas por Biden a lo largo de 36 años como senador. Por ejemplo, durante la Guerra de Malvinas presentó ante el Congreso una resolución de apoyo de Estados Unidos al Reino Unido, y ante la consulta de una periodista acerca de si el Senado se estaba involucrando en favor de Gran Bretaña, respondió: “Mi resolución busca definir de qué lado estamos y ese lado es el británico. Los argentinos tienen que desechar la idea de que Estados Unidos es neutral”.

Dio como justificación el acuerdo de Estados Unidos con la OTAN de abril de 1949; pero olvidó un pacto previo, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), firmado por todos los países del continente en septiembre de 1947, cuyo artículo tercero es categórico: frente a un ataque armado contra uno cualquiera de los Estados compromete a todos los demás a contribuir en su defensa.

Así, como la única verdad es la realidad, la creciente militarización promovida y practicada por Estados Unidos al compás de su insaciable sed de recursos y dominio pone en vilo la seguridad del mundo entero.

LA SOLEDAD NO DESEADA ES UNA EPIDEMIA, QUE NO SE HAGA PANDEMIA

LA SOLEDAD NO DESEADA ES UNA EPIDEMIA, QUE NO SE HAGA PANDEMIA

Cuando me encontré con esta nota del siempre inteligente Pepe Natanson, me interesé porque el de la soledad de muchas personas es un tema que me interesa –y preocupa- desde hace mucho.

Por supuesto, esta preocupación se agudizó durante la pandemia cuando vimos con mucha pena e impotencia cuánta gente agonizaba y moría sola. Lo viví de cerca en mi familia.

Natanson lo plantea muy bien, y voy a reproducir su nota de manera completa, porque vale la pena leerla y pensar qué podemos hacer o impulsar para mejorar este panorama tan difícil.

Es cierto que son tendencias mundiales, y que hay diferencias entre lo que ocurre en las grandes ciudades y en el resto del país, pero es un problema creciente en el que hay sectores muy vulnerables, como el de los ancianos y los adolescentes, y tenemos que hacernos cargo, personal y socialmente, para enfrentarlos. Por ejemplo, para pedir a los gobernantes y a los futuros candidatos proyectos concretos y realizables que atiendan el problema.

Para que vean que no hay exageración, copio un párrafo de la nota:

“El aislamiento social no deseado produce efectos muy dañinos sobre quien lo padece, a punto tal que la Organización Mundial de la Salud define a la soledad como una “epidemia” contemporánea: desde las clásicas angustia, ansiedad y depresión hasta trastornos de sueño, baja autoestima, afectación del sistema inmunológico y hábitos problemáticos como el alcoholismo.”

Natanson cita un par de ejemplos de países que han tomado medidas políticas sobre el tema:

“Apenas asumió al frente del gobierno británico, Theresa May anunció la creación de un Ministerio de la Soledad que, dirigido por Tracey Crouch, desplegó una serie de políticas orientadas a enfrentar el aislamiento social, sobre todo de los mayores: al momento de anunciarse la decisión, la mitad de los británicos de más de 75 años (unos 2 millones) vivían solos. En Japón, … el gobierno también creó un Ministerio de la Soledad, preocupado por el aumento de las muertes en total aislamiento (el hecho de que exista una palabra en japonés para definir el fenómeno, kodokushi o “muerte solitaria”, resulta ilustrativo).”

Pero hay que leerla entera porque nos presenta esta situación terrible–que posiblemente conozcamos y/o hayamos vivido personalmente- de manera clara, y muy bien fundamentada.

Finalmente, les copio un párrafo más de la nota, porque nos puede servir para tomar decisiones personales y realizar acciones por alguna persona real de nuestro medio.

“… la experiencia internacional demuestra que el problema es abordable a través de un conjunto de iniciativas: centros comunitarios, batallones de jóvenes voluntarios que se acercan a los mayores, talleres y encuentros.”

Abramos nuestra cabeza y corazón, y veamos qué podemos hacer por los solos/as que no quieren vivir así, y sufren por ello.

Un Ministerio para la soledad

Por José Natanson

https://www.eldiplo.org/272-argentina-frente-al-cambio-climatico/un-ministerio-para-la-soledad/

La soledad extrema es un fenómeno global con consecuencias sociales tan profundas como preocupantes.

Aclaremos primero de qué estamos hablando. A diferencia de la lengua inglesa, que distingue la soledad deseada y feliz (solitude) de la soledad entendida como aislamiento, privación y angustia, es decir como la distancia entre las interacciones sociales deseadas y las reales (loneliness), en español sólo contamos con una palabra, que engloba ambos significados. Es perfectamente posible desarrollar una vida plena en soledad: Kierkegaard, solitario irremediable, se prescribía “baños de gente” en paseos lentos por las calles de Copenhague para luego volver a recluirse en su casa y seguir escribiendo. Se puede estar bien solo, y sentirse solo estando rodeado de otros. Nos referimos aquí al aislamiento social no deseado, sufriente y radical, una epidemia silenciosa que afecta a cada vez más personas.

Las causas materiales que explican este drama social pasan en primer lugar por los movimientos –siempre silenciosos, pero siempre decisivos– de las estructuras demográficas. La esperanza de vida ha aumentado en el Primer Mundo y en algunos países de desarrollo medio, sobre todo en las grandes ciudades: en Argentina, por ejemplo, pasó de 69,5 años en 1980 a 76,7 en la actualidad. Esto estiró el tiempo que los padres viven sin los hijos, que puede extenderse hasta dos o tres décadas y llevar a una vejez solitaria en caso del fallecimiento temprano de uno de los cónyuges, usualmente el hombre (las mujeres argentinas viven en promedio cuatro años más que los hombres).

Esta tendencia a una “individuación de la vejez” es resultado también de cambios en las subjetividades. Por ejemplo, la voluntad de los adultos mayores de preservar su autonomía hasta el final (al menos de aquellos que pueden permitírselo), evitando el asilo o la incómoda convivencia con hijos ya grandes que a veces los tratan con condescendencia, al estilo del abuelo de Los Simpsons, que cuando empieza a contar una anécdota en la mesa familiar sólo logra que todos se vayan hasta quedarse solo con Maggie, atrapada en su sillita de bebé. También puede ser resultado de las separaciones tardías: parejas que no se animaban a encarar un divorcio en el pasado, cuando todavía no era tan usual, y lo hacen más tarde, cuando los hijos ya se emanciparon, luego de décadas y décadas de acumular reproches (1).

Pero el fenómeno no se limita a los viejos: el porcentaje de jóvenes y adultos que viven solos también viene aumentando. Entre los principales motivos podemos mencionar el retraso de la edad de inicio de la primera convivencia –de 27 a 33 años promedio en la Ciudad de Buenos Aires entre principios del siglo XX y la actualidad (2)–, la generalización de los divorcios (en 2020 hubo en CABA más divorcios que casamientos por primera vez en la historia) y las transformaciones en el régimen de maternidad/paternidad: aumento de la edad de los padres (la edad media a la que las mujeres tuvieron su primer hijo pasó de 28,4 años en 2000 a 31 en la actualidad en CABA), caída en la tasa de fecundidad (de 1,87 hijos por mujer en 2000 a 1,54 en la actualidad) e incremento de las personas que no tienen hijos –un 20% de las mujeres que viven en la Ciudad llegan al fin de la edad fértil sin ser madres (3)–.

Si la “individuación de la vejez” se explica en esencia por motivos de demografía, la de la juventud-adultez responde también al cambio en la posición de las mujeres en la sociedad, que ya no se limita al rol tradicional de madre, disputa con los hombres el mercado laboral y a menudo elige priorizar el estudio y las carreras profesionales. A ello hay que sumar las crisis económicas recurrentes –la muy argentina incertidumbre respecto del futuro material– que obliga muchas veces a postergar proyectos de familia.

En todo caso, cada vez más personas viven solas. Los hogares unipersonales pasaron de 30% a 35% en Alemania, de 13% a 23% en España y de 13% a 27% en Estados Unidos. El fenómeno es una función del desarrollo: a mayor nivel de ingreso, más porcentaje de hogares unipersonales. En Japón, un impresionante 40% de los hogares está habitado por una sola persona. En Argentina, en tanto, pasaron de 10% en 2000 a 18% en el censo de 2010, con notables diferencias según la provincia: siguiendo la lógica descripta, representan el 30% en la Ciudad de Buenos Aires y sólo el 10% en Santiago del Estero (4).

Un mundo de solos

Un posible reflejo cultural de esta tendencia es el auge de la “literatura del yo”, que ha hecho de la autorreferencialidad y la anécdota personal un subgénero que, como escribió Pedro Yagüe (5), parece destinado sobre todo a alimentar la imagen personal y exacerbar el narcicismo hiperindividualista de las redes sociales (el yo puede ser un protagonista aceptable cuando se trata de un genio torturado y al que le pasan cosas interesantes como digamos Emmanuel Carrère, pero pierde interés cuando se trata de un joven porteño un poco conflictuado que se pelea con la novia y se muda a un PH en Almagro).

Pero no nos desviemos. Decíamos al comienzo que la soledad puede ser un estado buscado y hasta ideal, y que se puede estar rodeado de gente y sentirse solo. Sin embargo, habrá que admitir que desde el Génesis (“No es bueno que el hombre esté solo”) la existencia solitaria es considerada un estigma. El habla popular argentina reconoce el drama de la soledad radical recurriendo a un sutil desplazamiento verbal: del “estoy solo” al “soy solo”. En la Grecia antigua, el peor castigo no era la pena de muerte sino el destierro: la condena al ostracismo.

El mercado ya opera sobre esta enorme masa de solos. Construye para ellos nuevos proyectos de viviendas, gigantescos edificios de departamentos de uno o dos ambientes con espacios comunes que van desde gimnasios y piletas a ámbitos de trabajo compartidos a los que los vecinos pueden ir con su laptop, asegurándose un mínimo de contacto humano en medio de una jornada solitaria. Si el impulso al teletrabajo disparado por la pandemia profundizó aún más la tendencia a la soledad, cancelando la charla sobre la última serie al lado de la fotocopiadora, el chisme durante el almuerzo, no debería llamar la atención que el mercado ofrezca remedos: los espacios de coworking como recreación de la oficina, ese microcosmos de relaciones humanas que es el escenario principal de The Office y que hoy constituye un ámbito en claro retroceso (alcanza con dar una vuelta por el microcentro porteño para entender que se trata de un mundo en desaparición). Del mismo modo, las mesas compartidas de los bares cool de Palermo remiten a los viejos tablones de las antiguas tabernas y confirman que, aunque el comensal quizás mantenga la vista obstinadamente fija en la pantalla del celular o la computadora, la necesidad de estar con otros sigue latiendo en alguna parte.

Pero las dos innovaciones tecnológicas más notables destinadas a combatir la soledad no deseada son los robots y las apps de amigos. En Japón, unos 20 millones de personas, la mayoría de ellas mayores, viven solas, resultado del aumento de la esperanza de vida (la segunda más alta del mundo), la desestructuración del mercado laboral y la moda de las parejas jóvenes que aprovechan el teletrabajo para escapar de las ciudades, donde quedan sus padres. Referencia desde los años 80 en automatización y robótica, las empresas japonesas ofrecen una amplia gama de robots que mejoran la vida de las personas mayores: exoesqueletos que ayudan a caminar, camas inteligentes que incorporan los patrones de sueño, robots que plantean juegos de desafío y androides dotados de inteligencia artificial capaces de interactuar emocionalmente (hasta cierto punto). Se trata en general de robots pequeños, sonrientes, que “se expresan” en tono calmo, jamás amenazante: nada que remita a Terminator o que sugiera superioridad física.

Las apps de amigos conectan a las personas de acuerdo a sus afinidades. Meetup, por ejemplo, propone eventos y actividades en lugares cercanos de acuerdo a ciertos intereses, que pueden ir del cine a la gastronomía. Tomando como referencia los sitios de citas con geolocalización, aplicaciones como Friender y Citysocializer disponen de filtros que permiten hablar sólo con usuarios que comparten los mismos intereses y gustos, en tanto que Pantook, pensada para personas que llegan a una ciudad y no conocen a nadie, cuenta con un algoritmo de vigilancia que detecta cualquier atisbo de coqueteo o lance, en cuyo caso no entrega el mensaje y puede incluso suspender al usuario. Más allá de las implicancias sociales y morales de estos desarrollos tecnológicos (¿quién dijo que un amigo tiene que compartir todos mis gustos?, ¿dónde empieza y termina un coqueteo?), lo interesante es que no buscan sustituir la presencia humana sino fomentarla.

La ciudad solitaria

El aislamiento social no deseado produce efectos muy dañinos sobre quien lo padece, a punto tal que la Organización Mundial de la Salud define a la soledad como una “epidemia” contemporánea (6): desde las clásicas angustia, ansiedad y depresión hasta trastornos de sueño, baja autoestima, afectación del sistema inmunológico y hábitos problemáticos como el alcoholismo.

La irrupción del coronavirus agravó este cuadro. Aunque el confinamiento fue difícil para todos, su efecto fue particularmente duro para quienes, al momento de declararse la cuarentena, se encontraban viviendo solos: los primeros intentos entusiastas por recrear escenarios de socialización virtuales –el joven que se viste, se peina, se prepara un trago, apaga las luces del monoambiente y conecta la computadora para encontrarse con otros en una fiesta virtual– demostraron rápidamente sus límites. Internet es un avance formidable, pero no permite mirarse de cerca, besarse o tocarse, respirar el aliento del otro, intuir su transpiración; activa sólo algunos sentidos, aplana vínculos que son conexiones más que relaciones.

En un editorial reciente (7), el diario El País advertía sobre un aumento de los suicidios de jóvenes en España en los últimos dos años, inducido en buena medida por el aislamiento, la soledad y el miedo al futuro que provocó la pandemia. No parece casual que hayan sido los mismos jóvenes quienes, siguiendo un instinto más fuerte que cualquier prohibición, rápidamente salieran a buscar el contacto físico con el otro, pasando de los zoompleaños a las fiestas clandestinas. Por si hacía falta, el fracaso de la virtualización educativa demostró la importancia de la presencialidad en las relaciones humanas.

En La ciudad solitaria (8), un libro que es a la vez una crónica de inmersión no buscada en la soledad y un ensayo de crítica cultural, Olivia Laing sostiene que quienes atraviesan una experiencia de soledad extrema son más proclives a desarrollar una percepción negativa del mundo. Como si el sentido de sociabilidad se atrofiara, tienden a hiperpercibir las acciones dañinas o negativas –un pulgar para abajo en una red social, un roce involuntario en la calle, una mirada extraña en el transporte público– e ignorar las actitudes amistosas o agradables, lo que genera un círculo vicioso en el que la persona solitaria se sumerge cada vez más en un aislamiento receloso.

La soledad es parte de la angustia social a la que nos referimos en otro editorial, un fenómeno extendido que no se manifiesta por vía de una insurrección popular o una revolución al estilo de diciembre del 2001, sino a través de miles de microhistorias de dramas personales: gente que revienta para adentro. Aunque resulta imposible verificar esta hipótesis en una estadística general, algunos indicadores (aumento de la violencia intra-familiar, incremento del consumo de alcohol, desenfreno por los psicofármacos) sugieren que algo muy profundo está ocurriendo.

El aislamiento social alimenta este malestar más amplio, que también se refleja en el lenguaje de la época. La ferocidad de las redes, la indignación como la declinación a la que se recurre ante el menor contratiempo y la intolerancia que hoy campea en importantes sectores de la sociedad hablan en el fondo de un desconocimiento del otro, una negación empecinada a reconocer su legitimidad –y, en el extremo, su humanidad–. No se trata, insistamos, de que los solitarios sean más agresivos, o que aquellas personas que viven solas se comporten de manera diferente a las que conviven con otras. Ya aclaramos que se puede vivir solo y en paz, y en familia o pareja y sentir una soledad absoluta. Lo que queremos plantear aquí, como hipótesis a seguir trabajando, es la relación entre la soledad extrema y el tono crispado de la conversación actual.

Respuestas

Desde que Émile Durkheim escribió El suicidio sabemos que decisiones en apariencia personalísimas (nada más personal que el acto desesperado de quitarse la vida) admiten causas más generales: tal el origen de la sociología moderna. Menos dramático que el suicidio, pero igual de preocupante, el aislamiento que afecta a un creciente sector de la sociedad no debe ser visto como una agregación de fracasos individuales sino como una epidemia –en el sentido más puro del término: un mal que afecta a un gran número de personas al mismo tiempo– que merece una respuesta institucional.

Apenas asumió al frente del gobierno británico, Theresa May anunció la creación de un Ministerio de la Soledad que, dirigido por Tracey Crouch, desplegó una serie de políticas orientadas a enfrentar el aislamiento social, sobre todo de los mayores: al momento de anunciarse la decisión, la mitad de los británicos de más de 75 años (unos 2 millones) vivían solos. En Japón, donde los restaurantes ofrecen mesas con una sola silla situadas lejos de las parejas y los grupos para lo que llaman ohitori-sama (honorable señor solo), el gobierno también creó un Ministerio de la Soledad, preocupado por el aumento de las muertes en total aislamiento (el hecho de que exista una palabra en japonés para definir el fenómeno, kodokushi o “muerte solitaria”, resulta ilustrativo).

No son lujos del Primer Mundo. En Argentina, como señalamos al comienzo, la cantidad de personas que viven solas viene aumentando de manera sistemática. Aunque se habla poco del tema, la experiencia internacional demuestra que el problema es abordable a través de un conjunto de iniciativas: centros comunitarios, batallones de jóvenes voluntarios que se acercan a los mayores, talleres y encuentros. Se trata siempre de proyectos locales, a nivel micro, que en esencia buscan acompañarlos y demostrarles que la sociedad –y su manifestación política, el Estado– se interesa por ellos, que en definitiva no están tan solos en medio de la colmena enfebrecida de la vida en el siglo XXI.

1. https://repositorio.uca.edu.ar/bitstream/123456789/8178/1/personas-mayores-argentina-actual-2016.pdf

2. http://revistarelap.org/index.php/relap/article/view/50/71

3. https://www.telam.com.ar/notas/201901/327570-mujeres-hijos-estadistica-ciudad-de-buenos-aires.html

4. http://c3t.fra.utn.edu.ar/wp-content/uploads/2014/04/Hogares-unipersonales-Actualizacion.-Abril-2014

5. https://panamarevista.com/ruido-en-el-pasillo/

6. https://www.dw.com/es/cada-vez-m%C3%A1s-solos-el-impacto-de-la-pandemia-en-la-salud-mental/a-56719451

7. https://elpais.com/opinion/2022-01-26/el-suicidio-entre-los-jovenes.html

8. Capitán Swing, 2020.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

LA SEQUÍA ES UNO DE LOS PROBLEMAS MÁS GRAVES DE MENDOZA

LA SEQUÍA ES UNO DE LOS PROBLEMAS MÁS GRAVES DE MENDOZA

El título de la entrada es el epígrafe de la imagen con que esta nota de opinión aparece en el Diario Los Andes.

La imagen es de la sequía en Lavalle, y podría ser de muchos otros lugares de Mendoza.

Trabajé con el autor de la nota cuando fui funcionario de la UNCuyo entre 2002 y 2014, y tengo muy buena opinión de él, tanto por su nivel científico como personal, y por su compromiso con la sociedad.

Vengo incluyendo el problema de la sostenibilidad ambiental en el mundo en más de una entrada, por ejemplo, en https://www.miradasdesdemendoza.com.ar/2020/09/02/empecemos-a-hablar-de-ecocidio-antes-de-que-sea-demasiado-tarde/.

Esta nota de Alberto Molina pone sobre la mesa este tema en Mendoza, y queda en claro la urgencia de enfrentarlo desde todos/as nosotros/as, empezando por los dirigentes sociales y políticos mendocinos, que desde hace tiempo no comprenden qué pasa en Mendoza, y son cómplices de estemos así.

Solo una cita de la nota:

“Es necesario crear un nuevo escenario de condiciones y oportunidades en Mendoza. Será una tarea plural, multisectorial, de profundos diálogos en las divergencias y valientes construcciones en las coincidencias. Con amplia participación social, desde abajo. Con un propósito y objetivos claramente definidos en el marco de la sostenibilidad ambiental, la creación de valor público y de crecimiento transformador. La profundidad de la crisis socioecológica que estamos atravesando no admite propuestas o caminos unilaterales.”

Adhiero a esto, aunque la decadencia de Mendoza en muchos sentidos dificulta el optimismo.

Seguiré luchando por una Mendoza mejor, como parte de una Argentina y un mundo mejor.

CONFÍO EN LA VICTORIA DE TODOS/AS LOS LAS QUE QUEREMOS ESTO.

Mendoza: “No mires para arriba”

https://www.losandes.com.ar/opinion/mendoza-no-mires-para-arriba/

Crear un nuevo escenario en Mendoza será una tarea plural, multisectorial, de profundos diálogos en las divergencias como en las coincidencias.

Alberto C. Molina

Sábado, 15 de enero de 202200:02 hs

El reciente estreno mundial de la película “No mires para arriba” sobre la crisis climática, puede ser una oportunidad para reflexionar sobre la situación socioambiental de Mendoza. Así como la necesidad de construir una gobernanza innovadora que articule con nuevos modos las capacidades del Estado provincial, las grandes potencialidades de nuestros sectores económicos, productivos y religue un entramado ciudadano altamente sensible a los temas ecológicos.

La nueva película de plataforma protagonizada por Meryl Streep, Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence ha generado desde su reciente estreno diversidad de críticas. Sin ánimo de hacer un análisis de la misma, resulta oportuno tomar la problemática planteada por el film para explorar los principales desafíos de la política provincial ante la crisis que atraviesa la provincia.

No miren arriba

La población de Mendoza, asentada en un 95% sobre menos del 4% del territorio provincial, convive cada vez más problemáticamente con una concentración de la riqueza, pobreza e indigencia crecientes, emergencia hídrica y desequilibrios territoriales. En palabras de Laudato Si´, “una verdadera crisis socioecológica” profundizada además por la pandemia. Pero, al igual que en la película, esta realidad no está instalada con fuerza en la agenda pública.

Los doce años de crisis hídrica, dada la escasez de nevadas y precipitaciones, se ven agravados por una gestión del agua que aún no puede revertir su ineficiencia e inequidad en el acceso al derecho, tanto para nuestros sistemas productivos como para la demanda creciente de consumo humano. Ello en un contexto que los científicos han denominado de “megasequía” por ser el periodo seco de mayor duración y extensión territorial del siglo XX y sin precedentes durante los últimos 620 años en la Región de los Andes.

Así como en la película se construye una consigna alternativa: “¡Sí, mira hacia arriba!” la misma implicaría en Mendoza observar nuestros glaciares y montañas de nieve escasa, nuestros cielos extremos: con granizadas estruendosas –que se han cobrado más de 7.000 hectáreas productivas estos meses- o las sequías severas en nuestro secano que debilitan la producción ganadera y sobre todo la vida y el arraigo de miles de familias, con un impacto y presión sobre el Área Metropolitana a mediano plazo.

También podríamos decir “¡Mira a tu lado!” si queremos conocer la dimensión social de nuestra crisis: 44% de la población de Mendoza es pobre, superando el promedio nacional y el nivel de indigencia es del 8,5%, según el informe elaborado por el Observatorio de la Deuda Social de la UCA.

Pero mirar no basta, debemos implicarnos. Resulta urgente iniciar un proceso de transición justa en la provincia, que nos permita redefinir nuestros sistemas y modos de vida a la velocidad que la crisis nos impone.

HACIA UNA GOBERNANZA DISRUPTIVA

Es necesario crear un nuevo escenario de condiciones y oportunidades en Mendoza. Será una tarea plural, multisectorial, de profundos diálogos en las divergencias y valientes construcciones en las coincidencias. Con amplia participación social, desde abajo. Con un propósito y objetivos claramente definidos en el marco de la sostenibilidad ambiental, la creación de valor público y de crecimiento transformador. La profundidad de la crisis socioecológica que estamos atravesando no admite propuestas o caminos unilaterales.

La provincia se destaca por la potencialidad de sus sectores económicos, productivos y un fuerte entramado de organizaciones sociales y ciudadanas que deben protagonizar un nuevo esquema de gobernanza. Donde el Estado provincial asuma el papel que le corresponde propiciando una articulación virtuosa interna, con el gobierno central y las provincias de la región. ¿Cuál es el vínculo estratégico que tenemos con las provincias vecinas, con quienes compartimos en gran parte los mismos desafíos socioambientales?

El ecosistema innovador, debe superar los ámbitos de la ciencia y la tecnología. Debe permear una nueva estructura y dinámica del Estado local, que incremente el valor de las cadenas productivas. Un nuevo Estado provincial fuerte, presente, que se desate de la ortodoxia económica del pasado, de ideologías reduccionistas que ponen el acento en restricciones fiscales más que en su rol clave para la promoción de una provincia endeudada, empobrecida y que debe encontrar un nuevo rumbo centrado en el desarrollo humano integral.

En este camino hay plataformas institucionales a ser revitalizadas, que puede servir como base para un “moonshot”, un salto transgresor en las esferas públicas y privadas, en palabras de la economista Mariana Mazzucato. Reconstruir el Consejo Provincial de Ordenamiento Territorial y su Agencia aún acéfala y sin la representación establecida por ley. Reconducir el Consejo Económico, Ambiental y Social (CEAS) que no tuvo avances concretos, como lo mostró un informe de Los Andes semanas atrás.

Recuperar la capacidad de liderazgo, con nuevos diálogos y metodologías representativas de todos los territorios y departamentos. Dando voz y protagonismo real a nuestros pueblos originarios, mujeres, diversidades, jóvenes, trabajadores/as, emprendedores/as, religiones y cultura.

“Esto no puede esperar” resulta una de las frases más insistentes del largometraje. El status quo y la inercia institucional en nuestra provincia están creando un presente insostenible que también le fallará a las generaciones futuras. La innovación ya no es una alternativa. Es una necesidad para la vida en Mendoza.

*El autor es docente investigador UNCuyo. Director del Centro de Estudios y Desarrollo de Políticas Públicas INTEGRAR. Especialista en ordenamiento territorial.