Vi una nota en la Revista Rumbos del fin de semana, a
partir de otra de Pilar Jericó. Me pareció útil, y que es un aporte en esta
difícil época, en que mucho de lo que nos llega nos confunde y asusta más de lo
que nos alivia.
Una de las cosas que intento hacer siempre, mucho más en
estos tiempos del coronavirus, es ser organizado, tener planes, no desordenarme,
por eso, este aporte con formato de guía, me parece que puede ayudar.
Ojalá sea así.
Guía para
superar el impacto emocional del coronavirus
PILAR JERICÓ
Debemos afrontar
la situación con una mentalidad positiva. Para eso necesitamos conocer las
etapas a las que nos vamos a enfrentar
El coronavirus
nos ha superado a todos. Nos enfrentamos a emociones incómodas, nos agobia el
miedo, nos estremece escuchar a los sanitarios informando de las situaciones
que viven, y no parece que las cosas vayan a mejorar en el corto plazo. Sin
embargo, existe una verdad incuestionable: todo pasa. El coronavirus también.
Como ha sucedido con otras pandemias o en otras situaciones difíciles que hemos
vivido. Debemos afrontar el problema con una mentalidad positiva. Para eso
necesitamos conocer las etapas y las emociones a las que nos vamos a enfrentar.
Reconocerlas nos ayudará a afrontarlas de un modo más amable. A desarrollar una
mentalidad positiva a pesar de las circunstancias. Esta posición nos permitirá
entender que, en todo cambio, por difícil que sea, siempre existen
oportunidades para seguir aprendiendo y avanzar como personas y como sociedad.
Las
investigaciones en las que basé mi libro Héroes cotidianos sirven para entender
de manera sencilla qué emociones vamos a vivir estos días. Las detallo en esta
página en voz y con ejercicios prácticos.
1. Llamada: “Hay un virus en China”. Ese fue el comienzo.
Toda llamada a la aventura puede ser de dos tipos, como dice paradójicamente la
medicina tradicional china: llamada del cielo, cuando es algo deseado, o
llamada del trueno, cuando no lo buscamos y rompe nuestros esquemas. El
coronavirus pertenece a las llamadas del trueno para la mayor parte de los
mortales. Pocos esperaban que sucediera.
2. Negación: “Esto no va a ocurrir aquí”. La negación es una
fase habitual en casi todos los cambios no deseados. Se trata de la más difícil
de asimilar. Nunca creemos que nos vaya a afectar a nosotros. Nos llenamos de
excusas, como que China está muy lejos o que solo es una gripe más, y nos
olvidamos de las evidencias: de que el mundo está globalizado, incluso hasta
para las enfermedades, o que estas pueden resultar tan contagiosas que pueden
colapsar el propio sistema. Durante el periodo de negación, cuando nos damos
cuenta de que sí nos puede afectar, podemos desarrollar una variante: la ira o
la rabia. Nos enfadamos con el sistema, con la falta de medidas que toman las
autoridades, con los eventos deportivos, manifestaciones o reuniones que nos
han expuesto al contagio. El enfado hay que pasarlo, tengamos razón o no. Si
nos quedamos en esta fase, estamos perdidos, porque desaprovecharemos la
oportunidad de aprendizaje que existe ante cualquier crisis.
3. Miedo: “¿Qué nos va a pasar?” Esta es la emoción más
profunda y paralizante que existe. Hay un miedo sano, que es la prudencia, que
nos obliga a protegernos y a quedarnos en casa. Y existe otro, el miedo tóxico,
que nos lleva a la histeria colectiva, a las compras compulsivas o a no dormir
por las noches. El miedo es otra fase que tenemos que transitar rápidamente. Es
inútil dejarse vencer por la emoción, que en muchas ocasiones llega a ser más
contagiosa que la propia enfermedad. Posiblemente, porque nos daña
profundamente y nos vacía de la posibilidad de afrontar la crisis desde la
mentalidad positiva del cambio, el sentido común y la fuerza.
4. Travesía por el desierto: “Estoy triste y soy vulnerable”. Ya no
hay miedo ni rabia, solo desazón y tristeza en estado puro. Estamos abatidos
por las cifras de enfermos y fallecidos, conocemos personas afectadas o lo
estamos nosotros mismos. Es un momento de aceptación pura de la realidad. En la
crisis del coronavirus, la travesía por el desierto hay que afrontarla. La
mentalidad positiva sin tocar el desierto es falsa y temporal (excepto para
quien vive en el positivismo artificial constante o tiene problemas con la
empatía, que no deja de ser negación). La buena noticia es que los desiertos
también se abandonan. Nos podemos quedar atascados en la rabia o en la
negación, pero la mayoría de las personas, tarde o temprano, conseguimos
remontar la tristeza.
5. Nuevos hábitos y confianza: Una vez aceptada la realidad comienzan
los nuevos hábitos y la confianza en nosotros mismos. Normalizamos la realidad.
Si estamos recluidos, encontramos los aspectos positivos. Nos ofrecemos a
ayudar a otros desde la serenidad y no desde el miedo; nos reímos de la
situación y, lo más importante, nos abrimos al aprendizaje. Cuanto más nos
esforcemos en ver qué aspectos quiere enseñarnos esta nueva crisis, más rápido
podremos atravesar la curva del cambio.
6. Fin de la aventura: El coronavirus ha pasado y soy más fuerte. Esta
crisis será historia, como todas. Vendrán otras, nuevos problemas, y eso
significa que estamos vivos. Si hemos sido conscientes del proceso y hemos
aprendido como personas y como sociedad, habrá valido la pena, a pesar de las
numerosas pérdidas que hayamos tenido en el camino.
Las fases
descritas no son lineales, pero sí progresivas. Es decir, podemos estar en el
desierto y regresar por momentos a sentir rabia o miedo. Casi siempre sucede, pero
no hay que sentirse culpable por ello. Cuanta más conciencia pongamos, más
sinceros seamos con nosotros mismos, más rápido podremos atravesarlas y más
capacidad tendremos para despertar el valor que cada uno de nosotros llevamos
dentro. En la épica personal también hay espacio para el optimismo.
Hemos escuchado
tanto sobre el asesinato de los rugbiers en Villa Gesell, que no tenía la menor
intención de publicar algo sobre este tema, pero esta nota de Infocielo me
pareció útil, sobre todo porque podría servir para tomar conciencia de que toda
esa parafernalia desatada no va cambiar nada de las vidas arruinadas y de la
muerte de un joven con todo por hacer.
DESPERTEMOS
ANTES, HAGAMOS LO QUE HAY QUE HACER EN EL ÁMBITO QUE PODAMOS, Y EMPECEMOS
AHORA.
El tardío despertar social frente al consumo de alcohol adolescente
El asesinato de
Fernando, a manos de un grupo de rugbiers, en plena noche gesellina, abrió el
debate sobre el consumo de alcohol. El Estado debe intervenir antes de que el
valor noticia del acontecimiento periodístico se apague.
Como si hubiesen
abierto la caja de Pandora, de repente la sociedad se vio sacudida y
consternada por el asesinato de un joven en Villa Gesell, alcohol y violencia
de por medio. Como si todos hubieran despertado de un extenso letargo, de
pronto el estado de abulia y apatía social frente a los excesos (y soledades)
adolescentes permutó en preocupación. Se viralizaron cartas testimoniales que
reflejan todo lo que viene sucediendo en la costa atlántica en cada temporada
veraniega. Aparecieron videos de lluvias de botellas de vidrio en una playa,
demostración inequívoca de que la percepción general del riesgo está
absolutamente difuminada y de que la cultura de la auto-destrucción está
afincada entre los jóvenes. Se corrió un velo, salió a la luz el problema.
Entonces muchos
tomaron dimensión de que nuestros chicos beben desde edades tempranas (el
promedio de iniciación se da a los 13 años, pero ya se detectan casos por
debajo de los 10), que las familias están cada vez más ausentes, que hay
comerciantes que les venden alcohol a los menores y empresarios de la noche que
los dejan entrar a los boliches pese a que existen normas que lo prohíben
tajantemente, y que nadie se anima a ponerle el cascabel al gato de la
publicidad irrestricta de bebidas alcohólicas en los medios masivos de comunicación.
Los ciclos de las
políticas públicas sobre drogas en Argentina pueden graficarse como un sistema
ondulante de picos, pozos y mesetas, con pendientes pronunciadas de
contemplación ante fenómenos existentes, con períodos de inacción, y con respuestas
tardías ante el acontecer periodístico y la demanda de la sociedad. Como decía
el semiólogo Eliseo Verón, el acontecimiento se construye, la actualidad es una
fabricación, los medios producen realidad social. Es lamentable que las intervenciones preventivas
ante las problemáticas del uso indebido de sustancias psicoactivas sigan las
lógicas mediáticas y se rijan por patrones reactivos, nunca proactivos, nunca
procesos en el tiempo a pesar de tener hace años datos e indicadores para
validar empíricamente el diseño de dichas intervenciones.
Vale el ejemplo.
Allá por el año 2005, desde la extinta (pero tan necesaria) Secretaría de
Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el
Narcotráfico lanzábamos dos advertencias. La primera tenía que ver con los
hábitos de uso de alcohol entre adolescentes, sobre las “previas”, y cómo el
hogar se había convertido en lugar de inicio en el consumo ante la anuencia
paterna. La segunda refería una tendencia internacional sobre el mercado de drogas,
al incipiente viraje de lo vegetal al laboratorio, y a la necesidad de
prepararnos para la irrupción de las sustancias de síntesis.
En abril del
2016, cinco personas murieron intoxicadas en la fiesta electrónica Time Warp
realizada en Costa Salguero. El fenómeno de las drogas sintéticas ocupó las
tapas de todos los diarios y colonizó integralmente la agenda periodística por
espacio de días. La sociedad reclamó respuestas gubernamentales y el Estado
reaccionó, tardíamente. Ahora sucede exactamente lo mismo. Una muerte, un sismo
mediático, y la consternación de una sociedad que se sacude la quietud
contemplativa frente al uso y abuso de alcohol entre los adolescentes.
En este sentido,
las estadísticas oficiales son irrefutables: la estimación de muertes causadas
por agresiones y relacionadas al consumo de drogas son más frecuentes en la
población comprendida entre los 20 y 30 años, y la mayor proporción se da con
el alcohol. Pero no nos quedemos sólo en una cuestión de violencia, ni
debatamos si el rugby es el problema. ¿Intoxicaciones? ¿Siniestros viales?
¿Cáncer y otras enfermedades no transmisibles? ¿Conductas sexuales de riesgo?
¿Bajo rendimiento escolar y deserción? ¿Síndrome de alcohol fetal?
¿Policonsumos? Es siempre el alcohol. Siempre.
Nada más puedo
aportar en estas líneas a lo fue debidamente advertido cada vez que el alcohol
fue tema central de este espacio de opinión. No existe jactancia ni
vanagloriamiento alguno en decirlo. Pero antes de que el valor noticia del
acontecimiento periodístico se apague, y la abulia nos tuerza nuevamente el
brazo, bienvenido sea el llamado a la acción para que el Estado intervenga
activamente, los padres se involucren en la crianza de sus hijos, y nuestros
pibes dejen de sentirse tan pero tan solitarios.
QUÉ HAY DETRÁS DEL CONSUMO DESENFRENADO DE ALCOHOL
Encontré esta nota, y me pareció que valía la pena
compartirla; en primer lugar, por la actualidad del tema, en segundo, porque
plantea un análisis desde un punto de vista que –creo- merece ser conocido y
reflexionado.
No tengo formación técnica para determinar el valor de
este análisis psicoanalítico, pero considero que la descripción del mundo en
que vivimos –o sobrevivimos- en la actualidad, es real, y preocupante.
Por eso, me
parece necesario incorporar este contexto a nuestro análisis y comprensión de
lo que sucede a nuestro alrededor. Esto no solo vale en relación con los
jóvenes, sino también con los adultos que debemos soportar otros mandatos de
éxito no menos tremendos.
Leamos y
reflexionemos en qué hay a nuestro alcance para mejorar esta situación que cada
vez es peor.
Crimen de Villa
Gesell: el alcohol no es la causa sino la consecuencia de una inhibición
generalizada
“Bien sabemos los
analistas que, si Dios no existe, entonces ya nada está permitido. Los
neuróticos nos lo demuestran todos los días”. Jacques Lacan
Se suele decir
que el consumo de alcohol entre la gente joven alcanza niveles alarmantes. Es
verdad. Como muestra, basta citar “la previa”, ese hito social que aglutina
adolescentes en el ambiente reservado y protegido de un hogar, mientras se
espera la salida propiamente dicha. Qué es lo que se espera y qué es lo que se
prepara en la previa, bien puede brindarnos algunos rastros para elucidar un
fenómeno a todas luces preocupante.
Por empezar, hoy
los adultos que nos escandalizamos frente a la ingesta de los chicos, decimos:
“Qué barbaridad, en nuestra época tomábamos, pero jamás de esta manera”. Es
cierto, pero el razonamiento omite que nuestros chicos beben en el momento
previo a salir a un mundo que hemos construido nosotros. Sin dudas, desde
siempre el encuentro con el Otro sexo supone el riesgo del rechazo –por algo,
ya Freud vinculaba el alcohol con el desengaño amoroso-, pero ¿cuáles son las
coordenadas que hoy hacen necesaria tanta “preparación”? El lenguaje nos brinda
datos invalorables. En efecto, para hacer referencia a la diversión, los chicos
suelen decir: vamos a descontrolar. Bien, pregunta obligada: ¿qué es lo que
está tan controlado, entonces, que se hace tan necesaria la ingesta de una
sustancia cuyos efectos se distinguen por la desinhibición?
Por empezar, vale
la pena indagar si hay permiso para fracasar, o si más bien, la época que
vivimos está signada por un imperativo de éxito que no admite traspiés ni
vacilaciones; es decir: estar siempre bien, triunfar en todo, lucir joven,
pleno… al palo, como se suele escuchar. ¿Quién no quiere ser el canchero, el
langa, el cool, el winner, que las seduce a todas; ese que dice lo apropiado en
el momento preciso y adecuado?
Propongo
considerar, entonces, que la sobrecarga de alcohol está destinada a suavizar y
aliviar este mandato de éxito. Esta suerte de todo o nada que aplasta la
riqueza de los matices en toda experiencia. Alguien podría sostener que en los
boliches pasa de todo, que los chicos se besan –o “transan”- de manera
descontrolada. Quizás es cierto. Pero es que esa práctica compulsiva no es
ningún encuentro, más bien se trata de una degradación erótica que rechaza el
compromiso de la palabra, el arte de la seducción, el reconocimiento del
semejante. Lo cierto es que en la clínica es harto común escuchar el testimonio
de chicos preocupados porque no recuerdan con quién estuvieron la noche
anterior…
Muchos son los
abordajes o interpretaciones que este síntoma convoca. Por lo pronto, la
desinhibición, por sí sola, no propicia encuentro alguno. Propongo rescatar un
término no por casualidad en desuso. Me refiero al pudor, esa “única virtud”,
según refiere Lacan. El pudor poco tiene que ver con una moralina mojigata. El
pudor es el velo que protege y al mismo tiempo hace posible compartir nuestro
más íntimo ser. Está muy cerca de la vergüenza, pero no es lo mismo. La
vergüenza es hermana de la culpa, de la inhibición, de la soledad y del
control; el pudor, en cambio, camina de la mano del deseo. Por eso, resulta ser
un privilegiado articulador social, porque “el impudor de uno basta para
constituir la violación del pudor del otro”.
Se trata,
entonces, de ese mohín que oculta sin dejar de insinuar. Esa barrera, vecina
del “cuidado de sí” del que hablaban los griegos, y que Michel Foucault rescata
en su texto sobre Tecnologías del yo. A partir del pudor bien podríamos
preguntarnos cuál es el lugar que el campo propiamente femenino puede aportar
en esta problemática relativa al consumo del alcohol. Pero, quizás, eso sea
tema para todo otro artículo.
Si a un señor feudal le hubiéramos dicho
que en un futuro los reyes no serían las figuras políticas más importantes, que
sus siervos iban a tener el derecho a voto igual que él, que el agro no sería
el centro de la economía, que las ciudades albergarían la mayoría de la
población, que los caballos no serían el medio de transporte y, que la
comunicación no usaría por postas o palomas mensajeras; seguramente se hubiera
reído cual si fuéramos bufones en su corte. Hoy estamos viviendo un cambio de
era, un período de transición igual de radical. Estos momentos son
excepcionales, la humanidad los ha transitado pocas veces. Vivirlo es un
privilegio, pero, también, una incógnita.
Tanto desde la literatura de difusión (ej.
autores como Yuval Harari con sus libros Sapiens y De Animales a Dioses), como
desde la investigación académica (ej. estudiosos como Jan Rotmans de la
Universidad de Erasmus), hay hipótesis que sugieren cómo podría ser este
futuro. Estos escritos buscan mostrarnos el punto de llegada. El foco de este
artículo no está en vislumbrar cómo será o debiera de ser el futuro; el foco es
ayudarnos a transitar mejor el camino, poder entender el proceso de cambio de
era.
Ya en 2015, el Papa Francisco I, remarco
que no estamos viviendo una era de cambios sino un cambio de era. ¿Qué
distingue una era de cambios de un cambio de era?
Primero, en las eras de cambio las
transformaciones se aceleran, pero no modifican su lógica (por ejemplo, a lo
largo del Siglo XX, los autos se vuelven tecnológicamente más sofisticados,
pero no cambia el medio de transporte). Por el otro lado, los cambios de era
tienden a ser procesos transversales. En el Siglo XXI los cambios trascienden
las innovaciones tecnológicas y pasamos a la gestión del conocimiento (internet
de las cosas, inteligencia artificial, blockchain) e involucra cambios en la
comunicación (redes sociales, YouTube), en la economía, (el futuro del trabajo,
Airbnb, Glovo), en la geopolítica (el Brexit, el auge de China, la caída del
eje USA-Rusia), en la filosofía (la post modernidad, la verdad
post-científica), en los objetivos colectivos (los nuevos objetivos de
desarrollo sustentable de Naciones Unidas), en el arte (arte digital, realidad
virtual), en la educación (formación continua), entre otros. Entonces, si en
los cambios de era los procesos son transversales, se debe ser consciente que
las lecturas parciales pueden ser equívocas. A veces, por el afán de concentrarnos
en un tema (típico de la especialización que caracterizó el Siglo XX), perdemos
de vista que las diversas fuerzas se presentan en modo interrelacionado, donde
un cambio impacta y amplifica los otros. Por ejemplo, si tratáramos de
circunscribir el fenómeno de #MeToo a un fenómeno de redes sociales sería una
caracterización miope. #MeToo combina varios de los cambios mencionados:
internet (tecnología), las redes sociales (comunicación), los objetivos de
desarrollo sustentable de Naciones Unidas (objetivos colectivos), no reconocer
fronteras ni estar alineado a ideologías políticas (cambios geopolíticos).
Desde esta perspectiva, la tecnológica, si bien importantísima, es sólo un
síntoma. Es, entonces, importante adoptar una mirada holística y sistémica.
Segundo, en las eras de cambio por su
intenso ritmo, vemos en el transcurso de la vida de una persona, su nacimiento,
desarrollo y madurez (por ejemplo, el surgimiento y desarrollo de la
televisión). Alternativamente, en los cambios de era los tiempos son largos;
son tiempos históricos. Tomemos el caso de la Revolución Francesa de 1789.
Usualmente, la ubicamos como el fin de las monarquías totalitarias y como el
hecho histórico que sienta las bases de la democracia moderna. Sin embargo,
Francia, en los ochenta años sucesivos a la revolución francesa, pasa por siete
regímenes políticos: tres monarquías constitucionales, dos repúblicas efímeras
y dos imperios. Podemos afirmar que un ciudadano parisino seguramente se sintió
confundido: sabía que habían decapitado al rey Luis XVI, pero ¿iban para
adelante? ¿para atrás? ¿hacia el costado? En un mundo donde la inmediatez nos
resulta tan natural, donde Google nos da la respuesta en nanosegundos, frente
al cambio de era, tenemos que desarrollar la paciencia.
Por último, en las eras de cambio es
relativamente fácil predecir el impacto del cambio (la introducción de Skype
afecto en modo directo el negocio de llamados de larga distancia de las
telefónicas). Sin embargo, en los cambios de era, es fácil ver lo que ya no es,
pero, aún, no sabemos, que será. Entonces, los cambios de era se debe aceptar
que “se está siendo” que, producto de las interrelaciones, intentar predecir su
forma final, es -casi- un ejercicio inútil. Por ejemplo, ¿sabremos a ciencia
cierta cómo será el futuro del trabajo? ¿Es correcto hacer una comparación con
lo que fue la revolución industrial del Siglo XIX? ¿Serán las tareas netamente
humanas, como el cuidado de las personas, las principales fuentes de trabajo?
¿Es necesario cambiar el sistema educativo? Si tratáramos de definirlo,
seguramente, estaríamos en lo cierto por un breve período, pero equivocados
respecto del resultado final. Retomemos el caso de las telecomunicaciones,
soluciones que parecían novedades que iban a sustituir en modo permanente una
tecnología (como ser Skype respecto del llamado internacional del teléfono de
línea fijo) fueron rápidamente sustituidas por otras como WhatsApp. Hoy,
sabemos que habrá más novedades en las comunicaciones interpersonales. Tomemos
otro ejemplo, el cambio en las preferencias en las formas de alimentación
(vegano, macrobiótica, vegetariano). Aún no es claro si una de todas estas
tendencias se establecerá como el nuevo modo de alimentarse, si todas
convivirán o si son la antesala de algo que aún no ha surgido. Lo único que
sabemos es que es un repudio a la “vieja” forma de comer y, desde un lugar más
profundo, una nueva forma de vincularnos con los otros seres con los que
compartimos el planeta. Entonces, en los cambios de era el pensar que ‘hemos
llegado’ es muy riesgoso porque crea falsas certezas. Sabemos convivir con
cambios; debemos aprender a vivir en la incertidumbre.
Lejos de una mirada pesimista la invitación
es a entender procesos más que buscar soluciones.
Comprender que todos los elementos que Zygmunt
Bauman brillantemente sintetizó en la expresión de “sociedad líquida” y que
pueden parecer negativos, son las características de una etapa de transición.
Por ejemplo: los vínculos efímeros (en antítesis de los estables), el auge de
los relatos (por sobre los “datos”), la velocidad con la cual los
emprendimientos cambian y/o desaparecen (la vida promedio de una empresa en el
Siglo XX era de 60 años; hoy es de 18 años, menos de un tercio), la
descentralización (que implica pérdida de control), las nuevas formas de la
gestión como el lean management, el fail fast, el canvas (frente a la
planificación a largo plazo o las estructuras corporativas), entre otros.
Es darnos cuenta que no se puede cambiar de
era sin que la anterior “ya no sea”. Implica entender que esta deconstrucción
es indispensable y aceptar que la nueva era no ha, aún, encontrado su nuevo
formato. Desde esta mirada, los relatos son experimentos, verbalizaciones de
posibles futuros, los vínculos efímeros son intentos de nuevas formas de relacionarnos,
la velocidad del ciclo de vida de las empresas representa ensayos de las nuevas
formas de plantear soluciones, la descentralización impide que haya actores
preponderantes que, por si solos, dirijan el cambio. En resumen, todas son
maneras de fluir (líquidas como el agua) en búsqueda de, eventualmente,
encontrar la nueva forma.
Un cambio de era es el periodo que se ubica
entre dos apogeos. Por ejemplo, en el primer párrafo de la nota describimos las
características del apogeo de la Edad Media. El apogeo de la Edad Moderna se
caracterizó, entre otros aspectos, por el predominio de la ciencia por sobre la
religión, cambios tecnológicos, el surgimiento de los estados nación. El
tránsito entre uno y otro no fue fácil; éste cambio de era tampoco lo es y genera,
simultáneamente, sensaciones encontradas: ilusión por las mejoras que se
vislumbran e incertidumbre por la desorientación que acarrean. Sin embargo, si
nos quedamos atados al pasado, no dejamos que llegue el futuro. Hay que
trabajar para armar ese futuro y no para mantener el pasado. En resumen, esta
nota es una invitación a mirar al presente desde la lógica del Siglo XXI y no
desde el pensamiento del Siglo XX.
Doctora en Investigación de Gestión, Universidad de Leicester; profesora de Marketing en la Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella
Sigo comprando el Diario Los Andes
–me he prometido psiconalizarme por eso-, del cual no leo mucho más que los
Avisos necrológicos, pero los sábados suelo leer completa la página que agrupa
las secciones de mi apreciada colega Nené Ramallo, de la poco objetiva
historiadora Luciana Sabina y alguna otra nota de opinión. Este sábado la
última era: Inclusive el lenguaje – Por José Niemetz
José Niemetz, mendocino, de Alvear, es escritor, fue Premio
Clarín de Novela 2018, por “Tú eres para mí”, interesante novela que estoy
leyendo, aunque la interrumpí porque aparecieron otras urgencias lectoras. Lo
que escribe es una nota dura, pero certera, sobre el tema del lenguaje
inclusivo.
He tenido algunos intercambios (menos de los que habría
podido, porque evité discutir con personas con posiciones fundamentalistas,
para no perder tiempo) sobre el tema del lenguaje inclusivo, que,
evidentemente, excede el marco del estudio de la Lengua para instalarse
claramente en el de las ideas.
Soy Profesor de Castellano, así que opiné técnicamente que
esta propuesta de lenguaje no era originada en el mismo uso del Habla, sino en
un planteo de perspectiva de género en el marco de los avances del feminismo.
Por lo tanto, no correspondía hacer análisis lingüísticos (en general sesgados
y muchas veces descalificadores), sino esperar que el mismo uso definiera lo
que tiene que perdurar.
Rechacé el argumento de la RAE porque no le reconozco
autoridad sobre el Habla de los argentinos, aunque sí de consulta.
Niemetz hace un planteo profundo del tema, y de las
reacciones que genera (bastante semejante a las que yo había vivido). Además,
plantea el tema de la docente sancionada (claramente lo fue), que me causó
vergüenza ajena.
Saqué una pequeña introducción, aunque recomiendo leerla
completa, y la transcribo para que la conozcan y piensen con ganas de
comprender el mundo de hoy, que es muy complejo, y que se transforma a una
velocidad muy superior a la del pasado. Es nuestra obligación como
mendocinos/as, a los/las que nos cuesta romper la visión conservadora que nos
caracteriza.
Que les sea útil para abrir la
cabeza.
“… en esta ocasión me preguntaron:
-Che, ¿qué opinás del lenguaje
inclusivo?
Lo preguntaron cómo se pregunta algo
obvio, retórico, casi divertido. Sin embargo, cuando respondí que el tema no me
resulta ni siquiera interesante, todos manifestaron un gran alivio por mi
respuesta políticamente correcta. Es por ello que me apuré en agregar:
El así llamado ‘lenguaje inclusivo’
seguramente no es otra cosa que una moda que como toda moda desaparecerá como
tal. Y mientras tanto, nos hace hablar pavadas sobre ella.
Lo que no es una moda es la exclusión
de las diversidades sexuales que no se adecuan a la hétero normatividad.
…
¿Cómo es posible que un tema tan
pueril alcance este lugar tan repetido en nuestras conversaciones cotidianas?
¿Cómo es posible que la Real Academia intente dictaminar sobre algo en lo que
no tiene ninguna competencia? ¿Cómo es posible que el autoritario castigo a una
docente mendocina, por el insignificante acto de saludar a sus alumnos con un
todes, se haya constituido, (junto con el otro castigo: el del Ítem Aula) en la
principal acción del gobierno educativo?
El helado se había terminado, mi
mujer servía café, el silencio de los comensales no se debía al interés por el
tema sino al arrepentimiento por haberlo planteado.
Sencillamente -continué- porque el
sólo hecho de decir todes, visibiliza, sólo eso, la dolorosa exclusión que
sufren las distintas identidades sexuales que existen entre nuestros chiques.
El arquitecto, revolviendo el café y
hurgueteando unas masitas secas, me increpó:
-Pero la RAE ya dictaminó que…
-Che, si a vos te parece que el
lenguaje que vos hablás es un bloque hermético, cerradito y manejado como
verdad revelada por un cenáculo de académicos, te cuento que este coso con el
que te comunicás es una especie de sobra proveniente del idioma que llevaron
los antiguos conquistadores romanos por una buena parte de Europa y que se
llamaba latín vulgar (que, a su vez, generaba espanto moral entre los
intelectuales de la Roma clásica) y que se fue maravillosamente degenerando y se
constituyó en muchas lenguas, entre otras en nuestro amado castellano. Cada
pueblo, cada época, cada hablante hacen algo con él. Los que mencionan a la RAE
para defenestrar al lenguaje inclusivo, para ser coherentes, deberían
comunicarse en latín clásico.
-Bueno, no es para tanto –agregó la
médica. ¡Sí! Es para tanto –le contesté-. Primero porque la exclusión no solo
continúa entre nosotros, sino que se continúa reprimiendo a quienes la ponen en
evidencia, como esa valiente docente de Junín. Y en segundo lugar porque en
nombre de proteger a la docente, se la castigó con un patético traslado (como
si ese traslado lavara sus ideas). Está claro que los funcionarios educativos
se aferraron a este tema porque ante las acuciantes problemáticas de la
educación sólo manifiestan incompetencia, y así, aunque sea con violencia,
pareciera que hacen algo. La pregunta que me formulo es: ¿y quién protege a
esos pibes y pibas de tener padres tan reaccionarios e ignorantes?
-Lo que yo quiero decir es… -atinó
cualquiera de los comensales.
-El lenguaje inclusivo en sí mismo,
carece de toda importancia. Acá lo único que resulta importante es la exclusión
que sufren cientos de miles de seres humanos por su nacionalidad, su color, su
peso, su religión, su estándar económico y también por su condición sexual.
Cuando mi mujer ofreció más café,
todes respondieron al unísono que no, gracias, que les provoca insomnio. Y que
les gusta dormir tranquiles.
Encontré esta nota en el Diario Los
Andes. Citaré algunos párrafos que me parecieron relevantes, en parte, destacar
el evento que se realizó en Córdoba, ciudad tan ligada con nuestro desarrollo
cultural, intelectual y científico, pero sobre todo por el párrafo final, que
contiene la afirmación que subrayo abajo.
Es una propuesta interesante, que me pareció comentable.
Más de una vez se
han propuesto medidas para evitar la influencia de lenguas extranjeras, sobre
todo el inglés, en el castellano.
Esto se ve sobre todo en TICs (Tecnologías de Información y
Comunicación), por ejemplo, en Argentina, usamos PC por Personal Computer para
denominar la Computadora de escritorio, mientras los españoles hablan de
ordenador.
El tema es que la tecnología se origina en países de habla
inglesa, y no es fácil reemplazar estas denominaciones que ya nos llegan como
parte de la innovación, y que sería muy poco práctico intentar reemplazarlas
por una equivalencia en castellano que habría que estar explicando. Un ejemplo,
log in, que significa iniciar sesión
en una aplicación, programa o sitio web, terminó generando el anglicismo loguear, que compite con la forma doble
castellana. La misma palabra aplicación
compite con app, que tiene la
ventaja de ser más breve. Hay que añadir la influencia de la globalización que
nos pone en contacto permanentemente con terminología en inglés.
Está claro que el origen del problema es que la tecnología
de punta se genera en los países centrales, y el castellano no es la lengua de
esas fuentes, así que siempre iremos detrás de esas tendencias. De todos modos,
Argentina, históricamente, tiene un buen nivel en el uso y desarrollo de
innovación científica y tecnológica, más allá del tema lingüístico; el problema
es que a este Gobierno no le interesa que nos desarrollemos en ese sentido, ya
que acepta el rol que nos determinan los Países centrales de proveedores de
materias primas.
Esperemos que el próximo Gobierno nos vuelva a esas
políticas que le han dado a la Argentina reconocimiento mundial.
Ahora bien, la afirmación inicial es muy válida en relación
a la moda tan cool (para darle
fuerza al planteo) de usar palabras en inglés para cosas cotidianas que tienen
denominaciones habituales en castellano.
Este uso tiene que ver mucho con estrategias publicitarias
de venta, y es particularmente agudo en malls y shoppings.
Es difícil contar la sensación de rabia que siento cuando
entro a uno de esos lugares, que poco frecuento, al leer: 30% Off, Sale, Mum
Day (Día de la Madre). Este cholulismo innecesario es evitable, y deberíamos
ser los argentinos los que rechacemos esta terminología en inglés, en cada
posibilidad en que podamos hacerlo. Seamos conscientes del daño (también
podríamos incluir el uso extremo de la jerga de los chats que llega a ser una
jerigonza sin sentido que deteriora el manejo eficiente del habla en Argentina)
que estamos produciendo a la lengua castellana.
Recordemos que necesitamos tener la mejor capacidad posible en el uso
de la lengua materna, y si tenemos en cuenta que el castellano es la cuarta
lengua más hablada en el mundo (no sé de dónde sacan que es la segunda, porque
esa es el inglés, según mis conocimientos), deberíamos hacer todos los
esfuerzos posibles para mejorar su uso, en lugar de deteriorarlo.
Reflexiones sobre el
Congreso Mundial de la Lengua – Por Marta Marín
El español,
segunda lengua más hablada en el mundo, deberá lograr liderazgo en ciencia,
concluyó el Congreso de la Lengua.
Por Marta Marín – Docente. Magister en Literatura Argentina
Contemporánea
Con mujeres trasnochadas,
Con sus largas madrugadas.
Con amores bajo el puente,
Con cirujas y docentes.
Córdoba va, Córdoba va…
Esta es una estrofa de la canción que los cordobeses entonan
casi al modo de un himno provincial. Cantan llenos de orgullo su estribillo:
Córdoba va. Y Córdoba fue, durante cuatro días del pasado marzo, la anfitriona
del VIII Congreso Internacional de Lengua (CILE).
Durante esos días, lingüistas, docentes, periodistas,
estudiantes, y público en general llegaron de distintos puntos del país y de
otros países de habla hispana para poner en el centro “el futuro del español”,
y pensar juntos un plan de desarrollo y promoción de nuestra lengua.
…
El Teatro del Libertador San Martín recibió en su bellísima
sala a los más importantes oradores: Mario Vargas Llosa, Mempo Giardinelli,
Joaquín Sabina, Alejandro Dolina, Cristina Bajo, Teresa Andruetto, y otros
tantos escritores e investigadores de lujo, quienes dieron, cada uno con su
estilo, un aporte sobre el español como lengua.
…
Este espacio se colmó cada noche de música y humor. La
presencia del grupo Les Luthiers provocó risas que distendieron en ámbito
académico. Y el hecho se repitió cada noche con lo mejor del folklore cordobés
y nacional, con humor local, y el infaltable cuarteto que hizo que la ciudad
bailara al ritmo de sus cantantes.
Distintos ejes tuvieron el encuentro, pero, sobre todo,
educación y tecnología, en un diálogo tan profundo como amable, ganaron
protagonismo en la preocupación de los asistentes.
La ciudad toda se llenó de palabras y versos, encuentros y
presentaciones de libros a través del Festival de la palabra que se desarrolló
en el marco del CILE con propuestas muy interesantes.
Es la primera vez que un país es dos veces anfitrión. Y fue
el nuestro. Y fue en Córdoba.
El español, segunda
lengua más hablada en el mundo (utilizado por más de 570 millones de hablantes)
deberá lograr liderazgo en la ciencia. Con esa inquietud volvimos a las aulas a
enseñar nuestra Lengua en estos tiempos de vertiginosa tecnología.
La llamaremos español
o castellano, lo discutiremos nuevamente en otro encuentro, pero como sea,
rescato la idea de volver a revalorizar Lengua en la escuela como objeto de
estudio para que nuestros niños y jóvenes sean dueños de la palabra que
distingue y enaltece al ser humano
El CILE ha sido un
tiempo de encuentro para reflexionar sobre el futuro del español, pero sobre
todo ha sido un espacio para borrar fronteras y sentir que la lengua nos une
más allá de los límites geográficos o ideológicos.
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