Creí que había terminado la entrada, pero no encontraba el título. Eso es mala señal, significa que no está terminada, que algo está mal o falta.
De golpe recordé una frase de una obra de Casona, creo que en Prohibido suicidarse en primavera (lamentablemente es uno de los tantos libros que presté y no recuperé nunca). Allí un personaje le dice a otro que defendía las posturas que elegían el centro y no los extremos, que a los que van por la izquierda le tiran piedras los de la derecha, a los que van por la derecha le tiran piedras los de la izquierda, y a los que van por el centro le tiran piedras de los dos lados.
Esto vale.
También recordé que Perón siempre sostuvo que en un proyecto político hay que dar lugar a todos sin exigirles una univocidad ideológica, pero el que conduce lo hace desde el centro. Claro que, si no está Perón, no es tan fácil, pero en un Frente político vale la idea.
La nota de diciembre de Pepe Natanson plantea este tema clave, cada vez más:
¿Tiene posibilidades de éxito un gobierno de centro, en el marco del Frente de Todos?
El problema es que están apareciendo críticas de sectores cercanos o propios. Jorge Alemán –hace unos días- habló de Las críticas al Frente de Todos https://www.pagina12.com.ar/321028-las-criticas-al-frente-de-todos, diferenciándolas de la derecha o del “fuego amigo”, pero señaló –sin descalificarlas- que marcan diferencias que pueden debilitar al Gobierno o al proyecto político.
Dice Natanson: “. La entronización de Alberto como candidato peronista fue una apuesta a la apertura y la moderación, un giro al centro de Cristina con base en el argumento de que ella quizás lograría ganar las elecciones pero que gobernar se le haría cuesta arriba y que se imponía, por lo tanto, un nuevo contrato social, liderado por un dirigente capaz de dialogar con todos.”
Claro, pasaron los días y aparecieron las críticas de los que pensaban que el Frente de Todos era un camino para instalar un Gobierno que tomara medidas “kirchneristas”, y como no hace eso, según lo que creían que era su fin, empezaron a criticar más o menos desembozadamente.
El problema es que no era eso, era un Frente, gracias al cual la sociedad argentina tuvo la posibilidad de echar al nefasto Gobierno de Macri. No se votó al kirchnerismo: se votó a un Frente con un Presidente con otras características.
¿Eso quiere decir que las aspiraciones progresistas, tanto del kirchnerismo como de otros sectores o personas, deben quedar olvidadas?
Para nada, yo nunca fui kirchnerista, aunque lo apoyé y defendí cuando fue gobierno, pero soy peronista y en el pensamiento y doctrina de Perón encontré todo lo que necesité –y necesito- para buscar una sociedad mejor y más justa.
No es mi intención evaluar la gestión del Alberto justo en medio del río, y con tantos enemigos (sí, lo son) que intentan aprovechar cualquier error –real o aparente- para atacarla. No solo eso, en muchos casos son golpistas.
Por lo tanto, cuando leo a compañeros que reclaman otras medidas o actitud, que acusan al Gobierno de “blandito”, o de otras cosas, siento que, a pesar de sus declamaciones sobre su rol positivo en esta etapa tan decisiva para el país, están ayudando a esos enemigos y olvidando todo lo que costó que el Peronismo volviera al poder.
Hay que buscar canales para criticar lo que corresponda, pero no dar de comer a los que quieren que este Gobierno fracase y se tenga que ir.
Más allá los errores que haya cometido el Gobierno, ha enfrentado lo que Natanson llama “un año de fuego”, lo que no es una exageración, y necesita seguir siendo un Frente sólido –no unívoco- que es la única condición que permitirá seguir adelante.
En la nota de arriba Alemán propone algunas condiciones para resolver este conflicto. Sean esas u otras, es muy distinto de salir por los medios y las redes a descalificar medidas del Gobierno.
NO PODEMOS CONFUNDIRNOS DE ENEMIGO. QUIEREN QUE FRACASEMOS, Y CON ESO QUE FRACASE LA OPORTUNIDAD DE SUPERAR LAS INEQUIDADES E INEPTITUD DEL MACRISMO Y AVANZAR HACIA UN MUNDO MÁS JUSTO Y MENOS DESIGUAL.
Natanson cierra su nota así:
“Las sociedades prueban diferentes opciones y cuando comprueban que ninguna funciona pueden caer en la tentación de las opciones extremas. Los argentinos intentaron el kirchnerismo, después el macrismo y ahora este peronismo de centro: la alternativa puede ser un regreso al pasado reciente de la polarización y el conflicto, pero también el salto desesperado a un futuro trágico.”
ES REAL, NO SEAMOS INSENSATOS.
Las chances de la moderación
Por José Natanson
La pregunta por el gobierno de Alberto Fernández, sus éxitos y fracasos, es la pregunta por las posibilidades de la moderación política en Argentina.
Recapitulemos este año de fuego, volvamos al comienzo, a la foto de presentación en sociedad del gabinete albertista, reflejo a la vez del regreso del peronismo al poder en su novedoso formato de coalición, apuesta a un grupo de dirigentes sobrios y experimentados e implícitamente honestista. Primeras semanas: comienzo de la renegociación de la deuda, medidas de contención social, nuevo enfoque hacia América Latina, incipientes problemas de ensamblaje estatal y la espera táctica del momento adecuado para avanzar con la promesa de reformar la Justicia y despenalizar el aborto: más sensatez que sentimientos, hasta que la súbita irrupción del coronavirus dio comienzo al verdadero gobierno de Alberto.
El momento más duro de la pandemia fue también el más virtuoso del gobierno, el más, en cierto modo, nítido. La etapa Power Point: en línea con el viejo apotegma de Fernando Henrique Cardoso (“Gobernar es explicar”), Alberto desplegaba un discurso docente en el que le agradecía a la sociedad, de la que decía sentirse orgulloso, contrastando con la aspereza con la que tanto Cristina como Macri amonestaban a los argentinos, o a parte de ellos, por el egoísmo de quienes no quieren ceder sus privilegios (Cristina) o la supuesta propensión a los atajos y las avivadas (Macri). El protagonismo presidencial crecía conforme se apagaba la voz de los dos grandes referentes del pasado, en una regla que se verificaría en los meses posteriores: sube Alberto (y con él Horacio Rodríguez Larreta), bajan los líderes de la grieta. En el fondo, ni Macri ni Cristina tenían mucho para decir: Macri balbuceó algunas incoherencias hasta que partió a Francia, Cristina contribuyó con su silencio.
Durante estos meses, el gobierno parecía tener muy claro qué hacer (declarar la cuarentena, evitar el estallido social), cómo (reforzando el sistema de salud, instrumentando el Ingreso Familiar de Emergencia y la Asistencia al Trabajo y la Producción) y con quién (con los que gobiernan). Como suele suceder en los momentos altos, Alberto logró sintetizar su política en una consigna simple: la salud antes que la economía. Beneficiado por el “efecto estadista”, su imagen trepó al 60 por ciento. E introdujo novedades: la foto del 15 de marzo junto a Horacio Rodríguez Larreta (es decir el heredero de Macri) y Axel Kicillof (es decir el de Cristina) fue la gran noticia política en 2020, el gran invento de estos meses. Impensable bajo Macri o Cristina, permitió dotar de legitimidad a las medidas de confinamiento y producir un efecto tranquilizador sobre la sociedad en clave todos para uno/uno para todos: un té para tres que se repetiría en los meses siguientes. Juan José Becerra escribió en el Dipló. “A diferencia del dos, estructura connivencial que brinda por la memoria de los terceros excluidos, el número tres fractura la voluntad simplista de considerar que los fenómenos son blancos o negros, derechos o izquierdos, buenos o malos. El tercero es la cuña clavada en el maniqueísmo” (1).
Pero nada es para siempre. Igual que la cuarentena, esta etapa también se fue deshilachando. Como suele suceder con los gobiernos cuando descubren una fórmula que funciona, el actual también demoró demasiado en asumir la necesidad de un cambio, demasiado tiempo en acomodarse a la nueva realidad pos-pandémica. Con la distancia que da el tiempo es fácil decir que quizás lo mejor hubiera sido preservar la foto de los tres –la idea de unidad– pero cambiando el mensaje, aprovechándola para avanzar en una coordinación interjurisdiccional que trascienda lo estrictamente sanitario para sumar el transporte, la seguridad y el hábitat. Pero el sueño de un gobierno del AMBA se esfumó con la decisión oficial de recortar el porcentaje de coparticipación que recibe la Ciudad de Buenos Aires para reforzar la seguridad en la provincia de Buenos Aires, no tanto por la medida en sí, perfectamente justificable desde el punto de vista de la equidad fiscal, sino por el modo de anunciarla.
La nueva etapa encontró al gobierno atascado en el ruido agudo de sus engranajes chirriantes: el caso Vicentin fue el más notorio, pero los problemas de gestión se vieron también en el tortuoso camino seguido por el aporte de las grandes fortunas, la designación del procurador e incluso la carta de Cristina, que como la Biblia para los protestantes cada uno interpretó a su modo. Incluso la gestión de Martín Guzmán, la única capaz de concitar el consenso absoluto de la coalición, sufrió las sacudidas de los vientos internos y quedó a merced de las fuerzas del mercado, que aprovecharon la descoordinación para crear un breve “momento De la Rúa”, por suerte rápidamente superado.
Esta etapa temblorosa parece ir quedando atrás. El gobierno logró alejar el espectro de una devaluación brusca, que hubiera complicado cualquier posibilidad de recuperación socioeconómica en el corto plazo, con un nuevo enfoque de la política cambiaria y sobre todo con la decisión de fortalecer a Guzmán, confirmando una vez más una ley no escrita de la política argentina, ley que los presidentes –por motivos obvios– se niegan a reconocer, pero que se verifica una y otra vez: los superministros de Economía funcionan. Junto al reordenamiento de la economía alrededor de Guzmán comenzaron a desperezarse los ministerios con potencial reactivador (Obras Públicas y Vivienda, sobre todo) y se anunciaron dos medidas de orientación progresista: la decisión de legalizar el autocultivo de cannabis y el envío al Congreso del proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo.
Con estas jugadas, Alberto tiende un puente a marzo, el mes que el gobierno sitúa como el punto de inflexión hacia una nueva fase política, cuando las campañas de vacunación ya estén avanzadas, la circulación totalmente liberada, los dólares de la soja a 430 fortaleciendo las reservas y la economía comenzando a sentir la recuperación. Hay que pasar el verano.
Sin embargo, incluso si se cumplen los pronósticos oficiales y llegamos en paz a marzo, dos cuestiones estructurales asoman en el horizonte del gobierno. La primera, sobre la que viene insistiendo Pablo Touzon (2), es el riesgo de avanzar en la ampliación de libertades individuales (aborto, cannabis) y reformas institucionales complejas (Justicia), pero sin dar en la tecla de una agenda de transformación socioeconómica profunda y sostenible. Un gobierno de los corazones más que de las cosas.
La segunda cuestión es la que señalamos al comienzo de este editorial. La entronización de Alberto como candidato peronista fue una apuesta a la apertura y la moderación, un giro al centro de Cristina con base en el argumento de que ella quizás lograría ganar las elecciones pero que gobernar se le haría cuesta arriba y que se imponía, por lo tanto, un nuevo contrato social, liderado por un dirigente capaz de dialogar con todos. En su momento, siguiendo los análisis de Ignacio Ramírez, sostuvimos que había dos caminos posibles para la construcción de esta alternativa: de izquierda hacia el centro (desde el kirchnerismo al peronismo federal) y del centro hacia la izquierda (la fallida opción Lavagna). La paradoja –y la muestra del genio de Cristina– es que fue la líder de la facción izquierdista la que decidió la ampliación al centro.
A un año de la llegada de Alberto al gobierno, el interrogante que sigue pendiendo como una sombra oscura tiene menos que ver con su figura que con el país sobre el que ejerce su mando: ¿se puede gobernar Argentina desde el centro? ¿O hay una energía social centrífuga con poder gravitatorio que empuja a los gobiernos a los extremos, como fueron extremos, cada uno a su modo, los grandes líderes desde nuestra recuperación democrática, Alfonsín, Menem y los Kirchner? ¿Será que se necesita una voluntad hegemonista y una cierta desmesura personal para domar el potro de Argentina, y que Alberto, al que no le falta firmeza pero que es sensato y componedor, es demasiado normal, una solución uruguaya a los problemas argentinos?
Ojalá no sea así. De hecho, la performance del gobierno en las últimas semanas demuestra que el Presidente, luego de unos días agitándose como un junco al viento del dólar, dispone de reflejos para recuperarse. Quienes en su momento aplaudimos la opción del Frente de Todos como una forma de salir del empate esterilizante de la última década –una hipótesis del fin de la grieta– rezamos para que Alberto se afirme y termine de despegar. Entre otras cosas, porque lo que viene puede ser peor de lo que imaginamos. Veamos si no el mundo. Cuatro años atrás nadie pensaba seriamente que en la democracia más sólida del mundo un personaje como Donald Trump podría convertirse en candidato y menos aún en Presidente, y nadie pensaba tampoco que en el moderado e hiperinstitucional sistema político brasilero podía imponerse alguien como Bolsonaro; es más: casi nadie en Brasil sabía quién era Bolsonaro seis meses antes de convertirse en Presidente.
Las sociedades prueban diferentes opciones y cuando comprueban que ninguna funciona pueden caer en la tentación de las opciones extremas. Los argentinos intentaron el kirchnerismo, después el macrismo y ahora este peronismo de centro: la alternativa puede ser un regreso al pasado reciente de la polarización y el conflicto, pero también el salto desesperado a un futuro trágico.
1. Juan José Becerra, “Todos para uno”: www.eldiplo.org/notas-web/todos-para-uno/
La nota de opinión de abajo se publicó en el Diario Los Andes el 16 de enero de 2021.
Me parece una idea interesante esta reflexión en la que Lafalla relaciona la detestable invasión de los partidarios de Trump al Capitolio con la política en general, y, sobre todo, de Argentina.
Sería imposible no estar de acuerdo con sus conclusiones que, por lo demás, en muchos sentidos, ya pensábamos desde antes.
Es una opinión fundada ya que él fue parte de esa democracia liberal que abrazó el mundo porque creyó que era “el camino hacia un mejor futuro y sin lugar a dudas el líder de ese proceso eran los EEUU de América.”
Arturo fue un destacado político de la primera etapa de esa época en Mendoza: Vicegobernador de 1987 a 1991; Diputado nacional de 1993 a 1995 y Gobernador de 1995 a 1999. Wikipedia resume su actuación así: “Su mandato estuvo marcado por la privatización de numerosas empresas estatales, incluyendo el Banco de Mendoza, los recursos financiarían la construcción de la presa de Los Potrerillos (sic).”
Por lo tanto, fue uno de los “elegidos” como los llama, que son los que deben “Acordar en vez de confrontar hasta el hartazgo y por todo, innovar en vez de repetir prácticas fracasadas, revisar y reconocer errores en vez de insistir en los del otro, asumir y reconocer las dificultades en toda su dimensión en vez de tratar de generar expectativas imposibles de realizar sean tal vez alguno de los caminos a transitar.”
Tiene razón, pero el problema es que desde esa época –o antes- la calidad de los elegibles es cada vez peor. De hecho, Bordón, el primero de los Gobernadores justicialistas del retorno a la democracia, fue el único que he conocido que afrontó su mandato con un proyecto integral de desarrollo provincial. Fue el muy castigado –injustamente, porque no fue ese el problema- Libro Verde, en el que colaboré. Los logros de esa propuesta no estuvieron a la altura del proyecto.
En realidad, Mendoza no ha tenido –de ningún signo político- buenos gobiernos en este periodo de la democracia, tal como la realidad de nuestra Provincia lo demuestra.
Tampoco un paneo de los/las políticos/as mendocinos en actividad abre muchas esperanzas: un peronismo que viene acordando con el cornejismo, sin críticas a sus malos Gobiernos, conformándose con ser la segunda fuerza política y quedarse con los cargos “entrables” sin plantear un proyecto político que nos vuelva a posicionar como la cuarta Provincia argentina; un mendoradicalismo macrista cada vez más de derecha, sin un plan de transformación, con una estructura de democracia hereditaria.
No hay –salvo algunos saludables intentos de romper las hegemonías que menciono- discusión ni participación. Encontramos los mismos nombres que vimos desde los ’90 en adelante. El peronismo de Guaymallén es buen ejemplo de esto. Los jóvenes no tienen lugar ni hay espacios de debate reales. Espero que las elecciones partidarias permitan visualizar alguna luz.
No es fácil que estos elegidos, si lo fueran, cumplan lo que el Arturo solicita.
No es un comentario esperanzado el mío, y siento tristeza, después de más cuarenta años de militancia política.
Espero que surjan esos líderes que Mendoza necesita: estamos llenos de posibilidades de todo tipo: recursos naturales, humanos, tecnológicos.
Lo acontecido en el Capitolio de EEUU ha merecido el repudio de todos los dirigentes de occidente, coincidiendo en general en señalar el ataque que significan a las democracias liberales que hoy imperan en occidente. Han puesto claramente del otro lado a Rusia y China las dos potencias con regímenes no democráticos que hoy inciden en el mundo.
Tendría poco para aportar a lo dicho por tantos y reconocidos líderes mundiales, coincidiendo por cierto en que esos hechos fueron un ataque a la democracia, pero si pretendo aportar alguna reflexión sobre nosotros en este tema.
La ilusión de Alfonsín
Suena aún en los oídos de los mayores aquella contundente afirmación del Alfonsín en el no tan lejano 1983: ¡¡Con la democracia se come, con la democracia se cura, con la democracia se educa!!
Muchos entre los que me cuento quisimos creer que era cierto.
Casi cuatro décadas después podemos afirmar que, con democracia, con esta democracia que supimos conseguir, no todos comen, no todos se educan y no todos se curan. Son más, son muchos, demasiados, los que no reciben en la medida de sus expectativas y de nuestras potencialidades esos bienes sustanciales a la condición humana en el siglo XXI.
El mundo luego de la caída del muro de Berlín creyó encontrar en la democracia liberal el camino hacia un mejor futuro y sin lugar a dudas el líder de ese proceso eran los EEUU de América.
¿Qué le paso al maestro de la democracia? ¿Será como dice Hillary Clinton que los arrolló la “supremacía blanca” que impulso Trump? ¿O hay más insatisfacciones en los votantes, millones, por cierto, del desdeñable Trump?
¿Qué paso en Brasil que votaron y votan muchos aún a Bolsonaro, que no es precisamente un líder de la llamada democracia liberal?
Una persona un voto, parece que no alcanzó para las expectativas de todas esas personas que también somos nosotros.
Algunos afirman que la desigualdad ha secuestrado a la democracia. Los gobernantes democráticos se han limitado a respetar las libertades mientras que la búsqueda de la igualdad ha desaparecido de sus realizaciones. Cada vez más libres, pero cada vez más desiguales.
No falló la democracia
Es el momento de recordar lo obvio, que esta democracia de la que hablamos es la llamada representativa, la persona con su voto no decide que hacer, sino quien lo va a hacer por un determinado período.
La insatisfacción se me ocurre no es entonces con la democracia sino con lo que hicimos aquellos que fuimos elegidos, con los resultados de las distintas gestiones. Y ello a mi juicio está lamentablemente a la vista: un país con escandalosos índices de población bajo el nivel de pobreza, inflación record en el mundo, estancamiento por décadas, dos o tres defaults en este período de la novel democracia y la lista continua.
¿Quién podría afirmar que esta es una dirigencia exitosa, que cumplió con las expectativas de sus votantes? ¿Cuantos argentinos de arrepintieron de haber votado a tal o cual en estos 37 años?
¿Quién puede negar que en este mismo tiempo apareció una pléyade de políticos perpetuados en la actividad que mejoraron sustancialmente su nivel de vida con la actividad política?
Con esta realidad no me parece que los que tengan que reflexionar sean los votantes, sino más bien los votados.
Hora de reaccionar
Hora de reaccionar. Cuando oigas sonar campanas no preguntes por quien tañen, suenan también por ti. Lo del Capitolio es un aviso, sería bueno que lo escucháramos sin simplificar la realidad que por cierto es muy compleja. Pero me caben muy pocas dudas que la principal responsabilidad está en la dirigencia toda, y en especial en la política, la que no puede seguir haciendo lo mismo que hace 37 años, porque a la mayoría de este país pese a ese gran logro que fue recuperar la democracia en este tiempo le ha ido y le va mal.
Las próximas elecciones no son la única solución. La solución la tienen que gestar los elegidos. No podemos seguir haciendo lo mismo porque no nos fue bien.
Acordar en vez de confrontar hasta el hartazgo y por todo, innovar en vez de repetir prácticas fracasadas, revisar y reconocer errores en vez de insistir en los del otro, asumir y reconocer las dificultades en toda su dimensión en vez de tratar de generar expectativas imposibles de realizar sean tal vez alguno de los caminos a transitar.
Es probable que con eso no se ganen elecciones, pero hoy los ciudadanos de a pie de este querido país necesitan resultados y no solo ser espectadores de triunfos electorales que únicamente satisfacen a los elegidos.
Encontré esta larga nota y creo que hay que leerla porque es un desarrollo muy completo con una estructura cronológica que se remonta al Imperio Romano para intentar encontrar aspectos comunes en evolución, decadencia y caída de proyectos geopolíticos hegemónicos en el mundo.
Hablando de la Prestroika, escriben los autores: “A lo largo de la historia, el colapso de las grandes potencias de cada época coincidía justo, en un tiempo histórico donde creían que eran invencibles, lo creían justo antes de su desastrosa caída que denominan Reestructuración (Perestroika) integral sistémica.
Sin pretender hacer un análisis histórico aquí, lo cual hicimos ya (Dierckxsens 1982), esto lo hemos visto ya en la Antigüedad con el Imperio Romano, lo vimos con la descomposición de la Unión Soviética hace treinta años y lo vemos hoy en Estados Unidos. Observamos, que rara vez se percibe el borde del acantilado, o incluso el fondo del abismo, antes de que éste se haya tragado un imperio entero y, aun así, tampoco lo ven hoy.”
En este contexto, analizan a la Unión Soviética y a los EEUUU como los ejes del “bipolarismo este-oeste resultante de la segunda guerra mundial (1929-1944).”
Para nuestra actualidad, lo importante es que “Con la crisis financiera de 2001-2008, que manifiesta el inicio de la Caída del Unipolarismo Continentalista de EEUU, entramos claramente en la etapa de la caída del último actor del bipolarismo.”
Esto ya lo he leído antes, y no es tan sencillo convencerse de que va a suceder, y, mucho menos, si es algo próximo o futuro o muy futuro. Hay demasiados factores de poder que van a intentar que este capitalismo neoliberal (¿es realmente capitalismo?) se mantenga.
Pensar que toda esta gente que gana tanto dinero con la devastación del ambiente y la miseria de la mayoría de los hombres y mujeres del mundo va a ceder fácilmente a que caiga el poder de EEUU, sería de una ingenuidad total.
Es cierto que hay aspectos globales que están en una fase crítica, y que están empujando a reacciones sociales que podrían ser de una fuerza y violencia no conocidas por nosotros/as.
Para los autores, la situación es la siguiente: “Desde antes del triunfo en las elecciones de Trump de noviembre de 2017, hemos señalado que Estados Unidos está en medio de una gran crisis estructural, interna entre las fuerzas globalistas, continentalistas y Trump expresando un nacionalismo de país central que es principalmente anti-imperio globalista. Ya hemos señalado, en otros artículos, que esta crisis interna, luego de la “Batalla de Alepo” donde se derrota militarmente a las fuerzas de la OTAN en Siria, ya no puede exportarse hacia otras naciones (Ej.: India, Rusia y China) y por lo tanto solo puede profundizarse dentro de los Estados Unidos.
Por lo que significaría, a la vez, el fin del Imperialismo unipolar norteamericano –que denominamos: Washington- y, probablemente, el fin de la civilización imperialista anglo-occidental. Esta afirmación es tan profunda y fuerte para el bloque occidental capitalista, como lo fue la perestroika y la desintegración de la URSS hace 30 años para el bloque oriental. Porque las consecuencias para los Estados Unidos y el “Occidente angloamericano” serán tan profundas, como lo fueron para el Imperio Romano en la Antigüedad y para la URSS en los tiempos de la modernidad. La Perestroika de “Washington” es el último hecho de la modernidad.
Esta imposibilidad de trasladar los gastos militares a otras naciones es la clave de la posible “caída del Unipolarismo Continentalista de EEUU.””
Analicemos lo que fue la Perestroika:
“Hace 25 años (Dierckxsens 1994[iii]) ya habíamos anticipado “La Perestroika en Occidente” y sobre la base de la Economía Política. En nuestro libro “Las Relaciones Sur-Sur y el desafío de un nuevo proyecto de civilización” (2017) hicimos una renovada referencia a las condiciones ya dadas para una Perestroika en Occidente, necesidad que tiene que ver con el gasto militar insoportable y ya no transferible a otras naciones u otros pueblos como fue el caso del Imperio Romano, de la Unión Soviética en los ochenta y de EEUU hoy. Los fundamentos de la economía política que tantas veces aciertan, también nos dan la razón hoy. Queremos retomar y proyectar este análisis a la crisis de EEUU como Imperialismo y de la civilización occidental anglosajona hoy.”
Por todo esto, me pareció una nota de imprescindible lectura para los/las que queremos entender el mundo en que vivimos para tomar mejores decisiones.
Es cierto que esto parece una misión difícil en Argentina donde los manifestantes anti cuarentena gritan que la pandemia y la vacunación son una estrategia de los “amos del mundo que quieren que seamos zombies” (lo escuché, no invento), y otras barbaridades de los libertarios y terraplanistas, que atacan (no casualmente) al Estado y a toda intervención contra la libertad de mercado y otras libertades. Sin embargo, hay que intentarlo, porque me preocupan no los individuos que se visten de cuernos y pieles, sino que haya una buena cantidad de jóvenes que están adhiriendo a esta posición extrema.
Esta nota es anterior a las elecciones en EEUU, y hace una serie de consideraciones sobre un mundo con Trump y sin Trump. De hecho, uno podría preocuparse más por lo que sucedería si Trump perdiera las elecciones –como ocurrió- que si las ganara.
“En síntesis, la crisis interna de EEUU está llegando a su clímax, con mucha corrupción y ninguna transparencia. El año 2020 podría tomar forma hasta de guerra civil más que de campaña electoral. Si gana Trump, o no, de todos modos, el panorama para el año 2020 es de una gran crisis económica en el país y a nivel mundial. Queda clara la necesidad de otro sistema monetario internacional donde EEUU como nación ya deje de ser el centro.
Si los globalistas ganan, lo más seguro es un fraccionamiento del mundo en dos sistemas monetarios internacionales en pugna y muy probablemente el fraccionamiento de EEUU en diferentes economías regionales-locales. Si Trump logra un segundo período, lo más probable es una derrota tanto de los globalistas así como de los continentalistas y la posibilidad real de la construcción de un mundo multipolar sin nuevo imperio. Ambas alternativas tienen en común una Perestroika para EEUU.”
Esta es la conclusión de la nota, y es muy terminante, por eso destaco la oración final.
Si sucede así, nos encontraremos frente a un marco internacional muy complicado, y, para nuestra difícil situación económica y social, significarán nuevas situaciones complejas para solucionar. Sería muy importante que los países de América Latina avanzaran en alguna integración que nos permitiera tener mejores posibilidades de acción en este contexto global. Lamentablemente, hemos retrocedido. Se ha atacado al MERCOSUR, y Macri tuvo una acción destacada en esta penosa acción.
Los autores analizan las opciones de “los globalistas así como de los continentalistas”, pero desconocemos cómo se concretarán las futuras acciones de los poderes centrales, y su reacomodación después de la pandemia.
ESPEREMOS, PERO NO DEJEMOS DE TRABAJAR POR UNA ARGENTINA QUE SUPERE ESTA DURA SITUACIÓN. ESTAMOS TODOS/AS EN JUEGO EN ESTO.
Hace mucho que sigo la columna Dar la palabra de Nené Ramallo en Diario Los Andes. Soy Profesor de Lengua como ella (trabajamos juntos también), y siempre me interesó el origen de las palabras y la normativa que ella ha desarrollado tan bien.
Hoy me encuentro con esta nota, que, dentro de su temática habitual, toca no solo usos de la Lengua castellana, sus orígenes y evolución y su corrección normativa, sino la importancia de entenderla desde lo que es y significa para la sociedad, antes y ahora.
Desde los diez y ocho años he trabajado en política, y un tema que he comentado más de una vez es el de la política y la ideología.
En algún momento de esa militancia, en la etapa universitaria, creí que lo central era la ideología, en consonancia con cierto acercamiento al marxismo, y llegué a decir que “todo es ideología”. La misma militancia y mi encuentro con el peronismo en 1973, me hicieron entender que lo que importa es la política, no la ideología, porque es aquella la sirve para mejorar el mundo y hacerlo más justo y equitativo.
Esto no significa despreciar la ideología, que es la que le da el marco al proyecto político, que es la que nos ayuda a comprender los movimientos y acciones de la política, pero es esta y no aquella la que permite construir un mundo mejor y defender los derechos y necesidades de la sociedad.
Desde hace un tiempo, coincidiendo con la radicalización de las posiciones en la vida social, en las que las derechas mundiales han tomado empuje, hay sectores de la sociedad que han adherido a proyectos políticos que proponen medidas represivas contra los que protestan porque quieren un mundo más justo y se encierran en conservadurismos teñidos de fascismo, la caracterización ideológica ha adquirido relevancia.
Es más, esta situación ha justificado actos violentos y discriminatorios en muchos lugares del mundo. Esa posición encontró lugar en los proyectos del capitalismo neo liberal con tanto vigor que, desde los ’70, formó parte de los Gobiernos latinoamericanos, que, primero por la fuerza, y después, con metodologías seudo legales, basadas en el uso del poder económico de las corporaciones concentradas que la globalización posibilitó, tomaron el poder en Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, y algunos otros países.
Hoy estamos viviendo la reacción a esa situación, en varios casos porque la asimetría generada por ella ha llevado a actitudes violentas de los sectores postergados, y en otros, como en Argentina, porque la madurez política de un sector mayoritario de la sociedad usó las elecciones para buscar otro proyecto político que reemplazara al que no la había beneficiado.
En este contexto el movimiento feminista (al que considero el hecho político más relevante de los últimos tiempos) ha tomado un auge sin precedentes, y a lo que parece, imparable. En ese marco se dan los cuestionamientos a todas las expresiones que se puedan relacionar –con o sin justificación-con la historia patriarcal y machista de la sociedad. Allí adquirió relevancia el término “matria” (aunque Nené Ramallo lo incluye en usos anteriores como éste: “Miguel de Unamuno (la “matria vasca”)”.
A partir de esta palabra, partiendo de “patria”, la autora hace un análisis excelente con un objetivo claro: “Seamos custodias de las palabras y no las disfracemos de intencionalidades que ellas no poseen.”
El tema es que estas búsquedas y descalificaciones de todo lo que sea o parezca patriarcal han provocado muchos cuestionamientos a la palabra “patria” (la relación es clara) con un sentido peyorativo.
La nota de Ramallo es muy precisa en la mostración de la evolución de esta palabra y de otras de la familia, y sirve para entender que no hace falta caer en extremismos y tratar de reemplazarlas por otras que parecieran ideológicamente más representativas del movimiento feminista.
Aclaro que siempre defendí y valoré el movimiento feminista, y he tenido discusiones por esto; también que siempre respeté la propuesta del lenguaje inclusivo, aunque no la use (prefiero todas y todos) porque me pareció ideológica, y la lengua no procede así. Si el uso la incorpora al lenguaje general, la utilizaré.
Creo que esta nota desarrolla un buen ejemplo de cómo la ideología no es la mejor vía para usar bien la Lengua, que hay criterios mejores que tienen que ver, en primer lugar, con la verdad y la realidad, y, después con avanzar en hacer cosas que mejoren la vida, que nos ayuden a encontrarnos en un proyecto común, y no dividirnos.
Pienso que este modo de planear las cosas se puede ampliar a otras áreas de la vida en las que se manifiesten actitudes determinadas por planteos ideológicos, y que no colaboren en la convivencia de los argentinos/as.
Por eso, comparto con ustedes esta nota.
Tal vez haya ido demasiado lejos en la extrapolación de la nota a un nivel sociopolítico, pero creo que ese análisis de esta situación cotidiana del uso de la Lengua con intencionalidades que exceden y falsean la verdad, demuestra que se puede salir por arriba de las confrontaciones ideológicas y avanzar en mejores propuestas para la vida en sociedad de nuestra patria.
En defensa de las palabras
El término “matria” no es un vocablo de creación reciente; lo respetamos y admitimos, pero reivindicamos el valor de “patria”.
Nené Ramallo
LAS PALABRAS HAN ATRAVESADO LOS SIGLOS. Y SIGUEN ALLÍ, COMPAÑERAS DE JORNADAS Y DE REALIDADES, A VECES, MUY DISTANTES Y DISTINTAS DE LOS ENTORNOS EN QUE SE ENGENDRARON.
Fascinada por el poder evocativo de las palabras, quisiera cerrar el año 2020 refiriéndome a toda la magia que se esconde en el corazón de un término. Y lo hago a partir de las afirmaciones de Álex Grijelmo en el comienzo de su obra “La seducción de las palabras”: “Nada podrá medir el poder que oculta una palabra. Contaremos sus letras, el tamaño que ocupa en un papel, los fonemas que articulamos con cada sílaba, su ritmo, tal vez averigüemos su edad; sin embargo, el espacio verdadero de las palabras, el que contiene su capacidad de seducción, se desarrolla en los lugares más espirituales, etéreos y livianos del ser humano”.
Las palabras han atravesado los siglos. Y siguen allí, compañeras de jornadas y de realidades, a veces, muy distantes y distintas de los entornos en que se engendraron; escucho y me sorprendo cuando se rechaza un término porque se lo vincula al varón y, en su lugar, se crea otro sin ahondar en la riqueza léxica que nos brindan tantos años de historia del español: se ha cuestionado, junto a tantos otros, el término “patria” porque se lo ha vinculado, exclusivamente, al vocablo “pater”; el desconocimiento del idioma latino ha llevado a mirar en forma parcial el significado de “patria”; en efecto, la “patria” era la tierra de los ancestros, porque el sustantivo “pater”, metido en el corazón semántico de “patria”, no aludía exclusivamente al “padre biológico”: su plural, “patres”, eran todos los antepasados, mujeres y hombres. Y esa raíz indoeuropea está presente en otros vocablos, como “Júpiter” (“el padre de los dioses”); en “patrocinio” y “patrocinar” (“defender, proteger, amparar, favorecer”). Y en “patrimonio” (“hacienda que alguien ha heredado de sus ascendientes”); en “patricio/a” (“que pertenece a la clase social alta”), en “padrón” (“registro de los vecinos de un municipio”) y en “patrón” o “patrono” (“persona que emplea trabajadores”). ¿Dejaremos de usarlos por una interpretación parcial de su valor semántico? ¿Y no llamaremos más “¿Madre Patria” a España, cuando allí “patria”, que provenía del adjetivo “patrius -a -um” es equivalente a “de los antepasados”?
A veces, la palabra “padre” está muy disimulada, como ha sucedido con el hipocorístico “Pepe”, que se usa para invocar familiarmente a alguien que se llama José; en efecto, este término proviene de llamar a San José, “pater putativus Christi” (“padre putativo de Cristo”). Se tomó la costumbre de colocar, en lugar de toda esa frase desarrollada, la forma abreviada “P.P.” que, en la oralidad, se lee “Pepe”.
Erróneo es pensar que la “p” es siempre exclusivamente signo de género masculino y la “m”, de femenino; veamos casos en que esta creencia se contradice: el latín tenía “maritus”, que dio en español “marido”; en el núcleo de este término, hallamos “mas”, que significaba “macho” y que encontramos en el comienzo de “masculino”; la “m” no vincula, pues, el género. Si se quiere eliminar del habla todo vestigio de género, deberíamos suprimir vocablos como “maridar” y “maridaje”, relacionados con aquel “maritus” y con su núcleo “mas”; los dos términos hoy son muy usados en el ámbito de la gastronomía. En efecto, este verbo, aparte de significar “unirse en matrimonio”, sirve para nombrar la correspondencia o unión de dos cosas diferentes: “maridar vino y comida”, “maridar música árabe y rock”. No cuestionamos el término.
Y, para no generar confusiones, sobre todo de intereses, se hace imperioso marcar bien las diferencias semánticas y fonéticas entre “matrimonio” y “patrimonio”, en donde no reside el valor de uno u otro vocablo en la consonante inicial.
A la inversa, poseemos vocablos que comienzan con “m” y que se vinculan a lo femenino, pero que la comunidad no discrimina a la hora de usarlos, aunque designe objetos masculinos: “matriz”, más allá de indicar el útero, tiene otros valores tales como el molde, de cualquier clase, con que se da forma a algo; también, en la imprenta, los espacios en blanco de un texto impreso; y en el ámbito matemático, es un conjunto de números o símbolos algebraicos colocados en líneas horizontales. ¡Lo femenino ha invadido un ámbito masculino! ¿Y el que se matricula tendrá en cuenta, si es varón, que su “matrícula” (diminutivo de “matriz”) debería ser “patrícula”?
Seamos custodias de las palabras y no las disfracemos de intencionalidades que ellas no poseen. Mi deseo de ver los últimos cambios en el aula ha provocado que, siguiendo muy de cerca todas las discusiones en torno a “presidente” y “presidenta”, enseñara a mis estudiantes de diferentes edades que está totalmente autorizado decir “presidenta”. He llevado al aula la obra académica, consensuada por las veintitrés academias de lengua española diseminadas en el mundo, para indicar el femenino de ese sustantivo, no solamente con el artículo, sino con su terminación “-a”. Siempre cuento que ya en el siglo XIX estuvo permitido a Leopoldo Alas publicar su magistral obra “La regenta”, palabra análoga por su terminación a “presidenta”. Entonces, con justicia, también debo decir, sin rasgarme las vestiduras, que el término “matria” no es un vocablo de creación reciente: hicieron uso de él autores famosos como Edgar Morin (la “matria Europa”) o Miguel de Unamuno (la “matria vasca”); lo respetamos y admitimos, pero reivindicamos el valor de “patria”. En ese sentido, con verdadera maestría, Borges reivindica el sentido profundo de “patria”, no circunscripta exclusivamente al ámbito masculino; en su “Oda al sesquicentenario”, en bellos versos nos hace reflexionar:
“Nadie es la patria. Ni siquiera el tiempo / cargado de batallas, de espadas y de éxodos / y de la lenta población de regiones / que lindan con la aurora y el ocaso, /y de rostros que van envejeciendo / en los espejos que se empañan /y de sufridas agonías anónimas /que duran hasta el alba /y de la telaraña de la lluvia sobre negros jardines.
La patria, amigos, es un acto perpetuo como el perpetuo mundo. […] Nuestro deber es la gloriosa carga /que a nuestra sombra / legan esas sombras que debemos salvar. /Nadie es la patria, pero todos lo somos. / Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante /, ese límpido fuego misterioso. (Borges, J. L. “Oda al sesquicentenario”).
Como cierre, más allá de la palabra poética, valiosísima y elocuente, me quedo con la definición, neutra, que nos dan los diccionarios: “Patria es la tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos”. Y también, añade el diccionario, es el “lugar, ciudad o país en que se ha nacido”.
Esta introducción la escribí después de terminar la entrada, porque me pareció que había empezado con un planteo y después fui avanzando en otra dirección, que no es divergente, sino concurrente, por lo menos en mi cabeza, pero que merece una explicación.
La globalización marcó el inicio de un mundo diferente. Nos mintieron cuando dijeron que había terminado la Historia, y que venía un mundo mejor.
En realidad, si uno analiza lo que hacía el hombre a fines del siglo XIX y en la primera parte del XX, no ve tantas diferencias entre los que exterminaban focas a palos para desollarlas, o cargaban barcos con hombres, mujeres y niños africanos para hacer trata de esclavos, con los que incendian la Amazonia o bombardean Siria, pero, la capacidad de daño es tremendamente superior, sin posibilidad de comparación.
Si no comprendemos estas cosas, es difícil que podamos hacer algo para que el mundo sea mejor.
Empecé leyéndola interesado en el tema de las elecciones en EEUU, pero me llamó la atención otra cosa desde el copete:
“Fake news, polarización, discursos de odio… la capacidad de injerencia de las redes sociales en la arena política está en el centro del debate internacional…”.
El tema excede a la política, en realidad tiene que ver con el modo en que las big tech nos manejan, por supuesto, para hacer negocios –cada vez tienen más poder, y más concentrado-, pero lo importante es que entendamos que así logran crear la Matrix en que creemos vivir.
Claro, estamos hablando de algo nuevo, que todavía no alcanzamos a comprender, pero está actuando sobre nosotros: la “economía de la atención”. Para tratar de aclarar el tema, copio un fragmento de una nota (https://www.bbc.com/mundo/noticias-45509092):
“Sean Parker, cofundador de Facebook, declaró el pasado noviembre que la manera en el que se construyeron algunas aplicaciones (como Facebook) se basó en fundamentos psicológicos.
“Pensamos en cómo podemos consumir la mayor parte de tu tiempo y captar tu atención en la medida de lo posible. Eso significa darte un poco de dopamina de vez en cuando porque alguien hizo clic en ‘Me gusta’ o comentó en una foto que publicaste”, dijo el empresario.
“Es el tipo de cosa que a un hacker como yo se le ocurriría. Explotamos una vulnerabilidad de la psicología humana”.
“Hoy día, todo consiste en hacer que la gente quiera cosas y en lidiar con el hecho de que tenemos una capacidad de atención limitada. Quien se adentre en la mente de la gente gana… y los demás pierden”, explica Wu.
Y cuanto más saben las apps sobre nosotros, mejor pueden captar nuestra atención y más dinero hacen.”
Es real que esto no es novedoso: volveré a recordar a Goebbels, el temido Ministro de Propaganda de Hitler: “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.” Y Durán Barba –clave en el triunfo electoral del macrismo- dijo cosas semejantes: “… las elecciones se ganan polarizando al electorado, sembrando el odio hacia el candidato ajeno” y que “es clave estudiar al votante común, poco informado, ese que dice ‘no me interesa la política’ como hizo Donald Trump.”
Solo incluyo estas citas a título referencial, porque me interesa lo siguiente, que plantea la nota de Le Monde diplomatique:
“El problema es global. En los próximos años vamos a asistir a mucha discusión en este sentido. Pero no hay que centrar la discusión solo en las grandes plataformas, sino en cómo se constituye el ecosistema, el entorno mediático, en cada caso particular. Creo que el tema es cuando las otras instituciones están en crisis. Porque si hay medios tradicionales más o menos sanos, que gozan de niveles de credibilidad transversales a las diferentes posiciones políticas dentro de una sociedad, hay defensas contra estos problemas”. En síntesis, la desinformación, las fake news y la circulación de discursos de odio ni son problemas nuevos ni son males que dependan únicamente de las redes sociales. En todo caso, hay que analizar cómo operan las dinámicas de las redes en un entorno mediático más amplio y en un contexto político y social en cada caso.”
O sea, la única defensa que tenemos es nuestra capacidad social e institucional para comprender la realidad, para darnos cuenta de que el producto que interesa a las corporaciones, o a los proyectos políticos, somos nosotros, por eso nos regalan aplicaciones o dispositivos, para que estemos todo el día con el celular debajo de la nariz, haciendo clicks.
Más abajo dice: “En octubre, un comité de la Cámara de Representantes de Estados Unidos publicó un informe en el que se señalaba a Google, Apple, Facebook y Amazon como monopolios. “Compañías que en un momento eran startups que amenazaban el statu quo se convirtieron en especies de monopolios como los que habíamos visto por última vez en la era de los barones del petróleo y magnates del ferrocarril”, destacaba el texto, de más de 400 páginas, que sugería una serie de posibles cambios en la ley antimonopolio para atender dicha situación.
Teniendo en cuenta este panorama, la regulación de contenidos por parte de las propias empresas, ¿es la cura (insuficiente o hipócrita, dicen algunos) o un síntoma más del problema? Si la democratización del nuevo entorno mediático es el objetivo, ¿la auto regulación es el camino?”
Esto parece lo ideal, pero no es sencillo: una vez que la gente escuchó tantas veces lo mismo, en los medios de comunicación, en las redes sociales, y en todo lo que se usa para difundir noticias, verdaderas o falsas, ya no cree otra cosa. Es más, si tratamos de hacerle ver la verdad, dirá que somos mentirosos, aunque tengamos datos que demuestran que decimos la verdad.
Es lo mismo que planteaba Goebbels, pero en otro mundo: el de la globalización. El poder de fuego es tan enorme que parece ingenuo e inútil hablar de luchar contra él.
Sin embargo, tenemos que hacerlo, si no, estamos en camino de ser zombis, aunque lo de un chip en la cabeza parezca ficción barata.
El producto que buscan es nuestra atención, que estemos todo el día con el smart en la mano, como millones de personas lo hacen. No la regalemos, es nuestra. Si seguimos siendo dueños de ella, sin caer en los miles de trampas que nos tienden, todavía tendremos el control.
La nota también dice: “Ahora aparece la regulación de contenido que me parece problemática, porque la regulación pública es difícil por razones logísticas y la auto regulación es muy peligrosa porque estás dejando a un actor privado, corporativo, opaco, tomar decisiones acerca de qué es un discurso aceptable y qué no lo es.”
Esto hay que entenderlo: hay gente que trabaja todo el tiempo para hagamos lo quieren, aunque lo camuflen diciendo que esa decisión es producto de nuestro ejercicio de la libertad.
Por eso, la propaganda de un neo liberalismo que intenta instalar Gobiernos propios, exalta nuestra libertad para hacer lo que les conviene a ellos.
Un ejemplo: en las últimas marchas anti cuarentena, en Argentina y en otros lugares del mundo, hemos visto a los libertarios, que Wikipedia define así: “filosofía política y legal que defiende la libertad del individuo en sociedad, los derechos de propiedad privada y la asignación de los recursos a través de la economía de mercado (capitalismo)”. Esto defiende el capitalismo neo liberal promovido por las corporaciones y los proyectos políticos propios como el mejor sistema socio político, y económico, claro.
Es la libertad para destruir la Amazonía, por ejemplo.
Acabo de leer en un medio digital: Milei, Espert y Rosales lanzaron el frente “Avanza Libertad”. Gracias por colaborar tan fuertemente con esta entrada de mi blog.
De todos modos, lo que quiero es resaltar una idea que ha estado siempre en Miradas desde Mendoza: es imprescindible desarrollar una opinión y capacidad de decisión propia, hay que buscar fuentes de información confiables y diversas (aunque sean tan escasas), hay comunicarse con personas que tengan un pensamiento independiente, más allá de la militancia política y social que tengan.
Insisto: si las corporaciones dedican tanto tiempo y dinero para quedarse con nuestra atención, valorémosla con la misma intensidad. NO LA REGALEMOS.
Si nos llenan de noticias sobre los peligros del Comunismo, como en la época de la Guerra Fría del Siglo XX, no seamos pavos y no creamos esa, o cualquier otra tontería.
Si nos quieren consumistas, no caigamos en la trampa, compremos solo lo necesario. DEFENDAMOS A TODOS/AS LOS/LAS QUE LUCHAN POR UN MUNDO SUSTENTABLE Y SOSTENIBLE. TENEMOS LAS ARMAS EN LAS MANOS: USÉMOSLAS POR LA SALVACIÓN DE LA HUMANIDAD, QUE ES LA NUESTRA.
Este es el título del trabajo final que presenté a la Diplomatura enLaudato Si’, organizado por la Universidad de Morón.
En realidad, no es la primera vez que me dedico a temas relacionados con la Iglesia Católica: cursé algunas materias del Profesorado en Catequesis del Arzobispado de Mendoza, no por tener intenciones de dar clase, ya que soy Profesor en Literatura, sino porque interés en los temas (por ejemplo, Teología, Eclesiología, Antiguo y Nuevo Testamento), y trabajé en lo misional.
Fue una etapa que terminó, pero seguí atento a estos temas, sobre todo desde que Francisco es Papa porque me sentí muy identificado con su propuesta para la Iglesia, ya que entendí que nos acercaba a la Iglesia que se auto definió como Opción por los Pobres.
Hace poco el Dr. Humberto Podetti me invitó a cursar la Diplomatura que menciono arriba; acepté, sin idea de hacer ningún trabajo porque consideraba que no tendría tiempo, pero después me interesó la posibilidad porque me gustó el tema que tiene que ver las alternativas políticas que necesitamos. Aunque es sobre Laudato Si’, mi análisis también incluyó la otra Encíclica, Fratelli tutti, porque completa la propuesta de Francisco, y nos ponen al alcance los ejes sobre los que podamos construir propuestas para un mundo mejor.
Este es el resultado, aprobé, quedé conforme, y quiero compartirlo con ustedes. Espero que haya comentarios y participación.
Trabajo Final Diplomatura Laudato Si 2020
¿Es necesaria una autoridad política mundial? ¿Cuál sería el camino para alcanzarla?
No tuve dudas sobre la elección de la consigna para elaborar el trabajo final de la Diplomatura. Sin embargo, inmediatamente se me plantearon interrogantes:
En la historia cercana, ¿ha habido autoridades políticas mundiales?
En este análisis quiero diferenciar autoridad de hegemonía. No es el objetivo hacer estudios geopolíticos, pero creo que ha habido etapas con poderes hegemónicos que cumplieron ciclos, y que no fueron mundiales, sino que coexistieron con otros, más allá de las diferencias entre sí. O sea que se podrían hacer análisis cronológicos o tomar etapas, y no se encontraría una autoridad que abarcara a la humanidad en su conjunto.
Es claro que la Iglesia católica es una autoridad mundial con miles de años de existencia, sin embargo, su liderazgo espiritual no tiene correlato político equivalente.
Este tema ha sido clara y ampliamente planteado desde lo documental en las citas que mencionaremos.
Empiezo con esta cita de 1987: … “la humanidad, enfrentada a una etapa nueva y más difícil de su auténtico desarrollo, necesita hoy un grado superior de ordenamiento internacional, al servicio de las sociedades, de las economías y de las culturas del mundo entero” (San Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 43)
Este es un planteo general imprescindible porque solo en ese grado superior se pueden desarrollar alternativas institucionales y de participación que permitan avanzar en logros políticos no declarativos. Es en esta instancia en la que se puede avanzar en respuestas a la segunda parte de la consigna: ¿Cuál sería el camino para alcanzarla?
Este es el tema clave porque documentación de la Iglesia y de otras fuentes no faltan, declaraciones principistas, menos, incluso muchas que confían en la falta de memoria –accidental o intencionada- de la sociedad.
Citaré otros documentos eclesiales:
67 … “Esto aparece necesario precisamente con vistas a un ordenamiento político, jurídico y económico que incremente y oriente la colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos los pueblos. Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, el Beato Juan XXIII. Esta Autoridad deberá estar regulada por el derecho, atenerse de manera concreta a los principios de subsidiaridad y de solidaridad, estar ordenada a la realización del bien común, comprometerse en la realización de un auténtico desarrollo humano integral inspirado en los valores de la caridad en la verdad.
Dicha Autoridad, además, deberá estar reconocida por todos, gozar de poder efectivo para garantizar a cada uno la seguridad, el cumplimiento de la justicia y el respeto de los derechos. … El desarrollo integral de los pueblos y la colaboración internacional exigen el establecimiento de un grado superior de ordenamiento internacional de tipo subsidiario para el gobierno de la globalización, que se lleve a cabo finalmente un orden social conforme al orden moral, así como esa relación entre esfera moral y social, entre política y mundo económico y civil, ya previsto en el Estatuto de las Naciones Unidas.” (Caritas in veritate, Benedicto XVI, junio, 2009).
Pero hay otros aportes:
“En esta línea, recuerdo que es necesaria una reforma «tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones».” (San Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 173)
“…Cuando se habla de la posibilidad de alguna forma de autoridad mundial regulada por el derecho no necesariamente debe pensarse en una autoridad personal. Sin embargo, al menos debería incluir la gestación de organizaciones mundiales más eficaces, dotadas de autoridad para asegurar el bien común mundial, la erradicación del hambre y la miseria, y la defensa cierta de los derechos humanos elementales.” (San Juan Pablo II, Carta enc. Redemptor hominis)
Francisco recoge estos antecedentes sobre la autoridad política mundial en las dos últimas Encíclicas: los formula en Laudato Si 175 y retoma en Fratelli Tutti 172 y 173.
La novedad, como se ve, no tiene que ver con el tema de la autoridad, sino con la determinación de para qué debe servir, en estos momentos, esa autoridad.
Laudato si (Alabado seas, en umbro) y su subitítulo Sobre el cuidado de la casa común, tiene el objetivo de explicar la importancia de una ecología integral que se convierta en un nuevo paradigma de justicia, en el que la preocupación por la naturaleza, la equidad hacia los pobres y el compromiso en la sociedad, sean inseparables.
Fratelli tutti: con estas palabras, San Francisco de Asís proponía a todos los hermanos y hermanas una forma de vida plenamente evangélica. En esta Encíclica Francisco invita a un amor que expresa lo esencial de una fraternidad abierta, y que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite.
El aporte de estas Encíclicas ya no es solo que hace falta una autoridad política mundial, sino una que trabaje, proponga y ponga en práctica estrategias que permitan superar las crisis de falta de sostenibilidad y sustentabilidad que ponen en riesgo cierto la vida en el planeta.
A partir de este enorme avance, debemos elegir el camino que nos permita colaborar en que se concreten medidas que detengan, retrasen o impidan la devastación social y ambiental que está dejando la acción de la especie humana.
Esta decisión es, en primer lugar, individual, y en el nivel de elegir un puesto de lucha en esta guerra por la salvación del mundo, pero, en segundo lugar, tiene que ver con la agrupación y organización con otros/as para obtener la masa crítica que permita combatir con posibilidades contra los grandes poderes que han logrado, por acción y/o omisión, esa “normalidad” que nos condena a la destrucción.
Esto significa promover y lograr avances en las decisiones de los Gobiernos (internacionales, nacionales, locales), en la participación activa en organizaciones de la sociedad, y en toda otra forma de actividad que colabore con medidas que mejoren la situación.
De acuerdo con mi filiación política, mencionaré lo que llamamos Organizaciones Libres del Pueblo (PERÓN, JUAN DOMINGO. EL GOBIERNO, EL ESTADO Y LAS ORGANIZACIONES LIBRES DEL PUEBLO Y LA COMUNIDAD ORGANIZADA. Buenos Aires: Editorial de la Reconstrucción, 1975.), que pueden garantizarnos caminos y avances centrales, estables y permanentes para superar los problemas que aquejan desde hace tiempo a la sociedad.
De lo que no cabe duda es de que no podemos dejar de tener un lugar de lucha, porque de ello depende la sobrevivencia digna y justa de la especie humana.
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